Somos animistas.
Decimos que una palabra quiere decir algo. Por ejemplo: “Obsoleto quiere decir desfasado”. Como si las palabras tuvieran voluntad para desear algo.
Decimos que la naturaleza es sabia, como si el universo físico tuviera facultades intelectuales.
Decimos que un nombre, una fecha o un dato no me viene a la memoria. Como si fueran ellos -el nombre, la fecha, el dato- quienes acuden a nosotros, en vez de nosotros a ellos.
Decimos que me vino a la cabeza esta idea o esa ocurrencia, como si los pensamientos tuvieran piernas para llegar hasta nosotros.
Decimos que un motor sufre cuando se le trata mal, como si los motores tuvieran receptores nerviosos para sufrir.
Decimos que la suerte nos sonríe, como si la suerte tuviera labios y, mirándonos, los moviera.
Decimos “-Esta novela me ha atrapado”, como si el libro tuviera brazos para sujetarnos y retenernos
Decimos tierra, trágame cuando preferiríamos no estar en un lugar o situación. Como si la Tierra tuviera mandíbulas para engullirnos.
En fin: nuestro lenguaje evidencia que, sin ningún género de dudas, somos animistas.
Wednesday, April 30, 2008
Tuesday, April 29, 2008
A ver si te entiendes
Las piedras no entienden a las piedras. Se contraen, dilatan, deforman, oxidan… pero no saben por qué.
Las plantas no comprenden a las plantas. Hacen la fotosíntesis, pero ignoran los motivos.
Una abeja no conoce los porqués de sus actos. ¿Por qué fecundan los zánganos a la reina? Total: para morirse acto seguido, o ser expulsados de la colmena y condenados igualmente a morir…
Y nosotros: ¿nos entendemos a nosotros mismos? ¿Sabemos por qué hacemos lo que hacemos?, ¿por qué actuamos como actuamos?
¿Qué parte de nuestros actos realizamos con conocimiento de causa… y de fin?
Las plantas no comprenden a las plantas. Hacen la fotosíntesis, pero ignoran los motivos.
Una abeja no conoce los porqués de sus actos. ¿Por qué fecundan los zánganos a la reina? Total: para morirse acto seguido, o ser expulsados de la colmena y condenados igualmente a morir…
Y nosotros: ¿nos entendemos a nosotros mismos? ¿Sabemos por qué hacemos lo que hacemos?, ¿por qué actuamos como actuamos?
¿Qué parte de nuestros actos realizamos con conocimiento de causa… y de fin?
Monday, April 28, 2008
De todo lo visible y lo invisible
El agua es incolora, transparente. El aire es incoloro, transparente. Pero puede que no sean transparentes e incoloros, sino que nuestro cerebro elija verlos así. (O sea, no verlos.)
Los animales acuáticos (y todos hemos sido animales acuáticos) necesitan que el agua sea transparente para ver dentro de ella. Todos los cerebros y ojos se formaron en el mar. Y para ver dentro del mar, el agua ha de ser transparente. Dentro de un líquido opaco no se podría ver nada.
En cuanto al aire, los animales terrestres necesitamos que sea transparente -o sea, incoloro- para ver las demás cosas.
Si el aire no fuera transparente, si no lo percibiéramos incoloro sino rojo o verde o amarillo, entonces no veríamos ningún otro objeto. El color le daría opacidad y ello nos impediría ver a su través.
Puede que nuestro cerebro elija no ver algunas cosas para poder ver las demás.
Los animales acuáticos (y todos hemos sido animales acuáticos) necesitan que el agua sea transparente para ver dentro de ella. Todos los cerebros y ojos se formaron en el mar. Y para ver dentro del mar, el agua ha de ser transparente. Dentro de un líquido opaco no se podría ver nada.
En cuanto al aire, los animales terrestres necesitamos que sea transparente -o sea, incoloro- para ver las demás cosas.
Si el aire no fuera transparente, si no lo percibiéramos incoloro sino rojo o verde o amarillo, entonces no veríamos ningún otro objeto. El color le daría opacidad y ello nos impediría ver a su través.
Puede que nuestro cerebro elija no ver algunas cosas para poder ver las demás.
Thursday, April 24, 2008
Fueron ellos
Nos hicieron ellos: los depredadores que nos atacaban, los competidores que nos disputaban el sustento.
Ellos fueron quienes nos forzaron a aguzar el ingenio, a inventar armas e instrumentos para la defensa y la caza, a articular un lenguaje para acometer eficazmente esas acciones.
Ellos fueron quienes nos seleccionaron. De ese modo, los homínidos más inteligentes sobrevivieron. Los peor dotados -¡ay!- se quedaron en el camino.
No fuimos nosotros, sino ellos.
Fueron otros animales -nuestros depredadores y competidores- quienes forzaron nuestra selección, nuestra evolución.
Fueron otros animales quienes nos obligaron a hacernos hábiles e inteligentes. A estirar nuestro cerebro.
Fueron otros animales quienes, con su adversidad u hostilidad, nos forzaron a inventar un lenguaje para mejorar nuestra eficacia como grupo.
Fueron otros animales -nuestros depredadores, nuestros competidores- quienes nos humanizaron.
Ellos fueron quienes nos forzaron a aguzar el ingenio, a inventar armas e instrumentos para la defensa y la caza, a articular un lenguaje para acometer eficazmente esas acciones.
Ellos fueron quienes nos seleccionaron. De ese modo, los homínidos más inteligentes sobrevivieron. Los peor dotados -¡ay!- se quedaron en el camino.
No fuimos nosotros, sino ellos.
Fueron otros animales -nuestros depredadores y competidores- quienes forzaron nuestra selección, nuestra evolución.
Fueron otros animales quienes nos obligaron a hacernos hábiles e inteligentes. A estirar nuestro cerebro.
Fueron otros animales quienes, con su adversidad u hostilidad, nos forzaron a inventar un lenguaje para mejorar nuestra eficacia como grupo.
Fueron otros animales -nuestros depredadores, nuestros competidores- quienes nos humanizaron.
Wednesday, April 23, 2008
Un diminuto círculo
E.E. Aldrin fue uno de los tres astronautas que viajaron por primera vez a la Luna, en julio de 1969.
En una entrevista explica que, desde la Luna, nuestro planeta se ve como un círculo cuatro veces mayor que la luna llena vista desde la Tierra. Dice también que semeja “una joya brillando en un cielo negro y aterciopelado”. “Cuando vi la Tierra desde el espacio por primera vez –sigue contando-, el mar no tenía el color azul luminoso de las fotografías, sino diferentes tonos que iban de una gama más verdosa a un azul profundo. Y en cuanto a la superficie terrestre, tiene un tono bronceado, como de color aceituna. En realidad, resulta difícil apreciar las masas verdes. La blancura de los polos, en cambio, sí destaca mucho”.
Me pregunto qué sentiría yo si pudiera contemplar, desde la Luna, ese círculo azul verdoso brillando en el cielo.
En todo caso, supongo que impresionará constatar que toda la vida que conocemos, y también nuestra evolución, nuestra grandeza, nuestra cretinez –el egoísmo, la explotación, las guerras-, nuestros sueños…, todo cabe ahí. En esa bola.
Sí: toda la naturaleza, toda la humanidad, toda la historia están dentro de un pequeño círculo que brilla.
En una entrevista explica que, desde la Luna, nuestro planeta se ve como un círculo cuatro veces mayor que la luna llena vista desde la Tierra. Dice también que semeja “una joya brillando en un cielo negro y aterciopelado”. “Cuando vi la Tierra desde el espacio por primera vez –sigue contando-, el mar no tenía el color azul luminoso de las fotografías, sino diferentes tonos que iban de una gama más verdosa a un azul profundo. Y en cuanto a la superficie terrestre, tiene un tono bronceado, como de color aceituna. En realidad, resulta difícil apreciar las masas verdes. La blancura de los polos, en cambio, sí destaca mucho”.
Me pregunto qué sentiría yo si pudiera contemplar, desde la Luna, ese círculo azul verdoso brillando en el cielo.
En todo caso, supongo que impresionará constatar que toda la vida que conocemos, y también nuestra evolución, nuestra grandeza, nuestra cretinez –el egoísmo, la explotación, las guerras-, nuestros sueños…, todo cabe ahí. En esa bola.
Sí: toda la naturaleza, toda la humanidad, toda la historia están dentro de un pequeño círculo que brilla.
Tuesday, April 22, 2008
Lloró
Lloró por la finitud y la amputación. Lloró por sí mismo y por la soledad en que, sin Lázaro, quedaba. Lloró por lo que todos lloramos.
Era un hombre recio e impasible. Pero no hasta ese punto. No hasta el extremo de no llorar nunca.
Puede que sólo pasara esa vez, pero el caso es que, al enterarse de la muerte de su amigo, Jesús lloró.
Era un hombre recio e impasible. Pero no hasta ese punto. No hasta el extremo de no llorar nunca.
Puede que sólo pasara esa vez, pero el caso es que, al enterarse de la muerte de su amigo, Jesús lloró.
Monday, April 21, 2008
¿Extinción?
Los animales de la misma especie luchan entre ellos por el alimento, por el territorio, por las hembras… Pero raramente llegan a matarse entre sí. A veces, de modo ocasional pueden producirse la muerte, como esos ciervos machos que en sus arremetidas quedan trabados por los cuernos y, al no poder separarse, perecen de hambre; o casos aislados de animales que, al luchar con otro congénere, no calculan sus fuerzas y acaban matando al adversario; o animales encerrados cuyos instintos se trastornan a causa de la cautividad. Pero son excepciones, rarezas.
Lo normal es que en esas luchas intraespecíficas no se llegue a dar muerte al oponente. Y no puede ser de otro modo. Aunque posiblemente en el devenir biológico hubo especies con esa conducta, han terminado por extinguirse a causa de su propia autodepredación.
Actualmente sólo hay una especie que practique la violencia mortífera contra individuos de su misma especie. Es, obviamente, el ser humano. Y, al igual que probablemente ocurrió con los otros animales con actitud autodepredadora, su destino (salvo que abandone esa conducta) parece ser la extinción.
¿Seremos capaces de abandonar esa conducta?
Lo normal es que en esas luchas intraespecíficas no se llegue a dar muerte al oponente. Y no puede ser de otro modo. Aunque posiblemente en el devenir biológico hubo especies con esa conducta, han terminado por extinguirse a causa de su propia autodepredación.
Actualmente sólo hay una especie que practique la violencia mortífera contra individuos de su misma especie. Es, obviamente, el ser humano. Y, al igual que probablemente ocurrió con los otros animales con actitud autodepredadora, su destino (salvo que abandone esa conducta) parece ser la extinción.
¿Seremos capaces de abandonar esa conducta?
Friday, April 18, 2008
Blanco es
He oído que en el idioma de los esquimales existen 22 palabras para designar al color blanco. Cada una nombra un tono, un matiz dentro de la gama de este color. Se entiende que sea así: en su hábitat no hay muchos colores aparte del blanco, y además estas tonalidades deben ser muy importantes para designar el estado del hielo y de la nieve.
No sé si sigue habiendo esquimales pero espero que, al menos, su lengua no se pierda.
A mí no sólo me gustaría conocer sus palabras. También querría mirar cada uno de los blancos (el de la tiza, el de la leche, el de la cáscara de huevo, el del oso polar, el del azúcar…: ésos que para nosotros son un solo y único color) a través de sus ojos.
No sé si sigue habiendo esquimales pero espero que, al menos, su lengua no se pierda.
A mí no sólo me gustaría conocer sus palabras. También querría mirar cada uno de los blancos (el de la tiza, el de la leche, el de la cáscara de huevo, el del oso polar, el del azúcar…: ésos que para nosotros son un solo y único color) a través de sus ojos.
Thursday, April 17, 2008
Inconscientes
Calladamente, sin avisarnos ni informarnos, sin contar para nada con la consciencia, la parte no consciente del cerebro se aplica a las tareas más exigentes: la respiración, los latidos cardíacos, el metabolismo, el tránsito digestivo, las secreciones hormonales, la termorregulación…
Todo eso se dirige y controla desde la zona no consciente del cerebro.
Y es mejor que sea así. ¿Acaso desde la consciencia seríamos capaces de gestionar todo eso? No: un día se nos olvidaría tragar oxígeno; otro día no controlaríamos la temperatura; otro día -por despiste- dejaríamos de latir… No llevaríamos bien las cuentas, alteraríamos las frecuencias de los latidos, confundiríamos los intervalos de inspirar y espirar… Y al primer fallo serio, se acabó.
Lo que parece claro es que la parte inconsciente del cerebro funciona mejor que la consciente. Es más exacta, más rigurosa y tenaz.
Pero apenas se habla de eso. Es más: cuando se alude al cerebro todo el mundo piensa sólo en su parte consciente.
Es verdad que sin consciencia, sin autopercepción, no seríamos nosotros. Pero desde el punto de vista de la eficacia y de la capacidad resolutiva, la consciencia está sobrevalorada.
Todo eso se dirige y controla desde la zona no consciente del cerebro.
Y es mejor que sea así. ¿Acaso desde la consciencia seríamos capaces de gestionar todo eso? No: un día se nos olvidaría tragar oxígeno; otro día no controlaríamos la temperatura; otro día -por despiste- dejaríamos de latir… No llevaríamos bien las cuentas, alteraríamos las frecuencias de los latidos, confundiríamos los intervalos de inspirar y espirar… Y al primer fallo serio, se acabó.
Lo que parece claro es que la parte inconsciente del cerebro funciona mejor que la consciente. Es más exacta, más rigurosa y tenaz.
Pero apenas se habla de eso. Es más: cuando se alude al cerebro todo el mundo piensa sólo en su parte consciente.
Es verdad que sin consciencia, sin autopercepción, no seríamos nosotros. Pero desde el punto de vista de la eficacia y de la capacidad resolutiva, la consciencia está sobrevalorada.
Tuesday, April 15, 2008
Evolución / Involución
Suele decirse que Darwin es el autor de la teoría de la evolución. Pero, en rigor, no es así. Darwin rechazaba hablar de evolución y sólo empleaba el término selección natural.
La palabra evolución se asocia comúnmente a progreso o mejora. Y la selección natural no tiene nada que ver con eso.
La selección natural es simplemente un filtro que, en cada momento y en razón de las circunstancias ambientales, deja pasar los cambios favorables a la supervivencia.
La selección natural no está al servicio de la destreza, ni de la superación, ni de la inteligencia. No es una línea recta, sino que puede ser curva. Puede avanzar y retroceder.
Algunos mamíferos, después de un largo desarrollo en tierra firme, regresaron al mar: delfines, focas, ballenas, etc. Aquellas patas que -en términos evolutivos- tanto les costó desarrollar, volvieron a convertirse en aletas (o algo parecido) con motivo de su regreso al medio acuático. ¿Supuso esto un progreso, una mejora, un avance? ¿O más bien fue una regresión, una involución, un retroceso? Ni lo uno ni lo otro: se trató sólo de una adaptación, un nuevo cambio para sobrevivir.
Por lo mismo, el surgimiento de nuestra inteligencia no fue, en términos biológicos, un perfeccionamiento. Fue sólo un cambio adaptativo al servicio de la supervivencia.
Del mismo modo que hubo mamíferos que para sobrevivir perdieron las patas, no es descartable que, en determinadas circunstancias, otros mamíferos (nosotros, por ejemplo) podamos, para sobrevivir, perder la inteligencia.
Como todos los demás caracteres adquiridos por las especies, la inteligencia -nuestra inteligencia- también es reversible.
La palabra evolución se asocia comúnmente a progreso o mejora. Y la selección natural no tiene nada que ver con eso.
La selección natural es simplemente un filtro que, en cada momento y en razón de las circunstancias ambientales, deja pasar los cambios favorables a la supervivencia.
La selección natural no está al servicio de la destreza, ni de la superación, ni de la inteligencia. No es una línea recta, sino que puede ser curva. Puede avanzar y retroceder.
Algunos mamíferos, después de un largo desarrollo en tierra firme, regresaron al mar: delfines, focas, ballenas, etc. Aquellas patas que -en términos evolutivos- tanto les costó desarrollar, volvieron a convertirse en aletas (o algo parecido) con motivo de su regreso al medio acuático. ¿Supuso esto un progreso, una mejora, un avance? ¿O más bien fue una regresión, una involución, un retroceso? Ni lo uno ni lo otro: se trató sólo de una adaptación, un nuevo cambio para sobrevivir.
Por lo mismo, el surgimiento de nuestra inteligencia no fue, en términos biológicos, un perfeccionamiento. Fue sólo un cambio adaptativo al servicio de la supervivencia.
Del mismo modo que hubo mamíferos que para sobrevivir perdieron las patas, no es descartable que, en determinadas circunstancias, otros mamíferos (nosotros, por ejemplo) podamos, para sobrevivir, perder la inteligencia.
Como todos los demás caracteres adquiridos por las especies, la inteligencia -nuestra inteligencia- también es reversible.
Monday, April 14, 2008
Hijos del corazón
1.
Los huevos de escorpión se desarrollan dentro de los conductos genitales de la madre. Una hembra puede alumbrar varias decenas de escorpiones de una sola vez, dependiendo de la especie. Al nacer, las crías sólo miden unos pocos milímetros, e inmediatamente se suben encima de su madre. Permanecerán allí hasta la primera muda, que tiene lugar entre la primera y la cuarta semana de vida. Mientras tanto, se alimentan de pequeños insectos que la madre atrapa para ellos y les va dando con sus patas.
Pero esto –supuestamente- no es amor, es mero instinto maternal.
2.
Los cocodrilos construyen nidos con vegetación y lodo o bien excavan pozos en la arena de las riberas de los ríos. Defienden los huevos ferozmente y, cuando nacen las crías, la madre las lleva dentro de su boca para protegerlas hasta que pueden valerse por sí mismas. En algunas variedades de cocodrilos, el cuidado de los huevos o de las crías es asumido por el macho de la pareja.
Pero todo esto -supuestamente- sigue sin ser amor, sigue siendo puro instinto.
3.
La loba, tras parir a las crías, las lame para limpiarles las membranas fetales, corta el cordón umbilical, lo trocea y empieza su etapa de lactancia. Durante las tres primeras semanas las crías son amamantadas por la hembra, pero al mes se van destetando y comienzan a ser alimentadas por el macho, que ingiere el alimento, lo regurgita y lo ofrece a los cachorros. A las cuatro semanas los lobeznos ya empiezan a abandonar la madriguera.
Pero esto tampoco es amor, es -supuestamente- un simple apego o querencia instintiva.
4.
La madre humana toma dulcemente a su bebé, se lo pone en el pecho, al acabar de mamar le limpia la cara, lo arrulla con sus brazos, le canta, le da golpecitos en la espalda para que eche el aire. A esa madre humana se le enciende la mirada al contemplar a su hijito. “-Mi vida, mi sol, mi tesoro”, exclama.
Y esta humana sublimación del instinto, esta sofisticada modalidad de la ternura, sí es -por fin- amor.
Los huevos de escorpión se desarrollan dentro de los conductos genitales de la madre. Una hembra puede alumbrar varias decenas de escorpiones de una sola vez, dependiendo de la especie. Al nacer, las crías sólo miden unos pocos milímetros, e inmediatamente se suben encima de su madre. Permanecerán allí hasta la primera muda, que tiene lugar entre la primera y la cuarta semana de vida. Mientras tanto, se alimentan de pequeños insectos que la madre atrapa para ellos y les va dando con sus patas.
Pero esto –supuestamente- no es amor, es mero instinto maternal.
2.
Los cocodrilos construyen nidos con vegetación y lodo o bien excavan pozos en la arena de las riberas de los ríos. Defienden los huevos ferozmente y, cuando nacen las crías, la madre las lleva dentro de su boca para protegerlas hasta que pueden valerse por sí mismas. En algunas variedades de cocodrilos, el cuidado de los huevos o de las crías es asumido por el macho de la pareja.
Pero todo esto -supuestamente- sigue sin ser amor, sigue siendo puro instinto.
3.
La loba, tras parir a las crías, las lame para limpiarles las membranas fetales, corta el cordón umbilical, lo trocea y empieza su etapa de lactancia. Durante las tres primeras semanas las crías son amamantadas por la hembra, pero al mes se van destetando y comienzan a ser alimentadas por el macho, que ingiere el alimento, lo regurgita y lo ofrece a los cachorros. A las cuatro semanas los lobeznos ya empiezan a abandonar la madriguera.
Pero esto tampoco es amor, es -supuestamente- un simple apego o querencia instintiva.
4.
La madre humana toma dulcemente a su bebé, se lo pone en el pecho, al acabar de mamar le limpia la cara, lo arrulla con sus brazos, le canta, le da golpecitos en la espalda para que eche el aire. A esa madre humana se le enciende la mirada al contemplar a su hijito. “-Mi vida, mi sol, mi tesoro”, exclama.
Y esta humana sublimación del instinto, esta sofisticada modalidad de la ternura, sí es -por fin- amor.
Thursday, April 10, 2008
Discordancias
¿Quién dice que los niños no son geniales? Nos habían enseñado que el pronombre sustituye al nombre, aunque a veces, por motivos enfáticos, aparecen uno junto al otro. Así, en “le comenté eso a Luis” le y a Luis son el mismo complemento indirecto. Por eso concuerdan. (En rigor, uno de los dos sobra.)
Pero en un libro sobre frases de niños encuentro esta genialidad. Un niño le dijo a su abuela: “-Mira, abuela, qué pasteles tan buenos te hemos comprado para mí”.
¿Cuál es el complemento indirecto: “te” (para ti) o “para mí”? Obviamente ambos: los pasteles comprados para la abuela eran, en realidad, para el niño (o al menos eso pensaba éste). De ahí la discordancia.
Dado que las reglas de la gramática no le dejaban expresar su idea, el niño inventó otras. Como debe ser.
Pero en un libro sobre frases de niños encuentro esta genialidad. Un niño le dijo a su abuela: “-Mira, abuela, qué pasteles tan buenos te hemos comprado para mí”.
¿Cuál es el complemento indirecto: “te” (para ti) o “para mí”? Obviamente ambos: los pasteles comprados para la abuela eran, en realidad, para el niño (o al menos eso pensaba éste). De ahí la discordancia.
Dado que las reglas de la gramática no le dejaban expresar su idea, el niño inventó otras. Como debe ser.
Wednesday, April 09, 2008
Baldosa
Necesitas pedir perdón. Sabes que te sentirías mejor después de decir disculpa, lo siento. Y sin embargo hay una fuerza dentro que se opone. ¿Cómo se llama esa resistencia? Puesto que no tiene nombre, podríamos llamarla baldosa. Así sería más sencillo pisarla, cruzar por encima y decir perdona.
Tuesday, April 08, 2008
La muerte
Me gustan las librerías pero, más que las que apilan best sellers como si fueran ladrillos, me atraen las librerías de saldo: las que ofrecen libros viejos, baratos y descatalogados. En una de ellas encuentro La muerte, una recopilación de escritos y poemas de Juan Ramón Jiménez con la muerte como telón de fondo. Lo abro y encuentro palabras como éstas:
¿Qué le pasa a una música que deja de sonar; qué a una brisa que deja de acariciar; y qué a una luz que se apaga? ¿Qué males les suceden? ¿Les pasa mal alguno? Muerte, di, ¿y qué eres tú sino silencio, calma y sombra?
¡ Crearme, recrearme, vaciarme, hasta que el que se vaya muerto, de mí, un día a la tierra no sea yo. Burlar honradamente, plenamente, con voluntad abierta, el crimen, y dejarle este pelele negro de mi cuerpo, por mí !
¿Por qué este espanto de la muerte? ¿No morí ya niño, no morí adolescente, no morí joven?
¡ Hermana de la vida, hermana de mi amor: la vida; bella lo mismo que ella; pobre hermana, tan triste, sin nadie que te quiera !
…y hundirse, con la frente descompuesta, en el oscuro “nunca” hondo.
Madre que nos espera, como madre final, con un abrazo inmensamente abierto, que ha de cerrarse un día, breve y duro, en nuestra espalda para siempre.
¡ Adiós, adiós ¡ ¡ Qué grato el irse, cuando se queda uno en todo !
Creo que, después de leer estos versos, puedo ver la muerte con otros ojos. A través de las palabras de J.R. Jiménez la muerte despliega una inesperada belleza. Pero al mismo tiempo este libro es, como todo lo que nos conmueve, un canto a la vida. A esta vida sin la que no sabríamos qué significa emocionarse.
¿Qué le pasa a una música que deja de sonar; qué a una brisa que deja de acariciar; y qué a una luz que se apaga? ¿Qué males les suceden? ¿Les pasa mal alguno? Muerte, di, ¿y qué eres tú sino silencio, calma y sombra?
¡ Crearme, recrearme, vaciarme, hasta que el que se vaya muerto, de mí, un día a la tierra no sea yo. Burlar honradamente, plenamente, con voluntad abierta, el crimen, y dejarle este pelele negro de mi cuerpo, por mí !
¿Por qué este espanto de la muerte? ¿No morí ya niño, no morí adolescente, no morí joven?
¡ Hermana de la vida, hermana de mi amor: la vida; bella lo mismo que ella; pobre hermana, tan triste, sin nadie que te quiera !
…y hundirse, con la frente descompuesta, en el oscuro “nunca” hondo.
Madre que nos espera, como madre final, con un abrazo inmensamente abierto, que ha de cerrarse un día, breve y duro, en nuestra espalda para siempre.
¡ Adiós, adiós ¡ ¡ Qué grato el irse, cuando se queda uno en todo !
Creo que, después de leer estos versos, puedo ver la muerte con otros ojos. A través de las palabras de J.R. Jiménez la muerte despliega una inesperada belleza. Pero al mismo tiempo este libro es, como todo lo que nos conmueve, un canto a la vida. A esta vida sin la que no sabríamos qué significa emocionarse.
Monday, April 07, 2008
Instinto ético
Se titula El origen del hombre pero también podría llamarse El contenido del hombre. Darwin, una de las mentes científicas más lúcidas de la humanidad, no sólo explica en esta obra el surgimiento del hombre a partir de un mamífero velludo, con rabo y orejas puntiagudas, de hábitos probablemente arbóreos, sino que expone cómo se conformó la mente humana: esa extraña mezcla de instintos ancestrales y raciocinio inteligente.
En referencia al surgimiento del sentido moral (fundamento de la ética humana y de gran parte de los postulados religiosos), Darwin señala lo siguiente:
“El desarrollo de las cualidades morales… descansa en los instintos sociales… Los animales dotados de instintos sociales sienten deleite en la mutua compañía, se alertan unos a otros del peligro y se ayudan y defienden de muchas formas. Estos instintos no se extienden a todos los individuos de una misma especie, sino solamente a los de la misma tribu o comunidad. Como son en alto grado beneficiosos para la especie, es probable que se hayan adquirido por la selección natural…
Los animales sociales se hallan impelidos en parte por el deseo de prestar ayuda a los miembros de su comunidad en general… El hombre está impelido también por ese mismo deseo general de auxiliar a sus compañeros… El motivo que le impele a prestar ayuda está también muy modificado en el hombre; ya no consiste tan sólo en un ciego impulso instintivo, sino que se halla considerablemente influido por la idea de la alabanza o censura de sus semejantes. El aprecio de la alabanza o la reprobación, así como su concesión, resultan también de la empatía, sentimiento que, como vimos, es uno de los elementos más importantes de los instintos sociales. Aunque la empatía fue adquirida como instinto, se acrecienta considerablemente con el hábito y el ejercicio…
La naturaleza moral del hombre alcanzó en parte su grado presente por el progreso de sus facultades racionales, y consiguientemente de la verdadera opinión pública; pero sus empatías fueron haciéndose todavía más profundas y extensamente propagadas por los efectos del hábito, el ejemplo, la instrucción y la reflexión. No es improbable que después de larga práctica se hicieran hereditarias las tendencias virtuosas. En las razas más civilizadas la convicción de la existencia de una divinidad omnisciente ha ejercido poderoso influjo en el progreso de la moral…. Esto no obstante, el fundamento primitivo u originario del sentido moral descansa en los instintos sociales, incluyendo la empatía, los que sin duda alguna se alcanzaron en un principio, al igual que en los animales inferiores, merced a la selección natural”.
Así que ya sabemos de dónde viene nuestra ética: de la empatía (ponerse en lugar del otro). Los grupos entre cuyos miembros no hubiera empatía estaban abocados a extinguirse por su propia debilidad frente a aquéllos en que sí existiera empatía. De modo que esa tendencia empática constituye un instinto, surgido e instaurado ya en nuestros ancestros como especie social.
La ética humana es, originariamente, un instinto.
En referencia al surgimiento del sentido moral (fundamento de la ética humana y de gran parte de los postulados religiosos), Darwin señala lo siguiente:
“El desarrollo de las cualidades morales… descansa en los instintos sociales… Los animales dotados de instintos sociales sienten deleite en la mutua compañía, se alertan unos a otros del peligro y se ayudan y defienden de muchas formas. Estos instintos no se extienden a todos los individuos de una misma especie, sino solamente a los de la misma tribu o comunidad. Como son en alto grado beneficiosos para la especie, es probable que se hayan adquirido por la selección natural…
Los animales sociales se hallan impelidos en parte por el deseo de prestar ayuda a los miembros de su comunidad en general… El hombre está impelido también por ese mismo deseo general de auxiliar a sus compañeros… El motivo que le impele a prestar ayuda está también muy modificado en el hombre; ya no consiste tan sólo en un ciego impulso instintivo, sino que se halla considerablemente influido por la idea de la alabanza o censura de sus semejantes. El aprecio de la alabanza o la reprobación, así como su concesión, resultan también de la empatía, sentimiento que, como vimos, es uno de los elementos más importantes de los instintos sociales. Aunque la empatía fue adquirida como instinto, se acrecienta considerablemente con el hábito y el ejercicio…
La naturaleza moral del hombre alcanzó en parte su grado presente por el progreso de sus facultades racionales, y consiguientemente de la verdadera opinión pública; pero sus empatías fueron haciéndose todavía más profundas y extensamente propagadas por los efectos del hábito, el ejemplo, la instrucción y la reflexión. No es improbable que después de larga práctica se hicieran hereditarias las tendencias virtuosas. En las razas más civilizadas la convicción de la existencia de una divinidad omnisciente ha ejercido poderoso influjo en el progreso de la moral…. Esto no obstante, el fundamento primitivo u originario del sentido moral descansa en los instintos sociales, incluyendo la empatía, los que sin duda alguna se alcanzaron en un principio, al igual que en los animales inferiores, merced a la selección natural”.
Así que ya sabemos de dónde viene nuestra ética: de la empatía (ponerse en lugar del otro). Los grupos entre cuyos miembros no hubiera empatía estaban abocados a extinguirse por su propia debilidad frente a aquéllos en que sí existiera empatía. De modo que esa tendencia empática constituye un instinto, surgido e instaurado ya en nuestros ancestros como especie social.
La ética humana es, originariamente, un instinto.
Sunday, April 06, 2008
Plaza de las batallas
En el centro de Jaén está la plaza de las Batallas. Viví allí muchos años. Se llama así por un monumento erigido para conmemorar dos batallas que tuvieron lugar en la provincia de Jaén y a escasos kilómetros una de otra: la de las Navas de Tolosa (entre cristianos y musulmanes almohades) y la de Bailén (entre españoles y franceses). Aunque ambos escenarios se hallan cerca, las dos batallas están muy separadas en el tiempo. La primera se libró en el año 1212. La segunda, en 1808. Entre una y otra pasaron 596 años. Casi 600.
Seis siglos de historia en que la humanidad no aprendió nada sustancial. 600 años perdidos.
En la ciudad de Jaén está la plaza de las Batallas, pero también podría llamarse plaza de la estulticia.
Seis siglos de historia en que la humanidad no aprendió nada sustancial. 600 años perdidos.
En la ciudad de Jaén está la plaza de las Batallas, pero también podría llamarse plaza de la estulticia.
Friday, April 04, 2008
Sólo pedía ayuda
Ramón Sampedro quería morir. Muchos tetrapléjicos desean seguir viviendo, pero Ramón Sampedro, después de muchos años postrado en una cama y con su movilidad corporal casi anulada, quería morir.
La historia es bien sabida: A causa de sus propias limitaciones físicas Ramón Sampedro no podía poner fin a su existencia, necesitando para ello la ayuda de otra persona. Sin embargo, la ley amenazaba con la cárcel a quien le prestara esa colaboración.
Ramón Sampedro acudió a los tribunales, pero éstos se abstuvieron de resolver su solicitud apreciando defectos formales.
Finalmente Ramón Sampedro encontró a alguien dispuesto a proporcionarle la ayuda necesaria, desinteresadamente y exponiéndose a las consecuencias penales de su acción.
Quienes hacen las leyes no están dispuestos a fijar claramente el principio básico de que nadie debe ser conminado a vivir contra su voluntad.
No se sabe por qué, pero es así. El código penal español sigue castigando a quien coopere con la muerte de otro, aun cuando ello sea a petición expresa e inequívoca de quien experimenta padecimientos insufribles.
No debería ser así. Al menos eso creo.
Las leyes deben velar por que la decisión de cesar de vivir se tome siempre en condiciones de conciencia, madurez y libertad. Pero no se entiende en virtud de qué principio puede obligarse a seguir viviendo a quien no lo desea.
No cabe cuestionar que la vida deber ser objeto de la mayor protección. Pero, si el dueño (insisto: el dueño) de esa vida está en condiciones de tomar una decisión libre y consciente, entonces sólo a él (no al Estado ni a terceras personas) corresponde decidir si su existencia merece la pena o no ser vivida.
Y en caso de optar libremente por dejar de vivir, negar a esa persona la ayuda necesaria es, sencillamente, cruel.
La historia es bien sabida: A causa de sus propias limitaciones físicas Ramón Sampedro no podía poner fin a su existencia, necesitando para ello la ayuda de otra persona. Sin embargo, la ley amenazaba con la cárcel a quien le prestara esa colaboración.
Ramón Sampedro acudió a los tribunales, pero éstos se abstuvieron de resolver su solicitud apreciando defectos formales.
Finalmente Ramón Sampedro encontró a alguien dispuesto a proporcionarle la ayuda necesaria, desinteresadamente y exponiéndose a las consecuencias penales de su acción.
Quienes hacen las leyes no están dispuestos a fijar claramente el principio básico de que nadie debe ser conminado a vivir contra su voluntad.
No se sabe por qué, pero es así. El código penal español sigue castigando a quien coopere con la muerte de otro, aun cuando ello sea a petición expresa e inequívoca de quien experimenta padecimientos insufribles.
No debería ser así. Al menos eso creo.
Las leyes deben velar por que la decisión de cesar de vivir se tome siempre en condiciones de conciencia, madurez y libertad. Pero no se entiende en virtud de qué principio puede obligarse a seguir viviendo a quien no lo desea.
No cabe cuestionar que la vida deber ser objeto de la mayor protección. Pero, si el dueño (insisto: el dueño) de esa vida está en condiciones de tomar una decisión libre y consciente, entonces sólo a él (no al Estado ni a terceras personas) corresponde decidir si su existencia merece la pena o no ser vivida.
Y en caso de optar libremente por dejar de vivir, negar a esa persona la ayuda necesaria es, sencillamente, cruel.
Sunday, March 30, 2008
Hormiguitas
Yo tenía 10 años. En una caja de zapatos, en cuya tapa había hecho unos agujeros, guardaba mis gusanos de seda. Aún eran pequeños. Habían nacido a mediados de marzo y lo que voy a contar pasó poco después de Semana Santa.
El caso es que las hormigas se metieron por los agujeros de la caja, mataron a los gusanos y los seccionaron en trozos. Las sorprendí cargando con los cadáveres, de camino a su hormiguero.
Es uno de esos recuerdos de la infancia que no se olvidan.
Tardé años en entender que las hormigas no fueron, no son, crueles. Que crueles son sólo las leyes y mandatos biológicos que tienen que cumplir.
Estos días releo El origen del hombre, de Darwin, y encuentro esta frase: Los animales inferiores manifiestan, como el hombre, sentimientos de placer y dolor, felicidad y desdicha… También los insectos juegan entre sí”. Y a continuación alude a hormigas que corren tras sus compañeras y se mordisquean como perros pequeños.
Así que las hormigas también juegan. Hay hormigas-niñas que juegan unas con otras. Como los hombres-niños, como los cachorros humanos. Como yo, cuando tenía 10 años.
Probablemente nunca me reconciliaré con las leyes biológicas, pero creo que las observaciones de Darwin me reconcilian, definitivamente, con las hormigas.
El caso es que las hormigas se metieron por los agujeros de la caja, mataron a los gusanos y los seccionaron en trozos. Las sorprendí cargando con los cadáveres, de camino a su hormiguero.
Es uno de esos recuerdos de la infancia que no se olvidan.
Tardé años en entender que las hormigas no fueron, no son, crueles. Que crueles son sólo las leyes y mandatos biológicos que tienen que cumplir.
Estos días releo El origen del hombre, de Darwin, y encuentro esta frase: Los animales inferiores manifiestan, como el hombre, sentimientos de placer y dolor, felicidad y desdicha… También los insectos juegan entre sí”. Y a continuación alude a hormigas que corren tras sus compañeras y se mordisquean como perros pequeños.
Así que las hormigas también juegan. Hay hormigas-niñas que juegan unas con otras. Como los hombres-niños, como los cachorros humanos. Como yo, cuando tenía 10 años.
Probablemente nunca me reconciliaré con las leyes biológicas, pero creo que las observaciones de Darwin me reconcilian, definitivamente, con las hormigas.
Friday, March 28, 2008
¿Y si...?
¿Y si dejáramos de cuchichear?
¿Y si paráramos de vociferar?
¿Y si cesáramos de hablar por hablar, de gritar por gritar?
¿Y si bajáramos el volumen?
¿Y si anuláramos la megafonía, los altavoces, los cascos, los auriculares?
¿Y si, por un tiempo, desconectáramos la tele, la radio, el mp3, el mp4, el iPod…?
¿Y si hiciéramos un hueco al silencio en nuestras vidas?
¿Y si nos permitiéramos oír la voz de dentro?
¿Y si paráramos de vociferar?
¿Y si cesáramos de hablar por hablar, de gritar por gritar?
¿Y si bajáramos el volumen?
¿Y si anuláramos la megafonía, los altavoces, los cascos, los auriculares?
¿Y si, por un tiempo, desconectáramos la tele, la radio, el mp3, el mp4, el iPod…?
¿Y si hiciéramos un hueco al silencio en nuestras vidas?
¿Y si nos permitiéramos oír la voz de dentro?
Thursday, March 27, 2008
Balas
Lo leo en la página del filósofo José Antonio Marina (www.joseantoniomarina.net), quien cita documentación de Intermon Oxfam: cada año se fabrican 16.000 millones de municiones, más de dos balas por cada habitante del planeta.
Así que, para calcular cuántas balas nos han sido destinadas desde que nacimos, habría que multiplicar nuestra edad por 2. Ése es el número de balas que corresponde a cada uno. En mi caso, resultan 90. Para matarme sobran 89 (sin contar con las demás armas disponibles, mucho más mortíferas). Lo que evidencia el colosal derroche.
O sea que, incluso desde el punto de vista económico, el mal lo hacemos mal. La irracionalidad la fabricamos irracionalmente.
Así que, para calcular cuántas balas nos han sido destinadas desde que nacimos, habría que multiplicar nuestra edad por 2. Ése es el número de balas que corresponde a cada uno. En mi caso, resultan 90. Para matarme sobran 89 (sin contar con las demás armas disponibles, mucho más mortíferas). Lo que evidencia el colosal derroche.
O sea que, incluso desde el punto de vista económico, el mal lo hacemos mal. La irracionalidad la fabricamos irracionalmente.
Monday, March 24, 2008
Sedes
Nuestra sed de compañía. Nuestra sed de soledad.
Nuestra sed de acción. Nuestra sed de quietud.
Nuestra sed de ruido. Nuestra sed de silencio.
Nuestra sed de realidad. Nuestra sed de ensoñación.
Nuestra sed de leer lo que otros escribieron. Nuestra sed de que otros lean lo que escribimos.
Nuestra sed de amar. Nuestra sed de ser amados.
Nuestra sed de saber. Nuestra sed de misterio.
Nuestra sed de poseer. Nuestra sed de desear.
Nuestra sed de libertad. Nuestra sed de sumisión...
Nuestra sed, nuestras sedes. Nuestra avidez, nuestro entramado de avideces.
Las sequedades -cambiantes y contradictorias- que nos tejen. Los insaciables páramos. Las sequías y carencias de las que estamos hechos.
Nuestra sed de acción. Nuestra sed de quietud.
Nuestra sed de ruido. Nuestra sed de silencio.
Nuestra sed de realidad. Nuestra sed de ensoñación.
Nuestra sed de leer lo que otros escribieron. Nuestra sed de que otros lean lo que escribimos.
Nuestra sed de amar. Nuestra sed de ser amados.
Nuestra sed de saber. Nuestra sed de misterio.
Nuestra sed de poseer. Nuestra sed de desear.
Nuestra sed de libertad. Nuestra sed de sumisión...
Nuestra sed, nuestras sedes. Nuestra avidez, nuestro entramado de avideces.
Las sequedades -cambiantes y contradictorias- que nos tejen. Los insaciables páramos. Las sequías y carencias de las que estamos hechos.
Thursday, March 13, 2008
Una fuerza irresistible
Un poema de Bukowski expresa muy bien la necesidad de crear:
Ya sabes, la familia, el trabajo,
siempre ha habido algo en mi camino
pero ahora he vendido mi casa,
he encontrado este sitio,
un estudio grande,
tienes que ver qué espacio y qué luz
por primera vez en mi vida voy a tener un sitio y tiempo para crear.
No, hijo, si vas a crear crearás aunque trabajes
16 horas diarias en una mina de carbón
o
crearás en un cuarto pequeño con tres niños
mientras no cobras nada más que el paro.
Crearás como parte de tu mente y de tu cuerpo destrozados
crearás ciego
mutilado
demente,
crearás con un gato subiéndote por la espalda
mientras la ciudad entera se estremece ante un terremoto,
un bombardeo,
una inundación, un incendio.
Hijo, aire y luz y tiempo y espacio
no tienen nada que ver con la creación
y no crean nada más que, quizá, una vida más larga
para encontrar nuevas excusas para no hacerlo.
Antonio Lobo Antunes, por su parte, considera que a la pregunta de por qué se escribe, cada uno puede dar quince o veinte respuestas verdaderas, aunque seguramente ninguna sincera, porque la realidad es que tú no sabes por qué. Es como si preguntas a un manzano por qué da manzanas. Tú desconoces la razón profunda por la que escribes. Lo que sabes es que la escritura es una necesidad.
Son muchas las personas que sienten (sentimos) la pulsión de escribir. No necesariamente de publicar, pero sí de escribir.
La irrupción de Internet y los blogs ha propiciado que muchos de los textos y poemas que antes permanecían en el fondo de un cajón, ahora puedan ser leídos en la pantalla de un ordenador conectado a la red.
A veces visito, al azar, algunos blogs y encuentro en ellos textos más intensos y emotivos que los de muchos autores consagrados. Textos en que sus autores expresan sus sentimientos, vuelcan su corazón. Palabras de gente que necesita escribir; palabras que, de otro modo, habrían quedado ocultas e inaccesibles.
Si es cierto que la vida es un combate contra la depresión en el que cada uno se defiende como puede -con el trabajo, con el amor, con los amigos…-, en esa pugna muchas personas necesitan (necesitamos) combatir el abatimiento escribiendo palabras.
Así que creemos. Escribamos… aunque sea en una mina de carbón, en un cuarto pequeño con tres niños o en medio de un terremoto.
Escribamos porque sí: por la misma y desconocida razón que lleva a los manzanos a dar manzanas.
Ya sabes, la familia, el trabajo,
siempre ha habido algo en mi camino
pero ahora he vendido mi casa,
he encontrado este sitio,
un estudio grande,
tienes que ver qué espacio y qué luz
por primera vez en mi vida voy a tener un sitio y tiempo para crear.
No, hijo, si vas a crear crearás aunque trabajes
16 horas diarias en una mina de carbón
o
crearás en un cuarto pequeño con tres niños
mientras no cobras nada más que el paro.
Crearás como parte de tu mente y de tu cuerpo destrozados
crearás ciego
mutilado
demente,
crearás con un gato subiéndote por la espalda
mientras la ciudad entera se estremece ante un terremoto,
un bombardeo,
una inundación, un incendio.
Hijo, aire y luz y tiempo y espacio
no tienen nada que ver con la creación
y no crean nada más que, quizá, una vida más larga
para encontrar nuevas excusas para no hacerlo.
Antonio Lobo Antunes, por su parte, considera que a la pregunta de por qué se escribe, cada uno puede dar quince o veinte respuestas verdaderas, aunque seguramente ninguna sincera, porque la realidad es que tú no sabes por qué. Es como si preguntas a un manzano por qué da manzanas. Tú desconoces la razón profunda por la que escribes. Lo que sabes es que la escritura es una necesidad.
Son muchas las personas que sienten (sentimos) la pulsión de escribir. No necesariamente de publicar, pero sí de escribir.
La irrupción de Internet y los blogs ha propiciado que muchos de los textos y poemas que antes permanecían en el fondo de un cajón, ahora puedan ser leídos en la pantalla de un ordenador conectado a la red.
A veces visito, al azar, algunos blogs y encuentro en ellos textos más intensos y emotivos que los de muchos autores consagrados. Textos en que sus autores expresan sus sentimientos, vuelcan su corazón. Palabras de gente que necesita escribir; palabras que, de otro modo, habrían quedado ocultas e inaccesibles.
Si es cierto que la vida es un combate contra la depresión en el que cada uno se defiende como puede -con el trabajo, con el amor, con los amigos…-, en esa pugna muchas personas necesitan (necesitamos) combatir el abatimiento escribiendo palabras.
Así que creemos. Escribamos… aunque sea en una mina de carbón, en un cuarto pequeño con tres niños o en medio de un terremoto.
Escribamos porque sí: por la misma y desconocida razón que lleva a los manzanos a dar manzanas.
Thursday, March 06, 2008
Dioses y demonios
Puede que la ética sea un instinto.
Al igual que los demás instintos (sexual, maternal, de supervivencia…), la ética puede haber sido una tendencia favorecida por la selección natural, en la medida en que sirve a la conservación de la especie.
Los grupos homínidos en que no hubiera cierta ética (cierto respeto elemental a los demás, cierta cooperación básica entre sus miembros) estaban abocados a extinguirse, ya fuera por autodestrucción o bien por su mayor vulnerabilidad frente a ataques externos; prevaleciendo en cambio aquellos grupos en que la solidaridad y el respeto sí estaban presentes.
De ahí puede provenir el impulso que nos mueve a no causar daño a los demás. De ahí también, posiblemente, el altruismo y la empatía (el ponernos en lugar del otro).
Esto puede ser la raíz de la ética humana y el arranque de la moral y de la conciencia: la interiorización de un instinto para la conservación de la especie.
He aquí, tal vez, el origen del bien y del mal. El bien sería actuar conforme a ese instinto. Y el mal sería llevarle la contraria. Ante el mal, el instinto ético protesta: eso sería el remordimiento.
Aun cuando los elementos esenciales de la ética puedan explicarse así, creo que la idea del bien no resulta desacreditada por el hecho de descubrir sus raíces biológicas. El concepto del bien, aunque obedezca a patrones utilitarios y evolutivos en la conformación de nuestro psiquismo, es la base que ha permitido la pervivencia de la Humanidad al preservarnos de la autodestrucción.
Puede que el bien no posea un sustento universal o metafísico, sino instintivo y biológico. Pero en todo caso es un presupuesto medular de nuestra existencia como humanos.
Y esto último constituye, bajo mi punto de vista, un soporte suficiente para asentar su valor.
Al igual que los demás instintos (sexual, maternal, de supervivencia…), la ética puede haber sido una tendencia favorecida por la selección natural, en la medida en que sirve a la conservación de la especie.
Los grupos homínidos en que no hubiera cierta ética (cierto respeto elemental a los demás, cierta cooperación básica entre sus miembros) estaban abocados a extinguirse, ya fuera por autodestrucción o bien por su mayor vulnerabilidad frente a ataques externos; prevaleciendo en cambio aquellos grupos en que la solidaridad y el respeto sí estaban presentes.
De ahí puede provenir el impulso que nos mueve a no causar daño a los demás. De ahí también, posiblemente, el altruismo y la empatía (el ponernos en lugar del otro).
Esto puede ser la raíz de la ética humana y el arranque de la moral y de la conciencia: la interiorización de un instinto para la conservación de la especie.
He aquí, tal vez, el origen del bien y del mal. El bien sería actuar conforme a ese instinto. Y el mal sería llevarle la contraria. Ante el mal, el instinto ético protesta: eso sería el remordimiento.
Aun cuando los elementos esenciales de la ética puedan explicarse así, creo que la idea del bien no resulta desacreditada por el hecho de descubrir sus raíces biológicas. El concepto del bien, aunque obedezca a patrones utilitarios y evolutivos en la conformación de nuestro psiquismo, es la base que ha permitido la pervivencia de la Humanidad al preservarnos de la autodestrucción.
Puede que el bien no posea un sustento universal o metafísico, sino instintivo y biológico. Pero en todo caso es un presupuesto medular de nuestra existencia como humanos.
Y esto último constituye, bajo mi punto de vista, un soporte suficiente para asentar su valor.
Tuesday, March 04, 2008
Cada palabra
Delante de ti hay una montaña de gran tamaño. Puedes decir que es muy grande, o que es inmensa, o que es enorme…
La comida que pruebas sabe bien. Puedes decir qué comida tan sabrosa, o tan buena, o tan rica…
Te encuentras animado. Puedes decir estoy feliz, o estoy alegre, o estoy contento, o…
Cada palabra que pronunciamos es una opción, una elección entre varias. En un momento dado elegimos decir estoy cansado y descartamos decir qué fatiga o no puedo más…
Y así continuamente: en cada circunstancia, en cada frase que al descuido pronunciamos, en todo lo que cotidianamente decimos.
Cuando estamos hablando, ¿escogemos -segundo a segundo- cada palabra que usamos, o más bien son las palabras quienes se eligen a sí mismas?
La comida que pruebas sabe bien. Puedes decir qué comida tan sabrosa, o tan buena, o tan rica…
Te encuentras animado. Puedes decir estoy feliz, o estoy alegre, o estoy contento, o…
Cada palabra que pronunciamos es una opción, una elección entre varias. En un momento dado elegimos decir estoy cansado y descartamos decir qué fatiga o no puedo más…
Y así continuamente: en cada circunstancia, en cada frase que al descuido pronunciamos, en todo lo que cotidianamente decimos.
Cuando estamos hablando, ¿escogemos -segundo a segundo- cada palabra que usamos, o más bien son las palabras quienes se eligen a sí mismas?
Monday, March 03, 2008
Inhibición
El escritor Antonio Lobo Antunes participó como soldado del ejército portugués en la guerra de Angola. Su experiencia sale a relucir en varias de sus novelas. En un libro de conversaciones con el escritor, éste explica que "me acuerdo de partidos de fútbol en los que el balón eran cabezas humanas... Y con toda naturalidad se sustituían: -Este balón ya no sirve, otra cabeza".
Así que, durante aquella guerra, unos hombres jugaban al fútbol con las cabezas de otros hombres.
¿Alguien se explica que, al contemplar esa escena, el Árbitro no pitase el final del partido?
¿O será que no había -que no hay- ningún Árbitro?
Así que, durante aquella guerra, unos hombres jugaban al fútbol con las cabezas de otros hombres.
¿Alguien se explica que, al contemplar esa escena, el Árbitro no pitase el final del partido?
¿O será que no había -que no hay- ningún Árbitro?
Wednesday, February 27, 2008
Ese líquido
-Un 98% de agua,
-un 1,3% de cloruro de sodio, y
-pequeñas cantidades de albúmina, lípidos y sales.
Ésta es la composición de las lágrimas.
Desde el punto de vista químico no resultan muy especiales. Hay otros fluidos corporales mucho más curiosos.
Pero yo querría irme sabiendo que nadie segregó ese líquido, precisamente ese líquido, por mi culpa.
-un 1,3% de cloruro de sodio, y
-pequeñas cantidades de albúmina, lípidos y sales.
Ésta es la composición de las lágrimas.
Desde el punto de vista químico no resultan muy especiales. Hay otros fluidos corporales mucho más curiosos.
Pero yo querría irme sabiendo que nadie segregó ese líquido, precisamente ese líquido, por mi culpa.
Monday, February 25, 2008
Lo que se avecina
Hoy ya es posible saber, utilizando registros de resonancia magnética funcional muy sensibles, si una persona está pensando en personas y caras, o bien en casas y edificios. Y también se puede conocer si esas caras o esos edificios le gustan o disgustan. Por ejemplo, el área fusiforme en el sistema visual es una región cerebral que responde casi exclusivamente a la visión de caras y muy poco a otra clase de formas u objetos. De modo similar, una parte del giro parahipocampal responde bastante selectivamente a imágenes que se refieren a casas o edificios.
Aun siendo todavía un tema de ciencia ficción el logro de una máquina lectora del pensamiento, la realidad es que caminamos hacia una tecnología que eventualmente podrá volverse capaz de hacer un “bypass” a las vías clásicas de comunicación, como la expresión oral o el lenguaje corporal que controla voluntariamente una persona, y saber qué está pensando a través de la pura lectura de la actividad cerebral.
(F. Mora, Neurocultura)
Orwell imaginaba casas de cristal en las que nada escaparía al control ajeno. Pero lo que al parecer se avecina no son muros transparentes, sino cráneos que, con la técnica adecuada, dejen ver su interior: el miedo, el afecto, la esperanza, la angustia…
¿Qué será de los humanos cuando ni siquiera podamos guardar, dentro de nosotros mismos, los sentimientos negativos; cuando se nos pueda juzgar no sólo por nuestros actos, sino también por lo que pensamos y sentimos?
¿Se tendrá en cuenta entonces que gran parte de nuestras ideas y emociones ni siquiera son voluntarias?
Aun siendo todavía un tema de ciencia ficción el logro de una máquina lectora del pensamiento, la realidad es que caminamos hacia una tecnología que eventualmente podrá volverse capaz de hacer un “bypass” a las vías clásicas de comunicación, como la expresión oral o el lenguaje corporal que controla voluntariamente una persona, y saber qué está pensando a través de la pura lectura de la actividad cerebral.
(F. Mora, Neurocultura)
Orwell imaginaba casas de cristal en las que nada escaparía al control ajeno. Pero lo que al parecer se avecina no son muros transparentes, sino cráneos que, con la técnica adecuada, dejen ver su interior: el miedo, el afecto, la esperanza, la angustia…
¿Qué será de los humanos cuando ni siquiera podamos guardar, dentro de nosotros mismos, los sentimientos negativos; cuando se nos pueda juzgar no sólo por nuestros actos, sino también por lo que pensamos y sentimos?
¿Se tendrá en cuenta entonces que gran parte de nuestras ideas y emociones ni siquiera son voluntarias?
Friday, February 22, 2008
Irse
Irse y poder decir me amaron unas cuantas personas; algún perro; algún gato. Yo también los amé.
Irse y poder decir no dejo heridos, no dejo cuentas..., creo al menos que no dejo.
¿No os parece que irse así no estaría mal del todo?
Irse y poder decir no dejo heridos, no dejo cuentas..., creo al menos que no dejo.
¿No os parece que irse así no estaría mal del todo?
Thursday, February 21, 2008
Su propio matiz
Angustia no es congoja. Congoja no es malestar. Malestar no es abatimiento. Abatimiento no es tristeza. Tristeza no es amargura. Amargura no es consternación. Consternación no es zozobra. Zozobra no es desamparo. Desamparo no es aflicción. Aflicción no es pesadumbre…
Cada forma de sufrir es específica. Cada dolor tiene su propio matiz.
Eso nos pasa por inventar tantas palabras.
Cada forma de sufrir es específica. Cada dolor tiene su propio matiz.
Eso nos pasa por inventar tantas palabras.
Wednesday, February 20, 2008
EscribámoNOS
Escribamos, cada uno, nuestros anhelos. Escribamos lo que consideramos importante. Lo que para cada uno es valioso, aunque no lo sea para la convención social.
Que cada uno escriba (para sí, no para los demás) sus verdaderos sueños. Y vaya tachándolos a medida que los realice.
Hagamos lo mismo con aquello que, desde nuestro interior, nos proponemos cambiar.
Que cada uno, cuando se juzgue mal a sí mismo, escriba todo lo que ha hecho bien en su vida; lo que, de haberlo hecho otra persona, juzgaría positivamente. Para autoperdonarse; para no ser más severo consigo que con los demás.
(¿Cuánto hace que no me escribo?, ¿cuánto hace que no te escribes?...)
Escribamos. No para nadie, sino para nosotros mismos. Escribámonos.
Que cada uno escriba (para sí, no para los demás) sus verdaderos sueños. Y vaya tachándolos a medida que los realice.
Hagamos lo mismo con aquello que, desde nuestro interior, nos proponemos cambiar.
Que cada uno, cuando se juzgue mal a sí mismo, escriba todo lo que ha hecho bien en su vida; lo que, de haberlo hecho otra persona, juzgaría positivamente. Para autoperdonarse; para no ser más severo consigo que con los demás.
(¿Cuánto hace que no me escribo?, ¿cuánto hace que no te escribes?...)
Escribamos. No para nadie, sino para nosotros mismos. Escribámonos.
Tuesday, February 19, 2008
Fórmulas
Las mismas leyes físicas que rigen en el mundo material rigen en el mundo cerebral, porque el cerebro es, obviamente, materia.
Aunque no se conozcan todos los entresijos del cerebro, lo que parece claro es que la activación de los impulsos neuronales así como el funcionamiento de sus conexiones y circuitos han de ajustarse a las mismas leyes (de la energía, de la cinética, de la transformación, etc) que gobiernan el mundo físico.
¿Será posible entonces una formulación matemática (algo así como el área del trapecio o la composición del agua), pero referida a cada pensamiento, a cada recuerdo, a cada emoción?
Aunque no se conozcan todos los entresijos del cerebro, lo que parece claro es que la activación de los impulsos neuronales así como el funcionamiento de sus conexiones y circuitos han de ajustarse a las mismas leyes (de la energía, de la cinética, de la transformación, etc) que gobiernan el mundo físico.
¿Será posible entonces una formulación matemática (algo así como el área del trapecio o la composición del agua), pero referida a cada pensamiento, a cada recuerdo, a cada emoción?
Monday, February 18, 2008
Imagina
Imaginaos a Jesús, al Jesús de verdad, al de amaos los unos a los otros como yo os he amado, vestido de inquisidor. Con su caperuz, su túnica, su potro de las torturas...
Imaginaos a Jesús haciendo abjurar a Galileo (bajo amenaza de muerte) de su universo heliocéntrico.
Imaginaos a Jesús vestido de soldado de las Cruzadas. Con su casco, su escudo y su espada, dispuesto a aniquilar infieles para defender los santos lugares.
Imaginaos a Jesús vestido de cardenal. Con una casulla de color púrpura y un bonete o una mitra (esa especie de gorro con cuatro picos) puesto en la cabeza.
¿Podéis imaginároslo? ¿Podéis representaros así a Jesús?
Yo, desde luego, no.
Imaginaos a Jesús haciendo abjurar a Galileo (bajo amenaza de muerte) de su universo heliocéntrico.
Imaginaos a Jesús vestido de soldado de las Cruzadas. Con su casco, su escudo y su espada, dispuesto a aniquilar infieles para defender los santos lugares.
Imaginaos a Jesús vestido de cardenal. Con una casulla de color púrpura y un bonete o una mitra (esa especie de gorro con cuatro picos) puesto en la cabeza.
¿Podéis imaginároslo? ¿Podéis representaros así a Jesús?
Yo, desde luego, no.
Friday, February 15, 2008
Neurofarmacia
Fármacos para el cerebro.
Fármacos para potenciar la memoria. Para retener todos los datos que deseemos. Para memorizar sin apenas esfuerzo: una sola lectura y el cerebro lo graba.
Fármacos para agrandar la inteligencia. Para que ningún cálculo se nos resista. Para entender los teoremas matemáticos, las ecuaciones de Einstein, los principios de la física…
Fármacos para ampliar la encefalización. Para captar lo que no abarcamos: la infinitud, lo acausal, lo intemporal… Para percibir todo lo que no percibimos. Para encontrar las respuestas secretas.
Fármacos para la mente. ¿Será posible producirlos? (Si la naturaleza ha logrado estirar cerebros –desde el cerebro de la pulga hasta el cerebro humano-, ¿por qué no ha de poder la ciencia?)
Y, de resultar eso posible, ¿cómo será, como veremos el mundo con un cerebro ensanchado?
Fármacos para potenciar la memoria. Para retener todos los datos que deseemos. Para memorizar sin apenas esfuerzo: una sola lectura y el cerebro lo graba.
Fármacos para agrandar la inteligencia. Para que ningún cálculo se nos resista. Para entender los teoremas matemáticos, las ecuaciones de Einstein, los principios de la física…
Fármacos para ampliar la encefalización. Para captar lo que no abarcamos: la infinitud, lo acausal, lo intemporal… Para percibir todo lo que no percibimos. Para encontrar las respuestas secretas.
Fármacos para la mente. ¿Será posible producirlos? (Si la naturaleza ha logrado estirar cerebros –desde el cerebro de la pulga hasta el cerebro humano-, ¿por qué no ha de poder la ciencia?)
Y, de resultar eso posible, ¿cómo será, como veremos el mundo con un cerebro ensanchado?
Thursday, February 14, 2008
El proceso
Tras la guerra civil española de 1936-9, el poeta Miguel Hernández fue encarcelado y sometido a consejo de guerra por el bando vencedor. Su expediente judicial y carcelario aparece publicado en el libro “Proceso y expediente contra Miguel Hernández” (Alicante, 1992).
La sentencia que lo condenó es sumamente escueta. En un solo párrafo declara “que el procesado Miguel Hernández Gilabert, de antecedentes izquierdistas, se incorporó voluntariamente en los primeros días del Alzamiento Nacional al Quinto Regimiento de Milicias, pasando más tarde al Comisariado Político de la primera brigada de choque e interviniendo entre otros hechos en la acción contra el Santuario de Santa María de la Cabeza. Dedicado a actividades literarias, era miembro activo de la alianza de intelectuales antifascistas, habiendo publicado numerosas poesías y crónicas, y folletos de propaganda revolucionaria y de excitación contra las personas de orden y contra el Movimiento Nacional haciéndose pasar por el ``poeta de la revolución´´”.
Y termina condenándole “como autor de un delito de adhesión a la rebelión a la pena de muerte”, pena que después le fue conmutada por treinta años de cárcel.
Se hace duro imaginar a Miguel Hernández delante de aquellos hombres que le juzgaron, teniendo que tragarse las palabras frente a un tribunal injusto y espurio. Más bien deberían haber sido aquellos hombres los que se hubieran sometido al juicio del poeta, quien en todo momento defendió al Gobierno legítimo de España. Pero Hernández seguramente se bebió su orgullo por miedo a que, de otro modo, las consecuencias las sufrieran su mujer y su hijo (aquel niño para el que escribió las Nanas de la Cebolla).
Hay otro detalle, un tanto macabro, en el expediente carcelario del poeta. Cuando finalmente murió (en el año 1942 y a consecuencia de la tuberculosis que contrajo en la cárcel), los enfermeros no pudieron cerrarle los ojos. Al respecto, el médico de la prisión emitió un informe del siguiente tenor: “Que no me extraña que en el cadáver del recluso Miguel Hernández Gilabert no se pudieran cerrar los párpados por los medios mecánicos corrientes, ya que en vida dicho recluso padecía un síndrome típico de hipertiroidismo con sus facies de terror (síntoma de Graus) con su tríada de fijeza, insistencia y resplandor en la mirada. Su taquicardia y exoftalmos por insuficiencia paledral que, como dice Marañón, página 80, libro “Enfermedades del tiroide”: “Se pone más de manifiesto durante el sueño. Muchos de estos enfermos duermen con los ojos entreabiertos”. El síntoma de Dalrimple: El acortamiento del párpado superior deja ver parte de la esclerótica por encima de la córnea; y el de Graefe: En la rotación del globo ocular hacia abajo, el párpado no la acompaña dejando visible la esclerótica supracorneal. Su síntoma psíquico, puesto de manifiesto en su producción literaria y que encaja en lo que Pende llama taquipsiquia -viveza mental y emotividad exagerada- típico de dicho síntoma”.
Así que “taquipsiquia -viveza mental y emotividad exagerada-”. El médico había encontrado el origen (patológico) de su genio literario. En fin...
………………………………………………………………………………
Aunque es necesario conocer estos hechos, uno querría que nada de eso hubiera pasado. El propio Hernández deseaba que su hijo no conociera la verdad. En el último verso de las Nanas que le escribió, decía:
Duerme, niño, en la doble
luna del pecho.
Él, triste de cebolla;
tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.
La sentencia que lo condenó es sumamente escueta. En un solo párrafo declara “que el procesado Miguel Hernández Gilabert, de antecedentes izquierdistas, se incorporó voluntariamente en los primeros días del Alzamiento Nacional al Quinto Regimiento de Milicias, pasando más tarde al Comisariado Político de la primera brigada de choque e interviniendo entre otros hechos en la acción contra el Santuario de Santa María de la Cabeza. Dedicado a actividades literarias, era miembro activo de la alianza de intelectuales antifascistas, habiendo publicado numerosas poesías y crónicas, y folletos de propaganda revolucionaria y de excitación contra las personas de orden y contra el Movimiento Nacional haciéndose pasar por el ``poeta de la revolución´´”.
Y termina condenándole “como autor de un delito de adhesión a la rebelión a la pena de muerte”, pena que después le fue conmutada por treinta años de cárcel.
Se hace duro imaginar a Miguel Hernández delante de aquellos hombres que le juzgaron, teniendo que tragarse las palabras frente a un tribunal injusto y espurio. Más bien deberían haber sido aquellos hombres los que se hubieran sometido al juicio del poeta, quien en todo momento defendió al Gobierno legítimo de España. Pero Hernández seguramente se bebió su orgullo por miedo a que, de otro modo, las consecuencias las sufrieran su mujer y su hijo (aquel niño para el que escribió las Nanas de la Cebolla).
Hay otro detalle, un tanto macabro, en el expediente carcelario del poeta. Cuando finalmente murió (en el año 1942 y a consecuencia de la tuberculosis que contrajo en la cárcel), los enfermeros no pudieron cerrarle los ojos. Al respecto, el médico de la prisión emitió un informe del siguiente tenor: “Que no me extraña que en el cadáver del recluso Miguel Hernández Gilabert no se pudieran cerrar los párpados por los medios mecánicos corrientes, ya que en vida dicho recluso padecía un síndrome típico de hipertiroidismo con sus facies de terror (síntoma de Graus) con su tríada de fijeza, insistencia y resplandor en la mirada. Su taquicardia y exoftalmos por insuficiencia paledral que, como dice Marañón, página 80, libro “Enfermedades del tiroide”: “Se pone más de manifiesto durante el sueño. Muchos de estos enfermos duermen con los ojos entreabiertos”. El síntoma de Dalrimple: El acortamiento del párpado superior deja ver parte de la esclerótica por encima de la córnea; y el de Graefe: En la rotación del globo ocular hacia abajo, el párpado no la acompaña dejando visible la esclerótica supracorneal. Su síntoma psíquico, puesto de manifiesto en su producción literaria y que encaja en lo que Pende llama taquipsiquia -viveza mental y emotividad exagerada- típico de dicho síntoma”.
Así que “taquipsiquia -viveza mental y emotividad exagerada-”. El médico había encontrado el origen (patológico) de su genio literario. En fin...
………………………………………………………………………………
Aunque es necesario conocer estos hechos, uno querría que nada de eso hubiera pasado. El propio Hernández deseaba que su hijo no conociera la verdad. En el último verso de las Nanas que le escribió, decía:
Duerme, niño, en la doble
luna del pecho.
Él, triste de cebolla;
tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.
Tuesday, February 12, 2008
Qué mayores
Les siguen gustando los cuentos, pero ahora los llaman narrativa.
Cada rabieta que cogen se denomina ahora arrebato.
Juegan como niños, pero ya no a vaqueros e indios. Ahora juegan bridge o practican golf.
Riñen como niños, pero ahora emplean tanques, misiles...
Y pretenden ser tomados por adultos.
Cada rabieta que cogen se denomina ahora arrebato.
Juegan como niños, pero ya no a vaqueros e indios. Ahora juegan bridge o practican golf.
Riñen como niños, pero ahora emplean tanques, misiles...
Y pretenden ser tomados por adultos.
Monday, February 11, 2008
Obedientes
Entre los planetas que El Principito visitó antes de llegar a la Tierra, había uno habitado por un rey. Era un rey que sólo mandaba cosas razonables, porque “si ordeno a un general que vuele de flor en flor como una mariposa, o que escriba una tragedia, o que se transforme en ave marina y si el general no ejecuta la orden recibida, ¿quién, él o yo, estaría en falta?… Hay que exigir a cada uno lo que cada uno puede hacer… La autoridad reposa, en primer término, sobre la razón”.
Y el rey concluía: “Si ordenas a tu pueblo que vaya a arrojarse al mar, hará una revolución”.
No se sabe de ningún rey que haya ordenado a la gente arrojarse al mar.
Pero sí ha habido reyes (o faraones, o gobernantes) que han dispuesto que miles de súbditos dediquen sus vidas a erigirles mausoleos gigantescos en forma de pirámide. O que edifiquen suntuosas catedrales mientras la gente se moría de hambre. O que quemen vivos, en una hoguera, a supuestos herejes. O que arriesguen sus vidas, en delirios bélicos, invadiendo países.
No eran, precisamente, órdenes razonables. Pero el pueblo cumplió lo que se le mandaba y -al menos entonces- no hizo la revolución.
Y el rey concluía: “Si ordenas a tu pueblo que vaya a arrojarse al mar, hará una revolución”.
No se sabe de ningún rey que haya ordenado a la gente arrojarse al mar.
Pero sí ha habido reyes (o faraones, o gobernantes) que han dispuesto que miles de súbditos dediquen sus vidas a erigirles mausoleos gigantescos en forma de pirámide. O que edifiquen suntuosas catedrales mientras la gente se moría de hambre. O que quemen vivos, en una hoguera, a supuestos herejes. O que arriesguen sus vidas, en delirios bélicos, invadiendo países.
No eran, precisamente, órdenes razonables. Pero el pueblo cumplió lo que se le mandaba y -al menos entonces- no hizo la revolución.
Friday, February 08, 2008
Dos ruedas
Lo que referimos como el “Yo” no es sino un estado mental particular que genera el cerebro. Lo subjetivo está generado por una actividad constante en un sistema tálamo-cortical activado en la vigilia que relaciona los estímulos sensoriales del mundo externo con la actividad cerebral interna (memoria). Este proceso une los componentes fracturados de la realidad externa e interna en un único constructo que es lo que llamamos el “sí mismo”. Para la creación del yo parece imprescindible el diálogo entre la actividad de dos “ruedas” tálamo-corticales. Una, constituida por los núcleos intralaminares no específicos y la corteza cerebral (núcleos máximamente activos durante la vigilia), y la otra, por el llamado complejo ventrobasal talámico. Esta última rueda provee al cerebro de la información sensorial del mundo externo que lo engarza con la actividad del mundo interno. La primera rueda sólo “gira” durante la vigilia; la segunda está constantemente activa. Por eso, para dar vida al “yo” se requiere estar despierto, que es cuando la primera rueda está en funcionamiento. Cuando existe el “yo”, hay engranaje entre las dos ruedas activas. Hay unión entre el mundo interno y el externo, luego soy.
(F. Mora, Neurocultura).
Supongo que por eso, cuando nos despertamos, necesitamos un tiempo para que las dos “ruedas” encajen: esos segundos durante los que no sabes quién eres ése que se ha despertado.
Tras leer esto sigo sin saber quién soy, pero al menos ahora intuyo cómo estoy hecho.
(F. Mora, Neurocultura).
Supongo que por eso, cuando nos despertamos, necesitamos un tiempo para que las dos “ruedas” encajen: esos segundos durante los que no sabes quién eres ése que se ha despertado.
Tras leer esto sigo sin saber quién soy, pero al menos ahora intuyo cómo estoy hecho.
Thursday, February 07, 2008
En realidad
En la realidad no existen los años, los meses, los días. Son la Tierra o la Luna girando. ¿Te has preguntado alguna vez en qué día de la semana “cayó” el Big Bang?
En la realidad no existen los colores. Son un efecto óptico: el modo como percibimos la luz reflejada en los objetos.
En la realidad no existen los sonidos. Son ondas producidas por la vibración de los cuerpos.
En la realidad no existen los aromas, los sabores, las sensaciones… Son productos de la mente, subjetividades que el cerebro ha inventado.
Puede que existan el tiempo, la luz, las ondas, las emanaciones, las cosas que nos hacen sentir. Pero no existen los meses, la música, los olores ni las texturas. No existe el color amarillo. No existe el dulzor de las cerezas.
En la realidad no hay una cosa llamada esperanza, ni una cosa llamada dolor, ni una cosa llamada miedo.
En la realidad no existe casi nada.
En la realidad no existen los colores. Son un efecto óptico: el modo como percibimos la luz reflejada en los objetos.
En la realidad no existen los sonidos. Son ondas producidas por la vibración de los cuerpos.
En la realidad no existen los aromas, los sabores, las sensaciones… Son productos de la mente, subjetividades que el cerebro ha inventado.
Puede que existan el tiempo, la luz, las ondas, las emanaciones, las cosas que nos hacen sentir. Pero no existen los meses, la música, los olores ni las texturas. No existe el color amarillo. No existe el dulzor de las cerezas.
En la realidad no hay una cosa llamada esperanza, ni una cosa llamada dolor, ni una cosa llamada miedo.
En la realidad no existe casi nada.
Tuesday, February 05, 2008
Caprichos
Arte en singular es masculino (arte romano), pero en plural se feminiza (artes plásticas).
Cometa cambia de significado al mudar de género: el cometa (astro), la cometa (juguete).
Lo mismo les pasa a frente, corte, orden... Prueba a ponerles el o la delante: ya verás como cambian.
Celo en singular significa cuidado, esmero. Pero en plural (celos) es inquietud por que alguien nos dispute el amor de otro.
Igual ocurre con esposa (cónyuge) y esposas (anillas para los brazos).
De ningún varón se dice que es periodisto o especialisto. Pero el hombre que se dedica a la costura es modisto (no modista).
Víveres, cosquillas sólo existen en plural. No pueden estar solos.
Por el contrario, sur, sed, salud sólo existen en singular. No toleran compañía.
¿Y todo esto por qué? Por nada en especial, por mero antojo de las palabras. El lenguaje, a menudo, es un niño malcriado y caprichoso.
Cometa cambia de significado al mudar de género: el cometa (astro), la cometa (juguete).
Lo mismo les pasa a frente, corte, orden... Prueba a ponerles el o la delante: ya verás como cambian.
Celo en singular significa cuidado, esmero. Pero en plural (celos) es inquietud por que alguien nos dispute el amor de otro.
Igual ocurre con esposa (cónyuge) y esposas (anillas para los brazos).
De ningún varón se dice que es periodisto o especialisto. Pero el hombre que se dedica a la costura es modisto (no modista).
Víveres, cosquillas sólo existen en plural. No pueden estar solos.
Por el contrario, sur, sed, salud sólo existen en singular. No toleran compañía.
¿Y todo esto por qué? Por nada en especial, por mero antojo de las palabras. El lenguaje, a menudo, es un niño malcriado y caprichoso.
Monday, February 04, 2008
Cruzados
Bernardo de Claraval fue un monje francés que vivió entre los años 1090 y 1153. Tras su muerte fue canonizado por la Iglesia, convirtiéndose en San Bernardo.
Este monje fue el inspirador de las órdenes militares creadas en la Edad Media para enfrentarse a los musulmanes por el dominio de Palestina (los llamados Santos Lugares). Llegó a redactar los estatutos de la Orden del Temple.
Entre las obras que escribió figura el conocido como Libro de San Bernardo a los caballeros del Temple en alabanza de su nueva milicia.
En ella se leen frases como éstas:
-“La espada de esta brava milicia exterminará pronto a los hijos de la infidelidad. Ella rescatará de nuevo al pueblo de Dios y hará reposar a nuestros ojos el cuerno de la salud, en la casa de David su hijo”.
-“¡Qué gloria para aquéllos que vuelven victoriosos del combate, pero qué felicidad para los que allí encuentran su martirio!”
-“Pues si es cierto que quienes mueren en el Señor son bienaventurados, cuánto más felices aún son aquellos que mueren por el Señor”.
-“Es bien cierto que la muerte de los santos en su lecho o sobre un campo de batalla es preciosa a los ojos de Dios, pero yo la encuentro aún más preciosa sobre un campo de batalla, pues es al mismo tiempo más gloriosa”.
-“Los soldados de Cristo combaten en plena seguridad, pues no tienen en absoluto miedo a ofender a Dios matando a un enemigo y no corren ningún peligro si ellos mismos son muertos, ya que es por Jesucristo por lo que dan o reciben el golpe mortal, y no solamente no ofenden a Dios sino que adquieren una gran gloria: en efecto, si matan, es para el Señor, y si son muertos, el Señor es para ellos”.
-“Así el caballero de Cristo da la muerte en plena seguridad y la recibe en una seguridad aún más grande. No es en vano que porta la espada. Él es ministro de Dios y la recibe para ejecutar sus venganzas”.
-“En la proximidad del combate, se arman de fe por dentro y de hierro, en lugar de oro, por fuera, a fin de inspirar al enemigo más temor que ávidas esperanzas”.
-“He ahí los hombres valerosos que el Señor ha elegido de un extremo a otro del mundo entre los más valientes de Israel para hacerlos sus ministros y confiarles la guarda del lecho del verdadero Salomón, es decir, la guarda del Santo Sepulcro, como unos centinelas fieles y vigilantes, armados de espada y hábiles en el oficio de las armas”.
En cuanto a la justificación de la guerra contra el infiel, Bernardo de Claraval invoca (obviamente ante la ausencia de cualquier pronunciamiento de Jesús que pudiera servirle) un pasaje del evangelio de San Lucas (III, 13) en que, no Jesús, sino Juan el Bautista responde a unos soldados que le habían preguntado qué debían hacer para ser dignos del bautismo: “no extorsionéis a nadie ni lo denunciéis falsamente, sino contentaos con vuestra paga”. Y Bernardo colige que, dado que Juan el Bautista (a quien llama el mensajero del Salvador) “no les mandó renunciar a su oficio”, esto demuestra que a los cristianos no les está prohibido blandir la espada.
Por supuesto, no se conoce ninguna frase de Jesús que apoye o legitime una guerra santa contra los infieles. Aunque Jesús predicó una doctrina y encomendó a sus seguidores difundirla con la palabra y el ejemplo, jamás exhortó a defenderla mediante la violencia o las armas. Pero no importa: quienes están dispuestos a adulterar una doctrina siempre encuentran alguna rendija o resquicio para hacerlo.
Este monje fue el inspirador de las órdenes militares creadas en la Edad Media para enfrentarse a los musulmanes por el dominio de Palestina (los llamados Santos Lugares). Llegó a redactar los estatutos de la Orden del Temple.
Entre las obras que escribió figura el conocido como Libro de San Bernardo a los caballeros del Temple en alabanza de su nueva milicia.
En ella se leen frases como éstas:
-“La espada de esta brava milicia exterminará pronto a los hijos de la infidelidad. Ella rescatará de nuevo al pueblo de Dios y hará reposar a nuestros ojos el cuerno de la salud, en la casa de David su hijo”.
-“¡Qué gloria para aquéllos que vuelven victoriosos del combate, pero qué felicidad para los que allí encuentran su martirio!”
-“Pues si es cierto que quienes mueren en el Señor son bienaventurados, cuánto más felices aún son aquellos que mueren por el Señor”.
-“Es bien cierto que la muerte de los santos en su lecho o sobre un campo de batalla es preciosa a los ojos de Dios, pero yo la encuentro aún más preciosa sobre un campo de batalla, pues es al mismo tiempo más gloriosa”.
-“Los soldados de Cristo combaten en plena seguridad, pues no tienen en absoluto miedo a ofender a Dios matando a un enemigo y no corren ningún peligro si ellos mismos son muertos, ya que es por Jesucristo por lo que dan o reciben el golpe mortal, y no solamente no ofenden a Dios sino que adquieren una gran gloria: en efecto, si matan, es para el Señor, y si son muertos, el Señor es para ellos”.
-“Así el caballero de Cristo da la muerte en plena seguridad y la recibe en una seguridad aún más grande. No es en vano que porta la espada. Él es ministro de Dios y la recibe para ejecutar sus venganzas”.
-“En la proximidad del combate, se arman de fe por dentro y de hierro, en lugar de oro, por fuera, a fin de inspirar al enemigo más temor que ávidas esperanzas”.
-“He ahí los hombres valerosos que el Señor ha elegido de un extremo a otro del mundo entre los más valientes de Israel para hacerlos sus ministros y confiarles la guarda del lecho del verdadero Salomón, es decir, la guarda del Santo Sepulcro, como unos centinelas fieles y vigilantes, armados de espada y hábiles en el oficio de las armas”.
En cuanto a la justificación de la guerra contra el infiel, Bernardo de Claraval invoca (obviamente ante la ausencia de cualquier pronunciamiento de Jesús que pudiera servirle) un pasaje del evangelio de San Lucas (III, 13) en que, no Jesús, sino Juan el Bautista responde a unos soldados que le habían preguntado qué debían hacer para ser dignos del bautismo: “no extorsionéis a nadie ni lo denunciéis falsamente, sino contentaos con vuestra paga”. Y Bernardo colige que, dado que Juan el Bautista (a quien llama el mensajero del Salvador) “no les mandó renunciar a su oficio”, esto demuestra que a los cristianos no les está prohibido blandir la espada.
Por supuesto, no se conoce ninguna frase de Jesús que apoye o legitime una guerra santa contra los infieles. Aunque Jesús predicó una doctrina y encomendó a sus seguidores difundirla con la palabra y el ejemplo, jamás exhortó a defenderla mediante la violencia o las armas. Pero no importa: quienes están dispuestos a adulterar una doctrina siempre encuentran alguna rendija o resquicio para hacerlo.
Thursday, January 31, 2008
Híbridos
Agridulce.
Claroscuro.
Altibajo.
Vaivén.
Tragicómico.
Duermevela...
Antónimos abrazados en la misma palabra -igual que esos contrastes que albergamos dentro-. Contrarios que no se contrarían. Opuestos que no se oponen, que se atraen como polos eléctricos.
Contra(di)cción es contracción. O, como decía Machado: contrario suele ser complementario.
No sé quiénes inventaron esas voces híbridas, pero seguro que al hacerlo se miraron a sí mismos.
Claroscuro.
Altibajo.
Vaivén.
Tragicómico.
Duermevela...
Antónimos abrazados en la misma palabra -igual que esos contrastes que albergamos dentro-. Contrarios que no se contrarían. Opuestos que no se oponen, que se atraen como polos eléctricos.
Contra(di)cción es contracción. O, como decía Machado: contrario suele ser complementario.
No sé quiénes inventaron esas voces híbridas, pero seguro que al hacerlo se miraron a sí mismos.
Wednesday, January 30, 2008
Sostenerla o enmendarla
Ni el soy ni el seré son rehenes del fui. Así que permitámonos cambiar. De ideas, de criterios, de valores, de fines… Con el único filtro, quizás, de poner por escrito por qué cambiamos: qué nos ha llevado a mudar de opinión. Primero lo escribiremos (para nosotros, no para los demás), luego lo leeremos y por último, si nos convence, consumaremos el cambio. “-A partir de ahora pienso así”.
Pagado ese pequeño tributo a aquello en lo que creímos, permitámonos cambiar sin miedo.
Pagado ese pequeño tributo a aquello en lo que creímos, permitámonos cambiar sin miedo.
Memorias de África
Un médico español viaja periódicamente a países africanos (Mozambique, Malawi, Etiopía, Tanzania…), donde pasa temporadas asistiendo, con su experiencia clínica, a los enfermos de aquellos lugares. Al final del día escribe, en unos cuadernos (y con el corazón), sus vivencias. Esos cuadernos, ahora publicados en forma de libro, recogen historias de enorme crudeza, realidades que desearíamos que no existiesen. Pero existen.
Como ésta:
Tenía un año apenas y yacía delante de mí. Hacía tan sólo unas horas, justo antes de que viniera a buscarme el enfermero, había ingresado. Se llamaba Elsa. Elsa Mkwoyani, y yo la había visto convulsionar hacía poco, con los ojitos desquiciados, mirando más allá de las estrellas; en plena pelea, luchando, jadeando y en silencio, mientras su madre agarraba el brazo del suero en mitad de las convulsiones. Malaria cerebral. Llegó hoy. Cinco días febril. Medicina tradicional. Ningún resultado.
Elsa respira a bocanadas breves y muy rápidas. Elsa mira hacia la nada. Elsa inunda sus mejillas con espumarajos de algodón. Elsa se cansó. Reventó su cerebro infantil devorado por la malaria… Cuando llegué, aún estaba caliente… aunque ella ya se había marchado. Elsa ya no estaba. Hacía muy poco que se había ido, cruzando el firmamento. Tenía la piel templada aún por la fiebre y comenzaban a saltar los piojos del cabello, correteando por la camilla. Ellos ya habían adivinado que se terminaba la vida…
Leo: el coste de una mosquitera impregnada con piretrinas es de 10 dólares, y el mantenimiento anual de las piretrinas para impregnarla entre 0,5 y 1 dólar. Si se utilizaran en los lugares donde la malaria campa a sus anchas, se salvaría la vida de uno de cada cuatro niños que mueren por culpa del mosquito. Esto supone menos gasto que una hora de aparcamiento de París, Londres o Nueva York.
Entonces lloro. Lloro como un niño asustado. Lloro de rabia, de impotencia, de culpa, mientras vuelvo a iluminar con mi linterna las pupilas de Elsa, por si por un milagro aún no escrito hubiera en ellas alguna reacción. Lloro asustado y culpable mientras los ojos cristalinos de Elsa, negros como esta noche africana huérfana de estrellas, se tornan lacios y hueros…
La imagen del día, de la noche, la imagen de la vida es el rostro ausente y sin luz de Elsa. Sus manos a medio cerrar, su apenas un año arrancado de cuajo en el silencio, todas sus sonrisas y sus lágrimas aún por hacer, su piel de ébano tibio y marchito como una acacia abrasada. Y sobre todo el brillo exangüe de sus ojos azabaches, que se me han clavado en la frente como dos disparos de rabia, creo que para siempre.
El libro se llama Piel de azabache y quien narra sus vivencias es Francisco J. Panadero. Los beneficios obtenidos con su venta se destinan a ONGs de ayuda al desarrollo en África. El libro puede encargarse en www.publicacionesacuman.unlugar.com
Obviamente yo no soy nadie para pedirte que lo compres. Pero, aun así, te lo pido.
Como ésta:
Tenía un año apenas y yacía delante de mí. Hacía tan sólo unas horas, justo antes de que viniera a buscarme el enfermero, había ingresado. Se llamaba Elsa. Elsa Mkwoyani, y yo la había visto convulsionar hacía poco, con los ojitos desquiciados, mirando más allá de las estrellas; en plena pelea, luchando, jadeando y en silencio, mientras su madre agarraba el brazo del suero en mitad de las convulsiones. Malaria cerebral. Llegó hoy. Cinco días febril. Medicina tradicional. Ningún resultado.
Elsa respira a bocanadas breves y muy rápidas. Elsa mira hacia la nada. Elsa inunda sus mejillas con espumarajos de algodón. Elsa se cansó. Reventó su cerebro infantil devorado por la malaria… Cuando llegué, aún estaba caliente… aunque ella ya se había marchado. Elsa ya no estaba. Hacía muy poco que se había ido, cruzando el firmamento. Tenía la piel templada aún por la fiebre y comenzaban a saltar los piojos del cabello, correteando por la camilla. Ellos ya habían adivinado que se terminaba la vida…
Leo: el coste de una mosquitera impregnada con piretrinas es de 10 dólares, y el mantenimiento anual de las piretrinas para impregnarla entre 0,5 y 1 dólar. Si se utilizaran en los lugares donde la malaria campa a sus anchas, se salvaría la vida de uno de cada cuatro niños que mueren por culpa del mosquito. Esto supone menos gasto que una hora de aparcamiento de París, Londres o Nueva York.
Entonces lloro. Lloro como un niño asustado. Lloro de rabia, de impotencia, de culpa, mientras vuelvo a iluminar con mi linterna las pupilas de Elsa, por si por un milagro aún no escrito hubiera en ellas alguna reacción. Lloro asustado y culpable mientras los ojos cristalinos de Elsa, negros como esta noche africana huérfana de estrellas, se tornan lacios y hueros…
La imagen del día, de la noche, la imagen de la vida es el rostro ausente y sin luz de Elsa. Sus manos a medio cerrar, su apenas un año arrancado de cuajo en el silencio, todas sus sonrisas y sus lágrimas aún por hacer, su piel de ébano tibio y marchito como una acacia abrasada. Y sobre todo el brillo exangüe de sus ojos azabaches, que se me han clavado en la frente como dos disparos de rabia, creo que para siempre.
El libro se llama Piel de azabache y quien narra sus vivencias es Francisco J. Panadero. Los beneficios obtenidos con su venta se destinan a ONGs de ayuda al desarrollo en África. El libro puede encargarse en www.publicacionesacuman.unlugar.com
Obviamente yo no soy nadie para pedirte que lo compres. Pero, aun así, te lo pido.
Tuesday, January 29, 2008
Borra eso
Irreversibilidad de los pasos. Actos sin marcha atrás, sin tecla supr para cancelarlos ni botón rewind para rebobinar.
Puedes quemar algo, pero no desquemarlo.
Puedes freír un huevo, pero no desfreírlo.
Puedes cortar a un pájaro sus alas, pero no -después- unírselas.
Puedes difamar a alguien, pero no desdifamarle.
Puedes herir a otro, pero no desherirle. Matarle, pero no devolverle a la vida.
Irreparabilidad de tus hechos. Puedes (a veces) enmendarlos, pero no deshacerlos. Puedes tacharlos y encima escribir perdón, lo siento…, pero no puedes suprimirlos con goma de borrar.
Puedes quemar algo, pero no desquemarlo.
Puedes freír un huevo, pero no desfreírlo.
Puedes cortar a un pájaro sus alas, pero no -después- unírselas.
Puedes difamar a alguien, pero no desdifamarle.
Puedes herir a otro, pero no desherirle. Matarle, pero no devolverle a la vida.
Irreparabilidad de tus hechos. Puedes (a veces) enmendarlos, pero no deshacerlos. Puedes tacharlos y encima escribir perdón, lo siento…, pero no puedes suprimirlos con goma de borrar.
Monday, January 28, 2008
Cómo lo ves
Cuando subimos por una superficie inclinada, es una rampa. Cuando bajamos, es una pendiente.
Un ángulo formado por dos paredes, visto desde dentro, es un rincón. Visto desde fuera, es una esquina.
Los mismos animales que cuando están en el mar o en el río son peces, en la tienda y en la mesa son pescado.
Más puntos de vista:
Si lo que varios gritan nos agrada, esas personas dan gritos. Si nos molesta, entonces profieren gritos.
Si una creencia se mira con respeto, es una religión. Si se mira sin respeto, es una superstición. En el primer caso sus seguidores forman una confesión religiosa. En el segundo caso forman una secta.
Matar a una persona en tiempo de paz es un homicidio o un asesinato. Durante una guerra es un deber patriótico.
Ocupar por la fuerza un terreno ajeno se llama usurpación. Ocupar por la fuerza un país o un continente se llama conquista.
Cuestión de perspectiva, de ángulo de enfoque; de cómo contemplar ( no con los ojos, sino con la intención) las mismas cosas.
Un ángulo formado por dos paredes, visto desde dentro, es un rincón. Visto desde fuera, es una esquina.
Los mismos animales que cuando están en el mar o en el río son peces, en la tienda y en la mesa son pescado.
Más puntos de vista:
Si lo que varios gritan nos agrada, esas personas dan gritos. Si nos molesta, entonces profieren gritos.
Si una creencia se mira con respeto, es una religión. Si se mira sin respeto, es una superstición. En el primer caso sus seguidores forman una confesión religiosa. En el segundo caso forman una secta.
Matar a una persona en tiempo de paz es un homicidio o un asesinato. Durante una guerra es un deber patriótico.
Ocupar por la fuerza un terreno ajeno se llama usurpación. Ocupar por la fuerza un país o un continente se llama conquista.
Cuestión de perspectiva, de ángulo de enfoque; de cómo contemplar ( no con los ojos, sino con la intención) las mismas cosas.
Saturday, January 26, 2008
Gente importante
He oído (y supongo que será verdad) que, de todas las especies que pueblan el planeta, sólo una depende absolutamente del ser humano para subsistir.
Esa especie es el piojo. Aunque tampoco todos los piojos: sólo la variedad que parasita al hombre.
Al parecer, esta clase de piojo solamente puede alimentarse de sangre humana. Evolucionó con nosotros y por eso no le sirve la sangre de ningún otro animal.
Así que, si de pronto un día todos los humanos nos extinguiéramos, la única especie que automáticamente desaparecería sería ésta. El piojo y nadie más.
Ninguna otra especie nos necesita. Ningún otro ser nos echaría en falta.
Tan importantes somos.
Esa especie es el piojo. Aunque tampoco todos los piojos: sólo la variedad que parasita al hombre.
Al parecer, esta clase de piojo solamente puede alimentarse de sangre humana. Evolucionó con nosotros y por eso no le sirve la sangre de ningún otro animal.
Así que, si de pronto un día todos los humanos nos extinguiéramos, la única especie que automáticamente desaparecería sería ésta. El piojo y nadie más.
Ninguna otra especie nos necesita. Ningún otro ser nos echaría en falta.
Tan importantes somos.
Friday, January 25, 2008
Desconsciencia
Me inertizaré. Se reordenarán las moléculas. Mi carbono, mi hidrógeno, mi oxígeno, mi sodio... pasarán a estar de otra manera. Ya no componiéndome, ya no en este cuerpo, ya no míos. Pero seguirán. Ellos por su lado y yo por ninguno.
Thursday, January 24, 2008
Bajas
Hay otros eufemismos, pero tal vez ninguno tan cínico como éste.
Seguramente se usó antes, pero (quizás por la edad que tengo) empecé a oírlo con motivo de las intervenciones militares en Kuwait, Irak y Afganistán.
Me refiero al término bajas para referirse a soldados muertos en combate (especialmente a los del ejército propio).
Baja en vez de hombre o mujer muertos. Baja en vez de cadáver. Baja en vez de ataúd…
En el fondo no creo que nadie se llame a engaño. No creo que nadie se deje estafar por la fonética (igual que si alguien dice “voy al baño” todos sabemos a qué va). No creo en el poder de las palabras para cambiar (ni siquiera amortiguar) la realidad que designan. Esas máscaras léxicas son casi de cristal.
Pero quienes emplean el término bajas para aludir a muertos de guerra están demostrando que, si pudieran ocultárnoslos, si pudieran mentirnos… lo harían.
Seguramente se usó antes, pero (quizás por la edad que tengo) empecé a oírlo con motivo de las intervenciones militares en Kuwait, Irak y Afganistán.
Me refiero al término bajas para referirse a soldados muertos en combate (especialmente a los del ejército propio).
Baja en vez de hombre o mujer muertos. Baja en vez de cadáver. Baja en vez de ataúd…
En el fondo no creo que nadie se llame a engaño. No creo que nadie se deje estafar por la fonética (igual que si alguien dice “voy al baño” todos sabemos a qué va). No creo en el poder de las palabras para cambiar (ni siquiera amortiguar) la realidad que designan. Esas máscaras léxicas son casi de cristal.
Pero quienes emplean el término bajas para aludir a muertos de guerra están demostrando que, si pudieran ocultárnoslos, si pudieran mentirnos… lo harían.
Wednesday, January 23, 2008
Fracción
Cada yo, cada tú, cada él somos (aproximadamente) 1/7.000.000.000 de humanidad. Una porción ínfima. El cociente resulta 0,00000000014. Según esto, individualmente somos -desde un punto de vista estadístico- desechables, marginales, prescindibles. Evitemos el término despreciables. Despreciable es más bien ese modo estadístico de ver a cada uno.
Tuesday, January 22, 2008
Qué dolor
Nadie estuvo nunca dentro de un animal para saber lo que siente, así que no conocemos a ciencia cierta cómo experimentan dolor los animales.
Querría que alguien me aclarara, sobre bases científicas, si todos los animales sienten dolor.
He oído que los insectos y otros invertebrados no experimentan dolor debido al escaso desarrollo de su sistema nervioso. También se dice que la percepción del dolor en peces y reptiles, en el supuesto de que exista, no sería comparable a la nuestra. No sé si todo esto es riguroso.
Pero de los animales más complejos (aves y, sobre todo, mamíferos), con un sistema neurológico desarrollado, no cabe dudar de que sienten dolor.
A los caballos se los espolea para forzarles a galopar, a las vacas se las rodea de vallas electrificadas para que no las salten por temor a la descarga, etc. O sea, que sienten dolor. Los amos de un perro o de un gato saben bien que el animal emite una especie de chillido cuando se le pisa por descuido. Con buen criterio, estas personas generalmente optan por sacrificar al animal para evitarle dolor cuando su muerte es ya inevitable.
O sea, que no es dudoso que los animales, o al menos buena parte de ellos, experimentan dolor.
Los defensores de la lidia arguyen interesadamente que los toros bravos no sufren dolor, pero saben bien que tal afirmación carece de consistencia. El dolor físico tiene unas bases neurofisiológicas que no dependen de la inteligencia, sino de la transmisión y recepción de impulsos por las fibras nerviosas.
Siendo así, no existe diferencia sustancial entre el dolor animal y el dolor humano.
Constituye una exigencia ética de nuestro desarrollo intelectivo el rechazo de todo dolor gratuito. El dolor sólo está legitimado para evitar otro dolor mayor. De otro modo, causar dolor es obsceno.
Si los humanos disponemos de medios para evitar el sufrimiento incluso en la crianza y sacrificio de animales para alimentación, debemos aplicar tales métodos.
Lo contrario es una actitud irresponsable, contraria a nuestra estatura moral como especie. Y por encima de eso no debería prevalecer ninguna consideración estética, ni festiva, ni de ningún otro tipo.
Este planteamiento puede ser burdamente criticado. Se nos dirá que en tal caso no deberíamos eliminar a los mosquitos, las plagas de langosta, los piojos, etc. Pero es una argucia tramposa: no se trata de excluir la eliminación de animales dañinos para el hombre, sino de hacerlo sin producirles dolor innecesario.
La no causación de dolor es el primer deber de la inteligencia. Justificar a quien causa dolor pudiendo no causarlo, es legitimar el ensañamiento.
Querría que alguien me aclarara, sobre bases científicas, si todos los animales sienten dolor.
He oído que los insectos y otros invertebrados no experimentan dolor debido al escaso desarrollo de su sistema nervioso. También se dice que la percepción del dolor en peces y reptiles, en el supuesto de que exista, no sería comparable a la nuestra. No sé si todo esto es riguroso.
Pero de los animales más complejos (aves y, sobre todo, mamíferos), con un sistema neurológico desarrollado, no cabe dudar de que sienten dolor.
A los caballos se los espolea para forzarles a galopar, a las vacas se las rodea de vallas electrificadas para que no las salten por temor a la descarga, etc. O sea, que sienten dolor. Los amos de un perro o de un gato saben bien que el animal emite una especie de chillido cuando se le pisa por descuido. Con buen criterio, estas personas generalmente optan por sacrificar al animal para evitarle dolor cuando su muerte es ya inevitable.
O sea, que no es dudoso que los animales, o al menos buena parte de ellos, experimentan dolor.
Los defensores de la lidia arguyen interesadamente que los toros bravos no sufren dolor, pero saben bien que tal afirmación carece de consistencia. El dolor físico tiene unas bases neurofisiológicas que no dependen de la inteligencia, sino de la transmisión y recepción de impulsos por las fibras nerviosas.
Siendo así, no existe diferencia sustancial entre el dolor animal y el dolor humano.
Constituye una exigencia ética de nuestro desarrollo intelectivo el rechazo de todo dolor gratuito. El dolor sólo está legitimado para evitar otro dolor mayor. De otro modo, causar dolor es obsceno.
Si los humanos disponemos de medios para evitar el sufrimiento incluso en la crianza y sacrificio de animales para alimentación, debemos aplicar tales métodos.
Lo contrario es una actitud irresponsable, contraria a nuestra estatura moral como especie. Y por encima de eso no debería prevalecer ninguna consideración estética, ni festiva, ni de ningún otro tipo.
Este planteamiento puede ser burdamente criticado. Se nos dirá que en tal caso no deberíamos eliminar a los mosquitos, las plagas de langosta, los piojos, etc. Pero es una argucia tramposa: no se trata de excluir la eliminación de animales dañinos para el hombre, sino de hacerlo sin producirles dolor innecesario.
La no causación de dolor es el primer deber de la inteligencia. Justificar a quien causa dolor pudiendo no causarlo, es legitimar el ensañamiento.
Monday, January 21, 2008
Del mismo material
Si la bioquímica del amor, la bioquímica del odio, la bioquímica del egoísmo, la bioquímica de la piedad son, desde el punto de vista material, una misma bioquímica; si todos ellos se generan y accionan mediante idénticos procesos neuronales... entonces, ¿en qué se diferencian, cerebralmente, unos y otros?
Saturday, January 19, 2008
Huéspedes
Cuando yo tenía 12 años sabía hacer raíces cuadradas. Ahora no sé.
Cuando tenía 14 años sabía hallar fórmulas químicas. Ahora no sé.
Cuando tenía 16 años conocía las cinco declinaciones latinas. Ahora no las sé.
El cerebro las borró, las difuminó. Tuvo que dejar sitio a otros huéspedes. No había espacio para todos los inquilinos.
A la mayoría de los adultos nos suspenderían en un examen de primaria. Nos excusaríamos: "Esto una vez lo supimos, pero ya no lo sabemos. Lo hemos olvidado".
¿Sé más ahora que cuando tenía 12 ó 14 años? No, tal vez incluso sepa menos. Lo único claro es que sé cosas distintas.
Cuando tenía 14 años sabía hallar fórmulas químicas. Ahora no sé.
Cuando tenía 16 años conocía las cinco declinaciones latinas. Ahora no las sé.
El cerebro las borró, las difuminó. Tuvo que dejar sitio a otros huéspedes. No había espacio para todos los inquilinos.
A la mayoría de los adultos nos suspenderían en un examen de primaria. Nos excusaríamos: "Esto una vez lo supimos, pero ya no lo sabemos. Lo hemos olvidado".
¿Sé más ahora que cuando tenía 12 ó 14 años? No, tal vez incluso sepa menos. Lo único claro es que sé cosas distintas.
Friday, January 18, 2008
Franco
Franco, según el diccionario, es "liberal, dadivoso, bizarro y elegante".
Franqueza significa "liberalidad, generosidad, sinceridad, lisura, abertura de corazón, ingenuidad".
Francamente quiere decir "con franqueza y sinceridad".
Quizá sean las palabras más bonitas del idioma. Pero Franco es también un apellido en nuestra historia, y de ahí que actualmente se asocie a dictadura, a sesgo, a ocultación... O sea, a lo contrario de lo que significa.
Seguramente por eso apenas empleamos la palabra franco. El concepto sigue ahí, en el diccionario de la Academia, pero la palabra nos la han ensuciado.
¿Cuándo perderá su actual resonancia, su connotación? ¿Cuándo la palabra volverá a ser lo que era?
Franqueza significa "liberalidad, generosidad, sinceridad, lisura, abertura de corazón, ingenuidad".
Francamente quiere decir "con franqueza y sinceridad".
Quizá sean las palabras más bonitas del idioma. Pero Franco es también un apellido en nuestra historia, y de ahí que actualmente se asocie a dictadura, a sesgo, a ocultación... O sea, a lo contrario de lo que significa.
Seguramente por eso apenas empleamos la palabra franco. El concepto sigue ahí, en el diccionario de la Academia, pero la palabra nos la han ensuciado.
¿Cuándo perderá su actual resonancia, su connotación? ¿Cuándo la palabra volverá a ser lo que era?
Thursday, January 17, 2008
A quién creer
Una reciente sentencia del Tribunal Constitucional español ha declarado que no es delictivo negar la realidad histórica de los campos de concentración nazis. El tribunal viene a decir que una manifestación de este tipo está amparada por la libertad de expresión, por el derecho a exponer libremente opiniones; y sólo puede criminalizarse si se hace con un fin denigrante o de apología del racismo.
A fin de cuentas, a nadie debe encarcelarse por el simple hecho de sostener disparates históricos. Afirmar que las pirámides de Egipto fueron erigidas por extraterrestres o que Alejandro Magno descubrió América, son aberraciones intelectuales, pero no actos sancionables por el Código Penal.
Lo anterior no es muy distinto de lo que ocurre actualmente con la llamada “novela histórica”: narraciones en que se mezclan, sin distinción alguna, hechos históricos contrastados y suposiciones fantasiosas carentes de rigor.
Tampoco puede criminalizarse a quienes, en contra de criterios científicos generalmente aceptados, niegan la realidad de la evolución y la selección natural de las especies. En la actualidad hay varios grupos “creacionistas” (no sólo en los Estados Unidos) que por motivos religiosos defienden tesis contrarias a las expuestas por Darwin y comúnmente admitidas por la moderna biología.
Parece ser, por otro lado, que algunos científicos falsean o exageran el resultado de sus experimentos para así obtener apoyo económico (público o privado) a sus investigaciones, haciendo creer a los financiadores que sus proyectos progresan exitosamente.
El problema de todo esto es cómo conocer la verdad histórica, la verdad científica, la verdad que nos rodea…Cómo distinguir las afirmaciones honestas y veraces de aquéllas que no lo son.
Aunque la verdad pueda ser dura, difícil de aceptar o incluso aburrida, lo que está claro es que resulta necesaria.
Y si quienes defienden posturas inveraces (por motivos económicos, de creencias, etc) son intelectuales investidos de un título académico, ¿cómo entonces saber que lo que afirman no es real?
Se supone que la mayoría de los investigadores actúan con honestidad intelectual, pero nadie puede estar seguro de que siempre sea así. ¿Qué pasará si un día son mayoritarios los que deforman la realidad?
Tal vez haya que acabar creando “comisiones de la verdad”, grupos de trabajo integrados por estudiosos que, exentos de intereses personales y de prejuicios religiosos e ideológicos, indaguen y difundan imparcialmente la verdad.
Esto podría ser una solución. Pero ¿existen personas absolutamente limpias de intereses y prejuicios? Y si las hay, ¿cómo seleccionarlas?
A fin de cuentas, a nadie debe encarcelarse por el simple hecho de sostener disparates históricos. Afirmar que las pirámides de Egipto fueron erigidas por extraterrestres o que Alejandro Magno descubrió América, son aberraciones intelectuales, pero no actos sancionables por el Código Penal.
Lo anterior no es muy distinto de lo que ocurre actualmente con la llamada “novela histórica”: narraciones en que se mezclan, sin distinción alguna, hechos históricos contrastados y suposiciones fantasiosas carentes de rigor.
Tampoco puede criminalizarse a quienes, en contra de criterios científicos generalmente aceptados, niegan la realidad de la evolución y la selección natural de las especies. En la actualidad hay varios grupos “creacionistas” (no sólo en los Estados Unidos) que por motivos religiosos defienden tesis contrarias a las expuestas por Darwin y comúnmente admitidas por la moderna biología.
Parece ser, por otro lado, que algunos científicos falsean o exageran el resultado de sus experimentos para así obtener apoyo económico (público o privado) a sus investigaciones, haciendo creer a los financiadores que sus proyectos progresan exitosamente.
El problema de todo esto es cómo conocer la verdad histórica, la verdad científica, la verdad que nos rodea…Cómo distinguir las afirmaciones honestas y veraces de aquéllas que no lo son.
Aunque la verdad pueda ser dura, difícil de aceptar o incluso aburrida, lo que está claro es que resulta necesaria.
Y si quienes defienden posturas inveraces (por motivos económicos, de creencias, etc) son intelectuales investidos de un título académico, ¿cómo entonces saber que lo que afirman no es real?
Se supone que la mayoría de los investigadores actúan con honestidad intelectual, pero nadie puede estar seguro de que siempre sea así. ¿Qué pasará si un día son mayoritarios los que deforman la realidad?
Tal vez haya que acabar creando “comisiones de la verdad”, grupos de trabajo integrados por estudiosos que, exentos de intereses personales y de prejuicios religiosos e ideológicos, indaguen y difundan imparcialmente la verdad.
Esto podría ser una solución. Pero ¿existen personas absolutamente limpias de intereses y prejuicios? Y si las hay, ¿cómo seleccionarlas?
Wednesday, January 16, 2008
¿Y luego qué?
Una vez leí un antiguo relato chino, que dice así:
“Un hombre se creía más inteligente que nadie. Un día, viendo que uno de sus vecinos pescaba con su caña en un estanque y que no había cogido muchos peces, se burló de lo torpe que era.
-Hombre, no cunde mucho esa manera de pescar. Voy a enseñarte otro método mejor.
Y empezó a evacuar las aguas del estanque…”.
Lo que estamos haciendo con el planeta, con sus recursos naturales, con su temperatura y su clima (la única temperatura y el único clima -que sepamos- compatibles con la vida) se parece mucho a eso.
“Un hombre se creía más inteligente que nadie. Un día, viendo que uno de sus vecinos pescaba con su caña en un estanque y que no había cogido muchos peces, se burló de lo torpe que era.
-Hombre, no cunde mucho esa manera de pescar. Voy a enseñarte otro método mejor.
Y empezó a evacuar las aguas del estanque…”.
Lo que estamos haciendo con el planeta, con sus recursos naturales, con su temperatura y su clima (la única temperatura y el único clima -que sepamos- compatibles con la vida) se parece mucho a eso.
Tuesday, January 15, 2008
Guerra y paz
El escritor francés André Malraux estuvo en España durante la Guerra Civil de 1936-9. Se alistó, como otros intelectuales europeos, en las Brigadas Internacionales y organizó una escuadrilla aérea para colaborar en la defensa de la República.
Malraux recopiló sus experiencias de aquella guerra en un libro titulado L´ Espoir (La Esperanza).
Entre los hechos que narra está lo ocurrido cuando, para preparar una operación de guerra, pidió a unos hombres (colaboradores improvisados) que le llevaran un camión cargado de granadas. Se refería lógicamente a granadas de mano, pero aquellos hombres (en su mayoría campesinos) entendieron que aludía a frutos del granado, y le proporcionaron un cargamento de granadas comestibles. En vez de granadas de guerra, le llevaron granadas de paz.
Malraux añade que finalmente hubieron de improvisar unas “granadas” artesanales, que confeccionaron metiendo pólvora dentro de cencerros metálicos (de ésos que se cuelgan a las vacas).
La lectura de estas vivencias refleja la gran distorsión que aquel enfrentamiento debió de causar en la vida de muchos hombres y mujeres, por si no tuvieran ya bastante con afrontar su pobreza y su ignorancia. En el caso de aquellos campesinos, a la habitual adversidad natural (el pedrisco, las sequías, las heladas…) se añadió la adversidad artificial que toda guerra implica.
Malraux recopiló sus experiencias de aquella guerra en un libro titulado L´ Espoir (La Esperanza).
Entre los hechos que narra está lo ocurrido cuando, para preparar una operación de guerra, pidió a unos hombres (colaboradores improvisados) que le llevaran un camión cargado de granadas. Se refería lógicamente a granadas de mano, pero aquellos hombres (en su mayoría campesinos) entendieron que aludía a frutos del granado, y le proporcionaron un cargamento de granadas comestibles. En vez de granadas de guerra, le llevaron granadas de paz.
Malraux añade que finalmente hubieron de improvisar unas “granadas” artesanales, que confeccionaron metiendo pólvora dentro de cencerros metálicos (de ésos que se cuelgan a las vacas).
La lectura de estas vivencias refleja la gran distorsión que aquel enfrentamiento debió de causar en la vida de muchos hombres y mujeres, por si no tuvieran ya bastante con afrontar su pobreza y su ignorancia. En el caso de aquellos campesinos, a la habitual adversidad natural (el pedrisco, las sequías, las heladas…) se añadió la adversidad artificial que toda guerra implica.
Monday, January 14, 2008
Microhistoria
¿Para cuándo una microhistoria de la humanidad? Una historia de los que sostienen el mundo. Una historia de los hombres anónimos. Que no hable de estirpes ni de hazañas ni de imperios. Que nos muestre cómo vivía un esclavo del Egipto faraónico; cómo vivía un siervo en la Edad Media; cómo vivía un obrero de la Europa industrial; cómo viven hoy un operador de telemárketing, un repartidor, un inmigrante...
¿Para cuándo una microhistoria que nos permita comparar; que nos revele si la gente de abajo ha avanzado (o retrocedido), y cuánto?
¿Para cuándo una microhistoria que nos permita comparar; que nos revele si la gente de abajo ha avanzado (o retrocedido), y cuánto?
Sunday, January 13, 2008
Ha pasado un Ángel
Se ha ido Ángel González. Escribía para mí, estaba a mi servicio como un empleado fiel al que hubiera contratado. Yo leía sus poemas, incluso me aprendía de memoria algunos a fuerza de releerlos. Y seguiré haciéndolo. Es lo que tiene la poesía: que se lee y no se gasta. No era yo, desde luego, el único beneficiario de su labor, pero lo fui (y lo seré tras su marcha). Qué curioso que haya personas, como Ángel González, trabajando para mí sin yo pagarles nada: ni en metálico ni en especie. (Bien pensado, el mundo está lleno de gente así: servidores a quienes no pagamos y ni siquiera conocemos.) Como soy un gorrón pero intento no ser desagradecido, digo al menos gracias, Ángel.
Friday, January 11, 2008
Despeñaperros
De pequeño, cuando el coche de mi padre atravesaba el paso de Despeñaperros (en el límite entre Andalucía y La Mancha), yo miraba los barrancos y desfiladeros y, sugestionado por el nombre del lugar, veía perros imaginarios despeñándose por esas estribaciones escarpadas, incapaces de trepar por sus pendientes.
Años después, he sabido que el nombre de Despeñaperros no procede de ningún animal. Que los perros a que alude eran la denominación despreciativa que se daba a los musulmanes (perros infieles), y la acción de despeñar equivalía a arrojar los cuerpos de los vencidos en la batalla allí librada en 1212 (batalla de las Navas de Tolosa).
(No se trata de arremeter contra uno de los bandos de aquella contienda. Probablemente si los vencedores hubieran sido los musulmanes, los despeñados habrían sido los otros.)
Algo parecido ocurre con el paraje de Cuelgamuros, en la sierra de Guadarrama. Su denominación originaria era Cuelgamoros (no hace falta decir por qué) y, cuando tras la Guerra Civil de 1936-9 se edificó allí el Valle de los Caídos, se cambió el originario nombre medieval para no molestar a los norteafricanos que lucharon en el bando franquista.
En contraste con la belleza natural de esas montañas, sus nombres recuerdan que (desgraciadamente y como el resto de la Tierra) un día fueron sede de crueldad y discordia.
Años después, he sabido que el nombre de Despeñaperros no procede de ningún animal. Que los perros a que alude eran la denominación despreciativa que se daba a los musulmanes (perros infieles), y la acción de despeñar equivalía a arrojar los cuerpos de los vencidos en la batalla allí librada en 1212 (batalla de las Navas de Tolosa).
(No se trata de arremeter contra uno de los bandos de aquella contienda. Probablemente si los vencedores hubieran sido los musulmanes, los despeñados habrían sido los otros.)
Algo parecido ocurre con el paraje de Cuelgamuros, en la sierra de Guadarrama. Su denominación originaria era Cuelgamoros (no hace falta decir por qué) y, cuando tras la Guerra Civil de 1936-9 se edificó allí el Valle de los Caídos, se cambió el originario nombre medieval para no molestar a los norteafricanos que lucharon en el bando franquista.
En contraste con la belleza natural de esas montañas, sus nombres recuerdan que (desgraciadamente y como el resto de la Tierra) un día fueron sede de crueldad y discordia.
Thursday, January 10, 2008
No me esperes en el cielo
Lo cuenta Bartolomé de las Casas en su Brevísima relación de la destrucción de las Indias, compendio de desmanes cometidos durante la conquista y cristianización de América. Lo que narra ocurrió en el año 1511. Lo transcribo (con la sola licencia de poner algunas palabras en castellano moderno):
“Un cacique y señor muy principal, que por nombre tenía Hatuey, que se había pasado de la isla Española a Cuba con mucha gente por huir de las calamidades e inhumanas obras de los cristianos, y estando en aquella isla de Cuba, y dándole noticias ciertos indios de que pasaban a ella los cristianos, juntó mucha de toda su gente y les dijo: “Ya sabéis como se dice que los cristianos pasan acá, y tenéis experiencia de lo que ha pasado a los señores fulano y fulano y fulano; y aquellas gentes de Haití (que es la Española) lo mismo vienen a hacer acá. ¿Sabéis quizá por qué lo hacen?” Dijeron: “No; sino porque son por naturaleza crueles y malos”. Dice él: “No lo hacen sólo por eso, sino porque tienen un dios a quien ellos adoran y quieren mucho y por hacerlo de nosotros para adorarlo, nos tratan de sojuzgar y nos matan”…
Este cacique y señor anduvo siempre huyendo de los cristianos desde que llegaron a aquella isla de Cuba, como quien los conocía, y se defendía cuando se los topaba, y al fin lo prendieron. Y sólo porque huía de gente tan inicua y cruel y se defendía de quien lo quería matar y oprimir hasta la muerte a él y toda su gente y generación, lo hubieron de quemar vivo. Atado a un palo le decía un religioso de San Francisco, santo varón que allí estaba, algunas cosas de Dios y de nuestra fe (el cual nunca las había jamás oído), lo que podía bastar aquel poquillo tiempo que los verdugos le daban, y que si quería creer aquello que le decía iría al cielo, donde había gloria y eterno descanso, y si no, que había de ir al infierno a padecer perpetuos tormentos y penas. Él, pensando un poco, preguntó al religioso si iban cristianos al cielo. El religioso le respondió que sí, pero que iban los que eran buenos. Dijo luego el cacique, sin más pensar, que no quería él ir allá, sino al infierno, por no estar donde estuviesen y por no ver tan cruel gente…”.
En verdad la narración conmueve, aunque la respuesta del indígena, deseando ir al infierno (y no al cielo) con tal de no encontrarse con cristianos, nos provoque cierta sonrisa cómplice.
El empleo de las religiones como coartada al servicio de las mayores iniquidades parece una constante en la historia de la humanidad. Y también lo es, por desgracia, el consentimiento (o al menos inhibición) de los ministros religiosos a propósito de esa instrumentalización de la fe.
La conquista de América y el sometimiento de sus aborígenes, realizado en nombre de la evangelización, no encontró reparo formal ni condena activa por parte de las autoridades eclesiásticas.
Es verdad que no todos fueron iguales: que, en medio de la masacre y el expolio, hubo algunos hombres justos. Fue el caso de Bartolomé de las Casas. Pero, como de ordinario, también en el ámbito en que se desenvolvía De las Casas las personas dignas y decentes fueron las menos.
“Un cacique y señor muy principal, que por nombre tenía Hatuey, que se había pasado de la isla Española a Cuba con mucha gente por huir de las calamidades e inhumanas obras de los cristianos, y estando en aquella isla de Cuba, y dándole noticias ciertos indios de que pasaban a ella los cristianos, juntó mucha de toda su gente y les dijo: “Ya sabéis como se dice que los cristianos pasan acá, y tenéis experiencia de lo que ha pasado a los señores fulano y fulano y fulano; y aquellas gentes de Haití (que es la Española) lo mismo vienen a hacer acá. ¿Sabéis quizá por qué lo hacen?” Dijeron: “No; sino porque son por naturaleza crueles y malos”. Dice él: “No lo hacen sólo por eso, sino porque tienen un dios a quien ellos adoran y quieren mucho y por hacerlo de nosotros para adorarlo, nos tratan de sojuzgar y nos matan”…
Este cacique y señor anduvo siempre huyendo de los cristianos desde que llegaron a aquella isla de Cuba, como quien los conocía, y se defendía cuando se los topaba, y al fin lo prendieron. Y sólo porque huía de gente tan inicua y cruel y se defendía de quien lo quería matar y oprimir hasta la muerte a él y toda su gente y generación, lo hubieron de quemar vivo. Atado a un palo le decía un religioso de San Francisco, santo varón que allí estaba, algunas cosas de Dios y de nuestra fe (el cual nunca las había jamás oído), lo que podía bastar aquel poquillo tiempo que los verdugos le daban, y que si quería creer aquello que le decía iría al cielo, donde había gloria y eterno descanso, y si no, que había de ir al infierno a padecer perpetuos tormentos y penas. Él, pensando un poco, preguntó al religioso si iban cristianos al cielo. El religioso le respondió que sí, pero que iban los que eran buenos. Dijo luego el cacique, sin más pensar, que no quería él ir allá, sino al infierno, por no estar donde estuviesen y por no ver tan cruel gente…”.
En verdad la narración conmueve, aunque la respuesta del indígena, deseando ir al infierno (y no al cielo) con tal de no encontrarse con cristianos, nos provoque cierta sonrisa cómplice.
El empleo de las religiones como coartada al servicio de las mayores iniquidades parece una constante en la historia de la humanidad. Y también lo es, por desgracia, el consentimiento (o al menos inhibición) de los ministros religiosos a propósito de esa instrumentalización de la fe.
La conquista de América y el sometimiento de sus aborígenes, realizado en nombre de la evangelización, no encontró reparo formal ni condena activa por parte de las autoridades eclesiásticas.
Es verdad que no todos fueron iguales: que, en medio de la masacre y el expolio, hubo algunos hombres justos. Fue el caso de Bartolomé de las Casas. Pero, como de ordinario, también en el ámbito en que se desenvolvía De las Casas las personas dignas y decentes fueron las menos.
Wednesday, January 09, 2008
Que empiece por art-
Crea. Crea arte, o artesanía, o artículos, o artificios, o artimañas, o artilugios, o artefactos... Crea para no reventar. Crea para no morir de aburrimiento. Crea para no petrificarte. Aunque nadie lea lo que has escrito, aunque nadie vea lo que has pintado, aunque nadie oiga lo que has compuesto... crea algo que empiece por art-. Crea.
Tuesday, January 08, 2008
No ser
Las piedras no oyen música. No leen ni escriben. Las piedras no recuerdan ni tampoco olvidan. Las piedras nunca gozan. Las piedras nunca sufren. Nunca odian. Nunca aman. Nunca ríen ni sonríen ni lloran ni sonlloran. No ser debe de ser como ser una piedra.
La noche de los tiempos
En occidente contamos el tiempo (aproximadamente) desde el nacimiento de Jesús. Antes se hacía desde la hipotética fundación de Roma. Otros cuentan los años desde la teórica creación del mundo, o desde la hégira (marcha de Mahoma de La Meca a Medina), o sencillamente desde que sus conocimientos astronómicos les permitieron llevar la cuenta. Y he oído que la mayoría de los sistemas informáticos datan el tiempo desde 1 de enero de 1970.
Obviamente son convencionalismos, porque ¿desde cuándo debería contarse el tiempo? ¿Desde que se formó la Tierra? ¿Desde que surgió la vida? ¿Desde que apareció el homo sapiens? ¿...?
Y, de hacerse así, ¿cómo fijar el momento exacto en que lo inerte dejó de ser inerte y pasó a estar vivo? ¿Cómo concretar el día preciso en que un primate dejó de ser simio y se hizo humano?
En buena lógica, el cómputo del tiempo debería comenzarse desde el inicio del... tiempo. Supuestamente ello coincidió con la irrupción del universo y del espacio: el llamado Big Bang.
El gran problema es que no sabemos, y es probable que no sepamos nunca, cuándo exactamente ocurrió aquello. O mejor dicho: desconocemos el tiempo transcurrido desde entonces, pero sí sabemos su fecha precisa. Fue el día cero del mes cero del año cero.
Obviamente son convencionalismos, porque ¿desde cuándo debería contarse el tiempo? ¿Desde que se formó la Tierra? ¿Desde que surgió la vida? ¿Desde que apareció el homo sapiens? ¿...?
Y, de hacerse así, ¿cómo fijar el momento exacto en que lo inerte dejó de ser inerte y pasó a estar vivo? ¿Cómo concretar el día preciso en que un primate dejó de ser simio y se hizo humano?
En buena lógica, el cómputo del tiempo debería comenzarse desde el inicio del... tiempo. Supuestamente ello coincidió con la irrupción del universo y del espacio: el llamado Big Bang.
El gran problema es que no sabemos, y es probable que no sepamos nunca, cuándo exactamente ocurrió aquello. O mejor dicho: desconocemos el tiempo transcurrido desde entonces, pero sí sabemos su fecha precisa. Fue el día cero del mes cero del año cero.
Verdadero o falso
El afán de penetrar en la mente ajena, de poder saber (al menos) si nuestro interlocutor dice la verdad o se aparta de ella, ha llevado al uso de diversas técnicas. Todas las modalidades de “suero de la verdad”, polígrafo, “detector de mentiras”, etc. se enmarcan en este propósito.
Sin embargo, ninguno de esos dispositivos ofrece una fiabilidad completa, y de ahí su rechazo como medio de prueba por los tribunales de justicia, que sin embargo no tienen reparos en aceptar otras técnicas (analíticas, de muestras de ADN...) científicamente avaladas.
Los avances de la neuroimagen (obtención de imágenes del cerebro por resonancia magnética neuronal) pueden permitir un avance en esta dirección. Al parecer, cuando una persona miente se activan dos zonas cerebrales: la que expresa la mentira y la que reprime la verdad. Y es significativamente más intenso el esfuerzo energético que la mente ha de hacer para reprimir la verdad que para exteriorizar la mentira.
Esto último no es raro. El cerebro humano tiene una propensión a la verdad labrada durante millones de años de evolución. A fin de cuentas, cuando tomamos un alimento lo hacemos porque es verdad (porque está realmente ahí), cuando huimos de una situación de peligro lo hacemos porque es real, etc. Nuestra mente está evolutivamente orientada a lo veraz.
De ahí, probablemente, el valor ético que asignamos a la verdad. No mentirás, manda el decálogo, y ni siquiera exceptúa los casos en que la verdad pueda ser dañina o ponernos en un aprieto.
Tal vez mediante estas técnicas de neuroimagen pueda llegarse a saber si un cerebro está reprimiendo la verdad, es decir, mintiendo.
Pero aún escaparán de compulsa los casos más intensos de tergiversación, aquéllos en que el primer mentido es el propio sujeto: los supuestos de autoengaño, alucinaciones, mentiras compulsivas, subjetivización de las vivencias, falsos recuerdos, creencias inducidas y en general cuando las deformaciones y errores se asumen como ingredientes de la verdad.
Sin embargo, ninguno de esos dispositivos ofrece una fiabilidad completa, y de ahí su rechazo como medio de prueba por los tribunales de justicia, que sin embargo no tienen reparos en aceptar otras técnicas (analíticas, de muestras de ADN...) científicamente avaladas.
Los avances de la neuroimagen (obtención de imágenes del cerebro por resonancia magnética neuronal) pueden permitir un avance en esta dirección. Al parecer, cuando una persona miente se activan dos zonas cerebrales: la que expresa la mentira y la que reprime la verdad. Y es significativamente más intenso el esfuerzo energético que la mente ha de hacer para reprimir la verdad que para exteriorizar la mentira.
Esto último no es raro. El cerebro humano tiene una propensión a la verdad labrada durante millones de años de evolución. A fin de cuentas, cuando tomamos un alimento lo hacemos porque es verdad (porque está realmente ahí), cuando huimos de una situación de peligro lo hacemos porque es real, etc. Nuestra mente está evolutivamente orientada a lo veraz.
De ahí, probablemente, el valor ético que asignamos a la verdad. No mentirás, manda el decálogo, y ni siquiera exceptúa los casos en que la verdad pueda ser dañina o ponernos en un aprieto.
Tal vez mediante estas técnicas de neuroimagen pueda llegarse a saber si un cerebro está reprimiendo la verdad, es decir, mintiendo.
Pero aún escaparán de compulsa los casos más intensos de tergiversación, aquéllos en que el primer mentido es el propio sujeto: los supuestos de autoengaño, alucinaciones, mentiras compulsivas, subjetivización de las vivencias, falsos recuerdos, creencias inducidas y en general cuando las deformaciones y errores se asumen como ingredientes de la verdad.
Friday, January 04, 2008
Bombas fétidas
Cuando yo era pequeño, uno de los artículos de broma que solíamos adquirir en tiendas navideñas eran las llamadas bombas fétidas. Se vendían con ocasión del día de los Inocentes y eran unas ampollas que, al arrojarlas al suelo, dejaban escapar un líquido con olor a huevos podridos.
Hace poco he leído que inicialmente las bombas fétidas se concibieron, no como artículo de broma, sino como verdaderas bombas para uso en tiempos de guerra:
“Durante la Segunda Guerra Mundial las bombas de olor se distribuyeron a los rebeldes franceses, quienes debían acercarse con disimulo a los oficiales alemanes y vaciarles encima el preparado. El resultado esperado era convertir al enemigo en objeto de irrisión para minar su moral, ya que es difícil respetar a una autoridad que apesta a heces. La idea chocó con algunos problemas: su olor se imponía con la simple apertura del vial, impidiendo al portador acercarse a su objetivo, que huía despavorido. Además, el propio guerrillero quedaba tan impregnado con los vapores de su artefacto que él mismo acababa odiando su misión”.
La realidad de las guerras pone de relieve hasta qué punto es posible la mezcla de inteligencia y estupidez, su aleación dentro de un mismo cerebro. Se hace duro imaginar a los mejores científicos del mundo aplicados a diseñar bombas de racimo, bombas atómicas y… bombas fétidas.
En medio de este aquelarre de irracionalidad, no sorprende que irrumpan ideas tan disparatadas como las bombas de olor. Aunque, puestos a oler mal, lo más nauseabundo no son las bombas fétidas, sino nuestra irrefrenable propensión a la estupidez.
Hace poco he leído que inicialmente las bombas fétidas se concibieron, no como artículo de broma, sino como verdaderas bombas para uso en tiempos de guerra:
“Durante la Segunda Guerra Mundial las bombas de olor se distribuyeron a los rebeldes franceses, quienes debían acercarse con disimulo a los oficiales alemanes y vaciarles encima el preparado. El resultado esperado era convertir al enemigo en objeto de irrisión para minar su moral, ya que es difícil respetar a una autoridad que apesta a heces. La idea chocó con algunos problemas: su olor se imponía con la simple apertura del vial, impidiendo al portador acercarse a su objetivo, que huía despavorido. Además, el propio guerrillero quedaba tan impregnado con los vapores de su artefacto que él mismo acababa odiando su misión”.
La realidad de las guerras pone de relieve hasta qué punto es posible la mezcla de inteligencia y estupidez, su aleación dentro de un mismo cerebro. Se hace duro imaginar a los mejores científicos del mundo aplicados a diseñar bombas de racimo, bombas atómicas y… bombas fétidas.
En medio de este aquelarre de irracionalidad, no sorprende que irrumpan ideas tan disparatadas como las bombas de olor. Aunque, puestos a oler mal, lo más nauseabundo no son las bombas fétidas, sino nuestra irrefrenable propensión a la estupidez.
Caminito
Rutina. Según el diccionario, costumbre inveterada, hábito adquirido de hacer las cosas por mera práctica y sin razonarlas. Palabra traída del francés, donde routine deriva de route: ruta. Por tanto, algo así como ruta pequeña, caminito. Vereda que primeramente hicimos y ahora nos hace a nosotros. (Algo parecido a lo que ocurre con el agua y el cauce: ¿quién manda en quién?, ¿no es ahora el agua presa del cauce que excavó?) ¡ Y ya es tan difícil salir del camino que trazamos, pretender siquiera alterar nuestra rut(in)a !
Monday, December 31, 2007
La caja de los truenos
Tómese una base de extrema desigualdad social. Añádase masificación, un gran rencor acumulado y una generalizada sensación de impunidad. Por último, provéase de armas a los intervinientes. El cóctel explosivo está preparado.
Se trata de la fórmula infalible para hacer aflorar los demonios interiores. Para extraer lo peor de cada uno. Para sacar la parte más agresiva y cruel de los hombres.
Todos estos ingredientes se mezclaron trágicamente en España en el año 1936.
Sin duda no debía de ser fácil gestionar una sociedad tan desigual y, por tanto, tan proclive al conflicto. La caja de los truenos tenía una tapa muy frágil. Y así, la rebelión de una parte del ejército contra el régimen emanado de las urnas provocó que todos los factores de enfrentamiento social se tensaran al máximo.
Aunque no ha transcurrido demasiado tiempo, ahora nos resulta muy difícil entender cómo pudieron desencadenarse las atrocidades que nuestros padres o abuelos protagonizaron en España, en particular las matanzas y asesinatos de personas consideradas desafectas (sacerdotes, políticos, sindicalistas, propietarios agrícolas, periodistas, escritores, maestros...) en uno y otro bando.
Nos resulta casi incomprensible (pese a que sólo han pasado dos generaciones) porque generalmente ignoramos hasta dónde puede llegarse una vez abierta la caja de los truenos. Ésa que, por desgracia, anida en cada sociedad y también en cada corazón humano.
Se trata de la fórmula infalible para hacer aflorar los demonios interiores. Para extraer lo peor de cada uno. Para sacar la parte más agresiva y cruel de los hombres.
Todos estos ingredientes se mezclaron trágicamente en España en el año 1936.
Sin duda no debía de ser fácil gestionar una sociedad tan desigual y, por tanto, tan proclive al conflicto. La caja de los truenos tenía una tapa muy frágil. Y así, la rebelión de una parte del ejército contra el régimen emanado de las urnas provocó que todos los factores de enfrentamiento social se tensaran al máximo.
Aunque no ha transcurrido demasiado tiempo, ahora nos resulta muy difícil entender cómo pudieron desencadenarse las atrocidades que nuestros padres o abuelos protagonizaron en España, en particular las matanzas y asesinatos de personas consideradas desafectas (sacerdotes, políticos, sindicalistas, propietarios agrícolas, periodistas, escritores, maestros...) en uno y otro bando.
Nos resulta casi incomprensible (pese a que sólo han pasado dos generaciones) porque generalmente ignoramos hasta dónde puede llegarse una vez abierta la caja de los truenos. Ésa que, por desgracia, anida en cada sociedad y también en cada corazón humano.
Sunday, December 30, 2007
El hombre delincuente
Cesare Lombroso fue un médico italiano aficionado a la Criminología. Obsesionado con la idea de que los delincuentes tienen una naturaleza que les predispone y aboca al crimen, elaboró su teoría del criminal nato en un libro que tituló, a las claras, L´ uomo delinquente (publicado en 1875).
Durante años estuvo analizando la complexión, la anatomía y los rasgos morfológicos de los delincuentes que podía examinar (algunos de ellos internados en el manicomio del que el propio Lombroso era director).
Su conclusión fue que la mayoría de los delincuentes presentaban signos anatómicos comunes y que, por tanto, eran criminales por naturaleza. Llegó a afirmar que comparten anomalías atávicas propias de los vertebrados inferiores, siendo una especie de salvajes resucitados por un error biológico.
Tras la muerte de Lombroso se han estudiado con métodos más modernos los signos morfológicos por él descritos, llegándose a una conclusión bien distinta: La mayoría de esos rasgos no son congénitos, sino que se trata de caracteres desarrollados después del nacimiento, y favorecidos precisamente por la malnutrición, el desamparo y el maltrato en la infancia.
De modo que los delincuentes estudiados por Lombroso no nacieron así, sino que se hicieron. Adquirieron esos estigmas físicos por las circunstancias o carencias de su vida familiar y social. No por causas biológicas, sino biográficas.
Las pruebas irrefutables que según Lombroso demostraban su tesis del criminal nato, en realidad venían a apoyar exactamente la tesis contraria. Pero él no lo sabía, o no quería saberlo.
Durante años estuvo analizando la complexión, la anatomía y los rasgos morfológicos de los delincuentes que podía examinar (algunos de ellos internados en el manicomio del que el propio Lombroso era director).
Su conclusión fue que la mayoría de los delincuentes presentaban signos anatómicos comunes y que, por tanto, eran criminales por naturaleza. Llegó a afirmar que comparten anomalías atávicas propias de los vertebrados inferiores, siendo una especie de salvajes resucitados por un error biológico.
Tras la muerte de Lombroso se han estudiado con métodos más modernos los signos morfológicos por él descritos, llegándose a una conclusión bien distinta: La mayoría de esos rasgos no son congénitos, sino que se trata de caracteres desarrollados después del nacimiento, y favorecidos precisamente por la malnutrición, el desamparo y el maltrato en la infancia.
De modo que los delincuentes estudiados por Lombroso no nacieron así, sino que se hicieron. Adquirieron esos estigmas físicos por las circunstancias o carencias de su vida familiar y social. No por causas biológicas, sino biográficas.
Las pruebas irrefutables que según Lombroso demostraban su tesis del criminal nato, en realidad venían a apoyar exactamente la tesis contraria. Pero él no lo sabía, o no quería saberlo.
Friday, December 28, 2007
En busca del prepucio perdido
Como todos los judíos de la época, Jesús fue circuncidado. Las preguntas sobre el destino del prepucio (piel que cubre el glande) de Jesús dieron lugar a la aparición de supuestas reliquias de dicho pellejo.
Algunos teólogos afirmaban que el prepucio ascendió al cielo al mismo tiempo que el resto del cuerpo de Jesús. Otros sostenían que este detalle no aparece en las Escrituras, y por tanto esa piel debía de seguir en la Tierra, al no resultar admisible que una parte corporal de Jesús pudiera corromperse.
El resultado es que son numerosos los templos en que todavía se conserva el supuesto prepucio de Jesús (nada diferente de lo que ocurre con otras reliquias, evidentemente falsas).
Todo este montaje en torno al Santo Prepucio pone de manifiesto hasta qué punto puede degradarse y adulterarse una doctrina por sus (supuestos) seguidores.
Acerca de Jesús sabemos lo suficiente para apreciar el sentido ético de sus enseñanzas. Aunque en los relatos evangélicos puedan existir sesgos o interpolaciones, lo que está claro es que el mensaje de Jesús nada tenía que ver con reliquias y prepucios.
Por eso es lícito preguntarse cómo reaccionaría Jesús al saber que sus prosélitos se plantean cuestiones tan absurdas e irrisorias como la búsqueda de su prepucio.
En general es ya un tópico afirmar que, si Jesús viera lo que sus continuadores han hecho con su doctrina, se moriría del susto. (Esto, por cierto, también se dice de Karl Marx, si pudiera contemplar todos los desmanes que los marxistas han hecho con sus postulados.)
Yo no creo que Jesús ni Marx se murieran del susto, pero sí creo que experimentarían una muy amarga mezcla de decepción y de rabia.
Algunos teólogos afirmaban que el prepucio ascendió al cielo al mismo tiempo que el resto del cuerpo de Jesús. Otros sostenían que este detalle no aparece en las Escrituras, y por tanto esa piel debía de seguir en la Tierra, al no resultar admisible que una parte corporal de Jesús pudiera corromperse.
El resultado es que son numerosos los templos en que todavía se conserva el supuesto prepucio de Jesús (nada diferente de lo que ocurre con otras reliquias, evidentemente falsas).
Todo este montaje en torno al Santo Prepucio pone de manifiesto hasta qué punto puede degradarse y adulterarse una doctrina por sus (supuestos) seguidores.
Acerca de Jesús sabemos lo suficiente para apreciar el sentido ético de sus enseñanzas. Aunque en los relatos evangélicos puedan existir sesgos o interpolaciones, lo que está claro es que el mensaje de Jesús nada tenía que ver con reliquias y prepucios.
Por eso es lícito preguntarse cómo reaccionaría Jesús al saber que sus prosélitos se plantean cuestiones tan absurdas e irrisorias como la búsqueda de su prepucio.
En general es ya un tópico afirmar que, si Jesús viera lo que sus continuadores han hecho con su doctrina, se moriría del susto. (Esto, por cierto, también se dice de Karl Marx, si pudiera contemplar todos los desmanes que los marxistas han hecho con sus postulados.)
Yo no creo que Jesús ni Marx se murieran del susto, pero sí creo que experimentarían una muy amarga mezcla de decepción y de rabia.
La casa del poeta
He visitado, en Granada, la casa de García Lorca. Se llama huerta de San Vicente y es el lugar donde el escritor pasaba los veranos, en compañía de su familia, hasta su asesinato en 1936. Aunque el entorno está cambiado, la casa se mantiene intacta. He visto la cama donde dormía, la mesa en la que escribía sus obras, incluso la cocina familiar. Para bien o para mal, no se muestra a los visitantes el cuarto de baño.
No negaré que me ha emocionado contemplar el sitio donde Lorca compuso algunos poemas que me deslumbran. Poemas como:
La aurora de Nueva York tiene / cuatro columnas de cieno...
O
Empieza el llanto de la guitarra. / Es inútil callarla. / Es imposible callarla...
Pero, al mismo tiempo, no sé qué relación puede haber entre aquellos versos y la materialidad de esa cama, esa mesa, esas sillas, esas paredes...
Entonces se me ocurre que aquellas creaciones tienen vida al margen de su autor, y que entre los poemas y su artífice no cabe buscar vinculación ni afinidad.
Y me pregunto también si no sería mejor que todas las creaciones fueran anónimas. Y que, al editarse una obra, en lugar del nombre del autor apareciera un rótulo diciendo Noimporta.
No negaré que me ha emocionado contemplar el sitio donde Lorca compuso algunos poemas que me deslumbran. Poemas como:
La aurora de Nueva York tiene / cuatro columnas de cieno...
O
Empieza el llanto de la guitarra. / Es inútil callarla. / Es imposible callarla...
Pero, al mismo tiempo, no sé qué relación puede haber entre aquellos versos y la materialidad de esa cama, esa mesa, esas sillas, esas paredes...
Entonces se me ocurre que aquellas creaciones tienen vida al margen de su autor, y que entre los poemas y su artífice no cabe buscar vinculación ni afinidad.
Y me pregunto también si no sería mejor que todas las creaciones fueran anónimas. Y que, al editarse una obra, en lugar del nombre del autor apareciera un rótulo diciendo Noimporta.
Wednesday, December 26, 2007
Cuando seamos historia
Posiblemente dentro de un siglo, los historiadores (si es que hay alguno) describirán nuestra época como un tiempo crítico, un momento decisivo y crucial en la historia de la humanidad. Se referirán a él como una encrucijada en que pudimos autodestruirnos, pero finalmente imperó la sensatez y no lo hicimos.
Si no sucede así, no habrá ningún historiador para narrarlo.
Parece claro que el que este tiempo que vivimos se recoja, o no, por la historia futura va a depender de nuestra capacidad para desfronterizar el mundo. O acabamos con las fronteras o las fronteras acaban con nosotros... y con la historia.
Si no sucede así, no habrá ningún historiador para narrarlo.
Parece claro que el que este tiempo que vivimos se recoja, o no, por la historia futura va a depender de nuestra capacidad para desfronterizar el mundo. O acabamos con las fronteras o las fronteras acaban con nosotros... y con la historia.
Después de este destierro
Mientras hacía las camas, mi madre cantaba la Salve. No la rezaba, la cantaba. Con la misma entonación decía las palabras alegres (vida, dulzura, esperanza nuestra) y las frases terribles (los desterrados, gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas).
Mientras ajustaba sábanas y sin variar de melodía (sí, sin cambio de ritmo) recitaba unas y otras palabras. Y a mí se me hacía raro.
Mientras ajustaba sábanas y sin variar de melodía (sí, sin cambio de ritmo) recitaba unas y otras palabras. Y a mí se me hacía raro.
Posaos
Río, nube, silla, rosa...
Y ahora posaos cada una en un sitio. Tú, en un flujo; tú, en vapor de agua; tú, en un mueble; tú en una flor...
Y ahora posaos cada una en un sitio. Tú, en un flujo; tú, en vapor de agua; tú, en un mueble; tú en una flor...
Antediluvianos
La presencia de fósiles de almejas, caracolas y otros animales marinos en montañas y desiertos influyó probablemente en el surgimiento de leyendas sobre grandes diluvios e inundaciones; es decir, en la creencia de que durante un tiempo el agua cubrió esos territorios. Una de esas fabulaciones es el relato bíblico del diluvio universal.
Curiosamente, mucho tiempo después la historia de Noé sirvió para explicar el descubrimiento de restos de dinosaurios y el porqué de que esos animales ya no existieran. Se habrían extinguido, sencillamente, porque no cabían en el arca. Debido a su gran tamaño Noé no pudo salvarlos y perecieron ahogados.
Por muy ridículo o pueril que ahora nos resulte, lo cierto es que durante bastante tiempo a los saurios se les llamó animales antediluvianos, y así aparecieron nombrados, incluso, en libros científicos.
Cabe preguntarse cuál será, de entre todas nuestras actuales convicciones científicas, la que más mofa y rechifla provocará en el futuro, en ese porvenir en que los antediluvianos seremos nosotros.
Curiosamente, mucho tiempo después la historia de Noé sirvió para explicar el descubrimiento de restos de dinosaurios y el porqué de que esos animales ya no existieran. Se habrían extinguido, sencillamente, porque no cabían en el arca. Debido a su gran tamaño Noé no pudo salvarlos y perecieron ahogados.
Por muy ridículo o pueril que ahora nos resulte, lo cierto es que durante bastante tiempo a los saurios se les llamó animales antediluvianos, y así aparecieron nombrados, incluso, en libros científicos.
Cabe preguntarse cuál será, de entre todas nuestras actuales convicciones científicas, la que más mofa y rechifla provocará en el futuro, en ese porvenir en que los antediluvianos seremos nosotros.
Tuesday, December 25, 2007
Autodiseño
¿Quién inventó los ojos?
¿Quién inventó los dientes, las garras, las espinas...?
¿Quién inventó las patas, las alas, las aletas...?
¿Quién inventó los brazos, las pinzas del crustáceo, la trompa, los cuernos, los tentáculos...?
¿Quién inventó los árboles?
¿Quién inventó las flores, los frutos, las semillas...?
¿Quién inventó las branquias, los pulmones...?
¿Quién inventó el hígado, el cerebro, el corazón...?
Parece ser que nadie. No los inventó nadie. Por lo que se ve, se idearon y se diseñaron a sí mismos.
¿Quién inventó los dientes, las garras, las espinas...?
¿Quién inventó las patas, las alas, las aletas...?
¿Quién inventó los brazos, las pinzas del crustáceo, la trompa, los cuernos, los tentáculos...?
¿Quién inventó los árboles?
¿Quién inventó las flores, los frutos, las semillas...?
¿Quién inventó las branquias, los pulmones...?
¿Quién inventó el hígado, el cerebro, el corazón...?
Parece ser que nadie. No los inventó nadie. Por lo que se ve, se idearon y se diseñaron a sí mismos.
Marginados
Nadie viene a vernos desde el futuro. Nadie viene a vernos, tampoco, desde otros sistemas estelares. Puede que, aun disponiendo de tecnología para ello, no quieran saber nada de nosotros. En tal caso, sus razones tendrán.
Monday, December 24, 2007
No quiero / No puedo
Nos avergüenza reconocer que no somos capaces de algo (de levantar un peso, de recorrer una distancia, de dejar una adicción...) y decimos que no lo hacemos porque no queremos: -Podría hacerlo, pero es que no quiero.
Nos avergüenza reconocer que no estamos dispuestos a hacer algo (un esfuerzo, una renuncia, ayudar a los otros...) y decimos que no podemos: -Me gustaría hacerlo, pero es que no puedo.
Disfrazamos de irresolución la incapacidad, y disfrazamos de incapacidad la irresolución.
Ante los demás y ante nosotros mismos, nuestra endeblez (debilidad innata) y nuestra indolencia (debilidad adquirida) se excusan mutuamente.
Nos avergüenza reconocer que no estamos dispuestos a hacer algo (un esfuerzo, una renuncia, ayudar a los otros...) y decimos que no podemos: -Me gustaría hacerlo, pero es que no puedo.
Disfrazamos de irresolución la incapacidad, y disfrazamos de incapacidad la irresolución.
Ante los demás y ante nosotros mismos, nuestra endeblez (debilidad innata) y nuestra indolencia (debilidad adquirida) se excusan mutuamente.
Friday, December 21, 2007
Te resistes
Ellos creen que aún tú crees
en los reyes de enero
(compran furtivamente, escribís una carta,
el día de antes, por la tarde, vais a verlos pasar)
y tú con tus seis años
no quieres, te resistes
a arrancar su ilusión.
FELIZ NAVIDAD A TODOS
en los reyes de enero
(compran furtivamente, escribís una carta,
el día de antes, por la tarde, vais a verlos pasar)
y tú con tus seis años
no quieres, te resistes
a arrancar su ilusión.
FELIZ NAVIDAD A TODOS
Thursday, December 20, 2007
¿Por qué lo hago?
¿Por qué esta ciudad?
¿Por qué esta bandera?
¿Por qué esta rutina?
¿Por qué este partido?
¿Por qué esta religión?
¿Por qué esta lucha?
¿Por qué este trajín?
¿Por qué esta forma de gastar el tiempo?...
¿Qué parte de nuestros actos son conscientes? ¿Qué parte de nuestras acciones hemos decidido? ¿Cuántas cosas hacemos sabiendo por qué?
¿Por qué esta bandera?
¿Por qué esta rutina?
¿Por qué este partido?
¿Por qué esta religión?
¿Por qué esta lucha?
¿Por qué este trajín?
¿Por qué esta forma de gastar el tiempo?...
¿Qué parte de nuestros actos son conscientes? ¿Qué parte de nuestras acciones hemos decidido? ¿Cuántas cosas hacemos sabiendo por qué?
Se aburrían
Se ve que la materia se aburría. Se aburrían el carbono, el oxígeno, el fósforo, el potasio… Y por hastío de ser inertes, se mezclaron. Para pasar juntos una temporada: unos años de vida buscando emociones.
Bien, de acuerdo: es respetable. Pero ¿por qué me han involucrado? ¿Por qué me han compuesto? ¿Por qué han tenido que convertirse en mí?
¿Acaso no merezco una explicación?
Bien, de acuerdo: es respetable. Pero ¿por qué me han involucrado? ¿Por qué me han compuesto? ¿Por qué han tenido que convertirse en mí?
¿Acaso no merezco una explicación?
Wednesday, December 19, 2007
Translaciones
El diccionario define la “vergüenza ajena” como aquélla que se siente por lo que hacen o dicen otras personas. Hay también otra palabra, de origen incierto, para denominar esta percepción: “alipori”.
Sentir en nosotros mismos la vergüenza que surge de actos ajenos es una singular transferencia de sensaciones, una forma de ponerse en el lugar de otro, aunque no exactamente dentro de él: es posible que quien realice los actos que a nosotros nos sonrojan no sienta, él mismo, vergüenza.
Aunque no existen expresiones equivalentes (“ira ajena”, “enojo ajeno”), también a veces nos indignamos por la humillación o la injusticia que se inflige a otra persona, aun cuando quien la sufra la acepte con resignación. Incluso este aquietamiento ajeno ante la injuria puede generarnos rabia. Y eso que la cosa no iba con nosotros…
Pero hay una forma deleznable de translación, que es la “venganza ajena”. Consiste en descargar sobre otros (a menudo los más débiles o los que más nos aprecian) la furia generada por actos de terceras personas. Habría que acuñar esta expresión -“venganza ajena”- u otra similar, para nombrar esa actitud, quizá entendible pero también cobarde, de pagarla con los otros; de transferir a nuestro entorno o a nuestros subordinados el enfado provocado por los atropellos sufridos.
Hacer recaer sobre personas inocentes la cólera que sentimos por los agravios que otros nos irrogaron, en lugar de enfrentarnos directamente con quienes nos los produjeron, es probablemente la más triste forma de translación emocional.
Sentir en nosotros mismos la vergüenza que surge de actos ajenos es una singular transferencia de sensaciones, una forma de ponerse en el lugar de otro, aunque no exactamente dentro de él: es posible que quien realice los actos que a nosotros nos sonrojan no sienta, él mismo, vergüenza.
Aunque no existen expresiones equivalentes (“ira ajena”, “enojo ajeno”), también a veces nos indignamos por la humillación o la injusticia que se inflige a otra persona, aun cuando quien la sufra la acepte con resignación. Incluso este aquietamiento ajeno ante la injuria puede generarnos rabia. Y eso que la cosa no iba con nosotros…
Pero hay una forma deleznable de translación, que es la “venganza ajena”. Consiste en descargar sobre otros (a menudo los más débiles o los que más nos aprecian) la furia generada por actos de terceras personas. Habría que acuñar esta expresión -“venganza ajena”- u otra similar, para nombrar esa actitud, quizá entendible pero también cobarde, de pagarla con los otros; de transferir a nuestro entorno o a nuestros subordinados el enfado provocado por los atropellos sufridos.
Hacer recaer sobre personas inocentes la cólera que sentimos por los agravios que otros nos irrogaron, en lugar de enfrentarnos directamente con quienes nos los produjeron, es probablemente la más triste forma de translación emocional.
¿Puede ser?
¿El universo piensa? ¿Puede ser que, en su conjunto, el universo (el universo-todo) no piense, y sin embargo una ínfima parte de él (por ejemplo, tú o yo) sí?
Monday, December 17, 2007
Verbos arbitrarios
Los niños que están aprendiendo a hablar no dicen “se ha roto el juguete”. Dicen “se ha rompido”.
Tampoco dicen “yo pondré” ni “yo quise”, sino “yo poneré” y “yo querí”.
Su lógica les lleva a aplicar nuestros esquemas sintácticos generales, de modo que los verbos irregulares son percibidos por ellos con gran desconcierto.
Es conocida la anécdota del niño que afirmó “andé y me cansé”, y al ser corregido por el maestro (“se dice anduve”), afirmó “anduve y me cansuve”.
Parece ser que en los albores del lenguaje cada verbo tenía sus propias formas para cada tiempo, pasándose posteriormente a una progresiva homogeneización de las formas.
Pero los verbos más usados y repetidos escaparon a esta regularización. Por inercia y pereza de los hablantes, siguieron conjugándose arbitrariamente. De ahí que ser, estar, saber, decir sean verbos irregulares.
De este modo, los niños no sólo tienen que interiorizar los esquemas sintácticos lógicos, sino también los retorcimientos y arbitrariedades de sus progenitores.
Al igual que en los demás ámbitos, les transmitimos estas contradicciones -como dice Serrat- “con la leche templada y en cada canción”. Y al final las aprenden.
Se cuenta que un niño le preguntó a otro: ¿Cómo se dice: no sabo o no sepo? Y el otro respondió: “Pues no sé”.
Tampoco dicen “yo pondré” ni “yo quise”, sino “yo poneré” y “yo querí”.
Su lógica les lleva a aplicar nuestros esquemas sintácticos generales, de modo que los verbos irregulares son percibidos por ellos con gran desconcierto.
Es conocida la anécdota del niño que afirmó “andé y me cansé”, y al ser corregido por el maestro (“se dice anduve”), afirmó “anduve y me cansuve”.
Parece ser que en los albores del lenguaje cada verbo tenía sus propias formas para cada tiempo, pasándose posteriormente a una progresiva homogeneización de las formas.
Pero los verbos más usados y repetidos escaparon a esta regularización. Por inercia y pereza de los hablantes, siguieron conjugándose arbitrariamente. De ahí que ser, estar, saber, decir sean verbos irregulares.
De este modo, los niños no sólo tienen que interiorizar los esquemas sintácticos lógicos, sino también los retorcimientos y arbitrariedades de sus progenitores.
Al igual que en los demás ámbitos, les transmitimos estas contradicciones -como dice Serrat- “con la leche templada y en cada canción”. Y al final las aprenden.
Se cuenta que un niño le preguntó a otro: ¿Cómo se dice: no sabo o no sepo? Y el otro respondió: “Pues no sé”.
Friday, December 14, 2007
Alectura
Durante casi toda su historia la humanidad fue ágrafa. La alfabetización sólo se ha generalizado en tiempos recientes. Todavía hoy, de los aproximadamente 6.000 millones de humanos que habitamos el planeta, la mayoría vive sin leer. Por desgracia, muchos no saben qué es leer, no lo han probado nunca. Así ni siquiera pueden echarlo de menos (lo que, en medio de todo, es un consuelo: de este modo no sienten esa carencia). Y obviamente tienen otras necesidades más perentorias.
Lo paradójico es que, a muchos de quienes sí lo hemos probado, nos resultaría ahora casi imposible vivir sin leer.
Borges decía que el paraíso terrenal podría ser un vergel, pero no un paraíso, porque a él le resultaba inconcebible un paraíso sin libros.
Si nos quedáramos sin libros o sin ojos, ¿encontraríamos algo que sustituyera a la dicha de leer?
Me pregunto cuánto aguantaría yo si se me privara de leer: cuánto tardaría en morir de alectura.
Lo paradójico es que, a muchos de quienes sí lo hemos probado, nos resultaría ahora casi imposible vivir sin leer.
Borges decía que el paraíso terrenal podría ser un vergel, pero no un paraíso, porque a él le resultaba inconcebible un paraíso sin libros.
Si nos quedáramos sin libros o sin ojos, ¿encontraríamos algo que sustituyera a la dicha de leer?
Me pregunto cuánto aguantaría yo si se me privara de leer: cuánto tardaría en morir de alectura.
Wednesday, December 12, 2007
Lo normal
Conducimos por la derecha. Nos paramos cuando el semáforo está en rojo y continuamos la marcha cuando se pone verde. Y actuamos así porque nos parece lo normal.
Nadie, cuando hace eso, repara en las normas jurídicas, las leyes o reglamentos que obligan a circular por la derecha y regulan la señalización por semáforos.
Entregamos un papel (un billete de diez euros) al frutero y él a cambio nos da manzanas, peras… Y ni él ni nosotros pensamos en las normas jurídicas que hacen que ese papel tenga valor y permita comprar cosas. Simplemente es lo normal.
Tendemos a interiorizar las normas jurídicas de modo que terminan pareciéndonos reglas naturales de conducta. Acabamos asumiéndolas acríticamente, hasta el punto de que lo que disponen nos parece lo lógico, lo normal, lo natural.
El problema viene cuando esas normas recogen pautas denigrantes, ignominiosas.
También los sistemas políticos totalitarios tienen su propio entramado jurídico. Y así, la persecución racial en la Alemania nazi se instrumentó mediante normas jurídicas: ilegalización de partidos, leyes confiscatorias y discriminatorias, prohibición de matrimonios mixtos de judíos y arios…
La segregación racial en Suráfrica, el denominado apartheid, se articuló asimismo jurídicamente.
Y de igual modo ocurrió con la esclavitud. Allí donde ha existido, las normas jurídicas vigentes han regulado el derecho de propiedad de los dueños de esclavos, la compra y venta de éstos, la manumisión, etc.
Me pregunto cuántas personas, a lo largo de la historia, habrán considerado naturales estas prácticas aberrantes, sin llegar siquiera a cuestionarse su moralidad o su decencia, por el mero hecho de que eran legales y lícitas. Porque las normas jurídicas las admitían y las regulaban. Porque eran lo normal.
Nadie, cuando hace eso, repara en las normas jurídicas, las leyes o reglamentos que obligan a circular por la derecha y regulan la señalización por semáforos.
Entregamos un papel (un billete de diez euros) al frutero y él a cambio nos da manzanas, peras… Y ni él ni nosotros pensamos en las normas jurídicas que hacen que ese papel tenga valor y permita comprar cosas. Simplemente es lo normal.
Tendemos a interiorizar las normas jurídicas de modo que terminan pareciéndonos reglas naturales de conducta. Acabamos asumiéndolas acríticamente, hasta el punto de que lo que disponen nos parece lo lógico, lo normal, lo natural.
El problema viene cuando esas normas recogen pautas denigrantes, ignominiosas.
También los sistemas políticos totalitarios tienen su propio entramado jurídico. Y así, la persecución racial en la Alemania nazi se instrumentó mediante normas jurídicas: ilegalización de partidos, leyes confiscatorias y discriminatorias, prohibición de matrimonios mixtos de judíos y arios…
La segregación racial en Suráfrica, el denominado apartheid, se articuló asimismo jurídicamente.
Y de igual modo ocurrió con la esclavitud. Allí donde ha existido, las normas jurídicas vigentes han regulado el derecho de propiedad de los dueños de esclavos, la compra y venta de éstos, la manumisión, etc.
Me pregunto cuántas personas, a lo largo de la historia, habrán considerado naturales estas prácticas aberrantes, sin llegar siquiera a cuestionarse su moralidad o su decencia, por el mero hecho de que eran legales y lícitas. Porque las normas jurídicas las admitían y las regulaban. Porque eran lo normal.
Resiliencia
Resiliencia es un término que proviene de la física y se refiere a la capacidad de un material de recobrar su forma original después de haber estado sometido a altas presiones.
Por analogía, empezó a usarse esta palabra para designar la facultad que permite a las personas, a pesar de atravesar situaciones adversas, salir no solamente a salvo (para eso ya existe el término “resistencia”), sino transformados por la experiencia vivida.
Por extraño que parezca, no todas las personas que vivieron la barbarie de los campos de concentración y el holocausto nazi enloquecieron. Muchos supervivientes lograron rehacer sus vidas.
Uno de ellos fue Boris Cyrulnik, quien sobrevivió a su internamiento en un campo de concentración (no así sus padres) y tras ello consiguió estudiar Psiquiatría. Fue uno de los investigadores del fenómeno (que estudió también en muchachos que habían sufrido maltrato infantil) y promotor de esta palabra: resiliencia.
Con todo, la mayor expresión de resiliencia no consiste en encajar la tragedia, asimilarla y escapar de la locura. Esto puede ser válido para quienes sufren accidentes o catástrofes naturales. Pero, para quienes han sido víctimas de acciones intencionalmente dañinas (crímenes, atentados, actos de sadismo…), la mayor expresión de resiliencia consiste en superar el rencor. En la habilidad de ponerse en el lado del agresor y entender su naturaleza: sus razones subjetivas, sus desequilibrios, sus carencias… En la capacidad de perdonar lo imperdonable.
Por analogía, empezó a usarse esta palabra para designar la facultad que permite a las personas, a pesar de atravesar situaciones adversas, salir no solamente a salvo (para eso ya existe el término “resistencia”), sino transformados por la experiencia vivida.
Por extraño que parezca, no todas las personas que vivieron la barbarie de los campos de concentración y el holocausto nazi enloquecieron. Muchos supervivientes lograron rehacer sus vidas.
Uno de ellos fue Boris Cyrulnik, quien sobrevivió a su internamiento en un campo de concentración (no así sus padres) y tras ello consiguió estudiar Psiquiatría. Fue uno de los investigadores del fenómeno (que estudió también en muchachos que habían sufrido maltrato infantil) y promotor de esta palabra: resiliencia.
Con todo, la mayor expresión de resiliencia no consiste en encajar la tragedia, asimilarla y escapar de la locura. Esto puede ser válido para quienes sufren accidentes o catástrofes naturales. Pero, para quienes han sido víctimas de acciones intencionalmente dañinas (crímenes, atentados, actos de sadismo…), la mayor expresión de resiliencia consiste en superar el rencor. En la habilidad de ponerse en el lado del agresor y entender su naturaleza: sus razones subjetivas, sus desequilibrios, sus carencias… En la capacidad de perdonar lo imperdonable.
Tuesday, December 11, 2007
Neuroimágenes
Las técnicas de neuroimagen muestran el cerebro en acción, las funciones cerebrales, pero no el contenido mental. Examinando con los aparatos de tomografía más sofisticados el interior de un cerebro, no puede saberse en qué está pensando la persona. A lo sumo podría atisbarse si está experimentando emociones placenteras o desagradables, o si está recibiendo un estímulo visual, auditivo o motoro. Pero poco más.
Al igual que las manos no cambian su composición celular según que se usen para manejar un bisturí o para empuñar un arma; al igual que la sintaxis francesa ha servido para escribir Le Petit Prince pero también para guillotinar gente..., unas mismas conexiones neuronales permiten producir pensamientos positivos o destructores, altruistas o dañinos.
La decisión de ejecutar unos u otros actos tampoco deja rastros neuronales diferenciados.
En nuestros cerebros no hay, al parecer, estructuras bioquímicas propias para el bien y para el mal.
¿Dónde, entonces, residen uno y otro?
Al igual que las manos no cambian su composición celular según que se usen para manejar un bisturí o para empuñar un arma; al igual que la sintaxis francesa ha servido para escribir Le Petit Prince pero también para guillotinar gente..., unas mismas conexiones neuronales permiten producir pensamientos positivos o destructores, altruistas o dañinos.
La decisión de ejecutar unos u otros actos tampoco deja rastros neuronales diferenciados.
En nuestros cerebros no hay, al parecer, estructuras bioquímicas propias para el bien y para el mal.
¿Dónde, entonces, residen uno y otro?
Sunday, December 09, 2007
Con buen humor
De la persona que se muestra alegre decimos que está de buen humor. Y de quien está enfadado o irascible decimos que está malhumorado.
Detrás de estas expresiones (buen humor, mal humor), que continuamente empleamos sin reparar en su origen, hay una larga historia.
Humor, según el diccionario, es cada uno de los líquidos de un organismo vivo.
Aristóteles (siglo IV a. de C.) escribió que los tres humores del cuerpo son “la flema, la bilis negra y la bilis amarilla”.
Esta idea debió de tomarla de Hipócrates, el médico más famoso de la antigüedad, quien un siglo antes dejó escrito que “el cuerpo del hombre contiene sangre, mucosidad, bilis amarilla y bilis negra, y esa es su naturaleza, y a causa de ello tiene dolores y puede estar sano. Su salud es óptima cuando estos humores se encuentran en relación recíproca correcta, en lo que a su potencia y cantidad se refiere, así como a su relación. Los dolores aparecen cuando hay algo de más o de menos, o es segregado en el cuerpo sin estar mezclado con el conjunto”.
Galeno, otro reputado médico (siglos II-III d. de C.), abundó en esta creencia, añadiendo que en cada persona predomina desde el nacimiento uno de esos humores, condicionando su predisposición a unas u otras enfermedades.
La creencia en los humores del cuerpo permaneció viva durante muchos siglos, pasando al lenguaje popular. De aquí vienen las expresiones buen humor y mal humor en el sentido con que actualmente las empleamos. Así, la alegría y el enfado irían parejos al predominio de una u otra clase de líquido corporal.
Ahora nos reímos de las afirmaciones de esos autores, que nos parecen fantasías o desvaríos. Igual que, sin duda, en el futuro otros se reirán de nuestras convicciones, de nuestras certezas científicas, de nuestras seguridades.
Hay más textos médicos de Aristóteles que mueven a risa. Como éste: “La sangre se genera en el hígado, circula muy lentamente por los vasos transformándose en carne, pasa de las aurículas a los ventrículos a través de poros y llega a los pulmones. El aire equilibra allí los tres humores del cuerpo”.
Podemos reírnos de lo que creían quienes vivieron hace varios siglos, a condición de que asumamos que nuestras actuales certezas científicas también harán reír a quienes en el futuro las juzguen.
Constatar que, con el tiempo, las certezas se vuelven mentiras y las seguridades se tornan errores, es algo que merece tomarse a risa. O sea, con buen humor.
Detrás de estas expresiones (buen humor, mal humor), que continuamente empleamos sin reparar en su origen, hay una larga historia.
Humor, según el diccionario, es cada uno de los líquidos de un organismo vivo.
Aristóteles (siglo IV a. de C.) escribió que los tres humores del cuerpo son “la flema, la bilis negra y la bilis amarilla”.
Esta idea debió de tomarla de Hipócrates, el médico más famoso de la antigüedad, quien un siglo antes dejó escrito que “el cuerpo del hombre contiene sangre, mucosidad, bilis amarilla y bilis negra, y esa es su naturaleza, y a causa de ello tiene dolores y puede estar sano. Su salud es óptima cuando estos humores se encuentran en relación recíproca correcta, en lo que a su potencia y cantidad se refiere, así como a su relación. Los dolores aparecen cuando hay algo de más o de menos, o es segregado en el cuerpo sin estar mezclado con el conjunto”.
Galeno, otro reputado médico (siglos II-III d. de C.), abundó en esta creencia, añadiendo que en cada persona predomina desde el nacimiento uno de esos humores, condicionando su predisposición a unas u otras enfermedades.
La creencia en los humores del cuerpo permaneció viva durante muchos siglos, pasando al lenguaje popular. De aquí vienen las expresiones buen humor y mal humor en el sentido con que actualmente las empleamos. Así, la alegría y el enfado irían parejos al predominio de una u otra clase de líquido corporal.
Ahora nos reímos de las afirmaciones de esos autores, que nos parecen fantasías o desvaríos. Igual que, sin duda, en el futuro otros se reirán de nuestras convicciones, de nuestras certezas científicas, de nuestras seguridades.
Hay más textos médicos de Aristóteles que mueven a risa. Como éste: “La sangre se genera en el hígado, circula muy lentamente por los vasos transformándose en carne, pasa de las aurículas a los ventrículos a través de poros y llega a los pulmones. El aire equilibra allí los tres humores del cuerpo”.
Podemos reírnos de lo que creían quienes vivieron hace varios siglos, a condición de que asumamos que nuestras actuales certezas científicas también harán reír a quienes en el futuro las juzguen.
Constatar que, con el tiempo, las certezas se vuelven mentiras y las seguridades se tornan errores, es algo que merece tomarse a risa. O sea, con buen humor.
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