Thursday, April 24, 2008

Fueron ellos

Nos hicieron ellos: los depredadores que nos atacaban, los competidores que nos disputaban el sustento.

Ellos fueron quienes nos forzaron a aguzar el ingenio, a inventar armas e instrumentos para la defensa y la caza, a articular un lenguaje para acometer eficazmente esas acciones.

Ellos fueron quienes nos seleccionaron. De ese modo, los homínidos más inteligentes sobrevivieron. Los peor dotados -¡ay!- se quedaron en el camino.

No fuimos nosotros, sino ellos.

Fueron otros animales -nuestros depredadores y competidores- quienes forzaron nuestra selección, nuestra evolución.

Fueron otros animales quienes nos obligaron a hacernos hábiles e inteligentes. A estirar nuestro cerebro.

Fueron otros animales quienes, con su adversidad u hostilidad, nos forzaron a inventar un lenguaje para mejorar nuestra eficacia como grupo.

Fueron otros animales -nuestros depredadores, nuestros competidores- quienes nos humanizaron.

6 comments:

Sergi said...

Y ellos dirán que fuimos nosotros quienes les destruímos.

Saludos.

saiz said...

Por el camino que vamos, posiblemente sea así.

Lo que yo opino es que, aunque el surgimiento de nuestra ingeligencia se debió a factores ambientales (la presión hostil del entorno, que forzó a desarrollar las potencialidades del cerebro), una vez que los humanos hemos alcanzado un grado de consciencia y entendimiento superior a las demás especies, tenemos la responsabilidad moral de actuar conforme a ese nivel de inteligencia.

Los animales están condicionados por su instinto y no pueden elegir, pero nosotros disponemos de un grado importante de autodeterminación para decidir lo que hacemos.

Nuestra inteligencia nos ha dado la posibilidad de dominar el mundo natural, incluso la propia continuidad de la vida en el planeta. Y por eso tenemos el deber de usar racionalmente nuestro propio poder.

Anonymous said...

Esta vez, Sr. Saiz, debop reconocer que me ha sorprendido, porque no se me había ocurrido verlo desde ese punto de vista. Pero lo que dice es cierto. Sin la presión ambiental de otras especies rivales y competidoras, el mono que fuimos no habría desarrollado su inteligencia. Decir que fueron esas otras especies las que nos humanizaron, quizá sea mucho decir. Pero hay que reconocer que la base de su razonamiento es certera: de no ser por esos otros animales, que nos lo pusieron difícil, no habríamos tenido el estímulo o presión ambiental que fue determinante en nuestro proceso evolutivo. Y como parte importantísima de esa evolución fue el desarrollo del cerebro, pues hay que reconocer que no está en absoluto descaminado. El papel de otros animales en el incremento de nuestro coeficiente de encefalización, no parece dudoso. Y ya se sabe lo que ese incremento cerebral ello llevó consigo. Así que le felicito por su apreciación.

saiz said...

Gracias por tu visita y tu aportación.

Gemma said...

Y yo pregunto: ¿no se quedarían por el camino, en realidad, los más humanos?...

...Mucho me temo que así fue. Nosotros, imbatibles, los vencimos (¿y aniquilamos?).

Otro abrazo

saiz said...

Buena pregunta, Aurora. Yo creo que hay algo de eso. De ahí, probablemente, la agresividad que mostramos. Y de ahí también la tendencia humana a someternos -históricamente- a líderes despósitos, incluso sanguinarios.

En nuestro desarrollo evolutivo los grupos de homínidos que prevalecieron debieron ser aquéllos en que había un mayor sentido de la jerarquía y de la sumisión al líder, ya que esto hacía más compactos a esos grupos.

Y frecuentemente el líder debía ser cruel y sanguinario, especialmente hacia los miembros los otros clanes o grupos rivales.

Si nos ponemos a pensar, descubrimos que lo más frecuente es que los líderes hayan sido arbitrarios y feroces. Verdaderos monstruos como Calígula, Nerón, Herodes Agripa, Napoleón Bonaparte, Hitler, Stalin, Idi Amín Dadá, Sadam Hussein, Trujillo, Somoza y un largo etcétera). E incluso en algunos casos esto les confería cierto carisma popular, como en el caso de Napoleón o Hitler.

Creo, como dices, que lo mejor del ser humano se quedó (al menos en parte) por el camino.