Friday, November 28, 2008

Xenofilia

Ñu viene del idioma de los hotentotes (aborígenes del cabo de Buena Esperanza).

Tucán viene del idioma de los indígenas de Brasil.

Koala, Canguro y Bumerán vienen del idioma de los aborígenes de Australia.

Baobab viene del árabe.

Iglú viene del idioma de los esquimales.

Cóndor viene del quechua.

Cacahuete y Mapache vienen del nahua.

Guayaba viene del araucano.

Papaya viene del idioma de los indígenas del Caribe.

Cobaya viene del tupí.

Oasis viene del egipcio.

Géiser viene del islandés…

Soy xenófilo verbal. Me gustan estas palabras foráneas y exóticas, incrustadas (pero con una sonoridad propia y distinta) en nuestro idioma. Palabras que no podían ser originarias de esta zona del mundo, porque aquí no hay ñúes, ni tucanes, ni koalas, ni baobabs, ni iglúes, ni cóndores, ni mapaches, ni guayabas, ni géiseres… Palabras que, como hijas adoptivas, ahora son –también- nuestras palabras.

Monday, November 24, 2008

Un gran diseñador

Nadie, según parece, ha diseñado las estrellas, los planetas, los satélites, los cráteres, las rocas…

Nadie, según parece, ha trazado el musgo, los árboles, las esporas, las algas, los arbustos…

Nadie, según parece, ha delineado el pingüino, el lagarto, el camello, la rana, el pez espada…

Nadie, según parece, ha perfilado el corazón, el hígado, el páncreas, la rótula, el cerebro…

Nadie hizo un bosquejo, un plano o un esbozo de ellos. Fueron formándose a sí mismos, merced a la dinámica, el autoempuje y la mutabilidad del existir. Nadie los ha diseñado.

Nadie, según parece, es un gran diseñador.

Tuesday, November 18, 2008

Tan pequeños

Tan pequeño Franz delante de la Metamorfosis.

Tan pequeño Marcel delante del Tiempo Perdido.

Tan pequeño Dámaso ante la Mujer con Alcuza.

Tan pequeñitos puestos al lado de sus criaturas. Tan diminutos comparados con lo que escribieron.

Thursday, November 13, 2008

Qué fuerza

Qué poder, qué fuerza tienen lo estático, lo vegetal, lo inanimado, lo inerte.

Qué poder tienen el hielo y la nieve, que vuelven blancos a los osos, los armiños…

Qué poder tienen las flores, que confieren sus tonos (y hasta su forma) a las mariposas…

Qué poder tiene la sabana, que hace marrones o pardos a los leones, los antílopes…

Qué poder tiene lo frondoso, que tiñe de verde a las iguanas, las serpientes…

Qué poder tiene la noche, que ennegrece u oscurece a los grillos, las lechuzas, los murciélagos…

Qué fuerza y qué poder tienen lo estático, lo vegetal, lo inanimado, lo inerte.

Tuesday, November 11, 2008

Sentir con los pulmones

Para el lenguaje las emociones suelen residenciarse en el corazón, probablemente como órgano motor de nuestra vida (de ahí, por ejemplo, cordial, coraje, descorazonador…).

Pero no siempre es así. Los pulmones también reclaman su parte.

En La Selva del Lenguaje, de J. A. Marina, leo lo siguiente:

Las dificultades respiratorias han servido como base figurativa para algunas palabras que expresan sentimientos: congoja, anhelo, ansia, agobio, angustia. María Moliner define ansia como un malestar físico que se manifiesta principalmente como respiración jadeante. Anhelo guarda la huella de su antepasado latino an-helare, respirar con dificultad… Angustia deriva del latín angustia, estrechez, opresión. También agobio significa sofocación, y la congoja es un sentimiento que ahoga. Procede del latín congustia, angostura (estrechamiento).

Así que no sólo sentimos con el corazón. También con los pulmones.

Monday, November 10, 2008

El circuito del odio

Algunas informaciones científicas se diluyen en la vorágine de la actualidad social. Y sin embargo, a mí se me hacen más interesantes que las noticias políticas o económicas. Es el caso de ésta:

Científicos del University Collage de Londres detectaron el circuito del odio que se dispara en diversas partes del cerebro cuando, por ejemplo, una persona muestra un profundo desagrado hacia otra. En un informe indican que el circuito del odio es diferente al de otras sensaciones como el miedo, la amenaza y el peligro. También es diferente al vinculado al amor, aun cuando comparte al menos dos de sus estructuras.

Específicamente los investigadores estudiaron el odio dirigido contra un individuo.

En su estudio participaron 17 voluntarios, hombres y mujeres, cuyos cerebros fueron puestos bajo un escáner mientras visionaban imágenes de la persona a la que odiaban así como otras neutrales y de amigos.

Cuando veían a la persona odiada se iniciaban actividades en diferentes partes del cerebro, las cuales, en conjunto, pueden ser consideradas como el circuito del odio.

Lo más interesante es que, cuando una persona miró la cara de una persona rechazada, la actividad en el circuito del odio fue proporcional a la intensidad de esa aversión
”.

Así que parece que vamos a saber qué extensión (¿en qué unidad: en milímetros?) tienen las áreas cerebrales del odio. Vamos a medir el rencor, vamos a hacer odiometrías. Vamos a conocer qué parcela, longitud o volumen abarca nuestro odiar.

Ojalá que, en mi caso, ocupe muy poco. Lo mínimo posible.

Saturday, November 08, 2008

Te revivo, Amanda

Lo leo en el periódico:

“Los científicos han grabado por primera vez células cerebrales humanas durante la invocación de un recuerdo, y han observado de este modo no sólo dónde se registra una experiencia recordada sino también, en parte, cómo puede recrearla el cerebro. Las grabaciones prueban que estos recuerdos espontáneos residen en las mismas neuronas que se dispararon con más fuerza cuando se experimentó el suceso recordado.

El estudio prácticamente ha cerrado el caso: para el cerebro, recordar es muy parecido a hacer.

El experimento, publicado en la revista Science, indica que al menos algunas de las neuronas que se disparan cuando se recupera un recuerdo lejano son aquéllas que se activaron con más fuerza cuando ocurrió lo recordado, por mucho tiempo que haya transcurrido”.

Así que ahora está claro: para el cerebro, recordar una acción es muy parecido a hacerla. Rememorar algo equivale, neuronalmente, a revivirlo. Recordar es reexperimentar.

¿Por qué decimos recuerdo cuando queremos decir revivencia?

Tuesday, November 04, 2008

Mi materia

Antes de que yo fuera concebido, el mundo no pesaba menos que después de que fui concebido. Mi materia ya estaba en el mundo (de otra forma, en otro estado).

Cuando yo me extinga, el mundo no pesará menos de lo que pesa ahora. Mi materia seguirá presente en el mundo (de otra forma, en otro estado).

Mi masa corporal es materia del mundo. Mi cuerpo es materia cósmica.

(Por eso, aunque digo "mi materia" pongo en cursiva el mi: porque no es mía indefinidamente, sino más bien un alquiler o un préstamo con vencimiento.)

Así pues, soy una fase provisional de una materia imperecedera.

Puede que no eternamente, pero al menos mientras exista el cosmos mi materia seguirá aquí.

Monday, November 03, 2008

¿Quiénes son ésos?

Casi nadie ha conocido a sus bisabuelos pero, de haberlos conocido, serían (entre bisabuelos y bisabuelas) ocho personas. El número de tatarabuelos-as es de dieciséis. No hay (que yo sepa) una palabra para llamar a los padres de los tatarabuelos, pero su número es de 32. Y el de los padres de éstos, 64. Sí: sesenta y cuatro.

Cada escalón que retrocedemos en el árbol genealógico, hay que multiplicar por 2 nuestro número de ascendientes. Tomando dos generaciones por centuria, en el siglo XVI vivían unos 1.000 antepasados nuestros.

(Sí: la “cadena” sería:

Siglo XX… 2 - 4
Siglo XIX… 8 – 16
Siglo XVIII… 32 - 64
Siglo XVII… 128 – 256
Siglo XVI… 512 – 1.024)

Parece increíble pero es así. En los últimos cinco siglos hemos tenido, calculando por lo bajo, unos 1.000 antepasados.

¿Y cómo fue la vida de esas personas?

Sabemos que nacieron, que tuvieron infancia y juventud: que fueron niños y niñas, muchachos y muchachas.

Sabemos que, en épocas de gran mortandad infantil, tuvieron la suerte de no morir antes de procrear. (De lo contrario, no existiríamos.)

Sabemos que, por los acontecimientos que les tocó vivir, muchos de ellos debieron sufrir privaciones, epidemias, guerras…

Pero, aparte de estas generalidades, no sabemos nada en concreto de ellos.

Lo probable es que, entre tantos antepasados, haya habido de todo: altos y bajos, delgados y gruesos, honestos y deshonestos, felices y desdichados…

Esa inmensidad de hombres y mujeres de los que venimos, cuyos genes portamos y a los que cada uno de nosotros debe su existencia nos resultan (para bien o para mal) unos perfectos desconocidos.