Wednesday, December 21, 2005

Y ya otra vez no verte

Y ya otra vez no verte.



Procederá el sobreseimiento provisional cuando resulte del sumario haberse cometido un delito y no haya motivos suficientes para acusar a determinadas personas como autores, cómplices o encubridores.
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Verte cuando te abordaban, cuando te dabas cuenta e intentabas zafarte, cuando agitabas los brazos, cuando gritabas. (Oigo gritos que no suenan.)

Verte cuando eras agarrada, cuando se te caían los libros, cuando te tapaban la boca, cuando te tiraban al suelo, cuando te resistías, cuando ponían el cuchillo en tu cuello, cuando te arrancaban la ropa, cuando te penetraban, cuando volvían a hacerlo.

Éste no lo consigue. Se levanta, con los pantalones bajados. Se agacha sobre tu cabeza. Te obliga a abrir la boca. Tengo que dejar de mirar.

Ver tu cara, tus ojos de niña, tus lágrimas, tu miedo, quizá tu esperanza de que todo acabe y te dejen ir.

(¿En qué pensabas?)

Tus labios se mueven y no sé qué dices. Los mismos que me besaban cada mañana.

Verte cuando comprendías que no iban a dejarte marchar. Ver tu desesperación y tu espanto.

Sigo pese a todo.

Ver a un canalla presionando tu garganta mientras el otro te sujeta por los brazos.

Ver tus espasmos, tus estertores, tu vano amarre a la vida.

Verte, pero no estar allí ni entonces.

Verte y no poder hacer nada, ni cambiar nada.

Verte.
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-El procedimiento se archivó, el archivo en estos casos es siempre provisional, no puede excluirse que en el futuro aparezcan pruebas. En tal caso el sumario se reabriría.

-Ya sé todo eso.

-Bien, entonces dígame lo que quiere.

-No fue usted quien llevó el caso.

-Sólo al final. Cuando me incorporé al Juzgado el asunto ya estaba prácticamente ultimado. Con los elementos de que disponía no daba más de sí. No cabía otra posibilidad que el sobreseimiento, quiero decir archivo. Provisional, por supuesto. Nadie propuso ya más diligencias, se indagó hasta el final, hasta donde se pudo. Supongo que lo sabe, imagino que estaba usted personado y se le fue notificando todo.

-Bueno, yo vengo a traerle una prueba.

-¿Algo nuevo?

-Sí. Nuevo y viejo a la vez.

-Bien, pues dígame. Ya le he comentado que las actuaciones pueden reabrirse en cualquier momento, siempre que haya algo que lo justifique.

-Le traigo las imágenes.

-¿Perdón?

-Las imágenes de todo.

-¿A qué se refiere?

-A la violación y asesinato de mi hija.

-Bueno, verá, comprendo que siga usted muy afectado, no puede recibirse un golpe así y no sufrir tremendamente. Y luego está esa sensación de impotencia, de que un hecho así quede sin castigar, impune, y sin haberse aclarado. Cruzarte con cualquiera por la calle y sentir que pudo ser el asesino de tu hija. Yo lo pienso y no puedo imaginar cómo reaccionaría si me pasara.

-Todo eso ya lo he vivido, han sido ocho años así. Y es mucho peor de lo que imagina. Pero no caí en el abatimiento. Aunque sí, al principio. Pero luego empecé a pensar que tenía que haber algún medio. Y entonces reaccioné.

-¿Algún medio para qué?

-Para saberlo.

-¿A qué se refiere?

-A los culpables.

-Bien, pero ¿qué es lo que desea decirme?

-Mire, en primer lugar necesito que me escuche. Llevo toda mi vida estudiando la física. La luz es parte de la física. Así que empecé a pensar que la verdad tenía que estar en la luz.

-Está bien, explíqueme mejor lo que quiere decir con eso.

-Si no me interrumpe será más fácil. La luz viaja. La luz de las estrellas que vemos no es la que despiden en el momento en que miramos; es la luz que emitieron hace meses, o años. Por la misma razón, si alguien mirara ahora la Tierra desde alguno de esos puntos del cosmos, la luz que vería no es la que ahora proyecta el planeta, sino la emitida hace varios meses, o varios años. O sea, podría ver lo ocurrido en el pasado.

-Sí, claro, es interesante pensar en eso.

-La siguiente cuestión consistía en recuperar la luz.

-Recuperar la luz...

-Recuperar la que salió de la Tierra hace ocho años. La luz en que viajaban las imágenes. Porque las imágenes son luz. Esa luz se proyectó en algún lugar, tuvo que reflejarse, como en un espejo. ¿Sabe?: el Universo está lleno de espejos, materias que reflejan la luz. Y después esos espejos tenían que enviarla de nuevo a la Tierra. O mejor dicho, la Tierra tenía que recibir su luz. Había que lograr un modo, un instrumento para verla. Esa luz, salida de la Tierra, se reflejó en algún lugar hace cuatro años. Después tardó otros cuatro años en volver a la Tierra. Sólo había que recuperarla. Y yo la he recuperado. Por último, había que amplificarla. Al final todo es una cuestión de aumentos y lentes. Durante mucho tiempo he vivido sólo para eso. Así que aquí tiene las imágenes.

-Bueno, lo que está contándome parece bastante extraño, la verdad. De todas formas, estoy dispuesto a ver lo que me trae. Le prometo que lo veré y después le comentaré. ¿Cómo puede verse?

-Ésta es una copia, está grabada en un soporte de vídeo. Sólo necesitará un reproductor normal.

-Pero aquí no tengo, lo podría ver después en casa. Pero ¿y si sufre algún daño?

-Tengo más copias, no se preocupe por eso.

-De todos modos, habrá que hacer una declaración formal. Deberá decir todo eso en una comparecencia hecha a instancia suya. También tendré que avisar al fiscal, para que esté presente. Espere un momento fuera, si hace el favor.
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Visto el contenido de la anterior declaración, incorpórese a las actuaciones la grabación videográfica aportada. Practíquese dictamen pericial a fin de constatar si su contenido se corresponde con hechos reales así como la autenticidad de lo registrado, a cuyo fin se designará a tres Catedráticos de Física y Óptica. Asimismo se encomienda a la Policía Judicial el examen de la grabación y demás actuaciones conducentes al esclarecimiento de los hechos.

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la tarde de ayer fueron detenidos por la Policía dos hombres en relación con la violación y asesinato de una joven, hechos ocurridos hace ocho años. Las actuaciones judiciales fueron archivadas un año después, por falta de pruebas. Lo más llamativo del asunto es que, según ha transcendido, la actividad llevada a cabo en este tiempo por el padre de la víctima podría haber resultado decisiva para la resolución del caso. El padre de la muchacha, investigador del Instituto Astrofísico, dejó de trabajar a raíz del crimen y se ha dedicado durante estos años a indagar sobre la muerte de su hija. Según han informado fuentes de la investigación, el padre de la joven habría puesto a la Policía sobre la pista de los ahora detenidos, gracias a un ingenio óptico por él creado capaz de obtener imágenes de los hechos. Si bien en su momento los restos hallados en el lugar del crimen no permitieron la identificación de sus autores, las imágenes ofrecidas por el padre de la víctima parecen haber permitido a la Policía identificar a los responsables del asesinato. El contraste de los vestigios habría confirmado
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tiene todavía un nombre definitivo, y el que va prevaleciendo –recuperador espacial de luz- no se ajusta exactamente a sus características técnicas. Pero, como quiera que se le denomine, está ahí y va a cambiar los modos de actuar en múltiples ámbitos.

La posibilidad de reproducir imágenes del pasado es una realidad, y del mismo modo que se ha aplicado a la investigación de un asesinato (de la hija de su inventor) va a utilizarse en otros casos.

Sin duda modificará nuestra concepción de la intimidad, al menos en lugares abiertos, ya que la posibilidad de que las imágenes sean después recuperadas estará siempre presente. Las cautelas que en su día se objetaron en relación con la videovigilancia (instalación de cámaras en lugares públicos) parecen cándidas en comparación con las posibilidades del recuperador de luz.

Resulta ineludible una reforma legal que permita emplear la recuperación lumínica como medio probatorio en juicios –no sólo penales-; y ha de regularse su incidencia sobre los procedimientos ya concluidos. ¿Deberá permitirse que con su uso se corrijan sentencias firmes? La respuesta negativa parece indefendible, sobre todo cuando la revisión fáctica sea pedida por personas condenadas aduciendo error probatorio.

También será necesario, al margen ya de su empleo como medio judicial, establecer las condiciones de su uso privado. Habiendo renunciado su inventor –recientemente fallecido- a toda patente industrial, ¿debe permitirse su libre fabricación y venta? Y en tal caso, la posibilidad de que cualquiera pueda ver imágenes de los pasados ajenos ¿no constituirá una intensa lesión de la privacidad?

¿Y qué ocurre con el derecho a la propia imagen?

Nos enfrentamos a la vulnerabilidad retrospectiva de las intimidades ajenas, las de quienes confiábamos en no ser vistos por terceros (ni entonces ni nunca), en un tiempo en que nadie atisbaba la recuperabilidad de las imágenes. Piénsese que, aunque en su versión actual el recuperador lumínico no permite recobrar imágenes más que de unos cuantos años atrás (justo lo que necesitaba su inventor para esclarecer el asesinato de su hija), es posible que en poco tiempo un mayor desarrollo permita recuperar imágenes más

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Podrá instarse la revisión de sentencia firme por persona que haya sido parte en el procedimiento, o por sus causahabientes, siempre que lo declarado probado en sentencia pueda quedar desvirtuado mediante la recuperación espacial de imágenes.

La petición revisoria deberá indicar el fundamento de la recuperación lumínica y su incidencia en el proceso. También habrá de especificarse el hecho objeto de recuperación así como el lugar, día y hora en que aquél se haya producido.

Tal revisión podrá instarse en cualquier tiempo hasta tanto la sentencia no haya sido totalmente ejecutada.

No procederá la revisión de sentencias firmes absolutorias.

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juicio con jurado popular que el Tribunal Superior ordenó repetir, ha vuelto a celebrarse con un jurado distinto. La conclusión del segundo jurado es diferente de la que alcanzó el primero, pese a que en ambos juicios se han practicado idénticas pruebas, a excepción del recuperador lumínico utilizado en la nueva vista. Mientras que en la primera el jurado popular condenó al procesado, en ésta ha emitido veredicto absolutorio, con lo que

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más llamativo de la memoria judicial es el epígrafe de nueva incorporación “Revisiones de sentencias con base en recuperación espacial de luz”, que ascendieron a 1.714, y que dieron lugar a rescindir 1.221 sentencias firmes. Asimismo destaca, dentro del apartado Penal, el epígrafe “Sentencias condenatorias por falso testimonio” acreditado mediante recuperación lumínica, que ascendieron a

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restregarse los ojos para asegurarse de no estar soñando. Había que sobreponerse a la turbación. Porque ninguno esperaba presenciar las imágenes que vimos ayer. Todo conduce a pensar que era él. Sin duda que la secuencia no era como cada uno había imaginado, como habíamos recreado mentalmente a partir del relato evangélico. Pero allí estaba lo esencial.

Algunos tópicos de la tradición han sido corregidos, como su aspecto físico (más bajo y desgarbado de lo que pensábamos); o la manera como fue asido a la cruz mediante enormes clavos en muñecas y tarsos, llegando a perder la conciencia; o el casco, más que corona, de espinas en su cabeza. Personalmente me ha impresionado la abundancia de insectos posados en sus heridas.

Pero son detalles accesorios, porque lo sustancial coincide con lo que se nos había narrado: la tortura de un hombre en una cruz.

También hemos visto el traslado de su cuerpo a un sepulcro y su salida, 41 horas más tarde, con andar vacilante.

La jerarquía eclesial, que tantas reticencias ha opuesto a la captación de imágenes biográficas de Cristo, advirtió de que, pasara lo que pasara, nada cambiaría; que la resurrección no es consustancial a la fe, y que el verdadero fundamento cristiano no es la resurrección, sino el sacrificio divino en expiación por la Humanidad.

Pues bien, las imágenes que ayer contemplamos no aclaran si quien aparece llegó a morir o no en la cruz. Muestran un tormento al que difícilmente puede sobrevivir un ser humano, y revelan que esa persona abandonó, dos días y medio después, con vida el sepulcro. La huida de los vigías, que también pudimos presenciar, resulta comprensible ante la irrupción de un cadáver viviente.

Después pudimos verlo dirigirse a un lugar cerrado, quizás una cabaña o cobertizo de pastores, por lo que a partir de ahí se corta la secuencia.

Pero probablemente se conseguirán otras imágenes. Quizás alguien espere ver un hombre elevándose hacia las nubes. En todo caso el recuperador lumínico puede aclarar lo ocurrido después de la crucifixión: cuánto tiempo siguió viviendo el crucificado, cómo y dónde.

Es difícil, en cambio, que pueda contestarnos a la otra parte del enigma: el motivo de
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Ahora es cuando llega al colegio, me espera a la salida. Ese niño soy yo, me da la mano. Estamos saliendo a la calle. Pronto me vendrá el estornudo, los mocos colgarán hasta la barbilla. Papá buscará en sus bolsillos, tampoco él lleva pañuelo.

Me lleva a un sitio apartado, va a quitarse el zapato, se saca ahora el calcetín. Me limpia la cara con él, ahí está su pie desnudo.

Termina de limpiarme. Se pone el calcetín empapado de mocos. Está calzándose, me da otra vez la mano.

Volver a verlo, volver a vivirlo.

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cuanto a la aducida vulneración de los derechos a la intimidad personal y a la propia imagen, procede hacer las siguientes consideraciones.

En primer lugar, es sabido que no surtirán efecto las pruebas obtenidas violentando derechos o libertades fundamentales.

Pues bien, acerca de la utilización del recuperador lumínico para el esclarecimiento de hechos delictivos, es la primera ocasión en que este Tribunal tiene oportunidad de pronunciarse. Ello es explicable porque precisamente en el procedimiento de que trae causa este recurso, fue donde se utilizó por primera vez dicho ingenio óptico, inventado por el padre de la víctima. La agresión infligida a su hija espoleó su afán por identificar a los autores, llevándole a desarrollar dicha técnica. Justamente ello permitió la reapertura de las actuaciones (previamente sobreseídas por desconocerse la identidad de los responsables), cuando aún no se había producido la prescripción de los delitos.

La mencionada técnica recuperatoria, que en el tiempo transcurrido desde su invención ha experimentado un muy notable perfeccionamiento -hasta el punto de haber sido aplicada también para despejar dudas históricas-, permite reproducir imágenes de hechos pretéritos.

Es comprensible que se susciten problemas acerca de su admisibilidad probatoria y respecto a su colisión con otros derechos. Pues bien: aun siendo difícil establecer pautas generales, puede afirmarse que en los casos, como aquí sucede, en que la recuperación lumínica se emplee para esclarecer delitos perpetrados en lugares abiertos (y no en sitios privados o reservados), la aplicación de dicha técnica no es contraria a los derechos a la intimidad y propia imagen.

Y ello porque, al haberse cometido los delitos en lugar de libre tránsito, las imágenes correspondientes a tales hechos, captadas “a posteriori”, no constituyen intromisión en la privacidad.

El argumento de que, en caso de haber sabido los ejecutores que posteriormente iba a poderse obtener imágenes, no habrían ejecutado tales acciones, tal argumento –decimos- no resulta acogible; pues quien realiza un acto delictivo, incluso cuando busque la ocultación, está asumiendo que sus hechos pueden ser contemplados por terceros (testigos cuya existencia ignore), y por la misma razón debe admitirse la posibilidad, entonces desconocida, de reproducir visualmente los comportamientos mediante recuperación lumínica.

Por lo que se refiere a la propia imagen, claramente no se ha vulnerado tal derecho, ya que las secuencias reproducidas corresponden a gravísimas conductas, aparte de que no se ha pretendido la publicación de las imágenes ni de la figura de los imputados, siendo la única finalidad acreditar –de manera en extremo fidedigna- los actos delictivos.

En suma, la utilización del recuperador lumínico no ha vulnerado derechos fundamentales, habiendo constituido un instrumento admisible para la prueba de los hechos.

El padre de la víctima de los delitos que motivaron estas actuaciones ha puesto a disposición de la Humanidad un instrumento complejo, del que, como siempre, habrá que aprovechar sus posibilidades valiosas y repudiar sus usos dañinos.

Procede confirmar la conclusión obtenida mediante dicha técnica y por tanto

Friday, December 16, 2005

Vosotras moscas vulgares

Vosotras moscas vulgares.





Como continuación del atestado instruido acerca del accidente de tráfico que afectó al camión arriba referenciado, por esta comandancia se han practicado diligencias ampliatorias, que se relacionan seguidamente.

Ha podido constatarse que la carga que el camión transportaba, parte de la cual cayó durante el accidente y quedó esparcida en carretera y arcén, no se corresponde con la mercancía para cuyo transporte estaba autorizado el camión. Este hecho ya fue advertido al tiempo de redactarse el atestado inicial, toda vez que la licencia se hallaba concedida para el transporte de hortalizas y frutas, mientras que la carga desprendida del remolque consistía fundamentalmente en pequeños gusanos o larvas de insecto. Estas larvas estaban vivas, siendo transportadas en cajas acondicionadas para su traslado y mantenimiento con vida, disponiendo incluso de una pasta o preparado para su alimentación.

Cautelarmente se intervinieron dichos insectos.

Como quiera que las expresadas circunstancias, aparte de la irregularidad administrativa inherente al transporte de mercancía no autorizada, pudieran comportar otras conductas ilícitas, con transcendencia incluso penal en caso de productos tóxicos o infecciosos, se han practicado averiguaciones en varios ámbitos.

En primer lugar, se ha recabado informe de un zoólogo de la Facultad de Ciencias Biológicas, que se adjunta al presente y que concluye que las larvas intervenidas son de mosca común. Por tanto, no se trata de especie potencialmente dañina, más allá de las consabidas inconveniencias o molestias que las moscas vulgares ocasionan.

En segundo término, se ha interrogado al conductor del camión, quien, si bien en un primer momento declinó contestar a las preguntas que se le formularon, posteriormente y tras efectuar una llamada telefónica (a lo que fue autorizado por esta comandancia), accedió a ello realizando las siguientes manifestaciones:

Preguntado por la razón de transportar larvas de insecto, responde:

Que la fábrica de insecticidas en que trabaja ha reducido notablemente sus ventas en los últimos tiempos, lo que entiende es debido a la disminución de moscas en el entorno.

Preguntado sobre qué proyectaba hacer con las larvas, responde:

Que pretendía dejarlas en libertad en cuanto se desarrollaran lo suficiente para volar.

Preguntado si pretendía establecer un criadero, responde:

Que no lo descartaba.

Preguntado sobre la procedencia de las larvas, responde:

Que las ha adquirido en el extranjero, no deseando concretar su origen ni las personas que las han suministrado, si bien quiere precisar que las ha obtenido a precio módico.

Preguntado si ha recibido instrucciones de su empresa para que traiga moscas a nuestro país, responde:

Que no.

Preguntado sobre quién le ha encargado dicho transporte, responde:

Que nadie se lo ha encargado.

Preguntado por el motivo último de transportar larvas de mosca, responde:

Salvar su puesto de trabajo.

Invitado a concretar más su respuesta, añade:

Que la empresa ha iniciado ya los trámites de regulación de empleo, en la planta de insecticidas domésticos, para suprimir esta línea de producto y cesar a los trabajadores de la sección. Que pensó que, de aumentar la demanda de esos insecticidas, la empresa podría desistir del ajuste y mantener su plantilla.

Preguntado sobre si además del declarante hay otros trabajadores involucrados en el transporte de larvas, responde:

Que no desea contestar.

Preguntado si quiere añadir algo más a su declaración, responde:

Que el declarante no es ningún delincuente porque no ha robado ni dañado a nadie. Que siempre ha habido moscas y la gente ha usado insecticidas para librarse de ellas. Que sólo quiere que sigan vendiéndose matamoscas, para salvar su puesto de trabajo y los de sus compañeros. Que si pierde su empleo en la fábrica de insecticidas, se quedará en paro y no sabe de qué vivirá. Que tiene tres hijos menores de edad. Que ahora ocurre esto con las moscas pero después será con las hormigas. Que el consumo de cucarachicidas también está decayendo. Que puede ser a causa de la contaminación.



-Bueno, ya está transcrito. ¿Lo damos por terminado?

-No, hombre, hay que añadir que no se desprende relevancia penal y por eso le hemos dejado irse.

-A mí me parece un tío valiente.

-Al menos no se resigna a que lo echen.

-Los que deciden los recortes son unos capullos. Con qué indolencia tiran a la gente, pero en cambio sus sillones de directivo son sagrados.

-Pero es que… Tiene su lógica: si la gente no compra insecticidas, no tiene sentido fabricar algo que no se vende. Entonces hay que despedir a quienes trabajan en eso. O sea, amortizarlos. Es la ley del mercado.

-Así visto parece simple. Pero no deja de ser una putada. Imagínate que de repente no se cometieran delitos, que todo el mundo cumpliera las leyes: ni un homicidio, ni un robo… Entonces tú y yo sobraríamos: todos los policías, guardias, vigilantes… al paro.

-Quieres decir que cobramos gracias a los delincuentes. Vamos: que vivimos de ellos.

-Ríete, pero es así. Si no hubiera delincuentes tendríamos que plantearnos ser policías de día y ladrones de noche. Así no nos considerarían prescindibles, ex-ce-den-ta-rios. Una vez leí en el periódico que un bombero forestal provocaba incendios para evitar que suprimieran su retén.

-¿Ah, sí? Tiene gracia.

-¡Toma!, y hace un siglo hubo obreros que rompían máquinas porque por su culpa perdían el jornal.

-Cómo se ve que lees historia.

-Me interesa, aunque no sirve para nada. Fíjate que, actualmente, la industria militar se las arregla para que siempre haya alguna guerra: para las fábricas de armas, la paz significa su quiebra.

-Pero todo eso es insensato. Lo único claro es que, si no pudiéramos seguir trabajando en esto, intentaríamos dedicarnos a otra cosa.

-Sí, pero imagínate que mañana te despiden. No es fácil empezar de nuevo. Antes tienes que encontrar otro empleo, aprenderlo, reciclarte…

-Tendría derecho a cobrar el paro.

-Pero no es lo mismo. Mucha gente se siente fracasada al perder su trabajo. De pronto los ingresos se reducen al mínimo, se hace difícil convivir, la familia paga los platos rotos. Tus hijos se van al colegio y te preguntan: “papá, ¿por qué no trabajas?”. Y encima, desde fuera te miran con suspicacia, como a un defraudador o un parásito. Y tampoco sabes cuándo acabará eso.

-¿Y qué solución se te ocurre? Si no hay moscas, es una ventaja. Igual que si no hubiera delitos. Lo que la gente ahorre en insecticidas o en blindajes, se lo gastará en otras cosas. Y eso generará nuevos empleos. Las necesidades humanas son ilimitadas.

-No estoy de acuerdo: las necesidades son limitadas, lo ilimitado es la codicia.

-Bueno, llámalo como quieras.

-¿Recuerdas cuando para sacar dinero del banco tenía que atenderte un cajero, un cajero-persona? ¿Y cuando había cobradores en los autobuses (no como ahora, que cobra el conductor)? Y los cobradores seguían siendo útiles, los quitaron para ganar más dinero. ¿Crees que esos puestos se han sustituido por otros? Más bien se han perdido, sin más.

-No; es distinto. Lo que digo es que, si siguieran los cobradores en los autobuses y los cajeros en las ventanillas, esos servicios serían más caros. Entonces la gente tendría menos dinero para gastar en otras cosas, y eso impediría surgir nuevos empleos.

-Es posible, pero debe haber otra forma de progresar, sin tirar gente a la calle. El precio es demasiado alto. Si hay que pagarlo, repartámoslo entre todos. Porque, aunque esa gente acabe encontrando otro empleo, el problema es “mientras tanto”. Y… Hola, amiguita, ven aquí. ¿Has visto… qué mosca más guapa?

Como una grandiosa espina

Como una grandiosa espina.


-Tapiceros. Dígame.

-Buenos días. Querría saber si pueden tapizar un sillón.

-Sí, claro. ¿Lo va a traer usted o hay que recogerlo?

-Pues... ¿Pueden hacer el trabajo en el domicilio?

-Depende de cómo sea el encargo.

-Bueno, verá. Es un sillón antiguo...

-¿Un sillón solo o un tresillo?

-Un sillón, o sea, una butaca con reposabrazos.

-¿Y sabe ya cómo lo va a tapizar? ¿Ha elegido tela?

-Pues no, sería una tela similar a la originaria, pero... Verá, es que hay un problema adicional. Resulta que he perdido un papel, se ha metido por esa raja que hay entre el asiento y el brazo del sillón. Y por más que he intentado sacarlo, no he podido. Así que, como es un papel importante, quizá haya que desmontar el mueble para sacarlo. He pensado que ustedes... Así además aprovecharíamos para tapizarlo.

-Bueno, pero nosotros el armazón no lo tocamos, eso más bien sería cosa de carpintería.

-Ya. En fin, lo que quiero es que vengan a verlo y así decidir.

-Pero entonces tendremos que facturar el desplazamiento, nosotros el presupuesto no lo cobramos pero el desplazamiento sí.

-Se comprende... Lo que sí querría es que vinieran de seis a siete de la tarde, a esa hora mi madre está fuera. Es que a ella el sillón le trae recuerdos y prefiero que no sepa que vamos a tocarlo.



-Hay que descoser por aquí.

-Haga lo que sea necesario.

-A ver si hay suerte y no tengo que mover listones... Parece que veo algo dentro... pero no es un papel, es una cosa dorada... Ya lo tengo, ah y el papel también.

-¿Y esto? Pues sí que es bonito, no lo había visto nunca.

-Tiene pinta de antiguo. Igual lleva cien años ahí dentro. Esos relojes de bolsillo ya no se fabrican.

-En fin, un descubrimiento. Supongo que mi madre sabrá cómo llegó ahí.


-Hola, mamá. ¿Te has fatigado en el fisio?

-No es fatiga, hijo mío, es desesperación porque los músculos no me obedecen.

-Comprendo. Además, por lo que veo se ha alargado la sesión. Bueno, ahora mismo te llevamos a la cama, entre Silvia y yo. Cuando hayas cenado tengo que enseñarte algo.

(...)

-¿Qué me querías enseñar?

-Lo tengo en el bolsillo. Mira.

-Pero... ¿dónde has encontrado esto?

-En la butaca del salón. Estaba dentro. Tuve que abrirla para recuperar un cheque (nada menos que el talón de la venta de la casa), se me salió del pantalón y se coló por una raja. Y, mira por dónde, además del cheque apareció esto. Pero, ¿por qué lloras?

-Era de tu padre. Su reloj de bolsillo.

-Claro, te trae recuerdos...

-No lloro por eso. Es otra cosa... Es que creímos que lo habían robado... Tu padre lo echó en falta y llegó a la conclusión de que sólo podía haberlo cogido la criada.

-¿La criada? Pero ella lo negaría.

-Todo el tiempo. Pero no sirvió de nada. La despedimos. Figúrate: en un pueblo pequeño, todo el mundo se enteró. Quedó como una ladrona.

-Vaya metedura de pata...

-Y ya ves, ahora resulta que nadie lo robó. Medio siglo ha hecho falta para demostrarlo. Pobre muchacha... Debimos de hacerle mucho daño.

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-¿Quién es?

-Buenos días, señora. Soy Pablo Villanueva, notario. Aquí tiene mi tarjeta. Pero mi visita no tiene que ver con mi profesión. Quería hablarle de un asunto personal. Necesito un poco de tiempo para explicárselo. Puedo volver cuando usted diga, o estaría encantado de invitarla a un café donde guste.

(...)

Pues verá, es una historia larga. Mis padres vivieron en este pueblo hace unos cincuenta años. Mi padre también era notario, y éste fue uno de sus primeros destinos. El caso es que en casa de mis padres estuvo trabajando una mujer, joven, entonces tendría unos veinte años. Un día, mi padre echó en falta un reloj de bolsillo. Era un reloj valioso, de oro. Buscaron por todas partes pero no apareció. Como mi padre estaba seguro de haber traído el reloj a casa y no haberlo perdido fuera, sospecharon de la cria... o sea, la asistenta. Ella negó haberlo cogido, pero el caso es que mis padres perdieron la confianza en ella y... la despidieron. Poco después mi padre se trasladó a otra notaría. No volvieron a saber más de aquella mujer.

Ahora hay que dar un salto en el tiempo. Hace apenas un mes, estando yo sentado en una butaca, del bolsillo del pantalón me desapareció un cheque. Estaba tan seguro de que lo llevaba ahí, que sólo encontré una explicación: se había metido por la raja, ésa que tienen los sillones antiguos entre el asiento y los brazos. Intenté meter la mano para cogerlo pero fue inútil. Tuve que avisar a un tapicero. El caso es que, al desmontar el sillón para sacar el cheque, apareció también el viejo reloj de mi padre. O sea, que siempre estuvo allí: nadie lo había robado.

-¿Y por qué me cuenta todo esto?

-Pues el caso es que la asistenta a la que mis padres despidieron podría ser... su madre.

-¿Y cómo ha llegado a esa conclusión?

-Mi madre me ha proporcionado algunos datos, más bien pocos, porque ha transcurrido mucho tiempo. Y esos datos los he pasado a una agencia de investigación. Ya sé que le sonará raro, contratar a un detective para esto. Pero ¿qué otra cosa podía hacer?: no sé hacer averiguaciones, y ni siquiera conocí a esa mujer: cuando eso ocurrió yo aún no había nacido.

-¿Y para qué la busca?

-Para que mi madre pueda disculparse. Necesita disculparse con ella, pedirle perdón.

-Vamos a ver si lo he entendido: Su madre echó de su casa indignamente a la mía, y ahora, al cabo de un montón de años, quiere lavar su conciencia.

-Sí, podría decirse así.

-¿Y ha venido su madre al pueblo con usted?

-No, ella está impedida, en silla de ruedas. Precisamente el cheque que perdí era por venta de nuestra anterior casa: nos hemos tenido que mudar porque ya no puede subir escaleras. Por desgracia le queda poca vida. Su enfermedad es incurable, una cuenta atrás. El favor que quiero pedir a su madre es que viaje conmigo para que la mía pueda disculparse. Para que no muera con esa comezón.

-Tengo que pensarlo. En principio me parece que, si eso es verdad, lo que hicieron con mi madre fue una cabronada. Y eso no se borra diciendo “lo siento” al cabo de cincuenta años. Por lo menos, que quienes lo hicieron lleven ese peso en su conciencia.

-Comprendo su reacción. A mí también me subleva, ¿sabe?, aunque los autores de esa infamia fueran mis padres. Lo único que le pido es que me permita hablar con su madre, o al menos le transmita mi ruego. Piénselo, por favor, y dígame cuándo podríamos vernos otra vez.

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-Ya he hablado con mi madre. No es la persona que busca.

-¿Ah, no?

-No.

-Pues... tendré que seguir indagando.

-No hace falta.

-¿Cómo?

-Que no es necesario. Su detective iba bien encaminado, sólo se equivocó un poco. La persona a la que busca es mi tía.

-Ah, entonces se explica el error: los mismos apellidos, el mismo pueblo... Y ¿me permitiría usted hablar con su tía?

-No puede ser: está muerta. Murió hace dos años.

-Vaya... Me deja de piedra.

-Pues eso es lo que hay.

-No sé cómo va a encajarlo mi madre cuando se lo diga. No tiene ánimo para nada desde que apareció el reloj.

-Lo siento, y perdón por haber estado áspera el otro día. Usted no tiene culpa de lo que hicieron sus padres. Tengo que dejarle.

-¿Sabe? Ya que su tía ha muerto, me gustaría al menos explicar a mi madre cómo fue su vida: qué pasó después de que la despidieran.

-Se fue del pueblo. Quien mejor conoce la historia es mi madre.

-Entonces, por favor, permítame hablar con su madre.

-Está bien, le daré las señas del hospicio, anótelas si quiere.


-Buenos días, señora. Soy Pablo Villanueva.

-Mi hija me ha hablado de usted.

-Bueno, ya sabe por qué he venido. Querría que me hablara de su hermana.

-Mi hermana... Cuando la despidieron de casa del notario, se marchó del pueblo. Aquí todo el mundo la miraba como a una ladrona. Porque se corrió la voz.

-Pero encontraría trabajo en otro lugar.

-Le daba igual todo. Algún trabajo tuvo, pero al final se fue con las monjas. En el convento vivió en paz, hasta que le vino la trombosis. Va para dos años que murió.

-Estoy pensando... Señora, lo que voy a pedirle quizá le parezca un despropósito. Pero mire, mi madre va a sufrir mucho si sabe la verdad. Ella necesita pedir perdón por aquella injusticia. Y no se puede pedir perdón a una persona muerta. Si usted aceptara venir conmigo y hacerse pasar por su hermana... Se lo suplico. El viaje no es largo, y luego… Será un momento. Simplemente para que mi madre pueda, antes de morir, implorar su perdón.

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-Mira, mamá, ha venido conmigo Ino.

-Acércate, ven que te abrace. ¡Cuánto te hicimos sufrir, y sin ninguna razón!

-Vamos, señora. El tiempo lo cura todo.

-Perdona, hija mía, ¡qué injustos fuimos!

-Está perdonada, señora. No dé más vueltas a eso.

-Y cuéntame, Ino, ¿qué fue de ti?

-Pues ya ve, señora, me casé, tengo una hija, dos nietos...

-¿Seguiste viviendo en aquel pueblo?

-Sí, señora, allí sigo. Aunque ahora estoy en el asilo municipal, por no dar la lata a la familia.

-Pero... ¿Seguro que eres Ino? De pronto me ha venido a la cabeza... Ino tenía una hermana, yo creo que... Durante un tiempo estuvo viniendo a casa cuando ella enfermó. Las mismas facciones, ese lunar en...

-Ha acertado, señora: soy Adela, la hermana de Ino. Pero da igual. Yo la perdono a usted en su nombre. La perdono como Ino la habría perdonado. ¿Sabe? Ino se hizo monja, estuvo en clausura y fue feliz a su manera. Va a hacer dos años que murió. Ino está en el cielo y allí la ha perdonado. Y Dios también. No llore, señora.

-¿Has ideado tú esta farsa, Pablo?

-Lo siento, mamá. Sólo quería que dejaras de sufrir.

-...Y toda mi vida así, sin pintar nada. Fue mi marido quien se empeñó en despedir a Ino. Dijo que bastante hacía con no denunciarla al juez. Habría sido aún peor: ¡una denuncia del señor notario! Con esto no me justifico: yo también soy culpable por no afear más la conducta a mi marido. Una reputación destruida sin pruebas, temerariamente... ¿Y qué importaba, siendo una pobre criada?

-Vamos, señora, tranquilícese. Yo también me he prestado a esta simulación, para consolarla. Abráceme otra vez y será como si abrazara a Ino.

-Gracias. ¿Sabes que me queda poco tiempo de estar aquí? Pronto... No sé dónde iré cuando muera, si es que voy a alguna parte. Pero, sea como sea, ya no veré más humillación ni injusticia.

La verdadera espina

La verdadera espina (o Así me lo contaron).



A Javier L., que lo vivió.
A Ino, esté donde esté.

Ocurrió cuando yo tenía ocho años.

Estando mi padre sentado en un sillón (un viejo sillón de terciopelo azul que había pertenecido a mis abuelos maternos), de un bolsillo de su pantalón se salió accidentalmente un documento (creo que un talón bancario) que se coló por una de las ranuras existentes junto a los brazos del sillón. Al percatarse, mi padre intentó sacarlo, pero le fue imposible porque el documento se había metido hasta el fondo y la abertura resultaba estrecha. Incluso mis padres recurrieron a mí, pensando en que al tener las manos más pequeñas podría extraerlo, pero tampoco lo logré.

Como aquel papel era muy importante para mi padre, no hubo más remedio que desmontar parte del butacón para extraerlo de su interior. Cuando lo hicieron, mis padres consiguieron recobrar el documento, pero además encontraron otro objeto dentro del sillón. Era un reloj de bolsillo, dorado, con una larga cadena. Al verlo, mi madre exclamó que aquél era el reloj de su padre.

Efectivamente se trataba, según supe después, de un reloj que perteneció a mi abuelo. Al conocer la noticia, mi abuela (que entonces vivía con nosotros) rompió a llorar. Todos pensamos que sollozaba por la emoción que aquel objeto le producía al recordarle a su marido (mi abuelo), ya fallecido. Pero no. Según nos contó, la causa de su aflicción era otra. Se debía a que aquel reloj lo echó en falta su marido hacía varias décadas, y al notar su ausencia mis abuelos sospecharon de la criada que entonces servía en la casa. La interrogaron varias veces y, pese a sus constantes negativas, decidieron despedirla porque estaban convencidos de que ella había hurtado el reloj. Pues bien: casi treinta años después aquel reloj había aparecido dentro del armazón de una butaca vieja. Un hallazgo casual exhibía, muchos años más tarde, la iniquidad acusadora de mis abuelos, su terrible injusticia con esa pobre mujer.

Espoleada por su conciencia, mi abuela decidió viajar al pueblo en que había vivido cuando eso ocurrió, confiando en que aquella sirvienta seguiría residiendo allí. Deseaba vivamente disculparse e implorar su perdón después de tanto tiempo. Pero su propósito fue vano: cuando llegó al pueblo le informaron de que aquella mujer había muerto hacía dos años.

Nunca he vuelto a ver aquel reloj de bolsillo. Al morir mi abuela no lo encontramos entre sus pertenencias.

A aquella criada, según dijo mi abuela, la llamaban Ino. Intuyo y se me clava su nombre completo.