Monday, December 17, 2007

Verbos arbitrarios

Los niños que están aprendiendo a hablar no dicen “se ha roto el juguete”. Dicen “se ha rompido”.

Tampoco dicen “yo pondré” ni “yo quise”, sino “yo poneré” y “yo querí”.

Su lógica les lleva a aplicar nuestros esquemas sintácticos generales, de modo que los verbos irregulares son percibidos por ellos con gran desconcierto.

Es conocida la anécdota del niño que afirmó “andé y me cansé”, y al ser corregido por el maestro (“se dice anduve”), afirmó “anduve y me cansuve”.

Parece ser que en los albores del lenguaje cada verbo tenía sus propias formas para cada tiempo, pasándose posteriormente a una progresiva homogeneización de las formas.

Pero los verbos más usados y repetidos escaparon a esta regularización. Por inercia y pereza de los hablantes, siguieron conjugándose arbitrariamente. De ahí que ser, estar, saber, decir sean verbos irregulares.

De este modo, los niños no sólo tienen que interiorizar los esquemas sintácticos lógicos, sino también los retorcimientos y arbitrariedades de sus progenitores.

Al igual que en los demás ámbitos, les transmitimos estas contradicciones -como dice Serrat- “con la leche templada y en cada canción”. Y al final las aprenden.

Se cuenta que un niño le preguntó a otro: ¿Cómo se dice: no sabo o no sepo? Y el otro respondió: “Pues no ”.

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