Friday, April 04, 2008

Sólo pedía ayuda

Ramón Sampedro quería morir. Muchos tetrapléjicos desean seguir viviendo, pero Ramón Sampedro, después de muchos años postrado en una cama y con su movilidad corporal casi anulada, quería morir.

La historia es bien sabida: A causa de sus propias limitaciones físicas Ramón Sampedro no podía poner fin a su existencia, necesitando para ello la ayuda de otra persona. Sin embargo, la ley amenazaba con la cárcel a quien le prestara esa colaboración.

Ramón Sampedro acudió a los tribunales, pero éstos se abstuvieron de resolver su solicitud apreciando defectos formales.

Finalmente Ramón Sampedro encontró a alguien dispuesto a proporcionarle la ayuda necesaria, desinteresadamente y exponiéndose a las consecuencias penales de su acción.

Quienes hacen las leyes no están dispuestos a fijar claramente el principio básico de que nadie debe ser conminado a vivir contra su voluntad.

No se sabe por qué, pero es así. El código penal español sigue castigando a quien coopere con la muerte de otro, aun cuando ello sea a petición expresa e inequívoca de quien experimenta padecimientos insufribles.

No debería ser así. Al menos eso creo.

Las leyes deben velar por que la decisión de cesar de vivir se tome siempre en condiciones de conciencia, madurez y libertad. Pero no se entiende en virtud de qué principio puede obligarse a seguir viviendo a quien no lo desea.

No cabe cuestionar que la vida deber ser objeto de la mayor protección. Pero, si el dueño (insisto: el dueño) de esa vida está en condiciones de tomar una decisión libre y consciente, entonces sólo a él (no al Estado ni a terceras personas) corresponde decidir si su existencia merece la pena o no ser vivida.

Y en caso de optar libremente por dejar de vivir, negar a esa persona la ayuda necesaria es, sencillamente, cruel.

2 comments:

Gemma said...

Como en el caso de esa mujer francesa, Sébire Chantal, de 52 años y un tumor cancerígeno incurable, quien no sólo tenía que soportar una degradación física imparable, sino fortísimos dolores...

El Estado (como la Iglesia) no parece muy dispuesta a reconocer la mayoría de edad de individuos conscientes y libres como ellos... Sólo sabe qué hacer en los casos más obvios.

¿Exceso de paternalismo? Aunque, a lo mejor, se trata sólo de simple cobardía...

saiz said...

Probablemente una mezcla de todo ello. En particular, el miedo a que, si se deja que en determinadas circunstancias la gente pueda elegir morir, y que sea lícito prestar ayuda a quien lo solicite, esto rebajaría el respeto a la vida de quienes sí desean seguir viviendo.

Pero tal razonamiento supone cierto menosprecio a la inteligencia de los ciudadanos. ¿Es que acaso no somos maduros para distinguir claramente un caso de otro (que en realidad son opuestos)? Porque, a la postre, se trata de respetar la libertad ajena: el derecho a vivir de quienes quieren seguir viviendo, y el derecho a morir de quienes desean dejar de vivir.