Monday, February 04, 2008

Cruzados

Bernardo de Claraval fue un monje francés que vivió entre los años 1090 y 1153. Tras su muerte fue canonizado por la Iglesia, convirtiéndose en San Bernardo.

Este monje fue el inspirador de las órdenes militares creadas en la Edad Media para enfrentarse a los musulmanes por el dominio de Palestina (los llamados Santos Lugares). Llegó a redactar los estatutos de la Orden del Temple.

Entre las obras que escribió figura el conocido como Libro de San Bernardo a los caballeros del Temple en alabanza de su nueva milicia.

En ella se leen frases como éstas:

-“La espada de esta brava milicia exterminará pronto a los hijos de la infidelidad. Ella rescatará de nuevo al pueblo de Dios y hará reposar a nuestros ojos el cuerno de la salud, en la casa de David su hijo”.

-“¡Qué gloria para aquéllos que vuelven victoriosos del combate, pero qué felicidad para los que allí encuentran su martirio!”

-“Pues si es cierto que quienes mueren en el Señor son bienaventurados, cuánto más felices aún son aquellos que mueren por el Señor”.

-“Es bien cierto que la muerte de los santos en su lecho o sobre un campo de batalla es preciosa a los ojos de Dios, pero yo la encuentro aún más preciosa sobre un campo de batalla, pues es al mismo tiempo más gloriosa”.

-“Los soldados de Cristo combaten en plena seguridad, pues no tienen en absoluto miedo a ofender a Dios matando a un enemigo y no corren ningún peligro si ellos mismos son muertos, ya que es por Jesucristo por lo que dan o reciben el golpe mortal, y no solamente no ofenden a Dios sino que adquieren una gran gloria: en efecto, si matan, es para el Señor, y si son muertos, el Señor es para ellos”.

-“Así el caballero de Cristo da la muerte en plena seguridad y la recibe en una seguridad aún más grande. No es en vano que porta la espada. Él es ministro de Dios y la recibe para ejecutar sus venganzas”.

-“En la proximidad del combate, se arman de fe por dentro y de hierro, en lugar de oro, por fuera, a fin de inspirar al enemigo más temor que ávidas esperanzas”.

-“He ahí los hombres valerosos que el Señor ha elegido de un extremo a otro del mundo entre los más valientes de Israel para hacerlos sus ministros y confiarles la guarda del lecho del verdadero Salomón, es decir, la guarda del Santo Sepulcro, como unos centinelas fieles y vigilantes, armados de espada y hábiles en el oficio de las armas”.

En cuanto a la justificación de la guerra contra el infiel, Bernardo de Claraval invoca (obviamente ante la ausencia de cualquier pronunciamiento de Jesús que pudiera servirle) un pasaje del evangelio de San Lucas (III, 13) en que, no Jesús, sino Juan el Bautista responde a unos soldados que le habían preguntado qué debían hacer para ser dignos del bautismo: “no extorsionéis a nadie ni lo denunciéis falsamente, sino contentaos con vuestra paga”. Y Bernardo colige que, dado que Juan el Bautista (a quien llama el mensajero del Salvador) “no les mandó renunciar a su oficio”, esto demuestra que a los cristianos no les está prohibido blandir la espada.

Por supuesto, no se conoce ninguna frase de Jesús que apoye o legitime una guerra santa contra los infieles. Aunque Jesús predicó una doctrina y encomendó a sus seguidores difundirla con la palabra y el ejemplo, jamás exhortó a defenderla mediante la violencia o las armas. Pero no importa: quienes están dispuestos a adulterar una doctrina siempre encuentran alguna rendija o resquicio para hacerlo.

2 comments:

Anonymous said...

Muy bien. Y que yo sepa la única vez que Jesucristo habló de espadas fue cuando iban a prenderle y uno de los presentes, creo que el apóstol Pedro, se enfrentó a un soldado y le amputó una oreja. Jesucristo le reprendió y le mandó guardar la espada en su vaina porque los que a espada luchan a espada han de morir.

No, no parece que Jesucristo fuera muy partidario de guerras contra infieles.

saiz said...

Gracias, Jar, por tu comentario.