Wednesday, December 19, 2007

Translaciones

El diccionario define la “vergüenza ajena” como aquélla que se siente por lo que hacen o dicen otras personas. Hay también otra palabra, de origen incierto, para denominar esta percepción: “alipori”.

Sentir en nosotros mismos la vergüenza que surge de actos ajenos es una singular transferencia de sensaciones, una forma de ponerse en el lugar de otro, aunque no exactamente dentro de él: es posible que quien realice los actos que a nosotros nos sonrojan no sienta, él mismo, vergüenza.

Aunque no existen expresiones equivalentes (“ira ajena”, “enojo ajeno”), también a veces nos indignamos por la humillación o la injusticia que se inflige a otra persona, aun cuando quien la sufra la acepte con resignación. Incluso este aquietamiento ajeno ante la injuria puede generarnos rabia. Y eso que la cosa no iba con nosotros…

Pero hay una forma deleznable de translación, que es la “venganza ajena”. Consiste en descargar sobre otros (a menudo los más débiles o los que más nos aprecian) la furia generada por actos de terceras personas. Habría que acuñar esta expresión -“venganza ajena”- u otra similar, para nombrar esa actitud, quizá entendible pero también cobarde, de pagarla con los otros; de transferir a nuestro entorno o a nuestros subordinados el enfado provocado por los atropellos sufridos.

Hacer recaer sobre personas inocentes la cólera que sentimos por los agravios que otros nos irrogaron, en lugar de enfrentarnos directamente con quienes nos los produjeron, es probablemente la más triste forma de translación emocional.

2 comments:

Gemma said...

Sin duda. Da que pensar por qué se produce esa corriente comunicativa de sentires y sentimientos...

...sin que a veces medie siquiera el raciocinio... Pura comunión visceral entre los seres, ya se trate de sentimientos nobles, ya de otros menos dignos...

(¿Un reflejo condicionado que nos recuerda nuestra pertenencia a los homínidos?)

saiz said...

Gracias, Mega, por tu comentario.