tag:blogger.com,1999:blog-199177532024-03-16T00:08:05.983-07:00RáfagasAlgunos textos que he escrito durante años. Si no te son interesantes, deja de leer inmediatamente: Nadie debe leer algo que no le resulte agradable. SAIZ DE MARCO ***
NOTA: Con posterioridad a la publicación de este blog, han aparecido diversos relatos en los libros "Este Sol de la infancia" y "Miedo a no volar". (El importe de cada uno es en torno a 8 euros y se destina íntegramente a fines humanitarios. Más información en
http://publicacionesacuman.blogspot.com.essaizhttp://www.blogger.com/profile/00519407939463601201noreply@blogger.comBlogger344125tag:blogger.com,1999:blog-19917753.post-7230147349429179132012-06-29T03:26:00.001-07:002012-06-30T04:24:24.608-07:00Autopreguntas<br />
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">¿Te das cuenta de qué osado, qué
abusivo, qué ampuloso resulta aspirar a que otros se interesen por leer las
palabras que has escrito?</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">¿Por qué podría interesarles? ¿Qué
van a encontrar ahí para dedicar su tiempo a leer lo que escribiste?</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">¿Te has desvivido escribiéndolo? ¿Te
has volcado por entero? ¿Eh?, ¿te has abierto en canal?</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">¿Has luchado, has combatido con
las palabras en fiera, febril, cruenta batalla?</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">¿Has quitado lo superfluo, eso
que no aporta nada?</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">¿Consideras que no tienen tus
pretendidos lectores nada mejor que hacer?</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">¿Te has convertido en palabras? ¿Has
llorado, o has sangrado, o has segregado palabras? ¿Te has derramado sobre
ellas? </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">¿Te has quemado con el fuego de las
palabras ardiendo?</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">¿Te has desollado las manos con el
roce que producen las palabras al chocar?</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">¿Has estirado los límites, las
fronteras del lenguaje hasta hacer que las palabras sean más grandes que ellas
mismas?</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">Rásgalas, si no es así, y luego
tira los trozos. Haz una hoguera con ellos.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">No abuses: no hagas a nadie perder
su tiempo en leerte.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">(Por cierto, que también es un
descaro pretender que alguien se ponga a leer esto.)</span></div>saizhttp://www.blogger.com/profile/00519407939463601201noreply@blogger.com55tag:blogger.com,1999:blog-19917753.post-11062518953136806722012-05-01T06:44:00.001-07:002012-05-01T06:45:02.031-07:0031 de diciembre de 1936<br />
<div class="MsoNormal">
Leo <i>La defensa de
Madrid</i> (Ediciones Espuela de Plata), recopilación de artículos escritos en
1936 por el periodista Manuel Chaves Nogales que se publicaron en la prensa
extranjera. Son crónicas de lo vivido en Madrid durante los primeros meses de
la guerra civil española (1936-9), cuando la ciudad estaba asediada por las
tropas “nacionales” (de Franco y otros militares sublevados contra el gobierno
republicano).</div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Todos los capítulos son del máximo interés, pero hay un
pasaje que me ha impresionado especialmente. Narra lo ocurrido el último día de
1936:</div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<i>”En la noche de fin de
año, Madrid, silencioso y hundido en las sombras, ofrece el impresionante
espectáculo de un paisaje lunar. En esta noche de San Silvestre, que antes
celebraban los madrileños con jubiloso estruendo congregándose en la Puerta del
Sol para oír las doce campanadas y comer las doce uvas, no hay ni un alma en
las calles.<o:p></o:p></i></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<i>El vasto ámbito de la
Puerta del Sol aparece desierto.<o:p></o:p></i></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<i>Hay, sin embargo,
quienes conservan todavía el gusto de los ritos populares. Una tras otra, seis
sombras han cruzado por la oscura y desierta plaza, para juntarse frente a la única
esfera visible del reloj y esperar allí a que suenen las doce campanadas que
marcan la entrada del año. Son seis periodistas madrileños que no quieren que
el rito popular del Año Viejo se interrumpa por la guerra.<o:p></o:p></i></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<i>Pero del lado de allá
de las trincheras hay también quien quiere que Madrid celebre la entrada del
año nuevo con todos los honores, y al sonar la primera campanada de la
medianoche da alegremente la orden de “¡Fuego!” y un obús cruza por encima de
los tejados de Madrid, buscando el corazón de la villa.<o:p></o:p></i></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<i>La media docena de
periodistas que se habían juntado para comer las doce uvas en la Puerta del Sol
tiene que buscar refugio pegándose a uno de los muros desenfilados del caserón
de Gobernación, y allí, acurrucados, oyen una tras otra las explosiones de los
doce obuses que, alegremente, como por broma, han llevado la muerte y la
destrucción a otros tantos hogares madrileños”<o:p></o:p></i></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Creo que a partir de ahora, cuando cada Nochevieja tome las
doce uvas viendo en TV el reloj de la Puerta del Sol, me será imposible no
recordar la escena descrita por Chaves Nogales: aquel 31 de diciembre en que
las doce campanadas (y las doce uvas) fueron reemplazadas por doce obuses. </div>saizhttp://www.blogger.com/profile/00519407939463601201noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-19917753.post-75550184287553277262012-03-14T03:47:00.000-07:002012-03-14T03:47:05.024-07:00Yo no existe<br />
<div class="MsoNormal">
<span style="font-family: inherit; font-size: large;">Leo “<i>El reloj de la sabiduría</i>”, del neurobiólogo Francisco
Mora, y me impresiona especialmente el siguiente párrafo:</span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><i>Buenos amigos en el colegio o la universidad que se han
separado luego y no se han visto en treinta años llegan a no reconocerse
incluso físicamente. Y más todavía: cuando hablan durante largo rato, ambos se
dan cuenta de que “aquél” que hay enfrente no es ese amigo que dejaron en la
universidad hace tanto tiempo. Es otra persona, física y psíquicamente.</i></span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><i>Y ¿acaso tal cosa no sucede con uno mismo? Mi yo de hoy
difiere de mi yo de hace treinta años. Mi identidad como yo es realmente una
actualización constante y consciente de todas las percepciones que recibo de mí
mismo cada minuto, cada día.</i></span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><i>Posiblemente esa actualización sólo descansa durante las
siete horas de sueño. Y es a la mañana siguiente, cuando me levanto, que retomo
mi yo y mi constante e incansable reactualización de mí mismo. Enmarco cada
pensamiento, cada sentimiento, cada arruga nueva de mi cara y de mi cuerpo en
una constante actualización y cambio de mi cerebro que además soy yo mismo. Eso
hace que exista el “fantasma” de mí mismo.</i></span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-family: inherit; font-size: large;">Así que ya sabemos lo que es el yo. El yo es un espejismo. El
yo es un fantasma.</span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-family: inherit; font-size: large;">El yo es una cosa que no existe. El yo es una ficción.</span></div>saizhttp://www.blogger.com/profile/00519407939463601201noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-19917753.post-21897605946942922272011-09-12T00:55:00.000-07:002011-09-12T00:58:19.458-07:00Licencia para matarEn su mensaje póstumo a los españoles el general Franco empezaba diciendo: “<em>Al llegar para mí la hora de rendir la vida ante el Altísimo y comparecer ante su inapelable juicio, pido a Dios que me acoja benigno a su presencia, pues quise vivir y morir como católico. En el nombre de Cristo me honro, y ha sido mi voluntad constante ser hijo fiel de la Iglesia, en cuyo seno voy a morir</em>.”<br /><br />O sea, que Franco se consideró siempre católico y decía haber actuado como tal.<br /><br />¿Era, en este aspecto, un hipócrita?<br /><br />Probablemente no. Probablemente tanto él como otros mandos militares (Queipo de Llano, Mola, Yagüe…) que dirigieron el golpe de estado de 1936, el bando “nacional” en la guerra civil y la represión contra los vencidos durante la posguerra, eran todos ellos católicos.<br /><br />¿Cómo se explica, entonces, que ordenaran fusilar y encarcelar a miles de personas, muchas de ellas sin ningún motivo relacionado con la guerra y por el mero hecho de ser activistas o simpatizantes de partidos de izquierdas? (Véase al respecto, por ejemplo, el libro “El holocausto español”, de Paul Preston.)<br /><br />Pues se explica porque la Iglesia Católica consideró que esas acciones no eran contrarias a la fe religiosa. Que esos actos no contravenían la ley divina. Que no eran pecado.<br /><br />La Iglesia Católica otorgó a la lucha franquista contra el régimen republicano el carácter de <em>cruzada</em>. Así lo proclamaron varios obispos y el cardenal Gomá. Esto significa que, como en las cruzadas medievales, matar a los <em>infieles</em> era legítimo.<br /><br />Durante la posguerra, el encarcelamiento de personas como el poeta Miguel Hernández, el exministro republicano Julián Besteiro u otras muchas que no habían cometido delito alguno (salvo la defensa sincera de su ideología), tampoco mereció para la Iglesia ningún reproche moral.<br /><br />Por el contrario, la Iglesia dispensó al general Franco la máxima estima, otorgándole incluso la simbólica distinción de entrar “bajo palio” en los templos.<br /><br />Por tanto, no es de extrañar que Franco se considerase a sí mismo católico, y que entendiera que todos sus actos durante la guerra civil y después de ella eran moral y religiosamente correctos.<br /><br />Ésta es, pues, la gran responsabilidad que en este punto contrajo la Iglesia Católica: la de haber concedido a esas personas “licencia para matar”.<br /><br />Es cierto que en el bando republicano un gran número de sacerdotes fueron asesinados y la práctica religiosa quedó prohibida en muchos sitios. (Cabe también cuestionarse si esos deleznables actos se hubiesen producido con tanta virulencia en caso de que la actitud de la Iglesia durante la guerra civil hubiera sido distinta). Pero aun así creo que a la actuación de la Iglesia, al legitimar incondicionalmente el comportamiento de Franco y otros militares, le es imputable una gravísima responsabilidad histórica.saizhttp://www.blogger.com/profile/00519407939463601201noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-19917753.post-64770440982653737232011-05-12T00:39:00.000-07:002011-05-13T13:34:00.981-07:00Qué suerteEn el prólogo de <em>Carta al padre</em>, de Franz Kafka (ed. Edimat), leo que las tres hermanas de Kafka –judías como él- murieron asesinadas por los nazis. También sus amigas Milena y Dora. Pero Kafka no: él había muerto, años antes, de tuberculosis.<br /><br />¡Qué gran suerte la de Franz, que murió por la acción de un bacilo -una bacteria, un microbio, un ser carente de intención y consciencia-, y no por la acción de otro ser humano!saizhttp://www.blogger.com/profile/00519407939463601201noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-19917753.post-53342979178356670872011-01-14T01:11:00.000-08:002011-01-14T01:15:35.006-08:00Castellio contra CalvinoMiguel Servet ha pasado a la historia por dos motivos: por sus estudios sobre la circulación sanguínea y por haber sido quemado en la hoguera. Su ejecución (que tuvo lugar en Ginebra el 27 de octubre de 1553) no se debió a su descubrimiento de la circulación de la sangre, sino a que, tal vez por su condición de médico, se atrevió a cuestionar el dogma de la Trinidad.<br /><br />Servet, que –aunque de origen español- residió en Suiza, desató con ello el enojo de Calvino, quien maniobró cuanto pudo para conseguir del poder civil la orden de darle muerte.<br /><br />La ejecución de Servet (tras atar su cuerpo a una estaca con una cadena, fijar su cuello con varias vueltas de soga y su cabeza con una corona de paja untada de azufre, y rodearle de haces de leña verde para hacer más lenta y dolorosa la agonía) provocó la repulsa de muchas personas, incluso en el ámbito religioso, quienes recriminaron a Calvino su actitud ensañada e inmisericorde, calificándolo de verdadero asesino por esa muerte que él auspició.<br /><br />Entre estas personas estaba el también sacerdote Sebastian Castellio, contemporáneo de Calvino, quien expresamente reprochó a Calvino que él mismo, que en su día había sufrido la persecución de la Inquisición católica, instaurase después una Inquisición paralela en los lugares donde triunfó el calvinismo.<br /><br />En un libro colectivo titulado “<strong><em>De haereticis</em></strong>”, Sebastian Castellio escribió lo siguiente:<br /><br /><strong><em>“¡Oh, Cristo, Creador y Rey del mundo! ¿ves estas cosas? ¿Te has convertido realmente en otro distinto del que eras? Cuando viniste a la tierra, no había nada más apacible, nada más bondadoso que Tú, ninguno que soportara las ofensas más indulgentemente. Insultado, escupido, burlado, coronado con espinas, crucificado entre ladrones, en medio de la más profunda desesperación rogaste por aquéllos que te infligieron todos aquellos agravios e injurias. ¿Es cierto que has cambiado? Te lo ruego, por el sagrado nombre de tu Padre: ¿ordenaste Tú realmente que aquellos que no siguen todos tus preceptos y mandamientos tal y como postula tu enseñanza, fueran ahogados, desgarrados con tenazas hasta las entrañas, sus heridas espolvoreadas con sal, mutilados con espadas, quemados en un pequeño fuego y torturados hasta la muerte tan lentamente como fuera posible y con todo tipo de suplicios? Oh Cristo, ¿realmente apruebas esas cosas? ¿Son realmente tus siervos quienes disponen tales carnicerías, quienes de ese modo desuellan y descuartizan a la gente? Y cuando ponen tu nombre por testigo, ¿estás Tú realmente en esas atroces matanzas como si tuvieras hambre de carne humana? Si Tú, Cristo, ordenaras realmente estas cosas, ¿qué le quedaría entonces a Satán? Oh, terrible irreverencia, creer que Tú podrías hacer esas cosas…”.<br /></em></strong><br />Emociona leer estas palabras, que aparecen transcritas por <strong>Stefan Zweig</strong> en su apasionante estudio “<em>Castellio contra Calvino. Conciencia contra violencia</em>”, que acabo de leer.<br /><br />Lo más triste de la historia, junto al asesinato de Servet, es que el libro “<strong><em>De haereticis</em></strong>” no llegó a publicarse en vida de Castellio. En efecto: Calvino maquinó también para que el libro fuera censurado y silenciado, por lo que hubo de pasar un siglo hasta que finalmente pudo imprimirse.<br /><br />Pero las palabras de Castellio siguen vivas y, hoy igual que entonces, nos recuerdan que, como apunta Stefan Zweig al final de su estudio, “<em>siempre habrá algún Castellio que se alce contra cualquier Calvino, defendiendo la independencia soberana de la opinión frente a toda violencia ejercida desde el poder</em>”.saizhttp://www.blogger.com/profile/00519407939463601201noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-19917753.post-85787649850734728592011-01-05T05:08:00.000-08:002011-01-05T05:11:25.442-08:00Maneras de morirTras el advenimiento en Austria del régimen nazi (que ya había triunfado en Alemania), el escritor austríaco <strong>Stefan Zweig </strong>tuvo que dejar su país, donde sus obras fueron prohibidas. En su autobiografía “<em>El mundo de ayer</em>” (que estoy leyendo) cuenta cómo transcurrió la muerte de su madre, quien -debido a su avanzada edad- había permanecido en Austria:<br /><br />“<em>No me avergüenza decir que no me estremecí ni lloré cuando me llegó la noticia de la muerte de mi madre, a la que había dejado en Viena, sino que, al contrario, sentí algo parecido a un alivio, pues ahora la sabía a salvo de todos los sufrimientos y peligros. A los 84 años, casi sorda del todo, vivía en nuestra casa familiar y, por lo tanto, de momento no podía ser desahuciada ni siquiera de acuerdo con las nuevas leyes arias y teníamos la esperanza de llevarla al extranjero de un modo u otro al cabo de un tiempo. Uno de los primeros decretos de Viena la había afectado seriamente. A su edad tenía las piernas débiles y estaba acostumbrada, durante sus paseos diarios, a descansar en un banco del parque después de cada 5 ó 10 minutos de penoso andar. No hacía siquiera ocho días que Hitler se había convertido en amo y señor de la ciudad, cuando proclamó la orden que prohibía a los judíos sentarse en los bancos: era una de aquellas prohibiciones ideadas, obviamente, con el único y sádico propósito de martirizar con malicia. Y es que robar a los judíos tenía, al fin y al cabo, una cierta lógica y un sentido… Ahora bien, impedir a una anciana o a un hombre mayor cansado sentarse unos minutos en un banco para recuperar el aliento, eso estaba reservado al siglo XX y al hombre que millones de personas adoraban como el más grande de la época.<br /><br />Por fortuna a mi madre le fue ahorrado el tomar parte por mucho tiempo en tales groserías y humillaciones, pues murió poco después de la ocupación de Viena y no puedo menos que mencionar un episodio relacionado con su muerte, pues creo importante dejar constancia de esta clase de detalles con vistas a un futuro que los tendrá por imposibles. Una mañana, aquella mujer de 84 años sufrió un desmayo. El médico que la atendió pronosticó enseguida que difícilmente pasaría de aquella noche y mandó buscar a una enfermera, una mujer de 40 años, para que la velara junto a su cama. Ni mi hermano ni yo, sus dos únicos hijos, estábamos en Viena y, naturalmente, no podíamos acudir, pues para los representantes de la cultura alemana regresar a Austria para visitar a una madre en su lecho de muerte también constituía un delito. De modo que un primo nuestro aceptó pasar la noche en la casa para que al menos alguien de la familia estuviera presente en el momento de la muerte. Aquel primo era entonces un hombre de 60 años… Cuando había empezado a prepararse la cama en la habitación contigua para pasar allí la noche, apareció la enfermera -hay que decir en su honor que bastante avergonzada- para comunicar que, lamentándolo mucho, según las nuevas leyes nacionalsocialistas, resultaba imposible pasar la noche al lado de la moribunda. Dado que mi primo era judío y, puesto que ella era una mujer de menos de 50 años, no podía pasar la noche bajo el mismo techo al mismo tiempo que él, ni siquiera para velar a una moribunda, pues lo primero que se le ocurriría a un judío sería practicar con ella un acto de deshonra racial. Por supuesto, añadió, lamentaba mucho aquella orden, pero debía cumplir la ley. Y así mi primo de 60 años, para que la enfermera pudiera quedarse junto a la moribunda, se vio obligado a salir de la casa al anochecer. Quizás ahora se comprenda que yo considerara afortunada a mi madre por no tener que seguir viviendo entre esa clase de gente</em>”.saizhttp://www.blogger.com/profile/00519407939463601201noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-19917753.post-14267033960261257082010-11-25T07:46:00.000-08:002010-11-25T07:49:53.674-08:00Coplas del quererOigo un CD llamado “<em>Coplas del querer</em>”. Canta Miguel Poveda. Son viejas coplas, algunas muy conocidas (otras no, al menos para mí). Entre ellas está lo que, según la información que aparece en la carátula, es un “popurrí”. En los títulos de crédito figuran, como autores (de la letra y de la música), “<em>León / Quiroga / Solano / Cabello / Freire</em>”.<br /><br />No entiendo nada de flamenco, pero hacía mucho tiempo que no me emocionaba tanto oyendo una canción. Me conmueve la música (esa guitarra desgarrada que recuerda a Lorca –“<em>Empieza el llanto de la guitarra… Es inútil callarla. Es imposible callarla…</em>”-), me conmueve la voz arenosa que parece hecha para mezclarse con la guitarra, y me emociona la letra (turbadora y llena de pasión: pura poesía).<br /><br />Me guardo el texto para leerlo como un poema, aunque ahora, incluso leyéndolo en voz baja, no puedo evitar ponerle de fondo la música, la guitarra que sigue sonando en mis oídos:<br /><br /><br /><em>Dime que me quieres,<br />dímelo por Dios.<br />Aunque no lo sientas,<br />aunque sea mentira<br />pero dímelo.<br /><br />Dímelo bajito,<br />se te hará más fácil decírmelo así,<br />y el te quiero tuyo será pa mis penas<br />lo mismo que lluvia de mayo y abril.<br /><br />Ten misericordia de mi corazón.<br />Dime que me quieres,<br />dímelo por Dios.<br /><br />Te quiero más que a mi vida,<br />te quiero más que a mis ojos,<br />más que al aire que respiro,<br />y más que a la madre mía.<br /><br />Que se me paren los pulsos si te dejo de querer,<br />que las campanas me doblen si te falto alguna vez.<br /><br />Eres mi vida y mi muerte,<br />te lo juro compañero.<br />No debía de quererte,<br />no debía de quererte<br />y sin embargo te quiero.<br /><br />Vino amargo que no da alegría,<br />aunque me emborrache no la puedo olvidar.<br />Dame vino amargo<br />que amargue y amargue,<br />que amargue y amargue<br />pa quererla más.<br /><br />Esta pena mía<br />me está apuñalando<br />de noche y de día.<br /><br />Esta pena mía<br />si me encuentro solo<br />me da compañía.<br /><br />Si ve que estoy triste<br />se vuelve alegría.<br /><br />Si ve que me pierdo<br />me sirve de guía.<br /><br />Sé que me atormenta<br />y es una agonía<br />pero estoy contento<br />con la pena mía.<br /></em>saizhttp://www.blogger.com/profile/00519407939463601201noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-19917753.post-32423098892017911112010-10-05T08:41:00.000-07:002010-10-15T07:08:24.050-07:00Sobre papel higiénicoCuando mis hijas nacieron, yo no conocía ninguna canción de cuna. Lo único parecido a eso que me sabía eran las <span style="font-style:italic;">Nanas de la cebolla</span>, de Miguel Hernández. Me las había aprendido de memoria, a los 14 años, en la versión musical que de ellas hizo Joan Manuel Serrat.<br /><br />Aunque su letra es triste (las escribió Hernández cuando, estando en la cárcel, le informaron de que su mujer y su hijo apenas podían alimentarse de cebollas), a mis hijas les gustaba oírlas y se dormían con ellas.<br /><br />Hoy leo en el periódico que, durante su estancia en la cárcel, Hernández no sólo compuso esas Nanas, sino que también escribió algunos cuentos para su hijo.<br /><br />En <span style="font-style:italic;">El País</span> de hoy (5-10-2010) viene una foto del texto, sobre papel higiénico (el único sitio que tenía donde escribir), del cuento <span style="font-style:italic;">El potro oscuro.</span> Lo transcribo a continuación, con mi gratitud póstuma a Miguel Hernández, y lamentando no haber conocido antes este cuento para contárselo también, de pequeñas, a mis hijas.<br /><br /><br /><span style="font-weight:bold;">EL POTRO OSCURO</span><br /><br /><span style="font-style:italic;">Una vez había un potro oscuro. Su nombre era Potro Oscuro.<br /><br />Siempre se llevaba a los niños y las niñas a la Gran Ciudad del Sueño.<br /><br />Se los llevaba todas las noches.<br /><br />Todos los niños y las niñas querían montar sobre el Potro Oscuro.<br /><br />Una noche encontró a un niño. El niño le dijo:<br /><br />-Llévame, caballo pequeño, a la Gran Ciudad del Sueño.<br /><br />-¡Monta! -dijo el Potro Oscuro.<br /><br />Montó el niño, y fueron galopando, galopando, galopando.<br /><br />Pronto encontraron en el camino a una niña. La niña dijo:<br /><br />-¡Llévame, caballo pequeño, a la Gran Ciudad del Sueño!<br /><br />-Monta a mi lado -dijo el niño.<br /><br />Montó la niña, y fueron galopando, galopando, galopando... <br /><br /></span><br /><br />.......................................<br /><br /><br />¿Acaso no tiene que ser una maravilla, para un niño, dormirse oyendo este cuento?saizhttp://www.blogger.com/profile/00519407939463601201noreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-19917753.post-24484885944293642702010-07-15T01:25:00.000-07:002010-10-05T08:57:28.075-07:00Confederación de yoesCasi todo el mundo lo ha leído, pero yo no. Hasta ayer. Ayer acabé <em>Sostiene Pereira</em>, de Antonio Tabucchi. En la contraportada dice que también se ha hecho una película. Y yo sin saberlo. Pero no importa. El caso es que, aunque tarde, lo he leído y me ha emocionado.<br /><br />Raramente leo sin subrayar. Y si lo hago es porque el libro no me ha interesado (aunque, de un tiempo a esta parte, si en sus primeras páginas un libro no me interesa lo abandono sin más). En <em>Sostiene Pereira </em>he subrayado varios párrafos. Pero, de entre todos, hay uno que constituye el corazón del libro, la clave del cambio vital que se opera en el protagonista.<br /><br />Corresponde a un diálogo entre Pereira y el doctor Cardoso. Lo reproduzco aquí (aunque seguro que a quienes lo hayan leído no se les ha olvidado). Por otro lado creo que esta idea de la <em>confederación de almas </em>y el <em>yo hegemónico </em>es algo que, de un modo u otro, todos hemos intuido alguna vez. Quizá por eso nos conmueve verlo escrito. <br /><br /><strong><em>“…Creer que somos «uno» que tiene existencia por sí mismo, desligado de la inconmensurable pluralidad de los propios yoes, representa una ilusión, por lo demás ingenua, de la tradición cristiana de un alma única; el doctor Ribot y el doctor Janet ven la personalidad como una confederación de varias almas, porque nosotros tenemos varias almas dentro de nosotros, ¿comprende?, una confederación que se pone bajo el control de un yo hegemónico (…) Lo que llamamos la norma, o nuestro ser, o la normalidad, es sólo un resultado, no una premisa, y depende del control de un yo hegemónico que se ha impuesto en la confederación de nuestras almas; en el caso de que surja otro yo, más fuerte y más potente, este yo destrona al yo hegemónico y ocupa su lugar, pasando a dirigir la cohorte de las almas, mejor dicho, la confederación, y su predominio se mantiene hasta que es destronado a su vez por otro yo hegemónico, sea por un ataque directo, sea por una paciente erosión. Tal vez (…) tras una paciente erosión haya un yo hegemónico que esté ocupando el liderazgo de la confederación de sus almas, señor Pereira, y usted no puede hacer nada, tan sólo puede, eventualmente, apoyarlo.<br /><br />El doctor Cardoso acabó de comer su macedonia y se limpió los labios con la servilleta.<br /><br />¿Y qué puedo hacer?, preguntó Pereira.<br /><br />Nada, respondió el doctor Cardoso, simplemente esperar, quizá haya en usted un yo hegemónico que, tras una lenta erosión, después de todos estos años dedicados al periodismo escribiendo la crónica de sucesos, creyendo que la literatura era la cosa más importante del mundo, quizá haya un yo hegemónico que está tomando la dirección de la confederación de sus almas, déjelo salir a la superficie, de todas formas no puede actuar de otra manera, no lo conseguiría y entraría en conflicto consigo mismo”.</em></strong>saizhttp://www.blogger.com/profile/00519407939463601201noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-19917753.post-72433415412623528542010-06-21T03:02:00.000-07:002010-06-21T03:05:29.696-07:00Letras de tangoSuele decirse que el tango se compone de tres elementos: la música, la letra y el baile. Yo no sé cuál de ellos fue el primero, pero sí el que más me atrae. La letra, las letras de los tangos están llenas de pasión y poesía.<br /><br />Me contraría no entender bien, a veces, las letras de los tangos. Algunas grabaciones, como las de Gardel, proceden del tiempo de los gramófonos y el sonido no es óptimo. Otros textos contienen palabras en <em>lunfardo</em> (ese habla del Río de la Plata, curiosa mezcla de español, italiano de Lombardía –de ahí el nombre- y palabras indígenas). Pero aun así disfruto mucho oyendo la letra (también la música, pero sobre todo la letra) de los tangos.<br /><br />Escuché ayer el disco que Diego <em>El Cigala </em>ha dedicado al tango. Son once tangos a los que el cantaor aporta su toque flamenco. El resultado de tanta mezcla (lo latino, lo indígena, lo africano –la palabra <em>tango </em>viene de África-, lo gitano…) es subyugante. <br /><br />Algunos tangos me eran conocidos y otros no.<br /><br />Mientras oía el CD, iba apuntando algunas letras. Estrofas como <br /><br /><br /><br />“<em>Vieja calle de mi barrio donde he dado el primer paso,<br />vuelvo a vos, gastado el mazo en inútil barajar,<br />con una llaga en el pecho, con mi sueño hecho pedazos,<br />que se rompió en un abrazo que me diera la verdad</em>”.<br /><br /><br /><br /><br />“<em>Cada cual con sus trabajos,<br />con sus sueños cada cual,<br />con la esperanza delante,<br />con los recuerdos detrás</em>”.<br /><br /><br /><br /><br />"¡<em>Qué ganas de llorar<br />en esta tarde gris!<br />En su repiquetear<br />la lluvia habla de ti</em>".<br /><br /><br /><br /><br />Y hay que concluir que, como dice la letra de <em>Garganta con arena</em>,<br /><br /><br /><br />“<em>Cantor<br />de un tango algo insolente,<br />hiciste que a la gente<br />le duela tu dolor</em>…”.<br /><br /><br /><br />Me gustan estas frases, estos versos que seguramente no aparecen en ninguna antología poética pero que viven escondidos entre las letras de los tangos.saizhttp://www.blogger.com/profile/00519407939463601201noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-19917753.post-89344380082997172482010-06-12T09:48:00.000-07:002010-07-14T05:18:39.732-07:00Me hacen dañoLeo (*) que en el condado de Maricopa (Arizona, EE.UU.) los inmigrantes <em>sin papeles </em>son tratados como delincuentes. Se les retiene en una cárcel hecha a base de tiendas de campaña y se les obliga a vestir trajes a rayas (como los presos del cine mudo o los reclusos en los campos de concentración nazis). Por si no fuera bastante, el uniforme incluye cazoncillos de color rosa: una especie de burla o afrenta a su dignidad y virilidad.<br /><br />Al parecer, la medida cuenta con el apoyo de la mayoría de los ciudadanos.<br /><br />Lo leo y mi fe en el ser humano se derrumba. Uno puede entender que en los países <em>ricos</em> (donde, pese a serlo, no faltan ciudadanos con dificultades económicas) exista prevención a una llegada masiva de inmigrantes que acaparen los puestos de trabajo y colapsen los servicios sociales. Pero, de ahí a someter a esa gente a la vejación y el escarnio, media una distancia que creía irrecorrible.<br /><br />Muchas de las personas que apoyan esta medida deben ser trabajadores, gente que conoce lo que es la adversidad y la dureza, y que sin embargo no siente la más mínima comprensión hacia quienes, más pobres que ellos, se ven obligados a a dejar su familia, su país y su idioma para buscar trabajo.<br /><br />Me gustaría decirles a quienes han decidido actuar así que su actitud resquebraja mi confianza en los hombres. Y que, con ello, a mí también me hacen daño.<br /><br /><br />(*) En <a style="COLOR: #00c; TEXT-DECORATION: underline" href="http://www.elimparcial.com/EdicionEnLinea/Notas/Internacional/11052010/446390.aspx">http://www.elimparcial.com/EdicionEnLinea/Notas/Internacional/11052010/446390.aspx</a>saizhttp://www.blogger.com/profile/00519407939463601201noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-19917753.post-73995972361699542062010-05-18T05:51:00.000-07:002010-05-18T05:54:45.363-07:00Un gran lectorLeo la reseña de “<em>Libros para el führer</em>”, de Juan Baráibar, una obra que trata sobre los libros leídos por Adolf Hitler:<br /><br /><br /><strong>“Era un gran lector, al menos en términos cuantitativos, como ponen de relieve dos hechos, confirmados por múltiples testigos: …su extensa biblioteca personal, repartida entre diversas ciudades (Berlín, Múnich y Obersalzberg, su refugio alpino), calculada según Frederick Oeschsner en unos 16.300 volúmenes; en segundo lugar, diversos testimonios nos hablan de Hitler como lector voraz, incluso compulsivo, a razón de un ejemplar por noche… Admiraba a Cervantes y Shakespeare, del mismo modo que disfrutaba con <em>Robinson</em>, <em>Gulliver</em> o <em>La cabaña del tío Tom</em>. Junto a estos autores y obras, sin embargo, también tenía en gran estima <em>El judío internacional</em>, el tratado antisemita de Henry Ford. Poseía también un manual de 1931 sobre el uso y propiedades de los gases venenosos, uno de cuyos capítulos estaba dedicado al asfixiante que sería comercializado como Zyklon B, que sirvió para perpetrar la mayor matanza en serie de seres humanos conocida hasta entonces”.</strong><br /><br /><br />Lo cual confirma, una vez más, lo que de sobra sabemos: que la formación académica, la cualificación técnica, incluso la posesión de una inmensa cultura…, no garantizan <strong>en absoluto </strong>la honradez ni la sujeción ética de una persona.<br /><br />Es más, tales cualidades (formación, conocimientos técnicos, cultura), en manos de alguien dispuesto a hacer el mal, pueden convertirse en medios facilitadores de su conducta dañina. Pueden ser puestos al servicio de la crueldad.<br /><br />En el caso de Hitler, no solamente fue un voraz lector, sino que también escribió (en su libro “<em>Mein Kampf</em>” esbozó los rasgos básicos del nazismo).<br /><br />Así pues, se puede ser lector, escritor, científico, intelectual… y nada de eso guardará relación con la bondad o la maldad, la honradez o la abyección de esa persona.<br /><br />Si tuviéramos que escoger entre Hitler y un hombre anónimo que nunca leyó un libro, elegiríamos sin duda a la persona inculta.saizhttp://www.blogger.com/profile/00519407939463601201noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-19917753.post-12625006250458624602010-04-30T01:58:00.000-07:002010-04-30T01:59:55.676-07:00¿Por qué no se mueve?Lo leo en <em>www.muyinteresante.es</em>:<br /><br />“<strong><em>Los chimpancés sienten la muerte de sus congéneres de un modo muy similar al de los humanos, revelan dos estudios pioneros publicados en la revista Current Biology. <br /><br />”Los datos de las observaciones revelan que la percepción de la muerte en esta especie está mucho más desarrollada de lo que se creía hasta ahora", destacó James Anderson, de la Universidad de Stirling, en Escocia, y responsable de uno de los dos trabajos. En concreto, Anderson y su equipo de la universidad escocesa de Stirling observaron en un vídeo a un grupo de chimpancés durante la agonía de "Pansy", una hembra vieja del Blair Drummond Safari Park. En los días anteriores a la muerte de la hembra, el grupo estuvo muy silencioso y le prestó mucha atención, y justo antes de morir fue acicalada y acariciada por sus congéneres.<br /><br />Los animales parecieron buscar en ella signos de vida una vez fallecida y, aunque poco después se marcharon, su hija se quedó con ella toda la noche. Además, el grupo mantuvo una actitud respetuosa y callada cuando el cadáver fue retirado por los cuidadores y durante varios días los primates evitaron dormir sobre la plataforma donde se produjo la muerte, pese a ser un lugar habitualmente eligido para descansar.<br /><br />"En general, hallamos varias similitudes entre el comportamiento de los chimpancés hacia la hembra antes y después de su muerte y las reacciones de los seres humanos ante la desaparición de un miembro anciano de la comunidad o de un familiar, pese a que los chimpancés no tienen creencias religiosas o rituales funerarios", señaló Anderson.<br /><br />El segundo estudio, a cargo de Dora Biro y sus compañeros de la británica Universidad de Oxford, describe el caso de dos hembras en estado natural de un bosque guineano, cuyas crías, de uno y dos años, murieron a causa de un virus respiratorio. Durante semanas e incluso meses, ambas madres llevaron encima los cadáveres ya momificados de sus bebés, quizás incapaces de aceptar lo ocurrido, según sugieren los científicos.</em></strong>”<br /><br /><br />Tras leer esto, me doy cuenta de que la inteligencia, aun siendo una evidente ventaja evolutiva (probablemente la mejor de todas), no hace que los seres dotados de ella sean más felices, sino más desdichados.<br /><br />Los animales que no tienen consciencia de la muerte (ni de la muerte propia ni de la muerte ajena) no experimentan sufrimiento por la propia finitud, ni tampoco dolor por la pérdida de un ser querido.<br /><br />Una cebra, en el momento de ser capturada por un león, sabe probablemente que va a dolerle, pero desconoce que ello va a implicar su muerte física, su definitivo dejar de existir. <br /><br />Una gacela cuyo cachorro es devorado por un leopardo acusará la ausencia de éste, su súbita desaparición. Es probable que lo busque y hasta que lo “eche de menos” algún tiempo, pero ignora que su cachorro ha dejado de estar vivo. <br /><br />En cambio, los chimpancés (según este artículo) sí atisban lo que significa la muerte. Tal vez no lo sepan del todo, pero lo barruntan o intuyen.<br /><br />Y por eso sufren más que otros animales menos inteligentes.<br /><br />También en esto los chimpancés están a pocos pasos de nosotros.<br /><br />Me imagino a esas chimpancés con el cuerpo de sus crías a cuestas, negándose a aceptar su muerte, y cargándolos en su espalda hasta que –supongo- la putrefacción cadavérica les hizo al fin rendirse a la cruda evidencia. <br /><br />Me imagino a esas chimpancés y no me resulta difícil ver, en ellas, el desgarro de una madre humana sosteniendo a su hijo muerto.saizhttp://www.blogger.com/profile/00519407939463601201noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-19917753.post-59674752678444235862010-04-22T06:43:00.000-07:002010-04-22T06:45:57.780-07:00¿Qué c... hacemos aquí?Sigo leyendo “<em>El miedo</em>”, el texto en que Gabriel Chevallier dejó escritas sus vivencias como soldado en la I guerra mundial. Y cuanto más avanzo en su lectura, más me convenzo de la grandeza de este libro, que sin embargo no es muy conocido. (Creo que en España no se había editado hasta fecha reciente; ver entrada anterior).<br /><br />El párrafo que ahora reproduzco corresponde al capítulo “En el Aisne”, y en él se pone de manifiesto lo absurdo de la guerra, tal como con claridad se percibía por los soldados de ambos bandos. Copio el párrafo sin añadir nada:<br /><br /><br /><strong><em>“Ese grito que se eleva a veces de las trincheras alemanas, “Kamerad Franzose!” (¡Compañero francés!), es probablemente sincero. El “fritz” (soldado alemán) se ve más próximo al “peludo” (soldado francés) que a su mariscal de campo. Y el “peludo” se siente más cerca del “fritz”, debido a la miseria común, que de la gente de Compiègne (mando militar francés). Aunque nuestros uniformes sean distintos somos todos proletarios del deber y del honor, mineros que trabajan en unos pozos disputados, pero ante todo mineros, con el mismo salario, y que corren el riesgo de los mismos escapes de grisú.<br /><br />Sucede que, durante un día tranquilo en el que luce el sol, dos combatientes enemigos, en el mismo lugar, en el mismo instante, asoman la cabeza por encima de la trinchera y se ven, a 30 metros. El soldado de azul y el soldado de gris se aseguran prudentemente su mutua lealtad, luego esbozan una sonrisa y se miran no sin asombro, como para preguntarse: "¿Qué coño hacemos aquí?". Es la pregunta que se hacen los dos ejércitos.<br /><br />En un rincón del sector de los Vosgos, una sección vivía en buenos términos con el enemigo. Cada bando se dedicaba a sus ocupaciones sin esconderse y saludaba cordialmente al bando adversario. Todo el mundo tomaba el aire libremente y los proyectiles consistían en chuscos y paquetes de tabaco. Una o dos veces al día, un alemán anunciaba: “Offizier!”, para señalar una ronda de sus jefes. Lo que quería decir: "¡Cuidado! Tal vez nos veamos obligados a mandaros algunas granadas". Avisaron incluso de un golpe de mano y la información se reveló exacta. Luego la cosa se puso más fea. La retaguardia ordenó una investigación. Se habló de traición, de consejo de guerra, y unos suboficiales fueron degradados. Parecía que se temía que los soldados se pusiesen de acuerdo para poner fin a las hostilidades, en las mismas barbas de los generales. Parece que este desenlace habría sido monstruoso.”</em></strong>saizhttp://www.blogger.com/profile/00519407939463601201noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-19917753.post-75085913389120005702010-04-20T01:03:00.000-07:002010-04-20T01:06:17.949-07:00La guerra por dentroSupongo que las personas que van a la guerra prefieren después olvidar sus vivencias, e incluso inconscientemente las suplantan y edulcoran. Tal vez necesiten hacerlo. Y quizá por eso hay muy pocos relatos que muestren con toda su crudeza cómo es una guerra por dentro. <br /><br />Estos días leo “<em><strong>El miedo</strong></em>” (traducción de “<em>La peur</em>”), de Gabriel Chevallier, en que el autor recoge sus recuerdos de los años vividos en el ejército francés durante la primera guerra mundial.<br /><br />Se lee como una interminable pesadilla, como una extenuante historia de terror en que la truculencia y la tensión no conceden respiro.<br /><br />Como muestra, reproduzco un párrafo. El resto del libro (361 páginas en la edición española de “Acantilado”) es igual de intenso.<br /><br />Mientras leo, me pregunto la razón de tanto padecer. Me pregunto para qué les sirvió todo ese sufrimiento: es decir, qué ventaja o provecho obtuvieron los países que durante cuatro años (1914-8) participaron en aquella locura. Si alguien lo sabe, le agradecería que me lo explicara. <br /><br />(Del capítulo V, “La barricada”:)<br /><br /><strong><em>"De súbito, el soldado que me precedía se acuclilló, gateó para pasar por debajo de un montón de material de construcción. Yo me acuclillé detrás de él. Cuando se incorporó, descubrí un hombre pálido como la cera, tumbado de espaldas, que abría una boca sin aliento, unos ojos inexpresivos, un hombre frío, rígido, que debía de haberse deslizado debajo de aquel ilusorio refugio de tablas para morir. Me encontré bruscamente cara a cara con el primer cadáver reciente que hubiese visto en mi vida. Mi rostro pasó a algunos centímetros del suyo, mi mirada se topó con su aterradora mirada vidriosa, mi mano tocó su mano gélida, oscurecida por la sangre que se había helado en sus venas. Me pareció que aquel muerto, en ese breve cara a cara que me imponía, me reprochaba su muerte y me amenazaba con su venganza. Esta impresión es una de las más horribles que me he traído del frente.<br /><br />Pero ese muerto era como el guardián de un reino de los muertos. Este primer cadáver francés precedía a cientos de cadáveres franceses. La trinchera estaba llena de ellos. Desembocábamos en nuestras antiguas primeras líneas, donde había partido nuestro ataque de la víspera. Unos cadáveres en todas las posturas, que habían sufrido todo tipo de mutilaciones, todo tipo de desgarraduras y todo tipo de suplicios. Cadáveres enteros, serenos y correctos como santos de relicario; cadáveres intactos, sin rastro de heridas; cadáveres churreteados de sangre, manchados y como arrojados a la rebatiña de unas bestias inmundas; cadáveres calmos, resignados, anodinos; cadáveres aterradores de seres que se habían negado a morir, furiosos, derechos, sacando pecho, despavoridos, que reclamaban justicia y maldecían. Todos torciendo el gesto, con sus pupilas apagadas y su tez de ahogados. Y pedazos de cadáveres, jirones de cuerpos y de ropas, órganos, miembros desparejados, carnes humanas rojas y violáceas, parecidos a carne podrida de carnicería, grasas amarillentas y fofas, huesos que dejaban escapar la médula, tripas desenrolladas, como gusanos repulsivos que aplastamos no sin temor…<br /><br />De lejos percibí el perfil de un hombrecillo barbudo y calvo, sentado en el banquillo de tiro, que parecía reírse. Era el primer rostro distendido, reconfortante, que nos encontrábamos, y fui hacia él con agradecimiento, preguntándome: "¿qué motivos tiene para reír así?". ¡Se reía de estar muerto! Tenía la cabeza cortada muy limpiamente por la mitad. Al adelantarlo, descubrí en un impulso de retroceso que le faltaba la mitad de aquel rostro risueño, el otro perfil. Tenía la cabeza completamente vacía. El cerebro, que había rodado de una pieza, estaba justo a su lado (como un producto de casquería), cerca de su mano, que lo señalaba. Este muerto nos gastaba una broma macabra. De ahí, quizá, su risa póstuma. Esta farsa alcanzó el colmo del horror cuando uno de nosotros lanzó un grito estrangulado y nos empujó brutalmente para huir.<br /><br />-¿Qué te pasa?<br /><br />-Creo que es... mi hermano.<br /><br />-¡Mírale de cerca, Dios santo!<br /><br />-No me atrevo... -murmuró mientras desaparecía-.”</em></strong>saizhttp://www.blogger.com/profile/00519407939463601201noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-19917753.post-21049493449241075872010-04-19T01:01:00.000-07:002010-04-19T01:12:06.129-07:00El botón de apagarPuede que el botón nuclear no sea un botón, sino una clave o un código. Tal vez (ojalá) no sea solamente un botón, un código o una clave, sino varios botones, códigos o claves sobre los que operar conjuntamente. Sí, es preferible que sea así. Es preferible que una sola persona no pueda acabar con la vida en el planeta. Que, al menos, sean necesarias varias voluntades actuando de consuno. Porque una sola persona (el jefe de Estado, la autoridad militar…) puede sufrir un trastorno mental o un brote de ofuscación o arrebato… y pulsar el botón.<br /><br />(Claro que varias personas también pueden sufrir al mismo tiempo una crisis de locura. No sería la primera vez.) <br /><br />Por otro lado, es de suponer que el procedimiento para accionar las armas nucleares no será muy complejo. Sin duda, quienes lo han diseñado habrán previsto que, en caso de ataque, la reacción ha de ser inmediata.<br /><br />Así que probablemente son muy pocas voluntades las que, fugazmente y sin mayores controles, pueden desencadenar el apocalipsis: el exterminio global de la humanidad.<br /><br />Estamos todos los humanos a merced de unas cuantas mentes, de unas pocas voluntades, tan expuestas al desequilibrio o a la enajenación como las de cualquier otra persona.<br /><br />Todo el planeta está en manos de unas pocas manos (¿cuántas: dos, tres, tal vez cuatro…?). De poquísimas manos que, además (y a juzgar por su comportamiento en la vida privada y en la actividad política), no parecen ni demasiado sensatas ni demasiado lúcidas.<br /><br />Toda la vida en la Tierra depende de que una (o dos, o tres, o cuatro) personas no aprieten un botón.<br /><br />A este grado de fragilidad hemos llegado.<br /><br />Habrá que preguntarse qué hacer para que ese botón (o botones), y las armas a él conectadas, dejen de funcionar. Para que desaparezca de una vez el botón de apagarlo todo.saizhttp://www.blogger.com/profile/00519407939463601201noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-19917753.post-41882691496590928862010-03-30T04:31:00.000-07:002010-03-30T04:33:35.561-07:00¿Monstruos?No digamos que fueron monstruos.<br /><br />Ningún monstruo hizo gasear a millones de humanos por ser de otra raza.<br /><br />Ningún monstruo exterminó o deportó al gulag a millones de personas.<br /><br />No: ningún monstruo perpetró tales actos. Ni el Hombre-lobo ni el Yeti ni el vampiro Drácula ni el monstruo de Frankenstein hicieron algo parecido.<br /><br />La fantasía puede concebir seres monstruosos, pero difícilmente llega a imaginar tanta perversión, tanta crueldad.<br /><br />También en relación con el mal la realidad excede a la ficción.<br /><br />Así que no digamos que esas personas reales fueron monstruos. No comparemos a esos genocidas con ellos. Los monstruos, los verdaderos monstruos nacidos de la imaginación o de la pesadilla, se sentirían ultrajados.saizhttp://www.blogger.com/profile/00519407939463601201noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-19917753.post-47354863382721067202010-02-01T00:37:00.000-08:002010-02-01T00:57:32.824-08:00La música según PessoaA su muerte, el escritor portugués Fernando Pessoa, que apenas había publicado nada en vida (salvo algunos poemas sueltos en una revista literaria llamada <em>Orpheu</em>), dejó un baúl lleno de manuscritos. En él no sólo guardaba poemas, sino también esbozos, borradores, pensamientos, apuntes, correspondencia, hojas de su diario personal... Poco a poco van saliendo a la luz esos escritos. Leerlos supone una especie de violación de su intimidad, de esa privacidad <em>post mortem</em> a la que todo el mundo debería tener derecho. Pero por otra parte son -muchos de ellos- escritos tan deslumbrantes que destruirlos implicaría una gran pérdida para la humanidad. Algunos de esos textos pueden leerse ahora en el blog <em>pessoasdepessoa</em> (personas de Pessoa) -<em>pessoasdepessoa.blogspot.com-</em>, publicado por Carlos Ciro. Junto a los originales en portugués o en inglés (Pessoa, que pasó su infancia en Suráfrica, escribía indistintamente en ambas lenguas) encontramos su traducción al español. Hay, entre los textos publicados por Carlos Ciro, dos poemas de Pessoa dedicados a la música. Son éstos:
<br />
<br />
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<br /><strong><em>LO QUE ESA MÚSICA ME ENTREGA
<br />
<br /></em>El velo de lágrimas no ciega. </strong>
<br /><strong>Veo, llorando, lo que esa música me entrega</strong>
<br /><strong>-la madre que tuve, el antiguo hogar, el niño que fui,</strong>
<br /><strong>el horror del tiempo, porque fluye, el horror de la vida, ¡porque sólo es matar!-.</strong>
<br /><strong>Veo y me adormezco en un torpor en que me olvido que existo aún en este mundo que existe...</strong>
<br /><strong>Estoy viendo a mi madre tocar.</strong>
<br /><strong>Y esas manos blancas y pequeñas, cuya caricia nunca más me arrullará,</strong>
<br /><strong>tocan al piano, cuidadosas y serenas, (¡Dios mío!)</strong>
<br /><strong><em>Un soir à Lima.</em></strong>
<br /><strong>¡Ah, veo todo claro! Estoy otra vez allí.</strong>
<br /><strong>Aparto del claro de luna exterior y extraño los ojos con que la vi.</strong>
<br /><strong>¿Pero qué? Divago y la música terminó...</strong>
<br /><strong>Divago como siempre divagué sin tener en el alma la certeza de quien soy,</strong>
<br /><strong>ni verdadera fe o una ley firme.</strong>
<br /><strong>Divago, creo eternidades mías en un opio de memoria y de abandono.</strong>
<br /><strong>Entronizo fantásticas reinas sin tener para ellas un trono.</strong>
<br /><strong>Sueño porque me baño en el río irreal de la música evocada.</strong>
<br /><strong>Mi alma es un niño harapiento que duerme en una oscura esquina.</strong>
<br /><strong>Sólo tengo de mí, en la realidad cierta y despierta, </strong>
<br /><strong>los harapos de mi alma abandonada y la cabeza que sueña contra el muro.</strong>
<br /><strong>Pero, madre, ¿no habrá un Dios que no me tome totalmente en vano,</strong>
<br /><strong>u otro mundo en el que ahora esté esto?</strong>
<br /><strong>Divago aún: todo es ilusión. </strong>
<br /><strong><em>Un soir à Lima.</em></strong>
<br /><strong>
<br />
<br />Quiébrate, corazón...
<br /></strong>
<br />…………………………………………………..
<br /></strong>
<br />
<br />
<br /><strong><em>LA MÚSICA EN TODO CASO</em></strong>
<br />
<br />
<br />
<br /><strong>La música, sí, la música…</strong>
<br /><strong>Piano banal del piso de enfrente.</strong>
<br /><strong>La música en todo caso, la música… </strong>
<br /><strong>Aquello que viene a buscar el llanto inmanente de toda criatura humana.</strong>
<br /><strong>Aquello que viene a torturar la calma con el deseo de una calma mejor…</strong>
<br /><strong>La música…</strong>
<br /><strong>Un piano allí arriba con alguien que lo toca mal.</strong>
<br /><strong>Pero es música…
<br />¡Ah, cuántas infancias tuve! </strong>
<br /><strong>¿Cuántas buenas tristezas?</strong>
<br /><strong>La música… </strong>
<br /><strong>¡Cuántas más buenas tristezas! </strong>
<br /><strong>Siempre la música…
<br />El pobre piano tocado por quien no sabe tocarlo.</strong>
<br /><strong>Pero, a pesar de todo, es música.
<br />Ah, ahí consiguió una nota continua —una melodía racional—.</strong>
<br /><strong>¡Racional, Dios mío!</strong>
<br /><strong>¡Como si alguna cosa fuera racional! </strong>
<br /><strong>¿Qué nuevos paisajes en un piano mal tocado?</strong>
<br /><strong>¡La música!… ¡La música…!
<br /></strong>
<br />
<br />
<br />Sobran comentarios. Sólo se me ocurre añadir que, como cualquier poeta, Pessoa era muy consciente de que, por mucho que alguien se esfuerce en decir algo con palabras, nunca-nunca-nunca logrará transmitir aquello que la música es capaz de expresar.
<br />saizhttp://www.blogger.com/profile/00519407939463601201noreply@blogger.com14tag:blogger.com,1999:blog-19917753.post-9882122356912826302010-01-08T07:22:00.000-08:002010-01-08T07:23:36.912-08:00ConocidosTiremos el monumento al soldado desconocido y en su lugar hagamos un censo, un listado. Con nombres, apellidos, el pueblo en que nacieron, la edad en que los mataron, alguna foto que haya…<br /><br />Saquémoslos de la oscuridad y el anonimato.<br /><br />Y apaguemos la llama inextinguible. Que sea un fuego apagado, como ellos.<br /><br />Dado que fueron reales (y no abstractos), vivientes (y no pétreos), derribemos el monumento al soldado desconocido y en su lugar pongamos todo cuanto de ellos se sepa.saizhttp://www.blogger.com/profile/00519407939463601201noreply@blogger.com65tag:blogger.com,1999:blog-19917753.post-8478003000522761322010-01-07T05:02:00.000-08:002010-01-07T05:03:09.349-08:00Los mismosQué raro que sean<br /><br />el mismo idioma para insultar<br />o para dar ánimo<br /><br />el mismo metal para el bisturí<br />o para las balas<br /><br />la misma tinta para la verdad<br />o para el engaño<br /><br />las mismas manos para acariciar<br />o para torturar<br /><br />la misma energía para derribar<br />o para construir<br /><br />los mismos fémures, peronés, tibias para asaltar<br />o para socorrer<br /><br />la misma masa encefálica para elegir algo<br />u otra cosa<br />o su contrario<br /><br />Qué raro que sean<br />tan multifuncionales,<br />tan polivalentessaizhttp://www.blogger.com/profile/00519407939463601201noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-19917753.post-72280076630545741022009-12-10T00:17:00.000-08:002009-12-10T00:26:03.721-08:00A las 4 me van a fusilarLeo en <em>El País </em>del 8-12-2009 la reseña del libro “<em>Vivir a muerte</em>”. Recopila las cartas que dejaron escritas los arrestados por participar en la resistencia francesa a la ocupación nazi durante la II Guerra Mundial. Son cartas escritas apenas unas horas antes de ser fusilados. Algunas fueron enviadas a los familiares de los condenados a muerte, tras su ejecución. Otras les fueron hechas llegar de cualquier manera (por ejemplo, arrojándolas por encima de las paredes de la cárcel).<br /><br />Son cartas dirigidas a la madre, a la esposa, a los hijos… En la reseña se reproducen fragmentos de algunas de ellas:<br /><br />“<em>A las 4 me van a fusilar. Si vieras lo calmado que estoy, mamá querida</em>”.<br /><br />“<em>Voy a llevar en el pecho vuestras fotos para que me acompañen en el ataúd</em>”.<br /><br />“<em>Sabes que alguna vez hemos discutido, pero te quería mucho</em>”.<br /><br />“<em>Lamento profundamente no haberte hecho feliz</em>”.<br /><br />“<em>Mi alegría más grande sería que pensaras en mí lo menos posible y rehagas tu vida</em>”.<br /><br />“<em>Te deseo que encuentres un buen proletario digno de ti. Es duro decir esto porque estoy celoso incluso delante de la muerte</em>”.<br /><br />“<em>Sé feliz en los brazos de otro</em>”.<br /><br />“<em>Besos grandes, besos como sólo podemos dar cuando son los últimos</em>”.<br /><br />En alguna carta la persona que va a ser fusilada confiesa su pesar por haber matado a otros (probablemente a algún miembro del ejército alemán):<br /><br />“<em>He cumplido con mi deber. Sólo siento, y de todo corazón, haber matado</em>”.<br /><br />En otra carta el que la escribe pide al destinatario que publique lo que escribió en vida, tal vez como un sucedáneo de supervivencia:<br /><br />“<em>Haz editar mis poemas</em>”.<br /><br />Me intriga el proceso mental que hace que, incluso en una situación límite, algunas personas sigan preocupándose por los detalles más prosaicos de la vida:<br /><br />“<em>Mi escritura es tal vez un poco temblorosa, pero es que tengo un lápiz muy pequeño</em>”.<br /><br />“<em>No te olvides de mis zapatos, los llevé a arreglar, se los das a Maurice</em>”.<br /><br />“<em>Perdonad mis faltas de ortografía</em>”.<br /><br />Y, al hilo de todo esto, me pregunto qué escribiríamos tú o yo si nos encontráramos en una tesitura así: sabiendo que, dentro de un rato, nos van a ejecutar.<br /><br />Podemos imaginarlo pero no podemos conocerlo a ciencia cierta. Porque para saberlo de verdad sería necesario disponer de papel y bolígrafo y saber que en unos momentos van a fusilarnos.saizhttp://www.blogger.com/profile/00519407939463601201noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-19917753.post-28155317211074981602009-12-01T00:51:00.000-08:002009-12-01T00:56:25.632-08:00Corregir la suertePuede que, al final, lo que llamamos justicia (justicia social, justicia distributiva, justicia económica…) no sea sino un intento de corregir la suerte.<br /><br />Me gustaría ser capaz de explicarme.<br /><br />Unos nacen más dotados que otros, física o mentalmente. Más sanos, más inteligentes, más voluntariosos… Hay, incluso, quienes nacen con un déficit físico o psíquico (los que llamamos discapacitados). Ante ello, lo “automático” sería que entre los más sanos y los más débiles, entre los más inteligentes y los más torpes…, hubiera una profunda brecha.<br /><br />Pues bien: por medio de la justicia intentamos que esa brecha se reduzca, se atenúe.<br /><br />Nos resignamos (digámoslo así) a que tenga que haber una brecha, una distancia. Pero queremos que sea una separación no demasiado grande.<br /><br />Lo mismo puede decirse de quienes nacen en una familia adinerada y quienes nacen en una familia pobre. Esto es también, a fin de cuentas, una cuestión de azar. No es un <em>azar genético </em>o <em>cromosómico</em> (como en el caso anterior), pero sí otra forma de azar.<br /><br />En principio, quienes nacen en una familia rica tendrán una vida más fácil: en medios materiales, en sanidad, en educación…<br /><br />Pues bien: por medio de la justicia intentamos reducir la distancia entre quienes vienen de una familia rica y quienes vienen de una familia humilde.<br /><br />Encontramos aquí la cuestión de la herencia, del derecho a heredar. En principio resulta inicuo que unas personas hereden bienes y otras no. Pero, por otro lado, tiene sentido que la propiedad se transmita de padres a hijos. Quienes con su esfuerzo o ahorro reúnen un patrimonio deben poder –parece convenirse- transmitirlo a sus descendientes (o a aquellas personas que designen).<br /><br />Obviamente quienes heredan bienes tienen una ventaja respecto de quienes no los heredan. Es otra vez la suerte. Siempre ella.<br /><br />Pues bien: por medio de la justicia aspiramos, no a eliminar el derecho sucesorio, pero sí a atenuar o paliar sus consecuencias.<br /><br />El azar está presente, con la misma intensidad que entre los individuos, entre los pueblos. Unos pueblos, por su ubicación geográfica, disfrutan de mejor clima que otros. Unos pueblos viven en un territorio más rico o más productivo que otros. Unos pueblos tienen en su subsuelo riquezas naturales (minerales, petróleo…) de que otros carecen.<br /><br />Pues bien: a través de la justicia querríamos paliar las diferencias entre unos pueblos y otros basadas en el <em>azar geográfico</em>.<br /><br />Y esto -simplemente esto- viene a ser, a la postre, la justicia. Un intento, un deseo de corregir la suerte.<br /><br />La suerte estará siempre entre nosotros, engendrando desigualdades. Porque la suerte es injusta por naturaleza. La suerte es una fábrica de injusticias.<br /><br />A lo largo de la historia ha habido algunos intentos, teóricos o prácticos, de abolir la suerte. De extirpar, al menos, alguna clase de suerte (así, en el caso del comunismo, la <em>suerte social</em>; no tanto otras, como la <em>suerte cromosómica</em>). Pero esa erradicación total de la suerte como factor de injusticia se ha revelado inviable.<br /><br />La suerte va a seguir presente en el nacimiento de las personas y después de él. (¿Acaso no es cuestión de suerte sufrir un accidente y quedar inválido?, ¿acaso no es cuestión de suerte no sufrir un accidente?, ¿acaso no es cuestión de suerte que a alguien le toque la lotería?, ¿acaso no es cuestión de suerte que a otros no les toque?).<br /><br />Pero, frente a esa constante factoría de desigualdades que es el azar (el <em>azar cromosómico</em>, el <em>azar geográfico</em>, el <em>azar social</em>, todos los azares habidos y por haber…), está nuestro deseo de justicia.<br /><br />Está nuestro deseo de corregir la suerte. Corregirla, al menos, para evitar las graves privaciones, las carencias básicas. <br /><br />A través de las ayudas públicas a los más necesitados, la progresividad tributaria, la seguridad social, la universalidad de algunos servicios, las becas, la ayuda al desarrollo…, queremos que entre nosotros habite “la pequeña justicia” (ya que no la Justicia con mayúscula –esa señora que desearíamos que existiera pero que desgraciadamente no existe-).<br /><br />A mí me gustaría creer en la Justicia y la Igualdad plenas. Es más, si yo hubiera diseñado el mundo habría intentado hacerlo justo e igualitario. Pero no lo he diseñado y el mundo, mientras exista el azar, no puede ser Justo (con mayúscula).<br /><br />Así que a lo que aspiramos es a la justicia. A la pequeña justicia, la justicia con minúscula. Ésa que sólo aspira a corregir la suerte.saizhttp://www.blogger.com/profile/00519407939463601201noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-19917753.post-74780113105008927122009-11-05T06:18:00.000-08:002009-11-05T06:20:00.943-08:00Títeres, peleles¿Cuántos niños y niñas han sido, y son, educados en el fanatismo?<br /><br />No sólo se les imbuye acríticamente unas ideas, sino que se les inculca que han de abstenerse, de por vida, de leer o escuchar a quienes las cuestionen.<br /><br />Y no sólo pasa con el integrismo o fundamentalismo religioso. También otras ideas (de odio al diferente, racistas, sexistas, nacionalistas…) son inoculadas a los niños, en la primera infancia, por su entorno más próximo. <br /><br />¿Cuántas personas intolerantes lo son porque, desde niños, se las ha programado para eso?<br /><br />¿Cuándo y de quién aprendieron los talibanes a ser talibanes?<br /><br />¿Cuándo y de quién aprendieron los machistas a ser machistas?<br /><br />¿Cuándo y de quién aprendieron los terroristas, y en general aquéllos que admiten el asesinato como arma política, a pensar así?<br /><br />Suele decirse que educar a los hijos es un derecho de los padres. En la Constitución española se reconoce expresamente el derecho de los padres a educar a los hijos con arreglo a sus propias convicciones. Puede ser razonable, pero ¿y el derecho de los niños a que nadie les inculque ideas que no pueden contrastar?<br /><br />¿Y el derecho de los niños a que nadie se prevalga y abuse de su inmadurez para deformarles la mente?<br /><br />¿Y el derecho de los niños a que nadie los trate como a títeres?<br /><br />El derecho de los niños a ser intelectualmente respetados hasta que puedan decidir por sí mismos, ¿dónde queda?saizhttp://www.blogger.com/profile/00519407939463601201noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-19917753.post-24880149887942581422009-11-03T03:01:00.000-08:002009-11-03T03:09:50.171-08:00Sin límiteLo leí en un texto de José Antonio Marina:<br /><br /><strong>“Este siglo ha presenciado epidemias de crueldad que nos resulta dificil comprender. En la documentación del proceso de Nüremberg se menciona el caso de comandante del campo de concentración de Janvski, Willhaus que "por simple deporte y para entretenimiento de su mujer y su hija, solía disparar periódicamente desde el balcón de su despacho con un fusil automático sobre los reclusos que trabajaban en los talleres. Algunas veces prestaba el fusil a su mujer, que también disparaba. En algunas ocasiones, y para divertir a su hija de nueve años, Willhaus ordenaba lanzar al aire niños de dos a cuatro años mientras disparaba sobre ellos. Su hija aplaudía y gritaba: "¡Papá, hazlo otra vez!" Y él lo hacia de nuevo". ¿Como es posible tanta insensibilidad? Hay, por supuesto, otros elementos, pero uno de ellos es la creencia básica inculcada en esos sujetos. Si los judíos son tan solo homúnculos, no hay que sentir hacia ellos lo mismo que se siente hacia los seres humanos.”</strong><br /><br />(puede leerse en <em>http://lacomunidad.elpais.com/libros-azules/2009/3/31/jose-antonio-marina-sentimientos-</em>)<br /><br />“No puede ser verdad”, pensé. Pero, siendo J. A. Marina quien lo dice, está claro que no es un infundio. Así que fui a buscar por Internet y todo apunta a que el relato es cierto. En otros sitios leo:<br /> <br /><strong>“El comandante del campo Gustav Willhaus tenía la afición del "tiro al judío" en la que participara su esposa y su hija de 9 años; para entretenerse disparaban con un rifle a los prisioneros del campo para diversión de toda la familia; su esposa también se aficionó y en numerosas ocasiones asesinó a judíos indefensos. Por supuesto su hija de 9 años, feliz por este "juego", también quiso hacer lo mismo y soldados S.S., para complacerla, le ponían niños judíos de 4 años aproximadamente para que la niña los matara mientras exclamaba "otra vez, otra vez, papá".</strong><br /><br />(<em>http://es.wikipedia.org/wiki/Janowska</em>)<br /><br /><strong><strong>-Jueves, 14 de febrero de 1946. Es el día 45 del proceso de Nuremberg. Sube al banquillo de los testigos el exprisionero Manusevitch, miembro de un sonderkommando en el campo de Janov-Lwow. <br /><br />Ésta es la declaración de Manusevitch escrita por su transcriptor oral: (…)<br />De vez en cuando salía fuera del cuartel y se plantaba ante la puerta con el fusil en la mano. Tomaba cuidadosamente la mira y disparaba al primer prisionero que se le pusiera a tiro, al estilo del comandante de la película "la lista de Schindler" Amon Goeth quién también sentía predilección por este diabólico pasatiempo. Despues de disparar, Wilhaus llamaba a su mujer y le enseñaba el modo de acertar con aquellos locos esqueletos que huían por todas partes... La mujer lo encontró divertido y a menudo también jugaba al tiro al blanco. Pero la que más se divertía era la niña, Heine, una muchachita de 9 años, que era el orgullo de su padre. De vez en cuando éste la llevaba a dar un paseo por el campo como si fueran de cacería, con el fusil en bandolera. Y realmente íban de caza, pero de niños pequeños, de " pequeños judíos piojosos". Les gustaba mucho cuando eran de un año o poco más. Entonces los cogían por una pierna y los lanzaban al aire con toda la fuerza de que era capaz. Después de un vuelo de algunos metros, les asestaba un buen golpe de fusil y el niño caía acribillado como un palomo herido de muerte. La niña aplaudía contenta y sonreía.</strong><br /><br /><strong><strong>(<em>http://historia.mforos.com/1314198/7371694-que-fue-de-heike-wilhaus/</em>)</strong></strong><strong><br /><br />El comandante del campo de Yanov, el 'Obersturmführer' Willhaus, solía disparar con un rifle automático desde el balcón de su oficina a los prisioneros que trabajaban en los talleres, en parte por amor al deporte y en parte para divertir a su mujer y sus hijas. Después le pasaba el rifle a su esposa, y ella también disparaba a los prisioneros. A veces, para contentar a su hija de nueve años, hacía que lanzaran al aire a niños de entre dos y cuatro años para practicar tiro al plato con ellos, mientras su hija aplaudía y gritaba, '¡Papá, hazlo otra vez! ¡Hazlo otra vez, papá!'. Y volvía a hacerlo.</strong></strong><br /><br />(<em>http://www.nizkor.org/hweb/imt/tgmwc/tgmwc-07/tgmwc-07-59-12-sp.html</em>) <br /><br />En fin, hay otros sitios donde pueden leerse textos similares.<br /><br />A veces uno cree que, en materia de crueldad humana, existen límites insuperables. Pero no. Siempre hay algo capaz de superar los límites que uno, ingenuamente, había trazado.saizhttp://www.blogger.com/profile/00519407939463601201noreply@blogger.com3