Thursday, August 27, 2009

Lo correcto

Los que lapidaban a la mujer acusada de adulterio, pensaban que hacían lo correcto.

Los que iban a la guerra por los Santos Lugares estaban convencidos de actuar correctamente.

Los que quemaban herejes en la hoguera consideraban que hacían lo correcto.

Sí, es muy posible que así fuese; que sus mentes así lo entendieran. Porque ésa era su verdad, su convicción.

Aunque ahora se nos haga inasumible. Aunque ahora nos parezca deleznable. Aunque ahora nos resulte incorrectísimo.

Muchas personas que en el pasado ejecutaron actos abominables, los realizaron pensando que hacían lo correcto. Y probablemente no eran culpables, al menos no del todo, de pensar así.

De modo que el gran (y eterno) problema es cómo saber -en cada momento, en cada situación, en cada caso- qué es lo correcto.

En los hechos anteriores se decidió qué era lo correcto sin oír ni valorar la opinión de las mujeres, de los supuestos infieles, de los hipotéticos herejes... Se decidió sin tener en cuenta el criterio de los otros. Se decidió negando a otros su libertad, su participación. Se decidió con soberbia, anteponiendo porque sí las creencias propias a las ajenas.

Disponemos de brújulas que señalan en qué dirección está el norte; pero no tenemos, ni vamos a tener nunca, un aparato que nos indique qué es lo correcto.

Lo único que a estas alturas parece claro es que, sea lo que sea lo correcto, solamente hay una forma de encontrarlo: con libertad, con humildad y entre todos.

Wednesday, August 19, 2009

Troceando

¿Por qué decimos que una mesa es un objeto, y sin embargo no lo es cada una de sus patas (a las que consideramos partes de la mesa)?

¿Por qué decimos que un coche es un objeto, y sin embargo no lo es cada una de sus partes (la carrocería, los cilindros, los asientos...)?

¿Por qué decimos que una jarra es un objeto, y no lo es el asa con que la cogemos ni las paredes o el fondo que la conforman?

Al menos coloquialmente, consideramos un objeto aquello que se mueve junto, aquello que se mueve a la vez; de modo que, si movemos una mesa, se mueve toda ella (el tablero, las patas...); si movemos un coche se mueve todo él (los asientos, el chasis, el motor...); si movemos una jarra se mueve la jarra entera (el asa, el recipiente...).

Todas las moléculas de una piedra forman un objeto (el objeto piedra) porque se mueven juntas. Por eso una piedra es un objeto, y sus moléculas no lo son.

Todas las moléculas de vapor que forman una nube se mueven a la vez. Por eso una nube es, toda ella, un objeto (el objeto nube).

Todas las células de un gato se mueven a la vez. Por eso un gato es un ser con entidad propia, y sus células no.

Yo soy todo aquello que se desplaza cuando me desplazo.

Tú eres todo aquello que se traslada cuando te trasladas.

Nuestra forma de compartimentar y clasificar lo real se basa, al menos aparentemente, en una gran simpleza: en dividirlo por razones de movilidad; en segmentarlo en entes que se mueven juntamente, que se mueven a la vez.