Casi todo el mundo lo ha leído, pero yo no. Hasta ayer. Ayer acabé Sostiene Pereira, de Antonio Tabucchi. En la contraportada dice que también se ha hecho una película. Y yo sin saberlo. Pero no importa. El caso es que, aunque tarde, lo he leído y me ha emocionado.
Raramente leo sin subrayar. Y si lo hago es porque el libro no me ha interesado (aunque, de un tiempo a esta parte, si en sus primeras páginas un libro no me interesa lo abandono sin más). En Sostiene Pereira he subrayado varios párrafos. Pero, de entre todos, hay uno que constituye el corazón del libro, la clave del cambio vital que se opera en el protagonista.
Corresponde a un diálogo entre Pereira y el doctor Cardoso. Lo reproduzco aquí (aunque seguro que a quienes lo hayan leído no se les ha olvidado). Por otro lado creo que esta idea de la confederación de almas y el yo hegemónico es algo que, de un modo u otro, todos hemos intuido alguna vez. Quizá por eso nos conmueve verlo escrito.
“…Creer que somos «uno» que tiene existencia por sí mismo, desligado de la inconmensurable pluralidad de los propios yoes, representa una ilusión, por lo demás ingenua, de la tradición cristiana de un alma única; el doctor Ribot y el doctor Janet ven la personalidad como una confederación de varias almas, porque nosotros tenemos varias almas dentro de nosotros, ¿comprende?, una confederación que se pone bajo el control de un yo hegemónico (…) Lo que llamamos la norma, o nuestro ser, o la normalidad, es sólo un resultado, no una premisa, y depende del control de un yo hegemónico que se ha impuesto en la confederación de nuestras almas; en el caso de que surja otro yo, más fuerte y más potente, este yo destrona al yo hegemónico y ocupa su lugar, pasando a dirigir la cohorte de las almas, mejor dicho, la confederación, y su predominio se mantiene hasta que es destronado a su vez por otro yo hegemónico, sea por un ataque directo, sea por una paciente erosión. Tal vez (…) tras una paciente erosión haya un yo hegemónico que esté ocupando el liderazgo de la confederación de sus almas, señor Pereira, y usted no puede hacer nada, tan sólo puede, eventualmente, apoyarlo.
El doctor Cardoso acabó de comer su macedonia y se limpió los labios con la servilleta.
¿Y qué puedo hacer?, preguntó Pereira.
Nada, respondió el doctor Cardoso, simplemente esperar, quizá haya en usted un yo hegemónico que, tras una lenta erosión, después de todos estos años dedicados al periodismo escribiendo la crónica de sucesos, creyendo que la literatura era la cosa más importante del mundo, quizá haya un yo hegemónico que está tomando la dirección de la confederación de sus almas, déjelo salir a la superficie, de todas formas no puede actuar de otra manera, no lo conseguiría y entraría en conflicto consigo mismo”.
Thursday, July 15, 2010
Monday, June 21, 2010
Letras de tango
Suele decirse que el tango se compone de tres elementos: la música, la letra y el baile. Yo no sé cuál de ellos fue el primero, pero sí el que más me atrae. La letra, las letras de los tangos están llenas de pasión y poesía.
Me contraría no entender bien, a veces, las letras de los tangos. Algunas grabaciones, como las de Gardel, proceden del tiempo de los gramófonos y el sonido no es óptimo. Otros textos contienen palabras en lunfardo (ese habla del Río de la Plata, curiosa mezcla de español, italiano de Lombardía –de ahí el nombre- y palabras indígenas). Pero aun así disfruto mucho oyendo la letra (también la música, pero sobre todo la letra) de los tangos.
Escuché ayer el disco que Diego El Cigala ha dedicado al tango. Son once tangos a los que el cantaor aporta su toque flamenco. El resultado de tanta mezcla (lo latino, lo indígena, lo africano –la palabra tango viene de África-, lo gitano…) es subyugante.
Algunos tangos me eran conocidos y otros no.
Mientras oía el CD, iba apuntando algunas letras. Estrofas como
“Vieja calle de mi barrio donde he dado el primer paso,
vuelvo a vos, gastado el mazo en inútil barajar,
con una llaga en el pecho, con mi sueño hecho pedazos,
que se rompió en un abrazo que me diera la verdad”.
“Cada cual con sus trabajos,
con sus sueños cada cual,
con la esperanza delante,
con los recuerdos detrás”.
"¡Qué ganas de llorar
en esta tarde gris!
En su repiquetear
la lluvia habla de ti".
Y hay que concluir que, como dice la letra de Garganta con arena,
“Cantor
de un tango algo insolente,
hiciste que a la gente
le duela tu dolor…”.
Me gustan estas frases, estos versos que seguramente no aparecen en ninguna antología poética pero que viven escondidos entre las letras de los tangos.
Me contraría no entender bien, a veces, las letras de los tangos. Algunas grabaciones, como las de Gardel, proceden del tiempo de los gramófonos y el sonido no es óptimo. Otros textos contienen palabras en lunfardo (ese habla del Río de la Plata, curiosa mezcla de español, italiano de Lombardía –de ahí el nombre- y palabras indígenas). Pero aun así disfruto mucho oyendo la letra (también la música, pero sobre todo la letra) de los tangos.
Escuché ayer el disco que Diego El Cigala ha dedicado al tango. Son once tangos a los que el cantaor aporta su toque flamenco. El resultado de tanta mezcla (lo latino, lo indígena, lo africano –la palabra tango viene de África-, lo gitano…) es subyugante.
Algunos tangos me eran conocidos y otros no.
Mientras oía el CD, iba apuntando algunas letras. Estrofas como
“Vieja calle de mi barrio donde he dado el primer paso,
vuelvo a vos, gastado el mazo en inútil barajar,
con una llaga en el pecho, con mi sueño hecho pedazos,
que se rompió en un abrazo que me diera la verdad”.
“Cada cual con sus trabajos,
con sus sueños cada cual,
con la esperanza delante,
con los recuerdos detrás”.
"¡Qué ganas de llorar
en esta tarde gris!
En su repiquetear
la lluvia habla de ti".
Y hay que concluir que, como dice la letra de Garganta con arena,
“Cantor
de un tango algo insolente,
hiciste que a la gente
le duela tu dolor…”.
Me gustan estas frases, estos versos que seguramente no aparecen en ninguna antología poética pero que viven escondidos entre las letras de los tangos.
Saturday, June 12, 2010
Me hacen daño
Leo (*) que en el condado de Maricopa (Arizona, EE.UU.) los inmigrantes sin papeles son tratados como delincuentes. Se les retiene en una cárcel hecha a base de tiendas de campaña y se les obliga a vestir trajes a rayas (como los presos del cine mudo o los reclusos en los campos de concentración nazis). Por si no fuera bastante, el uniforme incluye cazoncillos de color rosa: una especie de burla o afrenta a su dignidad y virilidad.
Al parecer, la medida cuenta con el apoyo de la mayoría de los ciudadanos.
Lo leo y mi fe en el ser humano se derrumba. Uno puede entender que en los países ricos (donde, pese a serlo, no faltan ciudadanos con dificultades económicas) exista prevención a una llegada masiva de inmigrantes que acaparen los puestos de trabajo y colapsen los servicios sociales. Pero, de ahí a someter a esa gente a la vejación y el escarnio, media una distancia que creía irrecorrible.
Muchas de las personas que apoyan esta medida deben ser trabajadores, gente que conoce lo que es la adversidad y la dureza, y que sin embargo no siente la más mínima comprensión hacia quienes, más pobres que ellos, se ven obligados a a dejar su familia, su país y su idioma para buscar trabajo.
Me gustaría decirles a quienes han decidido actuar así que su actitud resquebraja mi confianza en los hombres. Y que, con ello, a mí también me hacen daño.
(*) En http://www.elimparcial.com/EdicionEnLinea/Notas/Internacional/11052010/446390.aspx
Al parecer, la medida cuenta con el apoyo de la mayoría de los ciudadanos.
Lo leo y mi fe en el ser humano se derrumba. Uno puede entender que en los países ricos (donde, pese a serlo, no faltan ciudadanos con dificultades económicas) exista prevención a una llegada masiva de inmigrantes que acaparen los puestos de trabajo y colapsen los servicios sociales. Pero, de ahí a someter a esa gente a la vejación y el escarnio, media una distancia que creía irrecorrible.
Muchas de las personas que apoyan esta medida deben ser trabajadores, gente que conoce lo que es la adversidad y la dureza, y que sin embargo no siente la más mínima comprensión hacia quienes, más pobres que ellos, se ven obligados a a dejar su familia, su país y su idioma para buscar trabajo.
Me gustaría decirles a quienes han decidido actuar así que su actitud resquebraja mi confianza en los hombres. Y que, con ello, a mí también me hacen daño.
(*) En http://www.elimparcial.com/EdicionEnLinea/Notas/Internacional/11052010/446390.aspx
Tuesday, May 18, 2010
Un gran lector
Leo la reseña de “Libros para el führer”, de Juan Baráibar, una obra que trata sobre los libros leídos por Adolf Hitler:
“Era un gran lector, al menos en términos cuantitativos, como ponen de relieve dos hechos, confirmados por múltiples testigos: …su extensa biblioteca personal, repartida entre diversas ciudades (Berlín, Múnich y Obersalzberg, su refugio alpino), calculada según Frederick Oeschsner en unos 16.300 volúmenes; en segundo lugar, diversos testimonios nos hablan de Hitler como lector voraz, incluso compulsivo, a razón de un ejemplar por noche… Admiraba a Cervantes y Shakespeare, del mismo modo que disfrutaba con Robinson, Gulliver o La cabaña del tío Tom. Junto a estos autores y obras, sin embargo, también tenía en gran estima El judío internacional, el tratado antisemita de Henry Ford. Poseía también un manual de 1931 sobre el uso y propiedades de los gases venenosos, uno de cuyos capítulos estaba dedicado al asfixiante que sería comercializado como Zyklon B, que sirvió para perpetrar la mayor matanza en serie de seres humanos conocida hasta entonces”.
Lo cual confirma, una vez más, lo que de sobra sabemos: que la formación académica, la cualificación técnica, incluso la posesión de una inmensa cultura…, no garantizan en absoluto la honradez ni la sujeción ética de una persona.
Es más, tales cualidades (formación, conocimientos técnicos, cultura), en manos de alguien dispuesto a hacer el mal, pueden convertirse en medios facilitadores de su conducta dañina. Pueden ser puestos al servicio de la crueldad.
En el caso de Hitler, no solamente fue un voraz lector, sino que también escribió (en su libro “Mein Kampf” esbozó los rasgos básicos del nazismo).
Así pues, se puede ser lector, escritor, científico, intelectual… y nada de eso guardará relación con la bondad o la maldad, la honradez o la abyección de esa persona.
Si tuviéramos que escoger entre Hitler y un hombre anónimo que nunca leyó un libro, elegiríamos sin duda a la persona inculta.
“Era un gran lector, al menos en términos cuantitativos, como ponen de relieve dos hechos, confirmados por múltiples testigos: …su extensa biblioteca personal, repartida entre diversas ciudades (Berlín, Múnich y Obersalzberg, su refugio alpino), calculada según Frederick Oeschsner en unos 16.300 volúmenes; en segundo lugar, diversos testimonios nos hablan de Hitler como lector voraz, incluso compulsivo, a razón de un ejemplar por noche… Admiraba a Cervantes y Shakespeare, del mismo modo que disfrutaba con Robinson, Gulliver o La cabaña del tío Tom. Junto a estos autores y obras, sin embargo, también tenía en gran estima El judío internacional, el tratado antisemita de Henry Ford. Poseía también un manual de 1931 sobre el uso y propiedades de los gases venenosos, uno de cuyos capítulos estaba dedicado al asfixiante que sería comercializado como Zyklon B, que sirvió para perpetrar la mayor matanza en serie de seres humanos conocida hasta entonces”.
Lo cual confirma, una vez más, lo que de sobra sabemos: que la formación académica, la cualificación técnica, incluso la posesión de una inmensa cultura…, no garantizan en absoluto la honradez ni la sujeción ética de una persona.
Es más, tales cualidades (formación, conocimientos técnicos, cultura), en manos de alguien dispuesto a hacer el mal, pueden convertirse en medios facilitadores de su conducta dañina. Pueden ser puestos al servicio de la crueldad.
En el caso de Hitler, no solamente fue un voraz lector, sino que también escribió (en su libro “Mein Kampf” esbozó los rasgos básicos del nazismo).
Así pues, se puede ser lector, escritor, científico, intelectual… y nada de eso guardará relación con la bondad o la maldad, la honradez o la abyección de esa persona.
Si tuviéramos que escoger entre Hitler y un hombre anónimo que nunca leyó un libro, elegiríamos sin duda a la persona inculta.
Friday, April 30, 2010
¿Por qué no se mueve?
Lo leo en www.muyinteresante.es:
“Los chimpancés sienten la muerte de sus congéneres de un modo muy similar al de los humanos, revelan dos estudios pioneros publicados en la revista Current Biology.
”Los datos de las observaciones revelan que la percepción de la muerte en esta especie está mucho más desarrollada de lo que se creía hasta ahora", destacó James Anderson, de la Universidad de Stirling, en Escocia, y responsable de uno de los dos trabajos. En concreto, Anderson y su equipo de la universidad escocesa de Stirling observaron en un vídeo a un grupo de chimpancés durante la agonía de "Pansy", una hembra vieja del Blair Drummond Safari Park. En los días anteriores a la muerte de la hembra, el grupo estuvo muy silencioso y le prestó mucha atención, y justo antes de morir fue acicalada y acariciada por sus congéneres.
Los animales parecieron buscar en ella signos de vida una vez fallecida y, aunque poco después se marcharon, su hija se quedó con ella toda la noche. Además, el grupo mantuvo una actitud respetuosa y callada cuando el cadáver fue retirado por los cuidadores y durante varios días los primates evitaron dormir sobre la plataforma donde se produjo la muerte, pese a ser un lugar habitualmente eligido para descansar.
"En general, hallamos varias similitudes entre el comportamiento de los chimpancés hacia la hembra antes y después de su muerte y las reacciones de los seres humanos ante la desaparición de un miembro anciano de la comunidad o de un familiar, pese a que los chimpancés no tienen creencias religiosas o rituales funerarios", señaló Anderson.
El segundo estudio, a cargo de Dora Biro y sus compañeros de la británica Universidad de Oxford, describe el caso de dos hembras en estado natural de un bosque guineano, cuyas crías, de uno y dos años, murieron a causa de un virus respiratorio. Durante semanas e incluso meses, ambas madres llevaron encima los cadáveres ya momificados de sus bebés, quizás incapaces de aceptar lo ocurrido, según sugieren los científicos.”
Tras leer esto, me doy cuenta de que la inteligencia, aun siendo una evidente ventaja evolutiva (probablemente la mejor de todas), no hace que los seres dotados de ella sean más felices, sino más desdichados.
Los animales que no tienen consciencia de la muerte (ni de la muerte propia ni de la muerte ajena) no experimentan sufrimiento por la propia finitud, ni tampoco dolor por la pérdida de un ser querido.
Una cebra, en el momento de ser capturada por un león, sabe probablemente que va a dolerle, pero desconoce que ello va a implicar su muerte física, su definitivo dejar de existir.
Una gacela cuyo cachorro es devorado por un leopardo acusará la ausencia de éste, su súbita desaparición. Es probable que lo busque y hasta que lo “eche de menos” algún tiempo, pero ignora que su cachorro ha dejado de estar vivo.
En cambio, los chimpancés (según este artículo) sí atisban lo que significa la muerte. Tal vez no lo sepan del todo, pero lo barruntan o intuyen.
Y por eso sufren más que otros animales menos inteligentes.
También en esto los chimpancés están a pocos pasos de nosotros.
Me imagino a esas chimpancés con el cuerpo de sus crías a cuestas, negándose a aceptar su muerte, y cargándolos en su espalda hasta que –supongo- la putrefacción cadavérica les hizo al fin rendirse a la cruda evidencia.
Me imagino a esas chimpancés y no me resulta difícil ver, en ellas, el desgarro de una madre humana sosteniendo a su hijo muerto.
“Los chimpancés sienten la muerte de sus congéneres de un modo muy similar al de los humanos, revelan dos estudios pioneros publicados en la revista Current Biology.
”Los datos de las observaciones revelan que la percepción de la muerte en esta especie está mucho más desarrollada de lo que se creía hasta ahora", destacó James Anderson, de la Universidad de Stirling, en Escocia, y responsable de uno de los dos trabajos. En concreto, Anderson y su equipo de la universidad escocesa de Stirling observaron en un vídeo a un grupo de chimpancés durante la agonía de "Pansy", una hembra vieja del Blair Drummond Safari Park. En los días anteriores a la muerte de la hembra, el grupo estuvo muy silencioso y le prestó mucha atención, y justo antes de morir fue acicalada y acariciada por sus congéneres.
Los animales parecieron buscar en ella signos de vida una vez fallecida y, aunque poco después se marcharon, su hija se quedó con ella toda la noche. Además, el grupo mantuvo una actitud respetuosa y callada cuando el cadáver fue retirado por los cuidadores y durante varios días los primates evitaron dormir sobre la plataforma donde se produjo la muerte, pese a ser un lugar habitualmente eligido para descansar.
"En general, hallamos varias similitudes entre el comportamiento de los chimpancés hacia la hembra antes y después de su muerte y las reacciones de los seres humanos ante la desaparición de un miembro anciano de la comunidad o de un familiar, pese a que los chimpancés no tienen creencias religiosas o rituales funerarios", señaló Anderson.
El segundo estudio, a cargo de Dora Biro y sus compañeros de la británica Universidad de Oxford, describe el caso de dos hembras en estado natural de un bosque guineano, cuyas crías, de uno y dos años, murieron a causa de un virus respiratorio. Durante semanas e incluso meses, ambas madres llevaron encima los cadáveres ya momificados de sus bebés, quizás incapaces de aceptar lo ocurrido, según sugieren los científicos.”
Tras leer esto, me doy cuenta de que la inteligencia, aun siendo una evidente ventaja evolutiva (probablemente la mejor de todas), no hace que los seres dotados de ella sean más felices, sino más desdichados.
Los animales que no tienen consciencia de la muerte (ni de la muerte propia ni de la muerte ajena) no experimentan sufrimiento por la propia finitud, ni tampoco dolor por la pérdida de un ser querido.
Una cebra, en el momento de ser capturada por un león, sabe probablemente que va a dolerle, pero desconoce que ello va a implicar su muerte física, su definitivo dejar de existir.
Una gacela cuyo cachorro es devorado por un leopardo acusará la ausencia de éste, su súbita desaparición. Es probable que lo busque y hasta que lo “eche de menos” algún tiempo, pero ignora que su cachorro ha dejado de estar vivo.
En cambio, los chimpancés (según este artículo) sí atisban lo que significa la muerte. Tal vez no lo sepan del todo, pero lo barruntan o intuyen.
Y por eso sufren más que otros animales menos inteligentes.
También en esto los chimpancés están a pocos pasos de nosotros.
Me imagino a esas chimpancés con el cuerpo de sus crías a cuestas, negándose a aceptar su muerte, y cargándolos en su espalda hasta que –supongo- la putrefacción cadavérica les hizo al fin rendirse a la cruda evidencia.
Me imagino a esas chimpancés y no me resulta difícil ver, en ellas, el desgarro de una madre humana sosteniendo a su hijo muerto.
Thursday, April 22, 2010
¿Qué c... hacemos aquí?
Sigo leyendo “El miedo”, el texto en que Gabriel Chevallier dejó escritas sus vivencias como soldado en la I guerra mundial. Y cuanto más avanzo en su lectura, más me convenzo de la grandeza de este libro, que sin embargo no es muy conocido. (Creo que en España no se había editado hasta fecha reciente; ver entrada anterior).
El párrafo que ahora reproduzco corresponde al capítulo “En el Aisne”, y en él se pone de manifiesto lo absurdo de la guerra, tal como con claridad se percibía por los soldados de ambos bandos. Copio el párrafo sin añadir nada:
“Ese grito que se eleva a veces de las trincheras alemanas, “Kamerad Franzose!” (¡Compañero francés!), es probablemente sincero. El “fritz” (soldado alemán) se ve más próximo al “peludo” (soldado francés) que a su mariscal de campo. Y el “peludo” se siente más cerca del “fritz”, debido a la miseria común, que de la gente de Compiègne (mando militar francés). Aunque nuestros uniformes sean distintos somos todos proletarios del deber y del honor, mineros que trabajan en unos pozos disputados, pero ante todo mineros, con el mismo salario, y que corren el riesgo de los mismos escapes de grisú.
Sucede que, durante un día tranquilo en el que luce el sol, dos combatientes enemigos, en el mismo lugar, en el mismo instante, asoman la cabeza por encima de la trinchera y se ven, a 30 metros. El soldado de azul y el soldado de gris se aseguran prudentemente su mutua lealtad, luego esbozan una sonrisa y se miran no sin asombro, como para preguntarse: "¿Qué coño hacemos aquí?". Es la pregunta que se hacen los dos ejércitos.
En un rincón del sector de los Vosgos, una sección vivía en buenos términos con el enemigo. Cada bando se dedicaba a sus ocupaciones sin esconderse y saludaba cordialmente al bando adversario. Todo el mundo tomaba el aire libremente y los proyectiles consistían en chuscos y paquetes de tabaco. Una o dos veces al día, un alemán anunciaba: “Offizier!”, para señalar una ronda de sus jefes. Lo que quería decir: "¡Cuidado! Tal vez nos veamos obligados a mandaros algunas granadas". Avisaron incluso de un golpe de mano y la información se reveló exacta. Luego la cosa se puso más fea. La retaguardia ordenó una investigación. Se habló de traición, de consejo de guerra, y unos suboficiales fueron degradados. Parecía que se temía que los soldados se pusiesen de acuerdo para poner fin a las hostilidades, en las mismas barbas de los generales. Parece que este desenlace habría sido monstruoso.”
El párrafo que ahora reproduzco corresponde al capítulo “En el Aisne”, y en él se pone de manifiesto lo absurdo de la guerra, tal como con claridad se percibía por los soldados de ambos bandos. Copio el párrafo sin añadir nada:
“Ese grito que se eleva a veces de las trincheras alemanas, “Kamerad Franzose!” (¡Compañero francés!), es probablemente sincero. El “fritz” (soldado alemán) se ve más próximo al “peludo” (soldado francés) que a su mariscal de campo. Y el “peludo” se siente más cerca del “fritz”, debido a la miseria común, que de la gente de Compiègne (mando militar francés). Aunque nuestros uniformes sean distintos somos todos proletarios del deber y del honor, mineros que trabajan en unos pozos disputados, pero ante todo mineros, con el mismo salario, y que corren el riesgo de los mismos escapes de grisú.
Sucede que, durante un día tranquilo en el que luce el sol, dos combatientes enemigos, en el mismo lugar, en el mismo instante, asoman la cabeza por encima de la trinchera y se ven, a 30 metros. El soldado de azul y el soldado de gris se aseguran prudentemente su mutua lealtad, luego esbozan una sonrisa y se miran no sin asombro, como para preguntarse: "¿Qué coño hacemos aquí?". Es la pregunta que se hacen los dos ejércitos.
En un rincón del sector de los Vosgos, una sección vivía en buenos términos con el enemigo. Cada bando se dedicaba a sus ocupaciones sin esconderse y saludaba cordialmente al bando adversario. Todo el mundo tomaba el aire libremente y los proyectiles consistían en chuscos y paquetes de tabaco. Una o dos veces al día, un alemán anunciaba: “Offizier!”, para señalar una ronda de sus jefes. Lo que quería decir: "¡Cuidado! Tal vez nos veamos obligados a mandaros algunas granadas". Avisaron incluso de un golpe de mano y la información se reveló exacta. Luego la cosa se puso más fea. La retaguardia ordenó una investigación. Se habló de traición, de consejo de guerra, y unos suboficiales fueron degradados. Parecía que se temía que los soldados se pusiesen de acuerdo para poner fin a las hostilidades, en las mismas barbas de los generales. Parece que este desenlace habría sido monstruoso.”
Tuesday, April 20, 2010
La guerra por dentro
Supongo que las personas que van a la guerra prefieren después olvidar sus vivencias, e incluso inconscientemente las suplantan y edulcoran. Tal vez necesiten hacerlo. Y quizá por eso hay muy pocos relatos que muestren con toda su crudeza cómo es una guerra por dentro.
Estos días leo “El miedo” (traducción de “La peur”), de Gabriel Chevallier, en que el autor recoge sus recuerdos de los años vividos en el ejército francés durante la primera guerra mundial.
Se lee como una interminable pesadilla, como una extenuante historia de terror en que la truculencia y la tensión no conceden respiro.
Como muestra, reproduzco un párrafo. El resto del libro (361 páginas en la edición española de “Acantilado”) es igual de intenso.
Mientras leo, me pregunto la razón de tanto padecer. Me pregunto para qué les sirvió todo ese sufrimiento: es decir, qué ventaja o provecho obtuvieron los países que durante cuatro años (1914-8) participaron en aquella locura. Si alguien lo sabe, le agradecería que me lo explicara.
(Del capítulo V, “La barricada”:)
"De súbito, el soldado que me precedía se acuclilló, gateó para pasar por debajo de un montón de material de construcción. Yo me acuclillé detrás de él. Cuando se incorporó, descubrí un hombre pálido como la cera, tumbado de espaldas, que abría una boca sin aliento, unos ojos inexpresivos, un hombre frío, rígido, que debía de haberse deslizado debajo de aquel ilusorio refugio de tablas para morir. Me encontré bruscamente cara a cara con el primer cadáver reciente que hubiese visto en mi vida. Mi rostro pasó a algunos centímetros del suyo, mi mirada se topó con su aterradora mirada vidriosa, mi mano tocó su mano gélida, oscurecida por la sangre que se había helado en sus venas. Me pareció que aquel muerto, en ese breve cara a cara que me imponía, me reprochaba su muerte y me amenazaba con su venganza. Esta impresión es una de las más horribles que me he traído del frente.
Pero ese muerto era como el guardián de un reino de los muertos. Este primer cadáver francés precedía a cientos de cadáveres franceses. La trinchera estaba llena de ellos. Desembocábamos en nuestras antiguas primeras líneas, donde había partido nuestro ataque de la víspera. Unos cadáveres en todas las posturas, que habían sufrido todo tipo de mutilaciones, todo tipo de desgarraduras y todo tipo de suplicios. Cadáveres enteros, serenos y correctos como santos de relicario; cadáveres intactos, sin rastro de heridas; cadáveres churreteados de sangre, manchados y como arrojados a la rebatiña de unas bestias inmundas; cadáveres calmos, resignados, anodinos; cadáveres aterradores de seres que se habían negado a morir, furiosos, derechos, sacando pecho, despavoridos, que reclamaban justicia y maldecían. Todos torciendo el gesto, con sus pupilas apagadas y su tez de ahogados. Y pedazos de cadáveres, jirones de cuerpos y de ropas, órganos, miembros desparejados, carnes humanas rojas y violáceas, parecidos a carne podrida de carnicería, grasas amarillentas y fofas, huesos que dejaban escapar la médula, tripas desenrolladas, como gusanos repulsivos que aplastamos no sin temor…
De lejos percibí el perfil de un hombrecillo barbudo y calvo, sentado en el banquillo de tiro, que parecía reírse. Era el primer rostro distendido, reconfortante, que nos encontrábamos, y fui hacia él con agradecimiento, preguntándome: "¿qué motivos tiene para reír así?". ¡Se reía de estar muerto! Tenía la cabeza cortada muy limpiamente por la mitad. Al adelantarlo, descubrí en un impulso de retroceso que le faltaba la mitad de aquel rostro risueño, el otro perfil. Tenía la cabeza completamente vacía. El cerebro, que había rodado de una pieza, estaba justo a su lado (como un producto de casquería), cerca de su mano, que lo señalaba. Este muerto nos gastaba una broma macabra. De ahí, quizá, su risa póstuma. Esta farsa alcanzó el colmo del horror cuando uno de nosotros lanzó un grito estrangulado y nos empujó brutalmente para huir.
-¿Qué te pasa?
-Creo que es... mi hermano.
-¡Mírale de cerca, Dios santo!
-No me atrevo... -murmuró mientras desaparecía-.”
Estos días leo “El miedo” (traducción de “La peur”), de Gabriel Chevallier, en que el autor recoge sus recuerdos de los años vividos en el ejército francés durante la primera guerra mundial.
Se lee como una interminable pesadilla, como una extenuante historia de terror en que la truculencia y la tensión no conceden respiro.
Como muestra, reproduzco un párrafo. El resto del libro (361 páginas en la edición española de “Acantilado”) es igual de intenso.
Mientras leo, me pregunto la razón de tanto padecer. Me pregunto para qué les sirvió todo ese sufrimiento: es decir, qué ventaja o provecho obtuvieron los países que durante cuatro años (1914-8) participaron en aquella locura. Si alguien lo sabe, le agradecería que me lo explicara.
(Del capítulo V, “La barricada”:)
"De súbito, el soldado que me precedía se acuclilló, gateó para pasar por debajo de un montón de material de construcción. Yo me acuclillé detrás de él. Cuando se incorporó, descubrí un hombre pálido como la cera, tumbado de espaldas, que abría una boca sin aliento, unos ojos inexpresivos, un hombre frío, rígido, que debía de haberse deslizado debajo de aquel ilusorio refugio de tablas para morir. Me encontré bruscamente cara a cara con el primer cadáver reciente que hubiese visto en mi vida. Mi rostro pasó a algunos centímetros del suyo, mi mirada se topó con su aterradora mirada vidriosa, mi mano tocó su mano gélida, oscurecida por la sangre que se había helado en sus venas. Me pareció que aquel muerto, en ese breve cara a cara que me imponía, me reprochaba su muerte y me amenazaba con su venganza. Esta impresión es una de las más horribles que me he traído del frente.
Pero ese muerto era como el guardián de un reino de los muertos. Este primer cadáver francés precedía a cientos de cadáveres franceses. La trinchera estaba llena de ellos. Desembocábamos en nuestras antiguas primeras líneas, donde había partido nuestro ataque de la víspera. Unos cadáveres en todas las posturas, que habían sufrido todo tipo de mutilaciones, todo tipo de desgarraduras y todo tipo de suplicios. Cadáveres enteros, serenos y correctos como santos de relicario; cadáveres intactos, sin rastro de heridas; cadáveres churreteados de sangre, manchados y como arrojados a la rebatiña de unas bestias inmundas; cadáveres calmos, resignados, anodinos; cadáveres aterradores de seres que se habían negado a morir, furiosos, derechos, sacando pecho, despavoridos, que reclamaban justicia y maldecían. Todos torciendo el gesto, con sus pupilas apagadas y su tez de ahogados. Y pedazos de cadáveres, jirones de cuerpos y de ropas, órganos, miembros desparejados, carnes humanas rojas y violáceas, parecidos a carne podrida de carnicería, grasas amarillentas y fofas, huesos que dejaban escapar la médula, tripas desenrolladas, como gusanos repulsivos que aplastamos no sin temor…
De lejos percibí el perfil de un hombrecillo barbudo y calvo, sentado en el banquillo de tiro, que parecía reírse. Era el primer rostro distendido, reconfortante, que nos encontrábamos, y fui hacia él con agradecimiento, preguntándome: "¿qué motivos tiene para reír así?". ¡Se reía de estar muerto! Tenía la cabeza cortada muy limpiamente por la mitad. Al adelantarlo, descubrí en un impulso de retroceso que le faltaba la mitad de aquel rostro risueño, el otro perfil. Tenía la cabeza completamente vacía. El cerebro, que había rodado de una pieza, estaba justo a su lado (como un producto de casquería), cerca de su mano, que lo señalaba. Este muerto nos gastaba una broma macabra. De ahí, quizá, su risa póstuma. Esta farsa alcanzó el colmo del horror cuando uno de nosotros lanzó un grito estrangulado y nos empujó brutalmente para huir.
-¿Qué te pasa?
-Creo que es... mi hermano.
-¡Mírale de cerca, Dios santo!
-No me atrevo... -murmuró mientras desaparecía-.”
Monday, April 19, 2010
El botón de apagar
Puede que el botón nuclear no sea un botón, sino una clave o un código. Tal vez (ojalá) no sea solamente un botón, un código o una clave, sino varios botones, códigos o claves sobre los que operar conjuntamente. Sí, es preferible que sea así. Es preferible que una sola persona no pueda acabar con la vida en el planeta. Que, al menos, sean necesarias varias voluntades actuando de consuno. Porque una sola persona (el jefe de Estado, la autoridad militar…) puede sufrir un trastorno mental o un brote de ofuscación o arrebato… y pulsar el botón.
(Claro que varias personas también pueden sufrir al mismo tiempo una crisis de locura. No sería la primera vez.)
Por otro lado, es de suponer que el procedimiento para accionar las armas nucleares no será muy complejo. Sin duda, quienes lo han diseñado habrán previsto que, en caso de ataque, la reacción ha de ser inmediata.
Así que probablemente son muy pocas voluntades las que, fugazmente y sin mayores controles, pueden desencadenar el apocalipsis: el exterminio global de la humanidad.
Estamos todos los humanos a merced de unas cuantas mentes, de unas pocas voluntades, tan expuestas al desequilibrio o a la enajenación como las de cualquier otra persona.
Todo el planeta está en manos de unas pocas manos (¿cuántas: dos, tres, tal vez cuatro…?). De poquísimas manos que, además (y a juzgar por su comportamiento en la vida privada y en la actividad política), no parecen ni demasiado sensatas ni demasiado lúcidas.
Toda la vida en la Tierra depende de que una (o dos, o tres, o cuatro) personas no aprieten un botón.
A este grado de fragilidad hemos llegado.
Habrá que preguntarse qué hacer para que ese botón (o botones), y las armas a él conectadas, dejen de funcionar. Para que desaparezca de una vez el botón de apagarlo todo.
(Claro que varias personas también pueden sufrir al mismo tiempo una crisis de locura. No sería la primera vez.)
Por otro lado, es de suponer que el procedimiento para accionar las armas nucleares no será muy complejo. Sin duda, quienes lo han diseñado habrán previsto que, en caso de ataque, la reacción ha de ser inmediata.
Así que probablemente son muy pocas voluntades las que, fugazmente y sin mayores controles, pueden desencadenar el apocalipsis: el exterminio global de la humanidad.
Estamos todos los humanos a merced de unas cuantas mentes, de unas pocas voluntades, tan expuestas al desequilibrio o a la enajenación como las de cualquier otra persona.
Todo el planeta está en manos de unas pocas manos (¿cuántas: dos, tres, tal vez cuatro…?). De poquísimas manos que, además (y a juzgar por su comportamiento en la vida privada y en la actividad política), no parecen ni demasiado sensatas ni demasiado lúcidas.
Toda la vida en la Tierra depende de que una (o dos, o tres, o cuatro) personas no aprieten un botón.
A este grado de fragilidad hemos llegado.
Habrá que preguntarse qué hacer para que ese botón (o botones), y las armas a él conectadas, dejen de funcionar. Para que desaparezca de una vez el botón de apagarlo todo.
Tuesday, March 30, 2010
¿Monstruos?
No digamos que fueron monstruos.
Ningún monstruo hizo gasear a millones de humanos por ser de otra raza.
Ningún monstruo exterminó o deportó al gulag a millones de personas.
No: ningún monstruo perpetró tales actos. Ni el Hombre-lobo ni el Yeti ni el vampiro Drácula ni el monstruo de Frankenstein hicieron algo parecido.
La fantasía puede concebir seres monstruosos, pero difícilmente llega a imaginar tanta perversión, tanta crueldad.
También en relación con el mal la realidad excede a la ficción.
Así que no digamos que esas personas reales fueron monstruos. No comparemos a esos genocidas con ellos. Los monstruos, los verdaderos monstruos nacidos de la imaginación o de la pesadilla, se sentirían ultrajados.
Ningún monstruo hizo gasear a millones de humanos por ser de otra raza.
Ningún monstruo exterminó o deportó al gulag a millones de personas.
No: ningún monstruo perpetró tales actos. Ni el Hombre-lobo ni el Yeti ni el vampiro Drácula ni el monstruo de Frankenstein hicieron algo parecido.
La fantasía puede concebir seres monstruosos, pero difícilmente llega a imaginar tanta perversión, tanta crueldad.
También en relación con el mal la realidad excede a la ficción.
Así que no digamos que esas personas reales fueron monstruos. No comparemos a esos genocidas con ellos. Los monstruos, los verdaderos monstruos nacidos de la imaginación o de la pesadilla, se sentirían ultrajados.
Monday, February 01, 2010
La música según Pessoa
A su muerte, el escritor portugués Fernando Pessoa, que apenas había publicado nada en vida (salvo algunos poemas sueltos en una revista literaria llamada Orpheu), dejó un baúl lleno de manuscritos. En él no sólo guardaba poemas, sino también esbozos, borradores, pensamientos, apuntes, correspondencia, hojas de su diario personal... Poco a poco van saliendo a la luz esos escritos. Leerlos supone una especie de violación de su intimidad, de esa privacidad post mortem a la que todo el mundo debería tener derecho. Pero por otra parte son -muchos de ellos- escritos tan deslumbrantes que destruirlos implicaría una gran pérdida para la humanidad. Algunos de esos textos pueden leerse ahora en el blog pessoasdepessoa (personas de Pessoa) -pessoasdepessoa.blogspot.com-, publicado por Carlos Ciro. Junto a los originales en portugués o en inglés (Pessoa, que pasó su infancia en Suráfrica, escribía indistintamente en ambas lenguas) encontramos su traducción al español. Hay, entre los textos publicados por Carlos Ciro, dos poemas de Pessoa dedicados a la música. Son éstos:
LO QUE ESA MÚSICA ME ENTREGA
El velo de lágrimas no ciega.
Veo, llorando, lo que esa música me entrega
-la madre que tuve, el antiguo hogar, el niño que fui,
el horror del tiempo, porque fluye, el horror de la vida, ¡porque sólo es matar!-.
Veo y me adormezco en un torpor en que me olvido que existo aún en este mundo que existe...
Estoy viendo a mi madre tocar.
Y esas manos blancas y pequeñas, cuya caricia nunca más me arrullará,
tocan al piano, cuidadosas y serenas, (¡Dios mío!)
Un soir à Lima.
¡Ah, veo todo claro! Estoy otra vez allí.
Aparto del claro de luna exterior y extraño los ojos con que la vi.
¿Pero qué? Divago y la música terminó...
Divago como siempre divagué sin tener en el alma la certeza de quien soy,
ni verdadera fe o una ley firme.
Divago, creo eternidades mías en un opio de memoria y de abandono.
Entronizo fantásticas reinas sin tener para ellas un trono.
Sueño porque me baño en el río irreal de la música evocada.
Mi alma es un niño harapiento que duerme en una oscura esquina.
Sólo tengo de mí, en la realidad cierta y despierta,
los harapos de mi alma abandonada y la cabeza que sueña contra el muro.
Pero, madre, ¿no habrá un Dios que no me tome totalmente en vano,
u otro mundo en el que ahora esté esto?
Divago aún: todo es ilusión.
Un soir à Lima.
Quiébrate, corazón...
…………………………………………………..
LA MÚSICA EN TODO CASO
La música, sí, la música…
Piano banal del piso de enfrente.
La música en todo caso, la música…
Aquello que viene a buscar el llanto inmanente de toda criatura humana.
Aquello que viene a torturar la calma con el deseo de una calma mejor…
La música…
Un piano allí arriba con alguien que lo toca mal.
Pero es música…
¡Ah, cuántas infancias tuve!
¿Cuántas buenas tristezas?
La música…
¡Cuántas más buenas tristezas!
Siempre la música…
El pobre piano tocado por quien no sabe tocarlo.
Pero, a pesar de todo, es música.
Ah, ahí consiguió una nota continua —una melodía racional—.
¡Racional, Dios mío!
¡Como si alguna cosa fuera racional!
¿Qué nuevos paisajes en un piano mal tocado?
¡La música!… ¡La música…!
Sobran comentarios. Sólo se me ocurre añadir que, como cualquier poeta, Pessoa era muy consciente de que, por mucho que alguien se esfuerce en decir algo con palabras, nunca-nunca-nunca logrará transmitir aquello que la música es capaz de expresar.
LO QUE ESA MÚSICA ME ENTREGA
El velo de lágrimas no ciega.
Veo, llorando, lo que esa música me entrega
-la madre que tuve, el antiguo hogar, el niño que fui,
el horror del tiempo, porque fluye, el horror de la vida, ¡porque sólo es matar!-.
Veo y me adormezco en un torpor en que me olvido que existo aún en este mundo que existe...
Estoy viendo a mi madre tocar.
Y esas manos blancas y pequeñas, cuya caricia nunca más me arrullará,
tocan al piano, cuidadosas y serenas, (¡Dios mío!)
Un soir à Lima.
¡Ah, veo todo claro! Estoy otra vez allí.
Aparto del claro de luna exterior y extraño los ojos con que la vi.
¿Pero qué? Divago y la música terminó...
Divago como siempre divagué sin tener en el alma la certeza de quien soy,
ni verdadera fe o una ley firme.
Divago, creo eternidades mías en un opio de memoria y de abandono.
Entronizo fantásticas reinas sin tener para ellas un trono.
Sueño porque me baño en el río irreal de la música evocada.
Mi alma es un niño harapiento que duerme en una oscura esquina.
Sólo tengo de mí, en la realidad cierta y despierta,
los harapos de mi alma abandonada y la cabeza que sueña contra el muro.
Pero, madre, ¿no habrá un Dios que no me tome totalmente en vano,
u otro mundo en el que ahora esté esto?
Divago aún: todo es ilusión.
Un soir à Lima.
Quiébrate, corazón...
…………………………………………………..
LA MÚSICA EN TODO CASO
La música, sí, la música…
Piano banal del piso de enfrente.
La música en todo caso, la música…
Aquello que viene a buscar el llanto inmanente de toda criatura humana.
Aquello que viene a torturar la calma con el deseo de una calma mejor…
La música…
Un piano allí arriba con alguien que lo toca mal.
Pero es música…
¡Ah, cuántas infancias tuve!
¿Cuántas buenas tristezas?
La música…
¡Cuántas más buenas tristezas!
Siempre la música…
El pobre piano tocado por quien no sabe tocarlo.
Pero, a pesar de todo, es música.
Ah, ahí consiguió una nota continua —una melodía racional—.
¡Racional, Dios mío!
¡Como si alguna cosa fuera racional!
¿Qué nuevos paisajes en un piano mal tocado?
¡La música!… ¡La música…!
Sobran comentarios. Sólo se me ocurre añadir que, como cualquier poeta, Pessoa era muy consciente de que, por mucho que alguien se esfuerce en decir algo con palabras, nunca-nunca-nunca logrará transmitir aquello que la música es capaz de expresar.
Friday, January 08, 2010
Conocidos
Tiremos el monumento al soldado desconocido y en su lugar hagamos un censo, un listado. Con nombres, apellidos, el pueblo en que nacieron, la edad en que los mataron, alguna foto que haya…
Saquémoslos de la oscuridad y el anonimato.
Y apaguemos la llama inextinguible. Que sea un fuego apagado, como ellos.
Dado que fueron reales (y no abstractos), vivientes (y no pétreos), derribemos el monumento al soldado desconocido y en su lugar pongamos todo cuanto de ellos se sepa.
Saquémoslos de la oscuridad y el anonimato.
Y apaguemos la llama inextinguible. Que sea un fuego apagado, como ellos.
Dado que fueron reales (y no abstractos), vivientes (y no pétreos), derribemos el monumento al soldado desconocido y en su lugar pongamos todo cuanto de ellos se sepa.
Thursday, January 07, 2010
Los mismos
Qué raro que sean
el mismo idioma para insultar
o para dar ánimo
el mismo metal para el bisturí
o para las balas
la misma tinta para la verdad
o para el engaño
las mismas manos para acariciar
o para torturar
la misma energía para derribar
o para construir
los mismos fémures, peronés, tibias para asaltar
o para socorrer
la misma masa encefálica para elegir algo
u otra cosa
o su contrario
Qué raro que sean
tan multifuncionales,
tan polivalentes
el mismo idioma para insultar
o para dar ánimo
el mismo metal para el bisturí
o para las balas
la misma tinta para la verdad
o para el engaño
las mismas manos para acariciar
o para torturar
la misma energía para derribar
o para construir
los mismos fémures, peronés, tibias para asaltar
o para socorrer
la misma masa encefálica para elegir algo
u otra cosa
o su contrario
Qué raro que sean
tan multifuncionales,
tan polivalentes
Thursday, December 10, 2009
A las 4 me van a fusilar
Leo en El País del 8-12-2009 la reseña del libro “Vivir a muerte”. Recopila las cartas que dejaron escritas los arrestados por participar en la resistencia francesa a la ocupación nazi durante la II Guerra Mundial. Son cartas escritas apenas unas horas antes de ser fusilados. Algunas fueron enviadas a los familiares de los condenados a muerte, tras su ejecución. Otras les fueron hechas llegar de cualquier manera (por ejemplo, arrojándolas por encima de las paredes de la cárcel).
Son cartas dirigidas a la madre, a la esposa, a los hijos… En la reseña se reproducen fragmentos de algunas de ellas:
“A las 4 me van a fusilar. Si vieras lo calmado que estoy, mamá querida”.
“Voy a llevar en el pecho vuestras fotos para que me acompañen en el ataúd”.
“Sabes que alguna vez hemos discutido, pero te quería mucho”.
“Lamento profundamente no haberte hecho feliz”.
“Mi alegría más grande sería que pensaras en mí lo menos posible y rehagas tu vida”.
“Te deseo que encuentres un buen proletario digno de ti. Es duro decir esto porque estoy celoso incluso delante de la muerte”.
“Sé feliz en los brazos de otro”.
“Besos grandes, besos como sólo podemos dar cuando son los últimos”.
En alguna carta la persona que va a ser fusilada confiesa su pesar por haber matado a otros (probablemente a algún miembro del ejército alemán):
“He cumplido con mi deber. Sólo siento, y de todo corazón, haber matado”.
En otra carta el que la escribe pide al destinatario que publique lo que escribió en vida, tal vez como un sucedáneo de supervivencia:
“Haz editar mis poemas”.
Me intriga el proceso mental que hace que, incluso en una situación límite, algunas personas sigan preocupándose por los detalles más prosaicos de la vida:
“Mi escritura es tal vez un poco temblorosa, pero es que tengo un lápiz muy pequeño”.
“No te olvides de mis zapatos, los llevé a arreglar, se los das a Maurice”.
“Perdonad mis faltas de ortografía”.
Y, al hilo de todo esto, me pregunto qué escribiríamos tú o yo si nos encontráramos en una tesitura así: sabiendo que, dentro de un rato, nos van a ejecutar.
Podemos imaginarlo pero no podemos conocerlo a ciencia cierta. Porque para saberlo de verdad sería necesario disponer de papel y bolígrafo y saber que en unos momentos van a fusilarnos.
Son cartas dirigidas a la madre, a la esposa, a los hijos… En la reseña se reproducen fragmentos de algunas de ellas:
“A las 4 me van a fusilar. Si vieras lo calmado que estoy, mamá querida”.
“Voy a llevar en el pecho vuestras fotos para que me acompañen en el ataúd”.
“Sabes que alguna vez hemos discutido, pero te quería mucho”.
“Lamento profundamente no haberte hecho feliz”.
“Mi alegría más grande sería que pensaras en mí lo menos posible y rehagas tu vida”.
“Te deseo que encuentres un buen proletario digno de ti. Es duro decir esto porque estoy celoso incluso delante de la muerte”.
“Sé feliz en los brazos de otro”.
“Besos grandes, besos como sólo podemos dar cuando son los últimos”.
En alguna carta la persona que va a ser fusilada confiesa su pesar por haber matado a otros (probablemente a algún miembro del ejército alemán):
“He cumplido con mi deber. Sólo siento, y de todo corazón, haber matado”.
En otra carta el que la escribe pide al destinatario que publique lo que escribió en vida, tal vez como un sucedáneo de supervivencia:
“Haz editar mis poemas”.
Me intriga el proceso mental que hace que, incluso en una situación límite, algunas personas sigan preocupándose por los detalles más prosaicos de la vida:
“Mi escritura es tal vez un poco temblorosa, pero es que tengo un lápiz muy pequeño”.
“No te olvides de mis zapatos, los llevé a arreglar, se los das a Maurice”.
“Perdonad mis faltas de ortografía”.
Y, al hilo de todo esto, me pregunto qué escribiríamos tú o yo si nos encontráramos en una tesitura así: sabiendo que, dentro de un rato, nos van a ejecutar.
Podemos imaginarlo pero no podemos conocerlo a ciencia cierta. Porque para saberlo de verdad sería necesario disponer de papel y bolígrafo y saber que en unos momentos van a fusilarnos.
Tuesday, December 01, 2009
Corregir la suerte
Puede que, al final, lo que llamamos justicia (justicia social, justicia distributiva, justicia económica…) no sea sino un intento de corregir la suerte.
Me gustaría ser capaz de explicarme.
Unos nacen más dotados que otros, física o mentalmente. Más sanos, más inteligentes, más voluntariosos… Hay, incluso, quienes nacen con un déficit físico o psíquico (los que llamamos discapacitados). Ante ello, lo “automático” sería que entre los más sanos y los más débiles, entre los más inteligentes y los más torpes…, hubiera una profunda brecha.
Pues bien: por medio de la justicia intentamos que esa brecha se reduzca, se atenúe.
Nos resignamos (digámoslo así) a que tenga que haber una brecha, una distancia. Pero queremos que sea una separación no demasiado grande.
Lo mismo puede decirse de quienes nacen en una familia adinerada y quienes nacen en una familia pobre. Esto es también, a fin de cuentas, una cuestión de azar. No es un azar genético o cromosómico (como en el caso anterior), pero sí otra forma de azar.
En principio, quienes nacen en una familia rica tendrán una vida más fácil: en medios materiales, en sanidad, en educación…
Pues bien: por medio de la justicia intentamos reducir la distancia entre quienes vienen de una familia rica y quienes vienen de una familia humilde.
Encontramos aquí la cuestión de la herencia, del derecho a heredar. En principio resulta inicuo que unas personas hereden bienes y otras no. Pero, por otro lado, tiene sentido que la propiedad se transmita de padres a hijos. Quienes con su esfuerzo o ahorro reúnen un patrimonio deben poder –parece convenirse- transmitirlo a sus descendientes (o a aquellas personas que designen).
Obviamente quienes heredan bienes tienen una ventaja respecto de quienes no los heredan. Es otra vez la suerte. Siempre ella.
Pues bien: por medio de la justicia aspiramos, no a eliminar el derecho sucesorio, pero sí a atenuar o paliar sus consecuencias.
El azar está presente, con la misma intensidad que entre los individuos, entre los pueblos. Unos pueblos, por su ubicación geográfica, disfrutan de mejor clima que otros. Unos pueblos viven en un territorio más rico o más productivo que otros. Unos pueblos tienen en su subsuelo riquezas naturales (minerales, petróleo…) de que otros carecen.
Pues bien: a través de la justicia querríamos paliar las diferencias entre unos pueblos y otros basadas en el azar geográfico.
Y esto -simplemente esto- viene a ser, a la postre, la justicia. Un intento, un deseo de corregir la suerte.
La suerte estará siempre entre nosotros, engendrando desigualdades. Porque la suerte es injusta por naturaleza. La suerte es una fábrica de injusticias.
A lo largo de la historia ha habido algunos intentos, teóricos o prácticos, de abolir la suerte. De extirpar, al menos, alguna clase de suerte (así, en el caso del comunismo, la suerte social; no tanto otras, como la suerte cromosómica). Pero esa erradicación total de la suerte como factor de injusticia se ha revelado inviable.
La suerte va a seguir presente en el nacimiento de las personas y después de él. (¿Acaso no es cuestión de suerte sufrir un accidente y quedar inválido?, ¿acaso no es cuestión de suerte no sufrir un accidente?, ¿acaso no es cuestión de suerte que a alguien le toque la lotería?, ¿acaso no es cuestión de suerte que a otros no les toque?).
Pero, frente a esa constante factoría de desigualdades que es el azar (el azar cromosómico, el azar geográfico, el azar social, todos los azares habidos y por haber…), está nuestro deseo de justicia.
Está nuestro deseo de corregir la suerte. Corregirla, al menos, para evitar las graves privaciones, las carencias básicas.
A través de las ayudas públicas a los más necesitados, la progresividad tributaria, la seguridad social, la universalidad de algunos servicios, las becas, la ayuda al desarrollo…, queremos que entre nosotros habite “la pequeña justicia” (ya que no la Justicia con mayúscula –esa señora que desearíamos que existiera pero que desgraciadamente no existe-).
A mí me gustaría creer en la Justicia y la Igualdad plenas. Es más, si yo hubiera diseñado el mundo habría intentado hacerlo justo e igualitario. Pero no lo he diseñado y el mundo, mientras exista el azar, no puede ser Justo (con mayúscula).
Así que a lo que aspiramos es a la justicia. A la pequeña justicia, la justicia con minúscula. Ésa que sólo aspira a corregir la suerte.
Me gustaría ser capaz de explicarme.
Unos nacen más dotados que otros, física o mentalmente. Más sanos, más inteligentes, más voluntariosos… Hay, incluso, quienes nacen con un déficit físico o psíquico (los que llamamos discapacitados). Ante ello, lo “automático” sería que entre los más sanos y los más débiles, entre los más inteligentes y los más torpes…, hubiera una profunda brecha.
Pues bien: por medio de la justicia intentamos que esa brecha se reduzca, se atenúe.
Nos resignamos (digámoslo así) a que tenga que haber una brecha, una distancia. Pero queremos que sea una separación no demasiado grande.
Lo mismo puede decirse de quienes nacen en una familia adinerada y quienes nacen en una familia pobre. Esto es también, a fin de cuentas, una cuestión de azar. No es un azar genético o cromosómico (como en el caso anterior), pero sí otra forma de azar.
En principio, quienes nacen en una familia rica tendrán una vida más fácil: en medios materiales, en sanidad, en educación…
Pues bien: por medio de la justicia intentamos reducir la distancia entre quienes vienen de una familia rica y quienes vienen de una familia humilde.
Encontramos aquí la cuestión de la herencia, del derecho a heredar. En principio resulta inicuo que unas personas hereden bienes y otras no. Pero, por otro lado, tiene sentido que la propiedad se transmita de padres a hijos. Quienes con su esfuerzo o ahorro reúnen un patrimonio deben poder –parece convenirse- transmitirlo a sus descendientes (o a aquellas personas que designen).
Obviamente quienes heredan bienes tienen una ventaja respecto de quienes no los heredan. Es otra vez la suerte. Siempre ella.
Pues bien: por medio de la justicia aspiramos, no a eliminar el derecho sucesorio, pero sí a atenuar o paliar sus consecuencias.
El azar está presente, con la misma intensidad que entre los individuos, entre los pueblos. Unos pueblos, por su ubicación geográfica, disfrutan de mejor clima que otros. Unos pueblos viven en un territorio más rico o más productivo que otros. Unos pueblos tienen en su subsuelo riquezas naturales (minerales, petróleo…) de que otros carecen.
Pues bien: a través de la justicia querríamos paliar las diferencias entre unos pueblos y otros basadas en el azar geográfico.
Y esto -simplemente esto- viene a ser, a la postre, la justicia. Un intento, un deseo de corregir la suerte.
La suerte estará siempre entre nosotros, engendrando desigualdades. Porque la suerte es injusta por naturaleza. La suerte es una fábrica de injusticias.
A lo largo de la historia ha habido algunos intentos, teóricos o prácticos, de abolir la suerte. De extirpar, al menos, alguna clase de suerte (así, en el caso del comunismo, la suerte social; no tanto otras, como la suerte cromosómica). Pero esa erradicación total de la suerte como factor de injusticia se ha revelado inviable.
La suerte va a seguir presente en el nacimiento de las personas y después de él. (¿Acaso no es cuestión de suerte sufrir un accidente y quedar inválido?, ¿acaso no es cuestión de suerte no sufrir un accidente?, ¿acaso no es cuestión de suerte que a alguien le toque la lotería?, ¿acaso no es cuestión de suerte que a otros no les toque?).
Pero, frente a esa constante factoría de desigualdades que es el azar (el azar cromosómico, el azar geográfico, el azar social, todos los azares habidos y por haber…), está nuestro deseo de justicia.
Está nuestro deseo de corregir la suerte. Corregirla, al menos, para evitar las graves privaciones, las carencias básicas.
A través de las ayudas públicas a los más necesitados, la progresividad tributaria, la seguridad social, la universalidad de algunos servicios, las becas, la ayuda al desarrollo…, queremos que entre nosotros habite “la pequeña justicia” (ya que no la Justicia con mayúscula –esa señora que desearíamos que existiera pero que desgraciadamente no existe-).
A mí me gustaría creer en la Justicia y la Igualdad plenas. Es más, si yo hubiera diseñado el mundo habría intentado hacerlo justo e igualitario. Pero no lo he diseñado y el mundo, mientras exista el azar, no puede ser Justo (con mayúscula).
Así que a lo que aspiramos es a la justicia. A la pequeña justicia, la justicia con minúscula. Ésa que sólo aspira a corregir la suerte.
Thursday, November 05, 2009
Títeres, peleles
¿Cuántos niños y niñas han sido, y son, educados en el fanatismo?
No sólo se les imbuye acríticamente unas ideas, sino que se les inculca que han de abstenerse, de por vida, de leer o escuchar a quienes las cuestionen.
Y no sólo pasa con el integrismo o fundamentalismo religioso. También otras ideas (de odio al diferente, racistas, sexistas, nacionalistas…) son inoculadas a los niños, en la primera infancia, por su entorno más próximo.
¿Cuántas personas intolerantes lo son porque, desde niños, se las ha programado para eso?
¿Cuándo y de quién aprendieron los talibanes a ser talibanes?
¿Cuándo y de quién aprendieron los machistas a ser machistas?
¿Cuándo y de quién aprendieron los terroristas, y en general aquéllos que admiten el asesinato como arma política, a pensar así?
Suele decirse que educar a los hijos es un derecho de los padres. En la Constitución española se reconoce expresamente el derecho de los padres a educar a los hijos con arreglo a sus propias convicciones. Puede ser razonable, pero ¿y el derecho de los niños a que nadie les inculque ideas que no pueden contrastar?
¿Y el derecho de los niños a que nadie se prevalga y abuse de su inmadurez para deformarles la mente?
¿Y el derecho de los niños a que nadie los trate como a títeres?
El derecho de los niños a ser intelectualmente respetados hasta que puedan decidir por sí mismos, ¿dónde queda?
No sólo se les imbuye acríticamente unas ideas, sino que se les inculca que han de abstenerse, de por vida, de leer o escuchar a quienes las cuestionen.
Y no sólo pasa con el integrismo o fundamentalismo religioso. También otras ideas (de odio al diferente, racistas, sexistas, nacionalistas…) son inoculadas a los niños, en la primera infancia, por su entorno más próximo.
¿Cuántas personas intolerantes lo son porque, desde niños, se las ha programado para eso?
¿Cuándo y de quién aprendieron los talibanes a ser talibanes?
¿Cuándo y de quién aprendieron los machistas a ser machistas?
¿Cuándo y de quién aprendieron los terroristas, y en general aquéllos que admiten el asesinato como arma política, a pensar así?
Suele decirse que educar a los hijos es un derecho de los padres. En la Constitución española se reconoce expresamente el derecho de los padres a educar a los hijos con arreglo a sus propias convicciones. Puede ser razonable, pero ¿y el derecho de los niños a que nadie les inculque ideas que no pueden contrastar?
¿Y el derecho de los niños a que nadie se prevalga y abuse de su inmadurez para deformarles la mente?
¿Y el derecho de los niños a que nadie los trate como a títeres?
El derecho de los niños a ser intelectualmente respetados hasta que puedan decidir por sí mismos, ¿dónde queda?
Tuesday, November 03, 2009
Sin límite
Lo leí en un texto de José Antonio Marina:
“Este siglo ha presenciado epidemias de crueldad que nos resulta dificil comprender. En la documentación del proceso de Nüremberg se menciona el caso de comandante del campo de concentración de Janvski, Willhaus que "por simple deporte y para entretenimiento de su mujer y su hija, solía disparar periódicamente desde el balcón de su despacho con un fusil automático sobre los reclusos que trabajaban en los talleres. Algunas veces prestaba el fusil a su mujer, que también disparaba. En algunas ocasiones, y para divertir a su hija de nueve años, Willhaus ordenaba lanzar al aire niños de dos a cuatro años mientras disparaba sobre ellos. Su hija aplaudía y gritaba: "¡Papá, hazlo otra vez!" Y él lo hacia de nuevo". ¿Como es posible tanta insensibilidad? Hay, por supuesto, otros elementos, pero uno de ellos es la creencia básica inculcada en esos sujetos. Si los judíos son tan solo homúnculos, no hay que sentir hacia ellos lo mismo que se siente hacia los seres humanos.”
(puede leerse en http://lacomunidad.elpais.com/libros-azules/2009/3/31/jose-antonio-marina-sentimientos-)
“No puede ser verdad”, pensé. Pero, siendo J. A. Marina quien lo dice, está claro que no es un infundio. Así que fui a buscar por Internet y todo apunta a que el relato es cierto. En otros sitios leo:
“El comandante del campo Gustav Willhaus tenía la afición del "tiro al judío" en la que participara su esposa y su hija de 9 años; para entretenerse disparaban con un rifle a los prisioneros del campo para diversión de toda la familia; su esposa también se aficionó y en numerosas ocasiones asesinó a judíos indefensos. Por supuesto su hija de 9 años, feliz por este "juego", también quiso hacer lo mismo y soldados S.S., para complacerla, le ponían niños judíos de 4 años aproximadamente para que la niña los matara mientras exclamaba "otra vez, otra vez, papá".
(http://es.wikipedia.org/wiki/Janowska)
-Jueves, 14 de febrero de 1946. Es el día 45 del proceso de Nuremberg. Sube al banquillo de los testigos el exprisionero Manusevitch, miembro de un sonderkommando en el campo de Janov-Lwow.
Ésta es la declaración de Manusevitch escrita por su transcriptor oral: (…)
De vez en cuando salía fuera del cuartel y se plantaba ante la puerta con el fusil en la mano. Tomaba cuidadosamente la mira y disparaba al primer prisionero que se le pusiera a tiro, al estilo del comandante de la película "la lista de Schindler" Amon Goeth quién también sentía predilección por este diabólico pasatiempo. Despues de disparar, Wilhaus llamaba a su mujer y le enseñaba el modo de acertar con aquellos locos esqueletos que huían por todas partes... La mujer lo encontró divertido y a menudo también jugaba al tiro al blanco. Pero la que más se divertía era la niña, Heine, una muchachita de 9 años, que era el orgullo de su padre. De vez en cuando éste la llevaba a dar un paseo por el campo como si fueran de cacería, con el fusil en bandolera. Y realmente íban de caza, pero de niños pequeños, de " pequeños judíos piojosos". Les gustaba mucho cuando eran de un año o poco más. Entonces los cogían por una pierna y los lanzaban al aire con toda la fuerza de que era capaz. Después de un vuelo de algunos metros, les asestaba un buen golpe de fusil y el niño caía acribillado como un palomo herido de muerte. La niña aplaudía contenta y sonreía.
(http://historia.mforos.com/1314198/7371694-que-fue-de-heike-wilhaus/)
El comandante del campo de Yanov, el 'Obersturmführer' Willhaus, solía disparar con un rifle automático desde el balcón de su oficina a los prisioneros que trabajaban en los talleres, en parte por amor al deporte y en parte para divertir a su mujer y sus hijas. Después le pasaba el rifle a su esposa, y ella también disparaba a los prisioneros. A veces, para contentar a su hija de nueve años, hacía que lanzaran al aire a niños de entre dos y cuatro años para practicar tiro al plato con ellos, mientras su hija aplaudía y gritaba, '¡Papá, hazlo otra vez! ¡Hazlo otra vez, papá!'. Y volvía a hacerlo.
(http://www.nizkor.org/hweb/imt/tgmwc/tgmwc-07/tgmwc-07-59-12-sp.html)
En fin, hay otros sitios donde pueden leerse textos similares.
A veces uno cree que, en materia de crueldad humana, existen límites insuperables. Pero no. Siempre hay algo capaz de superar los límites que uno, ingenuamente, había trazado.
“Este siglo ha presenciado epidemias de crueldad que nos resulta dificil comprender. En la documentación del proceso de Nüremberg se menciona el caso de comandante del campo de concentración de Janvski, Willhaus que "por simple deporte y para entretenimiento de su mujer y su hija, solía disparar periódicamente desde el balcón de su despacho con un fusil automático sobre los reclusos que trabajaban en los talleres. Algunas veces prestaba el fusil a su mujer, que también disparaba. En algunas ocasiones, y para divertir a su hija de nueve años, Willhaus ordenaba lanzar al aire niños de dos a cuatro años mientras disparaba sobre ellos. Su hija aplaudía y gritaba: "¡Papá, hazlo otra vez!" Y él lo hacia de nuevo". ¿Como es posible tanta insensibilidad? Hay, por supuesto, otros elementos, pero uno de ellos es la creencia básica inculcada en esos sujetos. Si los judíos son tan solo homúnculos, no hay que sentir hacia ellos lo mismo que se siente hacia los seres humanos.”
(puede leerse en http://lacomunidad.elpais.com/libros-azules/2009/3/31/jose-antonio-marina-sentimientos-)
“No puede ser verdad”, pensé. Pero, siendo J. A. Marina quien lo dice, está claro que no es un infundio. Así que fui a buscar por Internet y todo apunta a que el relato es cierto. En otros sitios leo:
“El comandante del campo Gustav Willhaus tenía la afición del "tiro al judío" en la que participara su esposa y su hija de 9 años; para entretenerse disparaban con un rifle a los prisioneros del campo para diversión de toda la familia; su esposa también se aficionó y en numerosas ocasiones asesinó a judíos indefensos. Por supuesto su hija de 9 años, feliz por este "juego", también quiso hacer lo mismo y soldados S.S., para complacerla, le ponían niños judíos de 4 años aproximadamente para que la niña los matara mientras exclamaba "otra vez, otra vez, papá".
(http://es.wikipedia.org/wiki/Janowska)
-Jueves, 14 de febrero de 1946. Es el día 45 del proceso de Nuremberg. Sube al banquillo de los testigos el exprisionero Manusevitch, miembro de un sonderkommando en el campo de Janov-Lwow.
Ésta es la declaración de Manusevitch escrita por su transcriptor oral: (…)
De vez en cuando salía fuera del cuartel y se plantaba ante la puerta con el fusil en la mano. Tomaba cuidadosamente la mira y disparaba al primer prisionero que se le pusiera a tiro, al estilo del comandante de la película "la lista de Schindler" Amon Goeth quién también sentía predilección por este diabólico pasatiempo. Despues de disparar, Wilhaus llamaba a su mujer y le enseñaba el modo de acertar con aquellos locos esqueletos que huían por todas partes... La mujer lo encontró divertido y a menudo también jugaba al tiro al blanco. Pero la que más se divertía era la niña, Heine, una muchachita de 9 años, que era el orgullo de su padre. De vez en cuando éste la llevaba a dar un paseo por el campo como si fueran de cacería, con el fusil en bandolera. Y realmente íban de caza, pero de niños pequeños, de " pequeños judíos piojosos". Les gustaba mucho cuando eran de un año o poco más. Entonces los cogían por una pierna y los lanzaban al aire con toda la fuerza de que era capaz. Después de un vuelo de algunos metros, les asestaba un buen golpe de fusil y el niño caía acribillado como un palomo herido de muerte. La niña aplaudía contenta y sonreía.
(http://historia.mforos.com/1314198/7371694-que-fue-de-heike-wilhaus/)
El comandante del campo de Yanov, el 'Obersturmführer' Willhaus, solía disparar con un rifle automático desde el balcón de su oficina a los prisioneros que trabajaban en los talleres, en parte por amor al deporte y en parte para divertir a su mujer y sus hijas. Después le pasaba el rifle a su esposa, y ella también disparaba a los prisioneros. A veces, para contentar a su hija de nueve años, hacía que lanzaran al aire a niños de entre dos y cuatro años para practicar tiro al plato con ellos, mientras su hija aplaudía y gritaba, '¡Papá, hazlo otra vez! ¡Hazlo otra vez, papá!'. Y volvía a hacerlo.
(http://www.nizkor.org/hweb/imt/tgmwc/tgmwc-07/tgmwc-07-59-12-sp.html)
En fin, hay otros sitios donde pueden leerse textos similares.
A veces uno cree que, en materia de crueldad humana, existen límites insuperables. Pero no. Siempre hay algo capaz de superar los límites que uno, ingenuamente, había trazado.
Monday, October 26, 2009
Cambiar el mundo
Lo mejor (para mí) de Internet es que permite leer textos escritos por gente anónima. Textos a los que, de no ser por la Red, nunca podría acceder. Seguramente son sencillos, carentes de toda pretenciosidad, pero a menudo me conmueven más que los de autores renombrados.
Tal es el caso de este breve relato que me envía Aurora. Está tomado de www.elsentidodelavida.net y se titula “Cambiar el mundo”.
Entré por las puertas del supermercado. Pasé a un lado de las cajas y eché a caminar sobre el suelo brillante. Una viejecita trataba de meter una manzana en una bolsa de plástico. La manzana se deslizó sobre sus manos y cayó.
Cayó sobre el suelo a cámara lenta. Dio un pequeño bote y después un par de vueltas. Vi girar la manzana sobre sí misma, observé su piel reflejando el brillo de las luces del supermercado. Y antes de que se detuviera, me agaché y la recogí en mi mano.
Me levanté y la sujeté frente a la viejecita. Ella seguía luchando con la bolsa de plástico.
—No se abre —dijo forcejeando sin mirarme.
Unos segundos después lo consiguió. Fue entonces cuando levantó la vista y allí estaba yo, sujetando la manzana con una sonrisa en mi rostro.
Una sonrisa se dibujó en el suyo. Los músculos de su cara se tensaron lentamente y, por un momento, ella misma se convirtió en una sonrisa arrugada.
Y sus ojos...
En aquel momento supe que había cambiado el mundo.
Tal es el caso de este breve relato que me envía Aurora. Está tomado de www.elsentidodelavida.net y se titula “Cambiar el mundo”.
Entré por las puertas del supermercado. Pasé a un lado de las cajas y eché a caminar sobre el suelo brillante. Una viejecita trataba de meter una manzana en una bolsa de plástico. La manzana se deslizó sobre sus manos y cayó.
Cayó sobre el suelo a cámara lenta. Dio un pequeño bote y después un par de vueltas. Vi girar la manzana sobre sí misma, observé su piel reflejando el brillo de las luces del supermercado. Y antes de que se detuviera, me agaché y la recogí en mi mano.
Me levanté y la sujeté frente a la viejecita. Ella seguía luchando con la bolsa de plástico.
—No se abre —dijo forcejeando sin mirarme.
Unos segundos después lo consiguió. Fue entonces cuando levantó la vista y allí estaba yo, sujetando la manzana con una sonrisa en mi rostro.
Una sonrisa se dibujó en el suyo. Los músculos de su cara se tensaron lentamente y, por un momento, ella misma se convirtió en una sonrisa arrugada.
Y sus ojos...
En aquel momento supe que había cambiado el mundo.
Tuesday, October 13, 2009
Un puente
El reino de los sentimientos y el reino de la voluntad son dos recintos amurallados. Del mismo modo que nuestra voluntad no puede ordenar al corazón que pare de latir o a las uñas que dejen de crecer, tampoco puede dar órdenes en el ámbito de los sentimientos.
Aunque nuestra voluntad decida que algo que nos gusta deje de gustarnos, no por eso cambiarán nuestros gustos. Aunque nuestra voluntad decida creer en algo que nos resulta inverosímil, no por eso lo creeremos. Aunque nuestra voluntad decida amar a alguien, no por eso lo amaremos interiormente. Aunque la voluntad decida dejar de sentir inquina o rencor hacia alguien que nos ha causado un mal, no por eso dejaremos de sentirlos.
Creo, no obstante, que hay un puente entre ambos recintos. Un puente, al menos, entre la voluntad y el cese del rencor. Y ese puente es el deseo de comprender.
Quien ha sido víctima de un acto dañino puede esforzarse en comprender al autor del daño. Puede tomar la decisión de ponerse en su lugar. Puede tener la voluntad de entenderlo.
Puede -al menos- buscarlo, intentarlo.
No será fácil. Tratar de entender las razones, las motivaciones, las circunstancias de quien nos ha infligido un mal no es tarea sencilla.
Quien ha sido traicionado, quien ha sido víctima de un robo, quien ha sufrido un atentado terrorista…, normalmente experimentará odio o rencor hacia el autor de esos hechos. A menudo, también, deseo de venganza.
Y no es nada voluntario. Son sentimientos que surgen y habitan en su propio recinto, ése que la voluntad no controla.
Pero hay un puente, una estrecha y tortuosa pasarela que une ambos reinos: el de los sentimientos y el de la voluntad. Y ese puente, difícil pero a veces recorrible, es la voluntad de entender.
Aunque nuestra voluntad decida que algo que nos gusta deje de gustarnos, no por eso cambiarán nuestros gustos. Aunque nuestra voluntad decida creer en algo que nos resulta inverosímil, no por eso lo creeremos. Aunque nuestra voluntad decida amar a alguien, no por eso lo amaremos interiormente. Aunque la voluntad decida dejar de sentir inquina o rencor hacia alguien que nos ha causado un mal, no por eso dejaremos de sentirlos.
Creo, no obstante, que hay un puente entre ambos recintos. Un puente, al menos, entre la voluntad y el cese del rencor. Y ese puente es el deseo de comprender.
Quien ha sido víctima de un acto dañino puede esforzarse en comprender al autor del daño. Puede tomar la decisión de ponerse en su lugar. Puede tener la voluntad de entenderlo.
Puede -al menos- buscarlo, intentarlo.
No será fácil. Tratar de entender las razones, las motivaciones, las circunstancias de quien nos ha infligido un mal no es tarea sencilla.
Quien ha sido traicionado, quien ha sido víctima de un robo, quien ha sufrido un atentado terrorista…, normalmente experimentará odio o rencor hacia el autor de esos hechos. A menudo, también, deseo de venganza.
Y no es nada voluntario. Son sentimientos que surgen y habitan en su propio recinto, ése que la voluntad no controla.
Pero hay un puente, una estrecha y tortuosa pasarela que une ambos reinos: el de los sentimientos y el de la voluntad. Y ese puente, difícil pero a veces recorrible, es la voluntad de entender.
Wednesday, September 23, 2009
Como si no valieran
Si fuéramos ciegos, valoraríamos mucho ver una puesta de sol (o una flor, o un pájaro…).
Si fuéramos sordos, valoraríamos mucho oír una canción (o un ladrido, o el viento…).
Si fuéramos mancos, valoraríamos mucho abotonarnos la camisa (o tocar la guitarra, o usar el cuchillo y el tenedor a la vez…).
Si viviéramos en la cara pobre del mundo, valoraríamos mucho abrir un grifo y que salga agua (o conectar la calefacción, o pulsar un interruptor y encender la luz…).
Pero como (por suerte) podemos ver, oír, usar ambas manos, tener agua corriente…, no valoramos en nada lo que tenemos.
Tal vez deba ser así. Pero es triste que, para valorar plenamente cualquier cosa, tengamos que carecer de ella o haberla perdido.
Si fuéramos sordos, valoraríamos mucho oír una canción (o un ladrido, o el viento…).
Si fuéramos mancos, valoraríamos mucho abotonarnos la camisa (o tocar la guitarra, o usar el cuchillo y el tenedor a la vez…).
Si viviéramos en la cara pobre del mundo, valoraríamos mucho abrir un grifo y que salga agua (o conectar la calefacción, o pulsar un interruptor y encender la luz…).
Pero como (por suerte) podemos ver, oír, usar ambas manos, tener agua corriente…, no valoramos en nada lo que tenemos.
Tal vez deba ser así. Pero es triste que, para valorar plenamente cualquier cosa, tengamos que carecer de ella o haberla perdido.
Monday, September 07, 2009
Se me enciende la sangre
En el libro “Viaje de un naturalista alrededor del mundo”, que recoge las impresiones obtenidas por Charles Darwin a lo largo de su expedición en el barco Beagle (1831-6), Darwin no sólo se refiere a los aspectos biológicos que constituían el objeto esencial de su estudio. Además, no puede sustraerse a la realidad humana y social que ve a su alrededor. Uno de los párrafos más impactantes se contiene en el capítulo XXI:
"El 19 de agosto abandonamos en definitiva las costas de Brasil, dando yo gracias a Dios de no tener que volver a visitar países de esclavos. Todavía hoy, cuando oigo un lamento lejano me acuerdo de que al pasar por delante de una casa de Pernambuco oí a alguien quejarse; en el acto se me representó en la imaginación, y así era en efecto, que atormentaban a un pobre esclavo [...] En Río de Janeiro vivía yo frente a la casa de una señora vieja que tenía tornillos para estrujar los dedos a sus esclavas. He vivido también en una casa en la que un joven mulato era sin cesar insultado, perseguido y apaleado como si fuera el más ínfimo animal. Un día vi (antes de que pudiera interponerme) dar a un niño de seis o siete años, tres porrazos en la cabeza con el mango del látigo, por haberme traído un vaso que no estaba limpio; el padre del chico presenció este verdadero tormento y bajó la cabeza sin atreverse a proferir ni una palabra […] He visto a un hombre, tipo de benevolencia a los ojos del mundo, a punto sde separar de los hombres, a las mujeres y a los niños que constituían numerosas familias [...] ¡Figuraos cuál sería vuestra vida si tuvieseis constantemente presente la idea de que vuestra mujer y vuestros hijos -esos seres que las leyes naturales hacen tan queridos hasta a los esclavos- os han de ser arrancados del hogar para ser vendidos, como bestias de carga, al mejor postor! Pues bien, hombres que profesan gran amor al prójimo, que creen en Dios, que piden todos los días que se haga su voluntad sobre la tierra, son los que toleran, ¿qué digo?, ¡realizan esos actos! ¡Se me enciende la sangre cuando pienso que nosotros, ingleses, que nuestros descendientes estadounidenses, que todos cuantos, en una palabra, proclamamos tan alto nuestras libertades, nos hemos hecho culpables de actos de ese género".
Darwin no va más lejos. Todavía es un hombre creyente (posteriormente dejará de serlo y se volverá agnóstico). Además, no ha escrito aún sus dos obras fundamentales, “El origen de las especies” (1859) y “El origen del hombre” (1871). Pero no creo que Darwin dejara de sentir una intensa desazón al constatar que el ser vivo que más ha desarrollado su inteligencia, aquél que más lejos ha llegado en la comprensión del mundo y en su capacidad de transformarlo..., es capaz de ignominias tan crueles como la esclavitud.
Este verano he leído el "Viaje de un naturalista..." y, más que sus apreciaciones biológicas, me ha llamado la atención el párrafo transcrito.
Darwin era un hombre de ciencia, uno de los mejores de todos los tiempos. Pero no sólo eso. Era además (y afortunadamente) un hombre al que, delante de la injusticia, se le encendía la sangre.
"El 19 de agosto abandonamos en definitiva las costas de Brasil, dando yo gracias a Dios de no tener que volver a visitar países de esclavos. Todavía hoy, cuando oigo un lamento lejano me acuerdo de que al pasar por delante de una casa de Pernambuco oí a alguien quejarse; en el acto se me representó en la imaginación, y así era en efecto, que atormentaban a un pobre esclavo [...] En Río de Janeiro vivía yo frente a la casa de una señora vieja que tenía tornillos para estrujar los dedos a sus esclavas. He vivido también en una casa en la que un joven mulato era sin cesar insultado, perseguido y apaleado como si fuera el más ínfimo animal. Un día vi (antes de que pudiera interponerme) dar a un niño de seis o siete años, tres porrazos en la cabeza con el mango del látigo, por haberme traído un vaso que no estaba limpio; el padre del chico presenció este verdadero tormento y bajó la cabeza sin atreverse a proferir ni una palabra […] He visto a un hombre, tipo de benevolencia a los ojos del mundo, a punto sde separar de los hombres, a las mujeres y a los niños que constituían numerosas familias [...] ¡Figuraos cuál sería vuestra vida si tuvieseis constantemente presente la idea de que vuestra mujer y vuestros hijos -esos seres que las leyes naturales hacen tan queridos hasta a los esclavos- os han de ser arrancados del hogar para ser vendidos, como bestias de carga, al mejor postor! Pues bien, hombres que profesan gran amor al prójimo, que creen en Dios, que piden todos los días que se haga su voluntad sobre la tierra, son los que toleran, ¿qué digo?, ¡realizan esos actos! ¡Se me enciende la sangre cuando pienso que nosotros, ingleses, que nuestros descendientes estadounidenses, que todos cuantos, en una palabra, proclamamos tan alto nuestras libertades, nos hemos hecho culpables de actos de ese género".
Darwin no va más lejos. Todavía es un hombre creyente (posteriormente dejará de serlo y se volverá agnóstico). Además, no ha escrito aún sus dos obras fundamentales, “El origen de las especies” (1859) y “El origen del hombre” (1871). Pero no creo que Darwin dejara de sentir una intensa desazón al constatar que el ser vivo que más ha desarrollado su inteligencia, aquél que más lejos ha llegado en la comprensión del mundo y en su capacidad de transformarlo..., es capaz de ignominias tan crueles como la esclavitud.
Este verano he leído el "Viaje de un naturalista..." y, más que sus apreciaciones biológicas, me ha llamado la atención el párrafo transcrito.
Darwin era un hombre de ciencia, uno de los mejores de todos los tiempos. Pero no sólo eso. Era además (y afortunadamente) un hombre al que, delante de la injusticia, se le encendía la sangre.
Thursday, August 27, 2009
Lo correcto
Los que lapidaban a la mujer acusada de adulterio, pensaban que hacían lo correcto.
Los que iban a la guerra por los Santos Lugares estaban convencidos de actuar correctamente.
Los que quemaban herejes en la hoguera consideraban que hacían lo correcto.
Sí, es muy posible que así fuese; que sus mentes así lo entendieran. Porque ésa era su verdad, su convicción.
Aunque ahora se nos haga inasumible. Aunque ahora nos parezca deleznable. Aunque ahora nos resulte incorrectísimo.
Muchas personas que en el pasado ejecutaron actos abominables, los realizaron pensando que hacían lo correcto. Y probablemente no eran culpables, al menos no del todo, de pensar así.
De modo que el gran (y eterno) problema es cómo saber -en cada momento, en cada situación, en cada caso- qué es lo correcto.
En los hechos anteriores se decidió qué era lo correcto sin oír ni valorar la opinión de las mujeres, de los supuestos infieles, de los hipotéticos herejes... Se decidió sin tener en cuenta el criterio de los otros. Se decidió negando a otros su libertad, su participación. Se decidió con soberbia, anteponiendo porque sí las creencias propias a las ajenas.
Disponemos de brújulas que señalan en qué dirección está el norte; pero no tenemos, ni vamos a tener nunca, un aparato que nos indique qué es lo correcto.
Lo único que a estas alturas parece claro es que, sea lo que sea lo correcto, solamente hay una forma de encontrarlo: con libertad, con humildad y entre todos.
Los que iban a la guerra por los Santos Lugares estaban convencidos de actuar correctamente.
Los que quemaban herejes en la hoguera consideraban que hacían lo correcto.
Sí, es muy posible que así fuese; que sus mentes así lo entendieran. Porque ésa era su verdad, su convicción.
Aunque ahora se nos haga inasumible. Aunque ahora nos parezca deleznable. Aunque ahora nos resulte incorrectísimo.
Muchas personas que en el pasado ejecutaron actos abominables, los realizaron pensando que hacían lo correcto. Y probablemente no eran culpables, al menos no del todo, de pensar así.
De modo que el gran (y eterno) problema es cómo saber -en cada momento, en cada situación, en cada caso- qué es lo correcto.
En los hechos anteriores se decidió qué era lo correcto sin oír ni valorar la opinión de las mujeres, de los supuestos infieles, de los hipotéticos herejes... Se decidió sin tener en cuenta el criterio de los otros. Se decidió negando a otros su libertad, su participación. Se decidió con soberbia, anteponiendo porque sí las creencias propias a las ajenas.
Disponemos de brújulas que señalan en qué dirección está el norte; pero no tenemos, ni vamos a tener nunca, un aparato que nos indique qué es lo correcto.
Lo único que a estas alturas parece claro es que, sea lo que sea lo correcto, solamente hay una forma de encontrarlo: con libertad, con humildad y entre todos.
Wednesday, August 19, 2009
Troceando
¿Por qué decimos que una mesa es un objeto, y sin embargo no lo es cada una de sus patas (a las que consideramos partes de la mesa)?
¿Por qué decimos que un coche es un objeto, y sin embargo no lo es cada una de sus partes (la carrocería, los cilindros, los asientos...)?
¿Por qué decimos que una jarra es un objeto, y no lo es el asa con que la cogemos ni las paredes o el fondo que la conforman?
Al menos coloquialmente, consideramos un objeto aquello que se mueve junto, aquello que se mueve a la vez; de modo que, si movemos una mesa, se mueve toda ella (el tablero, las patas...); si movemos un coche se mueve todo él (los asientos, el chasis, el motor...); si movemos una jarra se mueve la jarra entera (el asa, el recipiente...).
Todas las moléculas de una piedra forman un objeto (el objeto piedra) porque se mueven juntas. Por eso una piedra es un objeto, y sus moléculas no lo son.
Todas las moléculas de vapor que forman una nube se mueven a la vez. Por eso una nube es, toda ella, un objeto (el objeto nube).
Todas las células de un gato se mueven a la vez. Por eso un gato es un ser con entidad propia, y sus células no.
Yo soy todo aquello que se desplaza cuando me desplazo.
Tú eres todo aquello que se traslada cuando te trasladas.
Nuestra forma de compartimentar y clasificar lo real se basa, al menos aparentemente, en una gran simpleza: en dividirlo por razones de movilidad; en segmentarlo en entes que se mueven juntamente, que se mueven a la vez.
¿Por qué decimos que un coche es un objeto, y sin embargo no lo es cada una de sus partes (la carrocería, los cilindros, los asientos...)?
¿Por qué decimos que una jarra es un objeto, y no lo es el asa con que la cogemos ni las paredes o el fondo que la conforman?
Al menos coloquialmente, consideramos un objeto aquello que se mueve junto, aquello que se mueve a la vez; de modo que, si movemos una mesa, se mueve toda ella (el tablero, las patas...); si movemos un coche se mueve todo él (los asientos, el chasis, el motor...); si movemos una jarra se mueve la jarra entera (el asa, el recipiente...).
Todas las moléculas de una piedra forman un objeto (el objeto piedra) porque se mueven juntas. Por eso una piedra es un objeto, y sus moléculas no lo son.
Todas las moléculas de vapor que forman una nube se mueven a la vez. Por eso una nube es, toda ella, un objeto (el objeto nube).
Todas las células de un gato se mueven a la vez. Por eso un gato es un ser con entidad propia, y sus células no.
Yo soy todo aquello que se desplaza cuando me desplazo.
Tú eres todo aquello que se traslada cuando te trasladas.
Nuestra forma de compartimentar y clasificar lo real se basa, al menos aparentemente, en una gran simpleza: en dividirlo por razones de movilidad; en segmentarlo en entes que se mueven juntamente, que se mueven a la vez.
Friday, July 24, 2009
Un relato de Saphira
Lo bueno de Internet es que uno, de pronto, encuentra textos sobrecogedores e impactantes escritos por gente anónima. Gente que seguramente no tiene un hueco (ni lo busca, ni falta que le hace) en el mundo literario, pero que son capaces de concebir una narración como ésta. Así que a continuación copio el relato “Última”, escrito por mi amiga Saphira (vidadetres.blogspot.com):
ÚLTIMA
No significa que haya perdido… Mejor dicho, tampoco significa que haya ganado nada…
Después de todo no hay a quien ganarle.
Fue por pura casualidad, fue por un simple azar del destino… Podría no haber sido yo… Podría no haber sido nadie y simplemente deshacernos todos en el último soplo como hojas caídas de árboles en el otoño.
Si no hubiera estado allí, si hubiera estado en otra parte, de no ser por ese sótano maldito…
No importa ya recordar los momentos que pasé en él.
Soy la última de los seres humanos de la tierra (o al menos eso creo, creo que la soberbia se extinguirá finalmente cuando yo muera), he caminado durante meses y años buscando a algún otro, pero no he encontrado a ninguno.
Cuando veo mis manos puedo verlas envejecer desgastadas por la lima de los años, aunque por miedo al reflejo he dejado de mirarme en el agua. Sólo quiero recordar mi rostro como era hace tanto tiempo…
A veces creo que han pasado siglos y que esto no es más que una maldición…
No sé cómo no me he vuelto loca… o tal vez ya no me dé cuenta debido a que nadie puede decirme el parámetro de lo que es normal.
Los animales me miran pero excepto mi perro ninguno se me acerca, tal vez teman quedar malditos ellos también.
Una vez fantaseamos con mis amigos qué era lo que haríamos de ser los últimos en la tierra, pero en aquel momento sólo existía la duda y la pregunta con las posibilidades latentes a través de nuestras mentes… Ya no hay dudas, sólo certeza…, lo cual es peor… porque ahora sé realmente lo que es sin posibilidad de escaparme de ello… y si así se siente la soledad es en verdad terrible y abrumadora.
Sólo me queda el impulso de continuar caminando y dejar grabadas estas palabras en piedra para que alguien más me encuentre si es que llega a leerlas…
ÚLTIMA
No significa que haya perdido… Mejor dicho, tampoco significa que haya ganado nada…
Después de todo no hay a quien ganarle.
Fue por pura casualidad, fue por un simple azar del destino… Podría no haber sido yo… Podría no haber sido nadie y simplemente deshacernos todos en el último soplo como hojas caídas de árboles en el otoño.
Si no hubiera estado allí, si hubiera estado en otra parte, de no ser por ese sótano maldito…
No importa ya recordar los momentos que pasé en él.
Soy la última de los seres humanos de la tierra (o al menos eso creo, creo que la soberbia se extinguirá finalmente cuando yo muera), he caminado durante meses y años buscando a algún otro, pero no he encontrado a ninguno.
Cuando veo mis manos puedo verlas envejecer desgastadas por la lima de los años, aunque por miedo al reflejo he dejado de mirarme en el agua. Sólo quiero recordar mi rostro como era hace tanto tiempo…
A veces creo que han pasado siglos y que esto no es más que una maldición…
No sé cómo no me he vuelto loca… o tal vez ya no me dé cuenta debido a que nadie puede decirme el parámetro de lo que es normal.
Los animales me miran pero excepto mi perro ninguno se me acerca, tal vez teman quedar malditos ellos también.
Una vez fantaseamos con mis amigos qué era lo que haríamos de ser los últimos en la tierra, pero en aquel momento sólo existía la duda y la pregunta con las posibilidades latentes a través de nuestras mentes… Ya no hay dudas, sólo certeza…, lo cual es peor… porque ahora sé realmente lo que es sin posibilidad de escaparme de ello… y si así se siente la soledad es en verdad terrible y abrumadora.
Sólo me queda el impulso de continuar caminando y dejar grabadas estas palabras en piedra para que alguien más me encuentre si es que llega a leerlas…
Friday, July 17, 2009
Junto a la vía del tren
Sigo leyendo el libro Medallones, de Zofia Natkowska, sobre los actos llevados a cabo por los nazis en la Polonia ocupada (libro al que ya dediqué una entrada anterior).
Reproduzco ahora un extracto del capítulo titulado Junto a la vía del tren:
“Los que eran transportados en largos trenes, en vagones sellados, hacia los campos de exterminio a veces escapaban por el camino. Pero eran pocos los que se atrevían a fugarse… La única manera era arrancar algunas tablas del suelo del vagón… Había que tener valor para, tanteando alternativamente con las manos y los pies, arrastrarse hacia el exterior por la estrecha hendidura, por encima del estrépito y el chirrido del hierro, entre las ráfagas de aire que soplaban por debajo, sobre las traviesas que huían; luego alcanzar el eje y, agarrándose a él, deslizarse con los brazos hasta el punto desde donde un salto ofrecería alguna posibilidad de salvación…
Los fugitivos caían bajo las ruedas y a menudo morían en el acto…
La mujer que yacía junto a la vía formaba parte de los valientes… Al romper el día, la mujer, herida en una rodilla, estaba sentada al borde de la franja, sobre la hierba húmeda…
Se iban formando pequeños corros de curiosos que lanzaban miradas inquietas y se dispersaban enseguida… Para ofrecer ayuda o dar cobijo había sólo un castigo: la muerte segura.
Dos policías se acercaron, con ademán serio a ver lo que pasaba. Comprendieron la situación, se pusieron a deliberar sobre lo que debían hacer. Ella les conminó a que le pegaran un tiro…
Los policías aún dudaban sobre lo que debían hacer… (finalmente un desconocido se ofrece a disparar, por piedad, a la moribunda con el arma que los policías le dejan).
Antes del mediodía vino el alcalde con algunos hombres y mandó retirarla y enterrarla junto a la vía”.
Sólo se me ocurre añadir, como reflexión, la frase con que la autora empieza el libro: “Fueron hombres quienes a otros hombres depararon semejante destino”.
Reproduzco ahora un extracto del capítulo titulado Junto a la vía del tren:
“Los que eran transportados en largos trenes, en vagones sellados, hacia los campos de exterminio a veces escapaban por el camino. Pero eran pocos los que se atrevían a fugarse… La única manera era arrancar algunas tablas del suelo del vagón… Había que tener valor para, tanteando alternativamente con las manos y los pies, arrastrarse hacia el exterior por la estrecha hendidura, por encima del estrépito y el chirrido del hierro, entre las ráfagas de aire que soplaban por debajo, sobre las traviesas que huían; luego alcanzar el eje y, agarrándose a él, deslizarse con los brazos hasta el punto desde donde un salto ofrecería alguna posibilidad de salvación…
Los fugitivos caían bajo las ruedas y a menudo morían en el acto…
La mujer que yacía junto a la vía formaba parte de los valientes… Al romper el día, la mujer, herida en una rodilla, estaba sentada al borde de la franja, sobre la hierba húmeda…
Se iban formando pequeños corros de curiosos que lanzaban miradas inquietas y se dispersaban enseguida… Para ofrecer ayuda o dar cobijo había sólo un castigo: la muerte segura.
Dos policías se acercaron, con ademán serio a ver lo que pasaba. Comprendieron la situación, se pusieron a deliberar sobre lo que debían hacer. Ella les conminó a que le pegaran un tiro…
Los policías aún dudaban sobre lo que debían hacer… (finalmente un desconocido se ofrece a disparar, por piedad, a la moribunda con el arma que los policías le dejan).
Antes del mediodía vino el alcalde con algunos hombres y mandó retirarla y enterrarla junto a la vía”.
Sólo se me ocurre añadir, como reflexión, la frase con que la autora empieza el libro: “Fueron hombres quienes a otros hombres depararon semejante destino”.
Thursday, July 16, 2009
Canallas
Lo leo en el periódico de hoy:
“ETA ha comenzado a utilizar “bombas lapas multipropósitos”. Este nombre define a una bomba que tiene como objetivo provocar un incendio en el vehículo, deformarlo para evitar que se puedan abrir las puertas y para que la víctima muera así calcinada. El explosivo de estas bombas incluye nitrometano, un combustible de aeromodelismo altamente inflamable, sustancia básica para redoblar la explosión y provocar un incendio después de que estalle la lapa. Se activa por un sistema detector de movimiento (péndulo o mercurio)”.
Como se sabe, ETA es una agrupación terrorista que pretende la segregación territorial de una parte de España y de Francia para constituir un nuevo Estado. A tal fin ha asesinado en las últimas décadas a cerca de mil personas.
Esta organización ha escrito una siniestra página de la Historia y constituye, en sí misma, una vergüenza para la humanidad. En este contexto, la intención de quemar vivas a sus víctimas es sólo un paso más en su negra andadura.
El independentismo es un ideario respetable. Yo no lo comparto porque creo que lo mejor para la humanidad no es crear más fronteras, sino suprimirlas. Pero, aunque no lo comparta, me parece respetable.
Sin embargo, la respetabilidad de cualquier idea se diluye cuando para defenderla se está dispuesto a quemar vivas a otras personas.
Ninguna idea, por buena que sea, puede abrirse camino a base de canalladas.
“ETA ha comenzado a utilizar “bombas lapas multipropósitos”. Este nombre define a una bomba que tiene como objetivo provocar un incendio en el vehículo, deformarlo para evitar que se puedan abrir las puertas y para que la víctima muera así calcinada. El explosivo de estas bombas incluye nitrometano, un combustible de aeromodelismo altamente inflamable, sustancia básica para redoblar la explosión y provocar un incendio después de que estalle la lapa. Se activa por un sistema detector de movimiento (péndulo o mercurio)”.
Como se sabe, ETA es una agrupación terrorista que pretende la segregación territorial de una parte de España y de Francia para constituir un nuevo Estado. A tal fin ha asesinado en las últimas décadas a cerca de mil personas.
Esta organización ha escrito una siniestra página de la Historia y constituye, en sí misma, una vergüenza para la humanidad. En este contexto, la intención de quemar vivas a sus víctimas es sólo un paso más en su negra andadura.
El independentismo es un ideario respetable. Yo no lo comparto porque creo que lo mejor para la humanidad no es crear más fronteras, sino suprimirlas. Pero, aunque no lo comparta, me parece respetable.
Sin embargo, la respetabilidad de cualquier idea se diluye cuando para defenderla se está dispuesto a quemar vivas a otras personas.
Ninguna idea, por buena que sea, puede abrirse camino a base de canalladas.
Tuesday, July 14, 2009
Está sucio el jabón
Zofia Natkowska fue una escritora polaca comisionada para investigar, tras la II Guerra Mundial, los crímenes cometidos en Polonia durante la ocupación alemana.
En su libro Medallones cuenta su experiencia durante los trabajos de la comisión encargada de investigar esos crímenes.
Uno de los capítulos se dedica a exponer la conducta de un profesor de Anatomía, colaborador de los nazis, apellidado Spanner.
La comisión interrogó a un empleado del Instituto Anatómico de Gdansk, quien contó que “el profesor Spanner estaba escribiendo entonces un libro de Anatomía… Consiguió unas máquinas para separar la carne y la grasa de los huesos. De los huesos pensaban hacer esqueletos. En 1944, el profesor Spanner ordenó a los estudiantes que separaran la grasa de los cadáveres y la guardaran aparte…Los estudiantes tenían orden de separar la piel con mucho cuidado, después la grasa también con cuidado, y al final, según el libro de preparación, los músculos hasta los huesos. La grasa que los operarios recogían en los platos después se quedaba guardada durante todo el invierno, y más tarde, cuando los estudiantes se iban de vacaciones, en cinco o seis días se hacía el jabón.
El profesor Spanner también almacenaba piel humana. Junto con el preparador jefe Von Bergen pensaban curtirla y hacer con ella no se sabe qué…
Traían cuerpos del campo de Stutthoff, condenados a muerte… Generalmente eran cadáveres polacos. Pero una vez llegaron también unos militares alemanes decapitados en la cárcel…, cuatro militares alemanes condenados a muerte…
Un hombre puede dar unos cinco kilos de grasa… De la producción del jabón nadie tenía que saber nada. Spanner prohibió hablar de eso hasta a los estudiantes…
Al principio todos tenían miedo de lavarse con ese jabón. Daba asco. Olía mal. El profesor Spanner hacía lo posible para que ese olor desapareciera. Escribió a empresas químicas para que enviaran aceites aromáticos. Pero siempre se notaba que ese jabón no era de verdad… Al principio hasta un colega vio que me daba escalofríos lavarme con eso. En casa, a mi madre también le daba asco. Pero hacía buena espuma, por eso lo usaba para lavar la ropa”.
Tras leer esto, acuden a mi cabeza varias ideas. Pero, sobre todo, dos:
1º) Que alguien puede ser un eminente profesor y escribir libros de Anatomía Humana. Pero, aun así, puede ordenar hacer jabón con grasa de los muertos en campos de exterminio. La cualificación científica no presupone ni garantiza, en absoluto, la decencia.
2º) Que ese hombre (el empleado del Instituto Anatómico), ese hombre interrogado y que reconoce haber colaborado en la confección de jabón con grasa de condenados a muerte…, ese hombre, de haberme correspondido a mí vivir sus mismas circunstancias (la misma época, el mismo sitio)…, ese hombre podría ser yo.
En su libro Medallones cuenta su experiencia durante los trabajos de la comisión encargada de investigar esos crímenes.
Uno de los capítulos se dedica a exponer la conducta de un profesor de Anatomía, colaborador de los nazis, apellidado Spanner.
La comisión interrogó a un empleado del Instituto Anatómico de Gdansk, quien contó que “el profesor Spanner estaba escribiendo entonces un libro de Anatomía… Consiguió unas máquinas para separar la carne y la grasa de los huesos. De los huesos pensaban hacer esqueletos. En 1944, el profesor Spanner ordenó a los estudiantes que separaran la grasa de los cadáveres y la guardaran aparte…Los estudiantes tenían orden de separar la piel con mucho cuidado, después la grasa también con cuidado, y al final, según el libro de preparación, los músculos hasta los huesos. La grasa que los operarios recogían en los platos después se quedaba guardada durante todo el invierno, y más tarde, cuando los estudiantes se iban de vacaciones, en cinco o seis días se hacía el jabón.
El profesor Spanner también almacenaba piel humana. Junto con el preparador jefe Von Bergen pensaban curtirla y hacer con ella no se sabe qué…
Traían cuerpos del campo de Stutthoff, condenados a muerte… Generalmente eran cadáveres polacos. Pero una vez llegaron también unos militares alemanes decapitados en la cárcel…, cuatro militares alemanes condenados a muerte…
Un hombre puede dar unos cinco kilos de grasa… De la producción del jabón nadie tenía que saber nada. Spanner prohibió hablar de eso hasta a los estudiantes…
Al principio todos tenían miedo de lavarse con ese jabón. Daba asco. Olía mal. El profesor Spanner hacía lo posible para que ese olor desapareciera. Escribió a empresas químicas para que enviaran aceites aromáticos. Pero siempre se notaba que ese jabón no era de verdad… Al principio hasta un colega vio que me daba escalofríos lavarme con eso. En casa, a mi madre también le daba asco. Pero hacía buena espuma, por eso lo usaba para lavar la ropa”.
Tras leer esto, acuden a mi cabeza varias ideas. Pero, sobre todo, dos:
1º) Que alguien puede ser un eminente profesor y escribir libros de Anatomía Humana. Pero, aun así, puede ordenar hacer jabón con grasa de los muertos en campos de exterminio. La cualificación científica no presupone ni garantiza, en absoluto, la decencia.
2º) Que ese hombre (el empleado del Instituto Anatómico), ese hombre interrogado y que reconoce haber colaborado en la confección de jabón con grasa de condenados a muerte…, ese hombre, de haberme correspondido a mí vivir sus mismas circunstancias (la misma época, el mismo sitio)…, ese hombre podría ser yo.
Thursday, July 09, 2009
Carnes
Comer el cuerpo de un animal.
Masticar las patas (sus músculos, tendones...). Esas patas con las que anduvo o corrió por el bosque, con las que trepó a los árboles, con las que excavó túneles o madrigueras.
Masticar la sangre coagulada. Ésa que circuló por sus venas y arterias, y a la que bombeó su pequeño corazón.
Masticar la médula, las fibras nerviosas, los finos hilos por donde viajó el dolor (y también el placer, si es que lo tuvo).
Masticar los sesos: la esponja en que habitaron el miedo, la sorpresa, la fatiga..., tal vez también los sueños.
Masticar la lengua con que lamió a sus cachorros, los pechos con que los amamantó, el abdomen donde fueron alumbrados...
(Lo hacemos. Rutinariamente y sin pensarlo hacemos todo eso.)
Comer el cuerpo de un animal.
Masticar las patas (sus músculos, tendones...). Esas patas con las que anduvo o corrió por el bosque, con las que trepó a los árboles, con las que excavó túneles o madrigueras.
Masticar la sangre coagulada. Ésa que circuló por sus venas y arterias, y a la que bombeó su pequeño corazón.
Masticar la médula, las fibras nerviosas, los finos hilos por donde viajó el dolor (y también el placer, si es que lo tuvo).
Masticar los sesos: la esponja en que habitaron el miedo, la sorpresa, la fatiga..., tal vez también los sueños.
Masticar la lengua con que lamió a sus cachorros, los pechos con que los amamantó, el abdomen donde fueron alumbrados...
(Lo hacemos. Rutinariamente y sin pensarlo hacemos todo eso.)
Comer el cuerpo de un animal.
Wednesday, July 08, 2009
Sinestesias
Decimos dulces sueños, comentario ácido, amarga derrota... Decimos lo ocurrido me dejó un mal sabor de boca... Decimos todo eso como si los sueños, las palabras o los hechos causaran sensaciones gustativas.
Decimos novela negra, novela rosa... Decimos he tenido un día negro o llevó una vida gris. Decimos todo eso como si las narraciones, las fechas o las vidas generaran visiones cromáticas.
Decimos que este azul canta mucho; que este rojo es chillón... Como si los colores, además de verse, se oyeran.
Y, bien pensado, puede que sea así.
Decimos novela negra, novela rosa... Decimos he tenido un día negro o llevó una vida gris. Decimos todo eso como si las narraciones, las fechas o las vidas generaran visiones cromáticas.
Decimos que este azul canta mucho; que este rojo es chillón... Como si los colores, además de verse, se oyeran.
Y, bien pensado, puede que sea así.
Monday, July 06, 2009
¿Quién sabe?
¿Quién sabe lo que elegiría si ahora le dieran a escoger entre haber nacido o no; entre haberse casado o no; entre haber tenido hijos o no haberlos tenido; entre la profesión que eligió u otra distinta...?
¿Quién sabe lo que elegiría, si nos es negado conocer adónde nos habrían llevado las otras opciones?
¿Quién sabe si tomaría otro camino, si no es posible saber dónde conduce?
¿Quién sabe lo que elegiría? ¿Quién sabe -pues- lo que quiere?
¿Quién sabe lo que elegiría, si nos es negado conocer adónde nos habrían llevado las otras opciones?
¿Quién sabe si tomaría otro camino, si no es posible saber dónde conduce?
¿Quién sabe lo que elegiría? ¿Quién sabe -pues- lo que quiere?
Thursday, July 02, 2009
Ni un paso atrás
Hay animales que, después de haber desarrollado la capacidad de volar, la perdieron. Es el caso de los avestruces o los pingüinos.
Hay animales que, después de salir del mar y adaptarse a vivir en tierra firme, regresaron al mar y perdieron esta última capacidad. Es el caso de las ballenas o los delfines.
Así pues, el desarrollo de una determinada habilidad (volar, caminar...) no es siempre irreversible. En función de las circunstancias y por el juego de la selección natural, puede resultar conveniente (adaptativamente rentable) perder algunas capacidades.
Pero no se conoce que, a lo largo de su evolución, alguna especie haya perdido inteligencia. No se sabe de ninguna especie que, para adaptarse mejor a la vida en su medio, haya retrocedido en su capacidad intelectiva. No se conoce ninguna especie que se haya entorpecido.
No consta que ninguna evolución animal se haya movido en la dirección de perder inteligencia.
Los cetáceos (ya lo hemos dicho), para adaptarse a la vida en el mar, perdieron las patas. Algunos mamíferos de vida subterránea, como los topos, han perdido su capacidad visual (sin duda porque en la oscuridad del subsuelo no la necesitan). Incluso los humanos hemos reducido nuestro olfato. Pero no se sabe de ninguna especie que, en su evolución, haya perdido inteligencia.
La inteligencia –su adquisición y desarrollo- parece ser el único ámbito en que se aprecia una continuidad, una linealidad, una irreversibilidad evolutiva.
Hay animales que, después de salir del mar y adaptarse a vivir en tierra firme, regresaron al mar y perdieron esta última capacidad. Es el caso de las ballenas o los delfines.
Así pues, el desarrollo de una determinada habilidad (volar, caminar...) no es siempre irreversible. En función de las circunstancias y por el juego de la selección natural, puede resultar conveniente (adaptativamente rentable) perder algunas capacidades.
Pero no se conoce que, a lo largo de su evolución, alguna especie haya perdido inteligencia. No se sabe de ninguna especie que, para adaptarse mejor a la vida en su medio, haya retrocedido en su capacidad intelectiva. No se conoce ninguna especie que se haya entorpecido.
No consta que ninguna evolución animal se haya movido en la dirección de perder inteligencia.
Los cetáceos (ya lo hemos dicho), para adaptarse a la vida en el mar, perdieron las patas. Algunos mamíferos de vida subterránea, como los topos, han perdido su capacidad visual (sin duda porque en la oscuridad del subsuelo no la necesitan). Incluso los humanos hemos reducido nuestro olfato. Pero no se sabe de ninguna especie que, en su evolución, haya perdido inteligencia.
La inteligencia –su adquisición y desarrollo- parece ser el único ámbito en que se aprecia una continuidad, una linealidad, una irreversibilidad evolutiva.
Tuesday, June 23, 2009
Imagínatelo
No tenemos fotos de
-Los hebreos cruzando el desierto con Moisés al mando.
-Espartaco comandando la rebelión de los esclavos de Roma.
-Pilatos lavándose las manos en una palangana.
-Jesús colgado de la cruz.
-Colón convenciendo a Isabel de que la Tierra es redonda.
-Lutero clavando sus tesis en la puerta de un castillo o de una iglesia.
-Giordano Bruno ardiendo en una hoguera.
-Galileo abjurando de que la Tierra se mueve y el Sol más bien está parado (mientras, quizá, cruzaba los dedos).
-Los barcos negreros de la ruta África-América, cargando y descargando su mercancía.
No tenemos fotos de lo más importante. En lo que concierne a nuestro pasado histórico, no tenemos fotos de casi nada.
Cuando aquellos hechos, o supuestos hechos, ocurrieron no se había inventado la fotografía. Así que no tenemos fotos (ni filmaciones, ni pruebas gráficas) de nada de aquello. Sólo podemos imaginarlo. Y es muy probable que nuestra imaginación no concuerde mucho con la realidad.
-Los hebreos cruzando el desierto con Moisés al mando.
-Espartaco comandando la rebelión de los esclavos de Roma.
-Pilatos lavándose las manos en una palangana.
-Jesús colgado de la cruz.
-Colón convenciendo a Isabel de que la Tierra es redonda.
-Lutero clavando sus tesis en la puerta de un castillo o de una iglesia.
-Giordano Bruno ardiendo en una hoguera.
-Galileo abjurando de que la Tierra se mueve y el Sol más bien está parado (mientras, quizá, cruzaba los dedos).
-Los barcos negreros de la ruta África-América, cargando y descargando su mercancía.
No tenemos fotos de lo más importante. En lo que concierne a nuestro pasado histórico, no tenemos fotos de casi nada.
Cuando aquellos hechos, o supuestos hechos, ocurrieron no se había inventado la fotografía. Así que no tenemos fotos (ni filmaciones, ni pruebas gráficas) de nada de aquello. Sólo podemos imaginarlo. Y es muy probable que nuestra imaginación no concuerde mucho con la realidad.
Friday, June 19, 2009
Adiós, silencio, adiós
La organización ETA ha asesinado a casi 1.000 personas (hoy, otra más), ha secuestrado y mutilado a otras muchas y ha llenado de dolor a una inmensidad de familias. En algunos casos, la crueldad empleada sólo puede compararse con los actos más aberrantes de la historia de la humanidad: así, Ortega Lara fue secuestrado y recluido en un pequeño habitáculo subterráneo durante 532 días, y si no permaneció más tiempo es porque fue rescatado por la Policía. En el caso de Miguel Ángel Blanco, tras secuestrarle advirtieron de que sería ejecutado en 48 horas si el Gobierno no cedía a las exigencias de ETA. Finalmente fue asesinado después de terribles horas de espanto vividas por su familia y por el conjunto de la sociedad.
Supuestamente ETA pretende la independencia del País Vasco. Desea también la anexión de Navarra y de una zona del sur de Francia, que considera vascas. Parece ser que, en sus orígenes, pretendía asimismo la instauración de un Estado marxista-leninista en esos territorios, aunque este objetivo ideológico parece haberlo abandonado últimamente.
Pero, mientras todo esto ocurre, los ciudadanos vascos votan libremente desde hace treinta años en todos los ámbitos electorales: local, autonómico, estatal, europeo.
A esas elecciones pueden concurrir también los partidos independentistas, salvo aquéllos que de modo patente apoyen el terrorismo. Éstos últimos no están vedados por su ideología independentista, sino por su complicidad con la violencia.
Se da la circunstancia de que el partido nacionalista mayoritario no se presenta a las elecciones con un programa netamente independentista, con lo que es casi imposible saber qué parte de la población está a favor de la independencia. Pero podría hacerlo, es decir, podría concurrir a las elecciones con esa consigna independentista, de modo que los votantes supieran claramente lo que apoyan.
En los casos de Álava y Navarra, los resultados electorales vienen poniendo de manifiesto que estas provincias no desean la independencia. Los navarros ni siquiera desean mayoritariamente formar parte (al menos en la actualidad) de la Comunidad Autónoma vasca, según han puesto de manifiesto de modo reiterado en todas las elecciones.
Pero estas últimas cuestiones no son lo más importante. Lo fundamental es que la sociedad vasca dispone de un camino recorrible, pacífico y democrático, para conseguir (si lo quisiera) un objetivo independentista. Sin necesidad de usar la violencia, sin tener que matar a nadie.
Los independentistas podrían también defender su postura en el Parlamento Europeo y otras instituciones de la U.E., dado que, además, existen otros territorios de Europa en donde hay planteado igualmente un debate soberanista (Escocia, Córcega, Flandes…).
Por todo ello, la utilización del homicidio como instrumento político es, en estas condiciones, radicalmente obscena.
Pero la organización ETA continúa asesinando personas. Miembros de las fuerzas de seguridad, políticos de otros partidos, profesionales e intelectuales siguen siendo asesinados en una macabra orgía de terror.
Quienes apoyan la independencia del País Vasco no temen que nadie los asesine por defender sus convicciones, pero en cambio los que discrepan de esas ideas tienen miedo a exponer opiniones críticas, y en particular a condenar abiertamente a la organización ETA. En el País Vasco se vive diariamente en un clima de forzada autorrestricción: temor a expresar en público las propias opiniones.
La irrupción de internet puede hacer quebrar esta indeseable tiranía de silencio.
A través de los blogs, foros, chats y demás ámbitos de debate que la Red nos permite, todos podemos -debemos- hablar sin miedo, exponer críticamente nuestras opiniones y expresarnos con libertad.
La organización ETA tiene reservado un sitio en las páginas más vergonzosas de la historia de la Humanidad. La esperanza es que hoy, con internet, con el conocimiento acumulado y la tecnología disponible, podemos romper el miedoso silencio y hacer que otras voces (las que hasta ahora han callado: o sea, las nuestras) se oigan.
Supuestamente ETA pretende la independencia del País Vasco. Desea también la anexión de Navarra y de una zona del sur de Francia, que considera vascas. Parece ser que, en sus orígenes, pretendía asimismo la instauración de un Estado marxista-leninista en esos territorios, aunque este objetivo ideológico parece haberlo abandonado últimamente.
Pero, mientras todo esto ocurre, los ciudadanos vascos votan libremente desde hace treinta años en todos los ámbitos electorales: local, autonómico, estatal, europeo.
A esas elecciones pueden concurrir también los partidos independentistas, salvo aquéllos que de modo patente apoyen el terrorismo. Éstos últimos no están vedados por su ideología independentista, sino por su complicidad con la violencia.
Se da la circunstancia de que el partido nacionalista mayoritario no se presenta a las elecciones con un programa netamente independentista, con lo que es casi imposible saber qué parte de la población está a favor de la independencia. Pero podría hacerlo, es decir, podría concurrir a las elecciones con esa consigna independentista, de modo que los votantes supieran claramente lo que apoyan.
En los casos de Álava y Navarra, los resultados electorales vienen poniendo de manifiesto que estas provincias no desean la independencia. Los navarros ni siquiera desean mayoritariamente formar parte (al menos en la actualidad) de la Comunidad Autónoma vasca, según han puesto de manifiesto de modo reiterado en todas las elecciones.
Pero estas últimas cuestiones no son lo más importante. Lo fundamental es que la sociedad vasca dispone de un camino recorrible, pacífico y democrático, para conseguir (si lo quisiera) un objetivo independentista. Sin necesidad de usar la violencia, sin tener que matar a nadie.
Los independentistas podrían también defender su postura en el Parlamento Europeo y otras instituciones de la U.E., dado que, además, existen otros territorios de Europa en donde hay planteado igualmente un debate soberanista (Escocia, Córcega, Flandes…).
Por todo ello, la utilización del homicidio como instrumento político es, en estas condiciones, radicalmente obscena.
Pero la organización ETA continúa asesinando personas. Miembros de las fuerzas de seguridad, políticos de otros partidos, profesionales e intelectuales siguen siendo asesinados en una macabra orgía de terror.
Quienes apoyan la independencia del País Vasco no temen que nadie los asesine por defender sus convicciones, pero en cambio los que discrepan de esas ideas tienen miedo a exponer opiniones críticas, y en particular a condenar abiertamente a la organización ETA. En el País Vasco se vive diariamente en un clima de forzada autorrestricción: temor a expresar en público las propias opiniones.
La irrupción de internet puede hacer quebrar esta indeseable tiranía de silencio.
A través de los blogs, foros, chats y demás ámbitos de debate que la Red nos permite, todos podemos -debemos- hablar sin miedo, exponer críticamente nuestras opiniones y expresarnos con libertad.
La organización ETA tiene reservado un sitio en las páginas más vergonzosas de la historia de la Humanidad. La esperanza es que hoy, con internet, con el conocimiento acumulado y la tecnología disponible, podemos romper el miedoso silencio y hacer que otras voces (las que hasta ahora han callado: o sea, las nuestras) se oigan.
Friday, June 05, 2009
Tiempo añadido
Inmortalidad no, pero sí una prórroga (como en el fútbol) o un “tiempo muerto” (como en el básket) para echar el cierre. Unos minutos de gracia o cortesía, después de que expire el plazo, para:
1º) Destruir los vestigios. Objetos, cartas, ropas. Si uno se marcha, no tiene sentido que eso quede.
2º) Despedirse. Tranquila y rutinariamente, sin efusión.
3º) Caminar hasta el crematorio.
4º) Conectar el horno, abrir la puerta, dejarse caer.
5º) En silencio y sin molestar, evaporarse.
1º) Destruir los vestigios. Objetos, cartas, ropas. Si uno se marcha, no tiene sentido que eso quede.
2º) Despedirse. Tranquila y rutinariamente, sin efusión.
3º) Caminar hasta el crematorio.
4º) Conectar el horno, abrir la puerta, dejarse caer.
5º) En silencio y sin molestar, evaporarse.
Thursday, May 28, 2009
Valientes/Cobardes
Tal vez ser malvado exija, en cierto sentido, una porción de valor: de estar dispuesto a afrontar la mirada acusatoria, de desaprobación y rechazo, de los otros; de estar abierto a resistir la mordedura del autorreproche, el martilleo de la propia conciencia.
Tal vez ser malvado implique una carga de atrevimiento, de arrojo o de osadía.
La determinación, el coraje y la audacia suelen estar presentes en quienes ejecutan actos despiadados, terroristas, dañinos… Por eso, de ellos decimos que son mortíferos, feroces o crueles, pero generalmente no afirmamos que sean cobardes.
Es posible que muchas personas no tengan “agallas” para ser malos. Es posible que muchas personas sean buenas, al menos en parte, por temor al remordimiento: por miedo a rebelarse contra su propia conciencia.
Bienvenida sea, en tal caso, la cobardía que nos pone difícil ser malvados.
Al igual que ocurre con la inteligencia, la valentía no es un recurso estimable en sí mismo, sino sólo (y siempre) en función del fin para el que se use.
Del mismo modo que una inteligencia orientada al mal es mil veces peor que una ausencia de inteligencia, la valentía orientada al mal es mucho más indeseable que la cobardía.
Tal vez ser malvado implique una carga de atrevimiento, de arrojo o de osadía.
La determinación, el coraje y la audacia suelen estar presentes en quienes ejecutan actos despiadados, terroristas, dañinos… Por eso, de ellos decimos que son mortíferos, feroces o crueles, pero generalmente no afirmamos que sean cobardes.
Es posible que muchas personas no tengan “agallas” para ser malos. Es posible que muchas personas sean buenas, al menos en parte, por temor al remordimiento: por miedo a rebelarse contra su propia conciencia.
Bienvenida sea, en tal caso, la cobardía que nos pone difícil ser malvados.
Al igual que ocurre con la inteligencia, la valentía no es un recurso estimable en sí mismo, sino sólo (y siempre) en función del fin para el que se use.
Del mismo modo que una inteligencia orientada al mal es mil veces peor que una ausencia de inteligencia, la valentía orientada al mal es mucho más indeseable que la cobardía.
Tuesday, May 26, 2009
Cada uno en su papel
Un buen actor no deja nunca de representar. Ni en los descansos, ni en los entreactos, ni en el tiempo que media entre función y función.
Un buen actor no deja nunca de interpretar. Ni delante ni detrás del telón. Ni cuando está acompañado ni cuando está solo.
Un buen actor no escapa del papel. Un buen actor lo interpreta a tiempo completo, o sea, de por vida.
Un buen actor representa sobre todo para sí. Para dentro de sí mismo.
No es difícil encontrar un buen actor. De hecho el mundo está lleno de grandes intérpretes: personas que, de tan asumidos como tienen sus papeles (de tan metidos como están en ellos), ignoran que están representando. Ignoran que actúan.
Ignoran, ignoramos la condición de actores.
Un buen actor no deja nunca de interpretar. Ni delante ni detrás del telón. Ni cuando está acompañado ni cuando está solo.
Un buen actor no escapa del papel. Un buen actor lo interpreta a tiempo completo, o sea, de por vida.
Un buen actor representa sobre todo para sí. Para dentro de sí mismo.
No es difícil encontrar un buen actor. De hecho el mundo está lleno de grandes intérpretes: personas que, de tan asumidos como tienen sus papeles (de tan metidos como están en ellos), ignoran que están representando. Ignoran que actúan.
Ignoran, ignoramos la condición de actores.
Tuesday, May 12, 2009
Balance
Ganamos en agudeza visual, es cierto, pero perdimos en sensibilidad olfativa.
Ganamos en velocidad para correr por el suelo, es cierto, pero perdimos en habilidad para trepar por los árboles.
Ganamos en inteligencia, es cierto, pero perdimos en incapacidad de sufrir, en incapacidad de deprimirnos, en incapacidad de enloquecer…
Ganamos en consciencia, es cierto, pero perdimos en ignorancia de la fugacidad y de la muerte.
Con la evolución ganamos y perdimos. Con la evolución mejoramos y empeoramos.
Éste (o sea, nosotros) es el resultado. Éste es el balance.
Ganamos en velocidad para correr por el suelo, es cierto, pero perdimos en habilidad para trepar por los árboles.
Ganamos en inteligencia, es cierto, pero perdimos en incapacidad de sufrir, en incapacidad de deprimirnos, en incapacidad de enloquecer…
Ganamos en consciencia, es cierto, pero perdimos en ignorancia de la fugacidad y de la muerte.
Con la evolución ganamos y perdimos. Con la evolución mejoramos y empeoramos.
Éste (o sea, nosotros) es el resultado. Éste es el balance.
Thursday, May 07, 2009
Kamikazes
Si es necesario, las hormigas dan su vida por su patria el hormiguero.
Llegado el caso, las abejas dan su vida por su patria la colmena. (Las abejas no pican para defenderse; de hecho mueren después de picar. Pican para defender la colmena.)
“Todo por la patria”, podría ser su lema.
Pero ninguna hormiga da su vida por todas las hormigas del mundo. Ni ninguna abeja ofrece su vida por todas las abejas del planeta.
Como aquellos pilotos mártires que en Japón llamaron Kamikazes, las abejas y hormigas pueden tener comportamientos que entre humanos llamaríamos “heroicos”. Es decir, pueden inmolarse. Pero sólo por su colmena, sólo por su hormiguero.
De igual modo, muchos humanos han sacrificado su vida por la patria (su tribu, su hormiguero, su colmena), pero nunca o muy insólitamente lo han hecho por la humanidad en su conjunto.
También en esto somos, seguimos siendo esclavos de los instintos tribales. ¿Hasta cuándo?
Llegado el caso, las abejas dan su vida por su patria la colmena. (Las abejas no pican para defenderse; de hecho mueren después de picar. Pican para defender la colmena.)
“Todo por la patria”, podría ser su lema.
Pero ninguna hormiga da su vida por todas las hormigas del mundo. Ni ninguna abeja ofrece su vida por todas las abejas del planeta.
Como aquellos pilotos mártires que en Japón llamaron Kamikazes, las abejas y hormigas pueden tener comportamientos que entre humanos llamaríamos “heroicos”. Es decir, pueden inmolarse. Pero sólo por su colmena, sólo por su hormiguero.
De igual modo, muchos humanos han sacrificado su vida por la patria (su tribu, su hormiguero, su colmena), pero nunca o muy insólitamente lo han hecho por la humanidad en su conjunto.
También en esto somos, seguimos siendo esclavos de los instintos tribales. ¿Hasta cuándo?
Monday, May 04, 2009
Juegos de azar
Las loterías del nacimiento:
La lotería cromosómica (el sorteo de los genes), la lotería geográfica (el país donde naces), la lotería social (el entorno en que naces)…
Las loterías del nacimiento: Nacer esbelto o deforme, nacer dotado o infradotado, nacer en la zona (o en la familia) pudiente o necesitada…
Las loterías del nacimiento.
Yo también jugué o fui jugado (es obligado hacerlo). Yo también estuve en esos bombos giratorios. En esos bombos aleatorios. En esas tómbolas forzosas. En esas loterías del nacimiento.
Y tuve suerte. Sí, creo que tuve suerte.
Pero no me gustan nada, nada en absoluto, esas loterías del nacimiento.
La lotería cromosómica (el sorteo de los genes), la lotería geográfica (el país donde naces), la lotería social (el entorno en que naces)…
Las loterías del nacimiento: Nacer esbelto o deforme, nacer dotado o infradotado, nacer en la zona (o en la familia) pudiente o necesitada…
Las loterías del nacimiento.
Yo también jugué o fui jugado (es obligado hacerlo). Yo también estuve en esos bombos giratorios. En esos bombos aleatorios. En esas tómbolas forzosas. En esas loterías del nacimiento.
Y tuve suerte. Sí, creo que tuve suerte.
Pero no me gustan nada, nada en absoluto, esas loterías del nacimiento.
Friday, May 01, 2009
Nuestros artífices
Otros desarrollaron garras, colmillos, púas, caparazones, cuernos...
Nosotros también desarrollamos algunas de esas cosas. Pero sobre todo expandimos nuestro cerebro, desarrollamos la inteligencia. (Tampoco somos los únicos que la desarrollamos, pero en nuestro caso lo hicimos en mucha mayor medida.)
¿Y por qué desarrollamos inteligencia? Porque la necesitábamos para sobrevivir. Porque, en medio de la presión ambiental en que nos encontrábamos sumidos (necesidad de defendernos de los depredadores, necesidad de procurarnos alimentos en constante disputa con otras especies), la inteligencia fue el principal recurso competitivo que hallamos.
De no ser por aquella presión evolutiva, los homínidos de que provenimos no habrían desarrollado la inteligencia.
No es una historia alegre. Seguramente la eliminación de los menos dotados (de los menos inteligentes) fue hecha por los depredadores de aquel simio ancestral.
¿Y quiénes eran aquellos depredadores remotos (nuestros depredadores)? Tal vez hienas, leopardos y (posiblemente) otras especies ya extinguidas.
Sin la labor depredadora y selectiva que esos animales ejercieron sobre aquel simio, éste no habría evolucionado.
Sin aquella sostenida presión seleccionadora no habría habido una clara ventaja competitiva de los más inteligentes.
Aquellos animales que nos atacaban o se disputaban los recursos con nuestros ancestros son los que, a fin de cuentas, dieron forma al ser humano. Ellos han sido, en cierto modo, nuestros artífices.
Nosotros también desarrollamos algunas de esas cosas. Pero sobre todo expandimos nuestro cerebro, desarrollamos la inteligencia. (Tampoco somos los únicos que la desarrollamos, pero en nuestro caso lo hicimos en mucha mayor medida.)
¿Y por qué desarrollamos inteligencia? Porque la necesitábamos para sobrevivir. Porque, en medio de la presión ambiental en que nos encontrábamos sumidos (necesidad de defendernos de los depredadores, necesidad de procurarnos alimentos en constante disputa con otras especies), la inteligencia fue el principal recurso competitivo que hallamos.
De no ser por aquella presión evolutiva, los homínidos de que provenimos no habrían desarrollado la inteligencia.
No es una historia alegre. Seguramente la eliminación de los menos dotados (de los menos inteligentes) fue hecha por los depredadores de aquel simio ancestral.
¿Y quiénes eran aquellos depredadores remotos (nuestros depredadores)? Tal vez hienas, leopardos y (posiblemente) otras especies ya extinguidas.
Sin la labor depredadora y selectiva que esos animales ejercieron sobre aquel simio, éste no habría evolucionado.
Sin aquella sostenida presión seleccionadora no habría habido una clara ventaja competitiva de los más inteligentes.
Aquellos animales que nos atacaban o se disputaban los recursos con nuestros ancestros son los que, a fin de cuentas, dieron forma al ser humano. Ellos han sido, en cierto modo, nuestros artífices.
Wednesday, April 29, 2009
Alfarero
El desierto ha modelado camellos, dromedarios, alacranes, lagartos, cactus…
Pacientemente los ha delineado para resistir la sequedad. Ha trazado jorobas para almacenar agua, ha conformado espinas para que otros no los coman…
El desierto los ha ido tallando, esculpiendo, perfilando, dándoles forma.
Todos ellos –camellos, dromedarios, alacranes, lagartos, cactus…- son su obra. Son los frutos vivos del desierto.
Como los trópicos, las montañas escarpadas o los casquetes polares, el desierto es un magnífico alfarero.
Pacientemente los ha delineado para resistir la sequedad. Ha trazado jorobas para almacenar agua, ha conformado espinas para que otros no los coman…
El desierto los ha ido tallando, esculpiendo, perfilando, dándoles forma.
Todos ellos –camellos, dromedarios, alacranes, lagartos, cactus…- son su obra. Son los frutos vivos del desierto.
Como los trópicos, las montañas escarpadas o los casquetes polares, el desierto es un magnífico alfarero.
Monday, April 27, 2009
El tipejo del espejo
¿Puede uno quererse a sí mismo? ¿Puede uno odiarse a sí mismo? ¿Puede uno admirarse a sí mismo?, ¿despreciarse a sí mismo?, ¿aplaudirse a sí mismo?, ¿abroncarse a sí mismo?, ¿temerse a sí mismo?, ¿experimentar asco, o piedad, o perdón de sí mismo?...
¿Tú que opinas? Yo tengo la impresión de que sí se puede.
¿Tú que opinas? Yo tengo la impresión de que sí se puede.
Thursday, April 23, 2009
Lo nunca visto
Nadie ha visto todo. Nadie ha sentido todo. Nadie conoce todo.
Todo (o el todo) nos es invisible, imperceptible, incognoscible.
Aunque nuestros ojos, nuestros sentidos y nuestro cerebro pudieran abarcarlo, todo no cabría en ellos.
Así que de él -del todo- no sabemos nada.
Todo es un extraño, un extranjero. Todo es un tipo muy raro. Todo es un perfecto desconocido.
Todo (o el todo) nos es invisible, imperceptible, incognoscible.
Aunque nuestros ojos, nuestros sentidos y nuestro cerebro pudieran abarcarlo, todo no cabría en ellos.
Así que de él -del todo- no sabemos nada.
Todo es un extraño, un extranjero. Todo es un tipo muy raro. Todo es un perfecto desconocido.
Saturday, April 18, 2009
Los (mis) diez mandamientos del buen leer
1. Leerás sólo lo que te guste, lo que te atrape, lo que te cautive.
2. No leerás lo que no te guste, lo que no te atrape, lo que no te cautive.
3. Si en las primeras diez páginas no te gusta, no te atrapa, no te cautiva…, lo cerrarás y le dirás adiós sin miramientos.
4. Nunca, nunca, nunca leerás nada por obligación. (Leer sin placer no es leer, sino mortificarse.)
5. Si no te respeta –si inserta digresiones sólo para mostrar su erudición, o palabras extranjeras que no traduce, etc-, dejarás de leerlo y lo echarás a reciclar.
6. Aunque parezca un buen libro, si no es “bueno para ti”, cesarás de leerlo inmediatamente.
7. Aun cuando el prestigioso crítico Fulánez lo haya puesto por las nubes, si no te gusta no te gusta, y no lo leerás.
8. Aun cuando el no menos prestigioso crítico Mengánez lo haya puesto a caer de un burro, si te gusta te gusta, y deberás leerlo.
9. No te preguntarás por qué te gusta. No te preguntarás por qué no te gusta. Ni tú ni nadie elige sus gustos.
10. Si te apetece releerlo (o re-releerlo) lo releerás (o lo re-releerás), pues raramente pasa y hay que festejarlo. Y que sigan los demás aguardando su turno.
(Estos mandamientos se encierran en dos: Leerás sólo lo que te apetezca, y te abstendrás de leer lo que no te apetezca.)
2. No leerás lo que no te guste, lo que no te atrape, lo que no te cautive.
3. Si en las primeras diez páginas no te gusta, no te atrapa, no te cautiva…, lo cerrarás y le dirás adiós sin miramientos.
4. Nunca, nunca, nunca leerás nada por obligación. (Leer sin placer no es leer, sino mortificarse.)
5. Si no te respeta –si inserta digresiones sólo para mostrar su erudición, o palabras extranjeras que no traduce, etc-, dejarás de leerlo y lo echarás a reciclar.
6. Aunque parezca un buen libro, si no es “bueno para ti”, cesarás de leerlo inmediatamente.
7. Aun cuando el prestigioso crítico Fulánez lo haya puesto por las nubes, si no te gusta no te gusta, y no lo leerás.
8. Aun cuando el no menos prestigioso crítico Mengánez lo haya puesto a caer de un burro, si te gusta te gusta, y deberás leerlo.
9. No te preguntarás por qué te gusta. No te preguntarás por qué no te gusta. Ni tú ni nadie elige sus gustos.
10. Si te apetece releerlo (o re-releerlo) lo releerás (o lo re-releerás), pues raramente pasa y hay que festejarlo. Y que sigan los demás aguardando su turno.
(Estos mandamientos se encierran en dos: Leerás sólo lo que te apetezca, y te abstendrás de leer lo que no te apetezca.)
Tú sí que sabes
Las máquinas ya nos superan en memoria (almacenan más datos que nuestros cerebros), en rapidez (operan y calculan más deprisa que nosotros), en precisión (miden mejor que nosotros el tiempo, la temperatura, las magnitudes físicas), en habilidad (juegan al ajedrez mejor que nosotros)... Hace mucho que es así, pero con el desarrollo de la informática las distancias se han agrandado. ¿Cuándo empezarán las máquinas a rebasarnos en entendimiento y en raciocinio? ¿Cuándo empezarán a captar lo que no captamos? ¿Cuándo empezarán a percibir lo que no percibimos? ¿Cuándo empezarán a entender lo que nuestros cerebros no comprenden?
Thursday, April 16, 2009
Full time
No sólo somos sensitivos, sino que a lo largo de nuestra vida no podemos dejar de serlo. Podemos cesar de correr, podemos parar de hablar, podemos dejar de escribir… pero (salvo parcialmente durante el sueño) no podemos parar de sentir ni de sentirnos.
De por vida tenemos que sentir. Sentir forzosa y permanentemente.
Somos sensitivos a tiempo completo. Somos sensitivos por obligación, por mandato incesante e ineludible. Somos vitaliciamente sensitivos.
De por vida tenemos que sentir. Sentir forzosa y permanentemente.
Somos sensitivos a tiempo completo. Somos sensitivos por obligación, por mandato incesante e ineludible. Somos vitaliciamente sensitivos.
Diseño de estructuras
Los nidos, con sus ramas entrelazadas y mezcladas con barro, con hojas, con saliva…
Los hormigueros, con sus galerías subterráneas, sus habitáculos, sus pisos, sus entradas principal y accesorias…
Las presas que en los ríos confeccionan los castores con barro, piedras y el tronco o las ramas de árboles que previamente han derribado.
Las colmenas, con sus cámaras, sus panales de cera, sus celdillas perfectamente hexagonales…
Arquitectura animal. Estructuras construidas por pájaros, hormigas, castores, abejas… sin planos, sin proyecto, sin instrucciones, sin dirección de obra.
Grandes diseños de constructores que diseñan sin diseñar.
Los hormigueros, con sus galerías subterráneas, sus habitáculos, sus pisos, sus entradas principal y accesorias…
Las presas que en los ríos confeccionan los castores con barro, piedras y el tronco o las ramas de árboles que previamente han derribado.
Las colmenas, con sus cámaras, sus panales de cera, sus celdillas perfectamente hexagonales…
Arquitectura animal. Estructuras construidas por pájaros, hormigas, castores, abejas… sin planos, sin proyecto, sin instrucciones, sin dirección de obra.
Grandes diseños de constructores que diseñan sin diseñar.
Tuesday, April 07, 2009
Lo fatal
El único límite de la vida, la única limitación al número de seres vivos que puede albergar la Tierra, viene dada por la cantidad de recursos nutritivos de que dispone.
Dado que la vida presenta una tendencia ilimitada a reproducirse pero los recursos alimenticios son limitados, los seres vivos están abocados a una constante lucha entre sí.
Cabe pensar por ello que, de haber vida en otros planetas, este mismo esquema de lucha y depredación también se producirá.
Como quiera que sean (si los hay) los seres vivos que pueblen otros planetas, es probable que también estén obligados a luchar entre sí.
¿Puede decirse, entonces, que la lucha entre especies y entre individuos no es un rasgo específico de la vida en la Tierra, sino de la vida en general? De ser así, nuestra esperanza de encontrar algo mejor ahí fuera se reduciría considerablemente. Qué pena.
Dado que la vida presenta una tendencia ilimitada a reproducirse pero los recursos alimenticios son limitados, los seres vivos están abocados a una constante lucha entre sí.
Cabe pensar por ello que, de haber vida en otros planetas, este mismo esquema de lucha y depredación también se producirá.
Como quiera que sean (si los hay) los seres vivos que pueblen otros planetas, es probable que también estén obligados a luchar entre sí.
¿Puede decirse, entonces, que la lucha entre especies y entre individuos no es un rasgo específico de la vida en la Tierra, sino de la vida en general? De ser así, nuestra esperanza de encontrar algo mejor ahí fuera se reduciría considerablemente. Qué pena.
Friday, April 03, 2009
Pequeño país
A veces quiero alegrarme y no me alegro. Quiero entristecerme y no me entristezco. Quiero creer algo y no lo creo. Quiero que algo me guste y no me gusta. Quiero detestar algo y no lo detesto. Quiero olvidar algo y no lo olvido…
¿Y por qué habrían de obedecer mis emociones, y mis gustos, y mi fe, y mi memoria… a mi voluntad?
¿Quién es esa señora, la voluntad, para creerse tan importante? ¿Quién cree que es para mandar en todo el mundo?
¿Acaso la obedecen el corazón, los riñones, la vesícula, el páncreas…? No, ellos van por su lado (como si adoptaran sus propias decisiones) y mi voluntad por el suyo.
Fuera de mis actos, la voluntad no tiene soberanía. Sólo mis actos (y ni siquiera todos) obedecen sus órdenes.
El reino de mi voluntad es parecido a Liechtenstein o Andorra: una nación pequeña, un estado diminuto.
¿Y por qué habrían de obedecer mis emociones, y mis gustos, y mi fe, y mi memoria… a mi voluntad?
¿Quién es esa señora, la voluntad, para creerse tan importante? ¿Quién cree que es para mandar en todo el mundo?
¿Acaso la obedecen el corazón, los riñones, la vesícula, el páncreas…? No, ellos van por su lado (como si adoptaran sus propias decisiones) y mi voluntad por el suyo.
Fuera de mis actos, la voluntad no tiene soberanía. Sólo mis actos (y ni siquiera todos) obedecen sus órdenes.
El reino de mi voluntad es parecido a Liechtenstein o Andorra: una nación pequeña, un estado diminuto.
Wednesday, March 25, 2009
Verdes campos del edén
Durante los años que Antonio Machado vivió en Baeza disfrutaba a menudo paseando por el campo. A esos paisajes aludió en muchos de sus poemas. En algunos habla de “olivares polvorientos del campo de Andalucía”, “el campo andaluz, peinado por el sol canicular, de loma en loma rayado”, “matorrales, alcaceles, terraplenes, pedregales, olivares, caseríos, praderas y cardizales, montes y valles sombríos…”. En otro poema llega a decir “Campo de Baeza, soñaré contigo cuando no te vea”.
Casualmente ese mismo entorno fue el escenario de mi infancia. Pasé mi niñez en Baeza y, como cualquiera que haya vivido allí, puedo identificar fácilmente los paisajes a que en sus versos aludía Machado.
Tal vez esos paisajes no me emocionen tanto como a don Antonio, pero también me gustan.
Hoy leo, en un artículo del novelista Antonio Muñoz Molina (nacido en Úbeda, a sólo 8 kilómetros de Baeza, y conocedor por tanto del mismo paisaje), que “No me había parado a pensar hasta ahora que este paisaje tan íntimo, tan exclusivo de mi vida, no tiene nada de original: se parece a muchos de los que ha representado durante siglos la pintura y a los que pueden verse en fotografías e ilustraciones de innumerables calendarios. También se parece, estadísticamente, al que aseguran preferir la inmensa mayor parte de los seres humanos. (…)
Lo cuenta Dennis Dutton en The Art Instinct, una investigación sobre las raíces evolutivas. (…) Lo que reconocemos instantáneamente es el hábitat de las sabanas del este de África en el que evolucionó nuestra especie, y antes que ella la de nuestros homínidos antecesores.
En lo más profundo de nuestra memoria genética se fueron imprimiendo los rasgos del paisaje más favorable para nuestra supervivencia.
En mi imaginación, lo mismo que en mi recuerdo, estoy situado a una cierta altura sobre el valle, en un lugar en el que me siento protegido y en el que a la vez puedo distinguir si se aproxima un enemigo o alguna posibilidad de caza. Los árboles ofrecerán sombra, alimento, refugio, pero no se cerrarán sobre mí en una selva o un bosque en el que me perderé fácilmente y seré más vulnerable”.
Con lo cual, creo entender por qué a Machado, a Muñoz Molina, a mí (y, por lo que se ve, a casi todo el mundo) nos gusta el mismo tipo de paisaje. Porque nos evoca el hábitat idóneo: el ancestral y primario paisaje del hombre.
Casualmente ese mismo entorno fue el escenario de mi infancia. Pasé mi niñez en Baeza y, como cualquiera que haya vivido allí, puedo identificar fácilmente los paisajes a que en sus versos aludía Machado.
Tal vez esos paisajes no me emocionen tanto como a don Antonio, pero también me gustan.
Hoy leo, en un artículo del novelista Antonio Muñoz Molina (nacido en Úbeda, a sólo 8 kilómetros de Baeza, y conocedor por tanto del mismo paisaje), que “No me había parado a pensar hasta ahora que este paisaje tan íntimo, tan exclusivo de mi vida, no tiene nada de original: se parece a muchos de los que ha representado durante siglos la pintura y a los que pueden verse en fotografías e ilustraciones de innumerables calendarios. También se parece, estadísticamente, al que aseguran preferir la inmensa mayor parte de los seres humanos. (…)
Lo cuenta Dennis Dutton en The Art Instinct, una investigación sobre las raíces evolutivas. (…) Lo que reconocemos instantáneamente es el hábitat de las sabanas del este de África en el que evolucionó nuestra especie, y antes que ella la de nuestros homínidos antecesores.
En lo más profundo de nuestra memoria genética se fueron imprimiendo los rasgos del paisaje más favorable para nuestra supervivencia.
En mi imaginación, lo mismo que en mi recuerdo, estoy situado a una cierta altura sobre el valle, en un lugar en el que me siento protegido y en el que a la vez puedo distinguir si se aproxima un enemigo o alguna posibilidad de caza. Los árboles ofrecerán sombra, alimento, refugio, pero no se cerrarán sobre mí en una selva o un bosque en el que me perderé fácilmente y seré más vulnerable”.
Con lo cual, creo entender por qué a Machado, a Muñoz Molina, a mí (y, por lo que se ve, a casi todo el mundo) nos gusta el mismo tipo de paisaje. Porque nos evoca el hábitat idóneo: el ancestral y primario paisaje del hombre.
Tuesday, March 24, 2009
La imaginación al poder
Hubo un tiempo en que los humanos, hartos de vivir en una situación de violencia y anarquía permanentes, decidieron renunciar a una parte de su libertad a cambio de obtener cierta seguridad en sus vidas.
Es la génesis del Estado y el Derecho según la tesis del contrato social expuesta por Rousseau.
Pero todos sabemos que es incierto, porque ese contrato social no es, en absoluto, un hecho histórico, ya que los ciudadanos de ningún país se reunieron nunca para firmar un pacto así.
De otro lado, suele decirse que los derechos fundamentales (la integridad física, la igualdad, la dignidad…) están inscritos, como algo inherente, en la naturaleza humana.
Pero también sabemos que esta última afirmación no se cohonesta con la realidad; sino que, antes bien, lo que la naturaleza humana ha demostrado históricamente viene a ser lo contrario: su propensión al abuso y la crueldad.
Lo habitual y tradicional en la historia del hombre ha sido el gobierno despótico de los más depravados.
En su ensayo La pasión del poder J.A. Marina reflexiona sobre el valor e importancia que la ficción tiene en nuestro progreso político:
Necesitamos ficciones jurídicas, políticas y éticas porque la inteligencia humana tiene la capacidad de pensar cosas inexistentes que sería bueno que existieran: por ejemplo, una ciudad justa o una humanidad digna. (…)
Tenemos que ponernos manos a la obra identificando la ciudad sobre un cimiento ficticio que debe, sin embargo, funcionar como real. (…)
Sometidos a las tremendas limitaciones de nuestra finitud, herederos de una historia trágica y grandiosa, hemos alumbrado la idea de que podíamos ir más allá de nosotros mismos. (…) Es una ficción necesaria para sobrevivir. (…) Es, como dicen los lingüistas, una expresión performativa: que crea lo que dice. (…)
Para sobrevivir necesitamos aferrarnos a otra realidad posible y por ahora ficticia, admitir la posibilidad de verificar (hacer veraz) un modelo deseable de vida, y afirmar la superioridad de una racionalidad práctica, dirigida no sólo a conocer, sino a construir. (…)
Lo malo de un acto malo no es sólo el perjuicio real que causa, sino que introduce el poder de la realidad en el mundo de ficción que estamos realizando (haciendo real) … Toda intrusión de la lógica del poder fáctico pone en peligro nuestro Gran Proyecto, es decir, a todos nosotros. De ahí la necesidad de que todos intentemos fortalecerlo, convertirnos en defensores de esa posibilidad salvadora. El proyecto de la dignidad siempre está en precario (basta con leer los periódicos para comprobarlo). Si las sociedades, los grupos, las personas debemos exigir un comportamiento ético, es porque cualquier transgresión resquebraja el mundo que queremos alumbrar. Nos somete a todos a la poderosa tentación de la violencia, del ojo por ojo, del poder sin freno. Nos somete a todos a la tremenda tentación de volver a la realidad, renunciando a la ficción.
Así pues, no ya para la creatividad artística, sino para algo mucho más básico y primario, como es nuestro progreso humano o sociopolítico, necesitamos vitalmente las ficciones.
Es la génesis del Estado y el Derecho según la tesis del contrato social expuesta por Rousseau.
Pero todos sabemos que es incierto, porque ese contrato social no es, en absoluto, un hecho histórico, ya que los ciudadanos de ningún país se reunieron nunca para firmar un pacto así.
De otro lado, suele decirse que los derechos fundamentales (la integridad física, la igualdad, la dignidad…) están inscritos, como algo inherente, en la naturaleza humana.
Pero también sabemos que esta última afirmación no se cohonesta con la realidad; sino que, antes bien, lo que la naturaleza humana ha demostrado históricamente viene a ser lo contrario: su propensión al abuso y la crueldad.
Lo habitual y tradicional en la historia del hombre ha sido el gobierno despótico de los más depravados.
En su ensayo La pasión del poder J.A. Marina reflexiona sobre el valor e importancia que la ficción tiene en nuestro progreso político:
Necesitamos ficciones jurídicas, políticas y éticas porque la inteligencia humana tiene la capacidad de pensar cosas inexistentes que sería bueno que existieran: por ejemplo, una ciudad justa o una humanidad digna. (…)
Tenemos que ponernos manos a la obra identificando la ciudad sobre un cimiento ficticio que debe, sin embargo, funcionar como real. (…)
Sometidos a las tremendas limitaciones de nuestra finitud, herederos de una historia trágica y grandiosa, hemos alumbrado la idea de que podíamos ir más allá de nosotros mismos. (…) Es una ficción necesaria para sobrevivir. (…) Es, como dicen los lingüistas, una expresión performativa: que crea lo que dice. (…)
Para sobrevivir necesitamos aferrarnos a otra realidad posible y por ahora ficticia, admitir la posibilidad de verificar (hacer veraz) un modelo deseable de vida, y afirmar la superioridad de una racionalidad práctica, dirigida no sólo a conocer, sino a construir. (…)
Lo malo de un acto malo no es sólo el perjuicio real que causa, sino que introduce el poder de la realidad en el mundo de ficción que estamos realizando (haciendo real) … Toda intrusión de la lógica del poder fáctico pone en peligro nuestro Gran Proyecto, es decir, a todos nosotros. De ahí la necesidad de que todos intentemos fortalecerlo, convertirnos en defensores de esa posibilidad salvadora. El proyecto de la dignidad siempre está en precario (basta con leer los periódicos para comprobarlo). Si las sociedades, los grupos, las personas debemos exigir un comportamiento ético, es porque cualquier transgresión resquebraja el mundo que queremos alumbrar. Nos somete a todos a la poderosa tentación de la violencia, del ojo por ojo, del poder sin freno. Nos somete a todos a la tremenda tentación de volver a la realidad, renunciando a la ficción.
Así pues, no ya para la creatividad artística, sino para algo mucho más básico y primario, como es nuestro progreso humano o sociopolítico, necesitamos vitalmente las ficciones.
Wednesday, March 18, 2009
Los precios del mal
Mucha gente no es mala porque no le trae cuenta. Muchas personas no son malvadas porque, de alguna forma, hacen inconscientemente un cálculo y llegan a la conclusión de que lo que podrían ganar haciendo el mal no les compensa la desazón que después sentirían.
Comprenden que el precio a pagar en remordimiento iba a ser demasiado alto.
Sus conciencias inclinan la balanza mediante una especie de cálculo de costes: Lo que podrían ganar matando o robando a otros no les compensa la pesadumbre y el autorreproche que después sentirían.
Comprenden que la ventaja de hacer el mal les pasaría después factura. Una factura moral en exceso cara.
Mucha gente no hace el mal en virtud de un cálculo egoísta: porque hacer el mal les haría más infelices.
Pero quienes -por algún motivo- no han de asumir tal coste, quienes no tienen que pagar ningún precio en remordimiento, no efectúan ese cálculo inconsciente.
Para estos últimos, hacer el mal siempre es rentable. No han de pagar ningún peaje ético.
Su cálculo es también egoísta: hacer el mal les da ventajas y, dado que no experimentan remordimiento, no les causa aflicción.
Las preguntas que de inmediato se plantean son:
*¿La capacidad de experimentar remordimiento es voluntaria o involuntaria? Y
*Quienes no sienten remordimiento por el mal causado, ¿son culpables de no sentirlo?
Comprenden que el precio a pagar en remordimiento iba a ser demasiado alto.
Sus conciencias inclinan la balanza mediante una especie de cálculo de costes: Lo que podrían ganar matando o robando a otros no les compensa la pesadumbre y el autorreproche que después sentirían.
Comprenden que la ventaja de hacer el mal les pasaría después factura. Una factura moral en exceso cara.
Mucha gente no hace el mal en virtud de un cálculo egoísta: porque hacer el mal les haría más infelices.
Pero quienes -por algún motivo- no han de asumir tal coste, quienes no tienen que pagar ningún precio en remordimiento, no efectúan ese cálculo inconsciente.
Para estos últimos, hacer el mal siempre es rentable. No han de pagar ningún peaje ético.
Su cálculo es también egoísta: hacer el mal les da ventajas y, dado que no experimentan remordimiento, no les causa aflicción.
Las preguntas que de inmediato se plantean son:
*¿La capacidad de experimentar remordimiento es voluntaria o involuntaria? Y
*Quienes no sienten remordimiento por el mal causado, ¿son culpables de no sentirlo?
Monday, March 16, 2009
Viaje al centro de la Tierra
En www.practiciencia.com leo que bajo la corteza terrestre hay un manto que se extiende hasta una profundidad de 2.900 Km. y está compuesto por una capa de óxidos y sulfuros metálicos).
A esta capa le sucede otra formada por silicatos y óxidos de magnesio (sima) que también se encuentra en estado ígneo, pero a temperaturas más bajas, porque ésta va disminuyendo desde el núcleo hacia el exterior.
Debajo del manto está el núcleo, que probablemente está formado por una parte interna de hierro, mientras que el núcleo externo está compuesto por una mezcla de níquel con hierro en estado incandescente. La parte exterior de dicho núcleo, que parece ser líquido, es la fuente del campo magnético del planeta.
En conjunto, el radio de la Tierra es de algo más de 6.350 kms.
De ellos, sólo una ínfima parte está habitada. (Unos 3 kms., pues se han hallado bacterias vivas a esas profundidades).
El resto de la esfera terrestre, unos 6.350 kms. de radio (12.700 kms. de diámetro), es inerte.
Es decir: que sólo una ínfima parte de la Tierra (su corteza, su cáscara) alberga vida. El resto de la Tierra está tan deshabitado como los demás planetas del sistema.
Decimos que el nuestro es un planeta vivo, pero casi todo en él es inhóspito e invivible.
La Tierra es un planeta predominantemente inerte.
A esta capa le sucede otra formada por silicatos y óxidos de magnesio (sima) que también se encuentra en estado ígneo, pero a temperaturas más bajas, porque ésta va disminuyendo desde el núcleo hacia el exterior.
Debajo del manto está el núcleo, que probablemente está formado por una parte interna de hierro, mientras que el núcleo externo está compuesto por una mezcla de níquel con hierro en estado incandescente. La parte exterior de dicho núcleo, que parece ser líquido, es la fuente del campo magnético del planeta.
En conjunto, el radio de la Tierra es de algo más de 6.350 kms.
De ellos, sólo una ínfima parte está habitada. (Unos 3 kms., pues se han hallado bacterias vivas a esas profundidades).
El resto de la esfera terrestre, unos 6.350 kms. de radio (12.700 kms. de diámetro), es inerte.
Es decir: que sólo una ínfima parte de la Tierra (su corteza, su cáscara) alberga vida. El resto de la Tierra está tan deshabitado como los demás planetas del sistema.
Decimos que el nuestro es un planeta vivo, pero casi todo en él es inhóspito e invivible.
La Tierra es un planeta predominantemente inerte.
Wednesday, March 11, 2009
Todo lo que es yo
Leo en Mi cuerpo y yo, del neurobiólogo Francisco Mora:
“¿Cómo sé yo que mi cuerpo es mío? ¿Qué sabemos de las bases cerebrales de esa conciencia asociada a esa propiedad de pertenencia, constante en nuestras vidas y que me dice que las manos de mi cuerpo son mías, como lo es mi nariz, o mi pierna? Al parecer somos capaces de distinguir nuestro cuerpo de otros objetos porque en nuestro cerebro ocurre una convergencia o acoplamiento entre patrones especiales y diferentes de información polisensorial. Por ejemplo, hay una convergencia en diferentes áreas del cerebro entre lo que es la posición de una determinada parte del cuerpo proporcionada por receptores de las articulaciones (nuestro sentido interno consciente de la posición de los miembros: propiorreceptores) y la información visual y táctil que tenemos de los mismos. Esta convergencia de información sólo ocurre en el cerebro en referencia a partes de nuestro propio cuerpo, pero no a objetos que están en el mundo alrededor y fuera de nosotros. Esto ha llevado a pensar que esa integración visual, táctil y propioceptiva consciente es un elemento esencial en la base neurológica que señala la referencia del cuerpo como de mí mismo… No existe en el cerebro un sistema de localización único y especial en el que se represente el yo físico y en el que se integre el reconocimiento de todas las partes del cuerpo y la posición o dinámica de esas partes. Al contrario, diferentes partes del yo físico parecen estar representadas de modo diferente en áreas diferentes del cerebro. No es el cuerpo en su conjunto la referencia del yo, sino que son partes de ese cuerpo las que ese yo referencia.”
Así que ahora puedo esbozar una definición de mi yo físico o somático: “Dícese de aquella porción de materia que los propiorreceptores sienten como mía”.
Y, al hilo de ello, podría preguntarme:
¿Forma el pelo parte de mí? ¿Son las uñas parte de mi cuerpo?
Y, después de cortados, ¿siguen siendo míos?
Cuando me extraen una pieza dental, ¿deja de ser parte de mí? Y si me anulan (desvitalizan) la enervación de un diente y dejo de sentirlo, ¿seguirá formando parte de mi yo material?
Si me trasplantasen una córnea o una víscera ajena, ¿serían parte de mi cuerpo?
¿Forman parte de mí los implantes? ¿Y las prótesis internas, integradas en mi organismo?
Los tejidos tumorales, esas células hostiles que podrían causarme la muerte, ¿son parte de mí? ¿Son también yo?
¿Soy un ser menguante y amputable? ¿Soy prolongable y expandible?
¿Hasta dónde abarco? ¿Cuáles son mis confines somáticos? ¿Dónde me termino?
“¿Cómo sé yo que mi cuerpo es mío? ¿Qué sabemos de las bases cerebrales de esa conciencia asociada a esa propiedad de pertenencia, constante en nuestras vidas y que me dice que las manos de mi cuerpo son mías, como lo es mi nariz, o mi pierna? Al parecer somos capaces de distinguir nuestro cuerpo de otros objetos porque en nuestro cerebro ocurre una convergencia o acoplamiento entre patrones especiales y diferentes de información polisensorial. Por ejemplo, hay una convergencia en diferentes áreas del cerebro entre lo que es la posición de una determinada parte del cuerpo proporcionada por receptores de las articulaciones (nuestro sentido interno consciente de la posición de los miembros: propiorreceptores) y la información visual y táctil que tenemos de los mismos. Esta convergencia de información sólo ocurre en el cerebro en referencia a partes de nuestro propio cuerpo, pero no a objetos que están en el mundo alrededor y fuera de nosotros. Esto ha llevado a pensar que esa integración visual, táctil y propioceptiva consciente es un elemento esencial en la base neurológica que señala la referencia del cuerpo como de mí mismo… No existe en el cerebro un sistema de localización único y especial en el que se represente el yo físico y en el que se integre el reconocimiento de todas las partes del cuerpo y la posición o dinámica de esas partes. Al contrario, diferentes partes del yo físico parecen estar representadas de modo diferente en áreas diferentes del cerebro. No es el cuerpo en su conjunto la referencia del yo, sino que son partes de ese cuerpo las que ese yo referencia.”
Así que ahora puedo esbozar una definición de mi yo físico o somático: “Dícese de aquella porción de materia que los propiorreceptores sienten como mía”.
Y, al hilo de ello, podría preguntarme:
¿Forma el pelo parte de mí? ¿Son las uñas parte de mi cuerpo?
Y, después de cortados, ¿siguen siendo míos?
Cuando me extraen una pieza dental, ¿deja de ser parte de mí? Y si me anulan (desvitalizan) la enervación de un diente y dejo de sentirlo, ¿seguirá formando parte de mi yo material?
Si me trasplantasen una córnea o una víscera ajena, ¿serían parte de mi cuerpo?
¿Forman parte de mí los implantes? ¿Y las prótesis internas, integradas en mi organismo?
Los tejidos tumorales, esas células hostiles que podrían causarme la muerte, ¿son parte de mí? ¿Son también yo?
¿Soy un ser menguante y amputable? ¿Soy prolongable y expandible?
¿Hasta dónde abarco? ¿Cuáles son mis confines somáticos? ¿Dónde me termino?
Monday, March 09, 2009
Anónimos
¿Cómo sentiríamos nuestra yoidad si no tuviéramos un nombre y unos apellidos, o un apodo, o un número, u otra mención vitalicia que nos identifique?
¿Cómo percibiríamos nuestro yo si no tuviéramos una etiqueta para individualizarnos respecto a los otros, y para acompañarnos de por vida?
¿Cómo asumiríamos nuestra identidad si no tuviéramos identificación?
¿Cómo percibiríamos nuestro yo si no tuviéramos una etiqueta para individualizarnos respecto a los otros, y para acompañarnos de por vida?
¿Cómo asumiríamos nuestra identidad si no tuviéramos identificación?
Wednesday, March 04, 2009
Inconscientemente
Sin conocimiento de geometría, los minerales cristalizan en poliedros (cubos, prismas…) regulares.
Sin verse ni olerse a sí mismas, las flores se colorean y se perfuman.
Sin saber qué es simetría, los ciempiés tienen, a derecha e izquierda, el mismo número de patas.
Sin entender de diseño, los moluscos segregan conchas espirales.
Sin estudiar geografía ni conocer los 4 puntos cardinales, las golondrinas viajan de un continente a otro.
Sin nociones del número pi, el iris de los ojos es un perfecto círculo.
Sin saber qué son aurículas ni ventrículos, late el corazón rítmicamente.
Sin idea de gramática, un niño de tres años dice frases sintácticamente impecables...
Por todo lo cual, cabe concluir que casi todo ocurre sin saber (ni necesitar saber) cómo ocurre.
Sin verse ni olerse a sí mismas, las flores se colorean y se perfuman.
Sin saber qué es simetría, los ciempiés tienen, a derecha e izquierda, el mismo número de patas.
Sin entender de diseño, los moluscos segregan conchas espirales.
Sin estudiar geografía ni conocer los 4 puntos cardinales, las golondrinas viajan de un continente a otro.
Sin nociones del número pi, el iris de los ojos es un perfecto círculo.
Sin saber qué son aurículas ni ventrículos, late el corazón rítmicamente.
Sin idea de gramática, un niño de tres años dice frases sintácticamente impecables...
Por todo lo cual, cabe concluir que casi todo ocurre sin saber (ni necesitar saber) cómo ocurre.
Thursday, February 26, 2009
Jardín prohibido
Si ni siquiera aquéllos -Einstein, Sagan, Hawking…- cuyas mentes logran penetrar mucho más que las nuestras; si ni siquiera ellos han conseguido entrar en territorio vedado (captar los porqués últimos, los fines, el sentido…), ¿cómo podríamos nosotros –todos los demás- con nuestros cerebritos, con nuestras pobres mentes de andar por casa, aspirar mínimamente a rozarlo?
Monday, February 23, 2009
En el siglo 50
En el siglo 50, allá por el año 5000, ¿seguirá habiendo guerras (más sofisticadas, con armas aún más letales)?
¿Seguirá habiendo Estados?
¿Seguirá habiendo fronteras (con alambradas inalámbricas que desintegrarán a quienes las crucen)?
¿Seguirá habiendo nacionalismos?
¿Seguirá habiendo inmigración ilegal?
¿Seguirá muriendo gente en pateras y cayucos (propulsados, tal vez, con motores atómicos)?
¿Seguirá habiendo dictaduras (con un control más férreo gracias a los avances técnicos)?
¿Seguirá el mundo, en el siglo 50, teniendo dos lados: uno del derroche y otro de las privaciones?
¿Actuarán los humanos de modo diferente en el año 5000, o seguirá todo igual –sustancialmente igual- en el siglo 50?
¿Seguirá habiendo Estados?
¿Seguirá habiendo fronteras (con alambradas inalámbricas que desintegrarán a quienes las crucen)?
¿Seguirá habiendo nacionalismos?
¿Seguirá habiendo inmigración ilegal?
¿Seguirá muriendo gente en pateras y cayucos (propulsados, tal vez, con motores atómicos)?
¿Seguirá habiendo dictaduras (con un control más férreo gracias a los avances técnicos)?
¿Seguirá el mundo, en el siglo 50, teniendo dos lados: uno del derroche y otro de las privaciones?
¿Actuarán los humanos de modo diferente en el año 5000, o seguirá todo igual –sustancialmente igual- en el siglo 50?
Sunday, February 22, 2009
Devolvido
Esta mañana la camarera china, al darme el cambio, me ha dicho: “Te he devolvido en monedas porque no tengo billetes”. Y yo he estado a punto de corregirla (“se dice devuelto”) pero me he contenido a tiempo. Menos mal. Me parece que ya ha hecho bastante esfuerzo viniendo desde China a España y sumergiéndose en una cultura y una lengua tan distintas de las suyas. Así que no seré yo quien, encima, la someta al suplicio de los verbos irregulares.
Friday, February 20, 2009
Qué vida tan blanda
Puede que también en eso tengamos suerte. Puede que algunos nos vayamos de aquí sin cuentas pendientes ni heridas abiertas. Y nos habrá sido fácil, porque nuestra vida es blanda. Porque no hemos estado en una balsa compartida, en medio del océano y con alimento sólo para uno. Porque no hemos tenido que echar a nadie por la borda. Porque no hemos debido escoger entre morir o matar, entre dañar o sufrir. Y así es fácil salir limpio, irse de aquí sin demasiadas manchas.
Sí, puede que en eso también tengamos suerte.
Sí, puede que en eso también tengamos suerte.
Friday, February 13, 2009
De ida y vuelta
Los cetáceos (ballenas, delfines…) pasaron inicialmente del mar a la tierra. Se hicieron mamíferos y, como los demás animales terrestres, se desprendieron de su cola, sus aletas, sus escamas… En su lugar desarrollaron rabo, pelo, patas…
Pero después (un después de bastantes millones de años) volvieron de la tierra al mar.
Así que perdieron el pelo, las patas… y se proveyeron -otra vez- de aletas y de cola aptas para nadar (no iguales pero sí parecidas a aquéllas que anteriormente –un anteriormente de varios millones de años- tuvieron).
Todo esto, ¿fue un avance o un retroceso? ¿Fue una progresión o una regresión?
Probablemente ni lo uno ni lo otro.
Es una extraña forma de moverse, sin avanzar ni retroceder. Sin ir hacia delante ni hacia detrás.
Pero después (un después de bastantes millones de años) volvieron de la tierra al mar.
Así que perdieron el pelo, las patas… y se proveyeron -otra vez- de aletas y de cola aptas para nadar (no iguales pero sí parecidas a aquéllas que anteriormente –un anteriormente de varios millones de años- tuvieron).
Todo esto, ¿fue un avance o un retroceso? ¿Fue una progresión o una regresión?
Probablemente ni lo uno ni lo otro.
Es una extraña forma de moverse, sin avanzar ni retroceder. Sin ir hacia delante ni hacia detrás.
Gotas de lluvia
En decir-lo-indecible.blogspot.com leo este poema:
cae
la primera gota
en el parabrisas
atentas...
las otras
le abren camino
ahora
como locas...
corren
se rozan
se acarician
se aman
pequeñas gotas
en el parabrisas
Me entero de que es un poema de Terencio Formenti, un autor que no conocía y del que hasta ahora no había leído nada.
Vuelvo a leer el poema. Me gusta pero ¿por qué me gusta? Supongo que porque es humilde y sencillo. Y porque permite ver la magia de lo real, la poesía oculta en el día a día: en las cosas pequeñas (el cristal, las gotas que caen…).
Poesía de lo ordinario. No de lo inhabitual (o extraordinario) sino de lo intraordinario: lo ordinario por dentro.
Iré en el coche, empezará a llover y, seguramente, a partir de ahora no podré accionar el limpiaparabrisas sin acordarme de este poema.
cae
la primera gota
en el parabrisas
atentas...
las otras
le abren camino
ahora
como locas...
corren
se rozan
se acarician
se aman
pequeñas gotas
en el parabrisas
Me entero de que es un poema de Terencio Formenti, un autor que no conocía y del que hasta ahora no había leído nada.
Vuelvo a leer el poema. Me gusta pero ¿por qué me gusta? Supongo que porque es humilde y sencillo. Y porque permite ver la magia de lo real, la poesía oculta en el día a día: en las cosas pequeñas (el cristal, las gotas que caen…).
Poesía de lo ordinario. No de lo inhabitual (o extraordinario) sino de lo intraordinario: lo ordinario por dentro.
Iré en el coche, empezará a llover y, seguramente, a partir de ahora no podré accionar el limpiaparabrisas sin acordarme de este poema.
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