Tuesday, October 13, 2009

Un puente

El reino de los sentimientos y el reino de la voluntad son dos recintos amurallados. Del mismo modo que nuestra voluntad no puede ordenar al corazón que pare de latir o a las uñas que dejen de crecer, tampoco puede dar órdenes en el ámbito de los sentimientos.

Aunque nuestra voluntad decida que algo que nos gusta deje de gustarnos, no por eso cambiarán nuestros gustos. Aunque nuestra voluntad decida creer en algo que nos resulta inverosímil, no por eso lo creeremos. Aunque nuestra voluntad decida amar a alguien, no por eso lo amaremos interiormente. Aunque la voluntad decida dejar de sentir inquina o rencor hacia alguien que nos ha causado un mal, no por eso dejaremos de sentirlos.

Creo, no obstante, que hay un puente entre ambos recintos. Un puente, al menos, entre la voluntad y el cese del rencor. Y ese puente es el deseo de comprender.

Quien ha sido víctima de un acto dañino puede esforzarse en comprender al autor del daño. Puede tomar la decisión de ponerse en su lugar. Puede tener la voluntad de entenderlo.

Puede -al menos- buscarlo, intentarlo.

No será fácil. Tratar de entender las razones, las motivaciones, las circunstancias de quien nos ha infligido un mal no es tarea sencilla.

Quien ha sido traicionado, quien ha sido víctima de un robo, quien ha sufrido un atentado terrorista…, normalmente experimentará odio o rencor hacia el autor de esos hechos. A menudo, también, deseo de venganza.

Y no es nada voluntario. Son sentimientos que surgen y habitan en su propio recinto, ése que la voluntad no controla.

Pero hay un puente, una estrecha y tortuosa pasarela que une ambos reinos: el de los sentimientos y el de la voluntad. Y ese puente, difícil pero a veces recorrible, es la voluntad de entender.

4 comments:

Noite de luNa said...

Espero no tener nunca ese deseo de venganza. Aunque a veces, hay temas que me den rabia.
Sobre los sentimientos, tienes razón, sobre todo en el amor.
No se pueden gobernar ¿ Se debe?
Pues no sé.
Aunque no lo demostremos, por incorrectos, soñar, tampoco es malo, de vez en cuando.
¿Estás de acuerdo?

saiz said...

¿Si se puede -o debe- gobernar el amor?. Bien, no soy nadie para ofrecer respuestas concluyentes a nada, pero en mi opinión hay muchos ámbitos (posiblemente los más importantes de nuestras vidas) en que la voluntad no manda, no gobierna.

No mandamos en nuestras creencias (no podemos decidir creer lo que percibimos como inverosímil), no podemos decidir dejar de tener miedo a aquello que en nuestro interior tememos, no podemos conseguir que nos guste lo que internamente detestamos, no podemos conseguir olvidar lo que querríamos olvidar (es más: si todos los días nos proponemos olvidar algo, lo que haremos será recordarlo diariamente -recordar que tenemos que olvidar eso- y entonces no lo olvidaremos nunca). Etcétera.

De modo que, al igual que en los casos anteriores, creo que el amor no puede gobernarse. Otra cosa es la decisión voluntaria de dar apoyo, atención, protección... a otra persona (por las razones que sean: apego, parentesco, proximidad, gratitud...). Pero el amor, lo que se dice propiamente el sentimiento íntimo de amor, no se puede gobernar con la voluntad.

Anonymous said...

Menos mal, he encontrado a una persona que está de acuerdo en lo que pienso.

Saludos

Aquí...

saiz said...

Hola, Anónimo, y gracias por tu visita y comentario.