Tuesday, April 20, 2010

La guerra por dentro

Supongo que las personas que van a la guerra prefieren después olvidar sus vivencias, e incluso inconscientemente las suplantan y edulcoran. Tal vez necesiten hacerlo. Y quizá por eso hay muy pocos relatos que muestren con toda su crudeza cómo es una guerra por dentro.

Estos días leo “El miedo” (traducción de “La peur”), de Gabriel Chevallier, en que el autor recoge sus recuerdos de los años vividos en el ejército francés durante la primera guerra mundial.

Se lee como una interminable pesadilla, como una extenuante historia de terror en que la truculencia y la tensión no conceden respiro.

Como muestra, reproduzco un párrafo. El resto del libro (361 páginas en la edición española de “Acantilado”) es igual de intenso.

Mientras leo, me pregunto la razón de tanto padecer. Me pregunto para qué les sirvió todo ese sufrimiento: es decir, qué ventaja o provecho obtuvieron los países que durante cuatro años (1914-8) participaron en aquella locura. Si alguien lo sabe, le agradecería que me lo explicara.

(Del capítulo V, “La barricada”:)

"De súbito, el soldado que me precedía se acuclilló, gateó para pasar por debajo de un montón de material de construcción. Yo me acuclillé detrás de él. Cuando se incorporó, descubrí un hombre pálido como la cera, tumbado de espaldas, que abría una boca sin aliento, unos ojos inexpresivos, un hombre frío, rígido, que debía de haberse deslizado debajo de aquel ilusorio refugio de tablas para morir. Me encontré bruscamente cara a cara con el primer cadáver reciente que hubiese visto en mi vida. Mi rostro pasó a algunos centímetros del suyo, mi mirada se topó con su aterradora mirada vidriosa, mi mano tocó su mano gélida, oscurecida por la sangre que se había helado en sus venas. Me pareció que aquel muerto, en ese breve cara a cara que me imponía, me reprochaba su muerte y me amenazaba con su venganza. Esta impresión es una de las más horribles que me he traído del frente.

Pero ese muerto era como el guardián de un reino de los muertos. Este primer cadáver francés precedía a cientos de cadáveres franceses. La trinchera estaba llena de ellos. Desembocábamos en nuestras antiguas primeras líneas, donde había partido nuestro ataque de la víspera. Unos cadáveres en todas las posturas, que habían sufrido todo tipo de mutilaciones, todo tipo de desgarraduras y todo tipo de suplicios. Cadáveres enteros, serenos y correctos como santos de relicario; cadáveres intactos, sin rastro de heridas; cadáveres churreteados de sangre, manchados y como arrojados a la rebatiña de unas bestias inmundas; cadáveres calmos, resignados, anodinos; cadáveres aterradores de seres que se habían negado a morir, furiosos, derechos, sacando pecho, despavoridos, que reclamaban justicia y maldecían. Todos torciendo el gesto, con sus pupilas apagadas y su tez de ahogados. Y pedazos de cadáveres, jirones de cuerpos y de ropas, órganos, miembros desparejados, carnes humanas rojas y violáceas, parecidos a carne podrida de carnicería, grasas amarillentas y fofas, huesos que dejaban escapar la médula, tripas desenrolladas, como gusanos repulsivos que aplastamos no sin temor…

De lejos percibí el perfil de un hombrecillo barbudo y calvo, sentado en el banquillo de tiro, que parecía reírse. Era el primer rostro distendido, reconfortante, que nos encontrábamos, y fui hacia él con agradecimiento, preguntándome: "¿qué motivos tiene para reír así?". ¡Se reía de estar muerto! Tenía la cabeza cortada muy limpiamente por la mitad. Al adelantarlo, descubrí en un impulso de retroceso que le faltaba la mitad de aquel rostro risueño, el otro perfil. Tenía la cabeza completamente vacía. El cerebro, que había rodado de una pieza, estaba justo a su lado (como un producto de casquería), cerca de su mano, que lo señalaba. Este muerto nos gastaba una broma macabra. De ahí, quizá, su risa póstuma. Esta farsa alcanzó el colmo del horror cuando uno de nosotros lanzó un grito estrangulado y nos empujó brutalmente para huir.

-¿Qué te pasa?

-Creo que es... mi hermano.

-¡Mírale de cerca, Dios santo!

-No me atrevo... -murmuró mientras desaparecía-.”

1 comment:

Anonymous said...

Full Report check my site find Fendi Dolabuy Full Report find out this here