Nadie ha visto todo. Nadie ha sentido todo. Nadie conoce todo.
Todo (o el todo) nos es invisible, imperceptible, incognoscible.
Aunque nuestros ojos, nuestros sentidos y nuestro cerebro pudieran abarcarlo, todo no cabría en ellos.
Así que de él -del todo- no sabemos nada.
Todo es un extraño, un extranjero. Todo es un tipo muy raro. Todo es un perfecto desconocido.
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