Wednesday, March 18, 2009

Los precios del mal

Mucha gente no es mala porque no le trae cuenta. Muchas personas no son malvadas porque, de alguna forma, hacen inconscientemente un cálculo y llegan a la conclusión de que lo que podrían ganar haciendo el mal no les compensa la desazón que después sentirían.

Comprenden que el precio a pagar en remordimiento iba a ser demasiado alto.

Sus conciencias inclinan la balanza mediante una especie de cálculo de costes: Lo que podrían ganar matando o robando a otros no les compensa la pesadumbre y el autorreproche que después sentirían.

Comprenden que la ventaja de hacer el mal les pasaría después factura. Una factura moral en exceso cara.

Mucha gente no hace el mal en virtud de un cálculo egoísta: porque hacer el mal les haría más infelices.

Pero quienes -por algún motivo- no han de asumir tal coste, quienes no tienen que pagar ningún precio en remordimiento, no efectúan ese cálculo inconsciente.

Para estos últimos, hacer el mal siempre es rentable. No han de pagar ningún peaje ético.

Su cálculo es también egoísta: hacer el mal les da ventajas y, dado que no experimentan remordimiento, no les causa aflicción.

Las preguntas que de inmediato se plantean son:

*¿La capacidad de experimentar remordimiento es voluntaria o involuntaria? Y

*Quienes no sienten remordimiento por el mal causado, ¿son culpables de no sentirlo?

4 comments:

Anonymous said...

Creo que entiendo lo que quieres decir. Es como una especie de altruismo egoista: Hacer bien para sentirse uno mismo bien. Y no hacer mal para no sentirse uno mismo mal. O sea, el juego de la conciencia, claro. Pero también creo que hay algo meritorio en sentirse mal cuando se hace el mal a los otros: en el hecho de que hacer daño a los otros nos haga también daño a nosotros mismos.

saiz said...

Me alegra que se haya entendido lo que quería decir.

Está claro que, a muchas personas, hacer el mal no les compensa, porque les supone un coste en arrepentimiento, en autorreproche, en remordimiento…

Para otras personas, en cambio, hacer el mal no les genera este coste moral.

La cuestión que inmediatamente surge es: ¿resulta voluntario el sentido del remordimiento?. ¿Se puede elegir entre tenerlo o no?

Dicho de otro modo: Aquellas personas que carecen de sentido de la conciencia y de la empatía, ¿son culpables de no tenerlo?

Y ¿les es menos reprochable el mal que causan?

Sinceramente yo no sé responder bien a estas preguntas.

Entiendo que el Derecho Penal despliega su función sobre todo respecto de aquellas personas que no tienen bien instaurado el sentido de la ética, porque la única forma de que no les compense hacer el mal es que exista la amenaza disuasoria de un castigo.

En cambio, para quienes tienen el sentido del remordimiento bien instaurado en su interior, el Derecho Penal es irrelevante: no robarían, no matarían, no violarían… aunque esas conductas no estuvieran penadas.

Hay, en fin, mucho que pensar sobre este asunto.

Anonymous said...

se me ocurre que este planteamiento puede ser un poco peligroso porque según eso todos los que no sienten remordimiento y conciencia de actuar mal, serian de alguna manera irresponsables de sus actos. ¿O no?

saiz said...

Es un problema muy interesante el que planteas. De hecho, se suscita en bastantes ocasiones. Los psiquiatras que declaran en juicios penales entienden que, aunque una persona carezca totalmente de sentido de la empatía (es decir, no experimente remordimiento ni pesadumbre al realizar actos sádicos o dañinos), no obstante, si esa persona es consciente de la ilegalidad de sus actos (es decir, si no tiene anuladas sus capacidades cognitivas), debe responder de dichas acciones.

La ausencia del sentido de la empatía está constatada en muchos casos. Un ejemplo son los asesinos que perpetraron el crimen referido en la novela “A sangre fría”, de Truman Capote.

Aunque carecían de empatía, fueron condenados por sus actos porque sabían que lo que hacían era ilegal (gravísimamente ilegal).

Así que el castigo penal (o más bien la amenaza de ese castigo) es, a la postre, el único medio disponible para que quienes carecen de contrapeso ético no realicen conductas gravemente antisociales, ya que, sin la intimidación del castigo penal, nada o casi nada podría frenarles (si acaso, el miedo a la venganza de sus víctimas).

Kelsen se refería a que realmente el Derecho carece de efectividad para quienes no tienen estímulo dirigido a incumplir la norma. Es decir, que en cierto modo para estas personas “daría igual” que no hubiera una norma jurídica. Es como si el Derecho sobrara para ellos.

Creo ya haberme referido a esto: la mayoría de la gente probablemente no mataría ni robaría ni violaría aunque no hubiera una pena que lo castigara.

De hecho, la generalidad de las personas, cuando hace la mayoría de los actos “legales”, no está pensando en las normas jurídicas que les obligan a hacerlos. La gente no suele irse sin pagar de las tiendas o de los bares, porque les parecería mal hacerlo (y no porque el Código Civil les obligue). Normalmente nadie piensa en esto último, igual que circulamos por la derecha y no pensamos “lo manda el Código de la Circulación”. Es algo que nos sale espontáneamente porque son normas sociales que aceptamos y cumplimos ya que contienen una cierta base ética: no dañar a los otros. (En el caso del Código de la Circulación no hay, por supuesto, un soporte ético para circular por la derecha, pero sí para acatar una norma que, si se incumpliera, dificultaría gravemente la convivencia social.)

No obstante, creo que este mismo razonamiento quizá no pueda aplicarse a todas las conductas. Es probable que la mayoría de la gente no mataría ni robaría aunque no hubiera una pena que castigara estas conductas, pero pensemos en defraudar a Hacienda: aquí ya el freno ético no actúa, probablemente, con tanta intensidad.

Bueno, son algunas ideas a vuelapluma. Espero haber añadido un poco de luz (o de duda) al asunto.