Friday, February 13, 2009

Gotas de lluvia

En decir-lo-indecible.blogspot.com leo este poema:

cae
la primera gota
en el parabrisas

atentas...

las otras
le abren camino

ahora
como locas...

corren
se rozan
se acarician
se aman

pequeñas gotas
en el parabrisas

Me entero de que es un poema de Terencio Formenti, un autor que no conocía y del que hasta ahora no había leído nada.

Vuelvo a leer el poema. Me gusta pero ¿por qué me gusta? Supongo que porque es humilde y sencillo. Y porque permite ver la magia de lo real, la poesía oculta en el día a día: en las cosas pequeñas (el cristal, las gotas que caen…).

Poesía de lo ordinario. No de lo inhabitual (o extraordinario) sino de lo intraordinario: lo ordinario por dentro.

Iré en el coche, empezará a llover y, seguramente, a partir de ahora no podré accionar el limpiaparabrisas sin acordarme de este poema.

4 comments:

Anonymous said...

El nombre correcto del autor del poema es Terenzio Formenti.

saiz said...

Gracias por tu precisión.

said...

yo muchas veces he mirado ese caer de las gotas en el cristal, pero no sabía que algo tan inapreciable para mucha gente tuviera su poema, tampoco conocía a este autor, pero me gusta.
saludos.

saiz said...

Hola, Marga. No sé el tiempo que lleva ahí tu comentario. Lo he visto hoy.

Seguramente debe haber un sistema que avise al autor del blog de cuando alguien deja un comentario en el blog, pero lo desconozco. Si alguien lo sabe, ¿podría, por favor, explicármelo?)

Bueno, el caso es que no había visto tu comentario hasta hoy pero me da mucha alegría encontrarlo.

Pues sí, Marga. Poesía de lo ordinario y cotidiano, de lo que generalmente nos pasa desapercibido. No de lo extraordinario, sino de lo "intraordinario": lo ordinario por dentro.

Porque lo ordinario y habitual está lleno de sorpresas y maravillas, pero necesitamos un microscopio -o una lupa, o un zoom- para descubrirlo.

Hay un poema de Tagore que dice algo así como:

Durante mucho tiempo viajé por lugares innumerables y vi abismos, cumbres, océanos ... pero en cambio nunca me detuve a mirar, en el umbral mismo de mi casa, la gota de rocío que tiembla sobre las hojas del maíz.

O sea, que había recorrido el mundo y no se había parado a ver lo que tenía delante de sus narices. (También hay un refrán que dice "Vamos a Roma a buscar lo que tenemos en el portal"). Supongo que eso nos pasa un poco a todos.