Leo (*) que en el condado de Maricopa (Arizona, EE.UU.) los inmigrantes sin papeles son tratados como delincuentes. Se les retiene en una cárcel hecha a base de tiendas de campaña y se les obliga a vestir trajes a rayas (como los presos del cine mudo o los reclusos en los campos de concentración nazis). Por si no fuera bastante, el uniforme incluye cazoncillos de color rosa: una especie de burla o afrenta a su dignidad y virilidad.
Al parecer, la medida cuenta con el apoyo de la mayoría de los ciudadanos.
Lo leo y mi fe en el ser humano se derrumba. Uno puede entender que en los países ricos (donde, pese a serlo, no faltan ciudadanos con dificultades económicas) exista prevención a una llegada masiva de inmigrantes que acaparen los puestos de trabajo y colapsen los servicios sociales. Pero, de ahí a someter a esa gente a la vejación y el escarnio, media una distancia que creía irrecorrible.
Muchas de las personas que apoyan esta medida deben ser trabajadores, gente que conoce lo que es la adversidad y la dureza, y que sin embargo no siente la más mínima comprensión hacia quienes, más pobres que ellos, se ven obligados a a dejar su familia, su país y su idioma para buscar trabajo.
Me gustaría decirles a quienes han decidido actuar así que su actitud resquebraja mi confianza en los hombres. Y que, con ello, a mí también me hacen daño.
(*) En http://www.elimparcial.com/EdicionEnLinea/Notas/Internacional/11052010/446390.aspx
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3 comments:
Ay, saiz, que malo es cuando nos sentimos superiores.
un abrazo
Gracias, Aquí. Hacía tiempo que no actualizaba este blog y de pronto descubro tus comentarios. Siento no haberte contestado antes. Un abrazo.
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