Tuesday, March 24, 2009

La imaginación al poder

Hubo un tiempo en que los humanos, hartos de vivir en una situación de violencia y anarquía permanentes, decidieron renunciar a una parte de su libertad a cambio de obtener cierta seguridad en sus vidas.

Es la génesis del Estado y el Derecho según la tesis del contrato social expuesta por Rousseau.

Pero todos sabemos que es incierto, porque ese contrato social no es, en absoluto, un hecho histórico, ya que los ciudadanos de ningún país se reunieron nunca para firmar un pacto así.

De otro lado, suele decirse que los derechos fundamentales (la integridad física, la igualdad, la dignidad…) están inscritos, como algo inherente, en la naturaleza humana.

Pero también sabemos que esta última afirmación no se cohonesta con la realidad; sino que, antes bien, lo que la naturaleza humana ha demostrado históricamente viene a ser lo contrario: su propensión al abuso y la crueldad.

Lo habitual y tradicional en la historia del hombre ha sido el gobierno despótico de los más depravados.

En su ensayo La pasión del poder J.A. Marina reflexiona sobre el valor e importancia que la ficción tiene en nuestro progreso político:

Necesitamos ficciones jurídicas, políticas y éticas porque la inteligencia humana tiene la capacidad de pensar cosas inexistentes que sería bueno que existieran: por ejemplo, una ciudad justa o una humanidad digna. (…)

Tenemos que ponernos manos a la obra identificando la ciudad sobre un cimiento ficticio que debe, sin embargo, funcionar como real. (…)

Sometidos a las tremendas limitaciones de nuestra finitud, herederos de una historia trágica y grandiosa, hemos alumbrado la idea de que podíamos ir más allá de nosotros mismos. (…) Es una ficción necesaria para sobrevivir. (…) Es, como dicen los lingüistas, una expresión performativa: que crea lo que dice. (…)

Para sobrevivir necesitamos aferrarnos a otra realidad posible y por ahora ficticia, admitir la posibilidad de verificar (hacer veraz) un modelo deseable de vida, y afirmar la superioridad de una racionalidad práctica, dirigida no sólo a conocer, sino a construir. (…)

Lo malo de un acto malo no es sólo el perjuicio real que causa, sino que introduce el poder de la realidad en el mundo de ficción que estamos realizando (haciendo real) … Toda intrusión de la lógica del poder fáctico pone en peligro nuestro Gran Proyecto, es decir, a todos nosotros. De ahí la necesidad de que todos intentemos fortalecerlo, convertirnos en defensores de esa posibilidad salvadora. El proyecto de la dignidad siempre está en precario (basta con leer los periódicos para comprobarlo). Si las sociedades, los grupos, las personas debemos exigir un comportamiento ético, es porque cualquier transgresión resquebraja el mundo que queremos alumbrar. Nos somete a todos a la poderosa tentación de la violencia, del ojo por ojo, del poder sin freno. Nos somete a todos a la tremenda tentación de volver a la realidad, renunciando a la ficción.

Así pues, no ya para la creatividad artística, sino para algo mucho más básico y primario, como es nuestro progreso humano o sociopolítico, necesitamos vitalmente las ficciones.

2 comments:

Gemma said...

Que se lo digan a los encargados de diseñas los programas educativos en la Escuela.

Todavía recuerdo cómo con 11, 12 años, teníamos prescritas dos horas de lectura semanal con la profe en la Biblioteca del colegio...

Totalmente de acuerdo, Saiz

saiz said...

En relación con lo que dices, creo que el problema de obligar a leer es que hace aborrecer la lectura. Como casi todo lo que es obligatorio: el placer forzado e impuesto deja de ser placer.

Probablemente no habría que obligar, sino poner libros a disposición de los niños y dejarles que lean lo que quieran. Ellos mismos irían pasando, poco a poco, a lecturas más complejas.

Otro error es obligar a aprenderse listas de obras literarias. A mí me obligaron a memorizar el listado de las "Novelas Ejemplares" de Cervantes, sin haber leído ni una. ¿De qué me servía saberme de memoria esa relación de títulos sin contenido?

Siguiendo con Cervantes, llegué a detestar el Quijote porque me obligaron a leerlo a una edad en que no lo entendía, menos aún en aquella edición, con palabras en castellano antiguo que no venían explicadas. (Ni siquiera entendía el arranque: "lanza en astillero", "adarga", "rocín"...) Qué suerte tienen los niños alemanes o polacos, que pueden leer el Quijote en alemán moderno, en polaco moderno... Pero aquí, si alguien hiciera una edición del Quijote "traducido" al español del siglo XXI le lloverían las críticas y los anatemas.

¿Cuál es el mayor fracaso de un profesor y de una asignatura de Literatura? Conseguir que los alumnos la aborrezcan.