Aurora Rodríguez, testigo de la opresión que viven las mujeres de su tiempo, concibe la idea de tener una hija que, educada desde el principio para ello, pueda consagrarse a la liberación de la mujer. Busca un hombre sano, inteligente y dispuesto a renunciar a la paternidad, con quien engendra una hija. La niña, a la que pone por nombre Hildegart, es educada por su madre para el fin con que la ha traído al mundo. A los 16 años termina la carrera de Derecho y empieza la de Medicina. Para entonces ya escribe libros y artículos. A los 18 años es figura popular en los medios intelectuales y revolucionarios.
Pero, tras alcanzar prestigio internacional en diversos campos, Hildegart intenta alejarse de su madre. Le expone su deseo de elegir por sí misma, de optar incluso por el matrimonio y la maternidad.
Es entonces cuando Aurora entiende que su proyecto ha fracasado. Al comprobar que Hildegart no va a seguir los designios que le ha marcado, Aurora pone fin a la vida de su hija.
Ocurrió en Madrid en el año 1933.
……
La historia de Aurora Rodríguez y su hija Hildegart pone de manifiesto, con trágica crudeza, hasta qué punto es dañino ver en los hijos un medio para satisfacer los pruritos o intereses personales de los padres, por loables que sean. Como abusivo es también no respetar el derecho de los hijos a elegir libremente su camino.
Salvando las distancias, la actitud de la madre de Hildegart no es sustancialmente distinta de la de quienes buscan imbuir a los hijos su propia ideología, sus propias convicciones, sus propias creencias religiosas. Y ello prevaliéndose, además, de la acrítica inmadurez de la infancia.
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Pero, tras alcanzar prestigio internacional en diversos campos, Hildegart intenta alejarse de su madre. Le expone su deseo de elegir por sí misma, de optar incluso por el matrimonio y la maternidad.
Es entonces cuando Aurora entiende que su proyecto ha fracasado. Al comprobar que Hildegart no va a seguir los designios que le ha marcado, Aurora pone fin a la vida de su hija.
Ocurrió en Madrid en el año 1933.
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La historia de Aurora Rodríguez y su hija Hildegart pone de manifiesto, con trágica crudeza, hasta qué punto es dañino ver en los hijos un medio para satisfacer los pruritos o intereses personales de los padres, por loables que sean. Como abusivo es también no respetar el derecho de los hijos a elegir libremente su camino.
Salvando las distancias, la actitud de la madre de Hildegart no es sustancialmente distinta de la de quienes buscan imbuir a los hijos su propia ideología, sus propias convicciones, sus propias creencias religiosas. Y ello prevaliéndose, además, de la acrítica inmadurez de la infancia.
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Aurora Rodríguez perseguía el derecho a decidir de las mujeres. Desgraciadamente se olvidó del derecho a decidir de su hija.
3 comments:
Lo que no se puede es tener un proyecto, en vez de un hijo.
jo, vaya historia. Y Hildegart quiere decir "jardín de sabiduria".
Hi,
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