Wednesday, April 30, 2008

Animistas

Somos animistas.

Decimos que una palabra quiere decir algo. Por ejemplo: “Obsoleto quiere decir desfasado”. Como si las palabras tuvieran voluntad para desear algo.

Decimos que la naturaleza es sabia, como si el universo físico tuviera facultades intelectuales.

Decimos que un nombre, una fecha o un dato no me viene a la memoria. Como si fueran ellos -el nombre, la fecha, el dato- quienes acuden a nosotros, en vez de nosotros a ellos.

Decimos que me vino a la cabeza esta idea o esa ocurrencia, como si los pensamientos tuvieran piernas para llegar hasta nosotros.

Decimos que un motor sufre cuando se le trata mal, como si los motores tuvieran receptores nerviosos para sufrir.

Decimos que la suerte nos sonríe, como si la suerte tuviera labios y, mirándonos, los moviera.

Decimos “-Esta novela me ha atrapado”, como si el libro tuviera brazos para sujetarnos y retenernos

Decimos tierra, trágame cuando preferiríamos no estar en un lugar o situación. Como si la Tierra tuviera mandíbulas para engullirnos.

En fin: nuestro lenguaje evidencia que, sin ningún género de dudas, somos animistas.

Tuesday, April 29, 2008

A ver si te entiendes

Las piedras no entienden a las piedras. Se contraen, dilatan, deforman, oxidan… pero no saben por qué.

Las plantas no comprenden a las plantas. Hacen la fotosíntesis, pero ignoran los motivos.

Una abeja no conoce los porqués de sus actos. ¿Por qué fecundan los zánganos a la reina? Total: para morirse acto seguido, o ser expulsados de la colmena y condenados igualmente a morir…

Y nosotros: ¿nos entendemos a nosotros mismos? ¿Sabemos por qué hacemos lo que hacemos?, ¿por qué actuamos como actuamos?

¿Qué parte de nuestros actos realizamos con conocimiento de causa… y de fin?

Monday, April 28, 2008

De todo lo visible y lo invisible

El agua es incolora, transparente. El aire es incoloro, transparente. Pero puede que no sean transparentes e incoloros, sino que nuestro cerebro elija verlos así. (O sea, no verlos.)

Los animales acuáticos (y todos hemos sido animales acuáticos) necesitan que el agua sea transparente para ver dentro de ella. Todos los cerebros y ojos se formaron en el mar. Y para ver dentro del mar, el agua ha de ser transparente. Dentro de un líquido opaco no se podría ver nada.

En cuanto al aire, los animales terrestres necesitamos que sea transparente -o sea, incoloro- para ver las demás cosas.

Si el aire no fuera transparente, si no lo percibiéramos incoloro sino rojo o verde o amarillo, entonces no veríamos ningún otro objeto. El color le daría opacidad y ello nos impediría ver a su través.

Puede que nuestro cerebro elija no ver algunas cosas para poder ver las demás.

Thursday, April 24, 2008

Fueron ellos

Nos hicieron ellos: los depredadores que nos atacaban, los competidores que nos disputaban el sustento.

Ellos fueron quienes nos forzaron a aguzar el ingenio, a inventar armas e instrumentos para la defensa y la caza, a articular un lenguaje para acometer eficazmente esas acciones.

Ellos fueron quienes nos seleccionaron. De ese modo, los homínidos más inteligentes sobrevivieron. Los peor dotados -¡ay!- se quedaron en el camino.

No fuimos nosotros, sino ellos.

Fueron otros animales -nuestros depredadores y competidores- quienes forzaron nuestra selección, nuestra evolución.

Fueron otros animales quienes nos obligaron a hacernos hábiles e inteligentes. A estirar nuestro cerebro.

Fueron otros animales quienes, con su adversidad u hostilidad, nos forzaron a inventar un lenguaje para mejorar nuestra eficacia como grupo.

Fueron otros animales -nuestros depredadores, nuestros competidores- quienes nos humanizaron.

Wednesday, April 23, 2008

Un diminuto círculo

E.E. Aldrin fue uno de los tres astronautas que viajaron por primera vez a la Luna, en julio de 1969.

En una entrevista explica que, desde la Luna, nuestro planeta se ve como un círculo cuatro veces mayor que la luna llena vista desde la Tierra. Dice también que semeja “una joya brillando en un cielo negro y aterciopelado”. “Cuando vi la Tierra desde el espacio por primera vez –sigue contando-, el mar no tenía el color azul luminoso de las fotografías, sino diferentes tonos que iban de una gama más verdosa a un azul profundo. Y en cuanto a la superficie terrestre, tiene un tono bronceado, como de color aceituna. En realidad, resulta difícil apreciar las masas verdes. La blancura de los polos, en cambio, sí destaca mucho”.

Me pregunto qué sentiría yo si pudiera contemplar, desde la Luna, ese círculo azul verdoso brillando en el cielo.

En todo caso, supongo que impresionará constatar que toda la vida que conocemos, y también nuestra evolución, nuestra grandeza, nuestra cretinez –el egoísmo, la explotación, las guerras-, nuestros sueños…, todo cabe ahí. En esa bola.

Sí: toda la naturaleza, toda la humanidad, toda la historia están dentro de un pequeño círculo que brilla.

Tuesday, April 22, 2008

Lloró

Lloró por la finitud y la amputación. Lloró por sí mismo y por la soledad en que, sin Lázaro, quedaba. Lloró por lo que todos lloramos.

Era un hombre recio e impasible. Pero no hasta ese punto. No hasta el extremo de no llorar nunca.

Puede que sólo pasara esa vez, pero el caso es que, al enterarse de la muerte de su amigo, Jesús lloró.

Monday, April 21, 2008

¿Extinción?

Los animales de la misma especie luchan entre ellos por el alimento, por el territorio, por las hembras… Pero raramente llegan a matarse entre sí. A veces, de modo ocasional pueden producirse la muerte, como esos ciervos machos que en sus arremetidas quedan trabados por los cuernos y, al no poder separarse, perecen de hambre; o casos aislados de animales que, al luchar con otro congénere, no calculan sus fuerzas y acaban matando al adversario; o animales encerrados cuyos instintos se trastornan a causa de la cautividad. Pero son excepciones, rarezas.

Lo normal es que en esas luchas intraespecíficas no se llegue a dar muerte al oponente. Y no puede ser de otro modo. Aunque posiblemente en el devenir biológico hubo especies con esa conducta, han terminado por extinguirse a causa de su propia autodepredación.

Actualmente sólo hay una especie que practique la violencia mortífera contra individuos de su misma especie. Es, obviamente, el ser humano. Y, al igual que probablemente ocurrió con los otros animales con actitud autodepredadora, su destino (salvo que abandone esa conducta) parece ser la extinción.

¿Seremos capaces de abandonar esa conducta?

Friday, April 18, 2008

Blanco es

He oído que en el idioma de los esquimales existen 22 palabras para designar al color blanco. Cada una nombra un tono, un matiz dentro de la gama de este color. Se entiende que sea así: en su hábitat no hay muchos colores aparte del blanco, y además estas tonalidades deben ser muy importantes para designar el estado del hielo y de la nieve.

No sé si sigue habiendo esquimales pero espero que, al menos, su lengua no se pierda.

A mí no sólo me gustaría conocer sus palabras. También querría mirar cada uno de los blancos (el de la tiza, el de la leche, el de la cáscara de huevo, el del oso polar, el del azúcar…: ésos que para nosotros son un solo y único color) a través de sus ojos.

Thursday, April 17, 2008

Inconscientes

Calladamente, sin avisarnos ni informarnos, sin contar para nada con la consciencia, la parte no consciente del cerebro se aplica a las tareas más exigentes: la respiración, los latidos cardíacos, el metabolismo, el tránsito digestivo, las secreciones hormonales, la termorregulación…

Todo eso se dirige y controla desde la zona no consciente del cerebro.

Y es mejor que sea así. ¿Acaso desde la consciencia seríamos capaces de gestionar todo eso? No: un día se nos olvidaría tragar oxígeno; otro día no controlaríamos la temperatura; otro día -por despiste- dejaríamos de latir… No llevaríamos bien las cuentas, alteraríamos las frecuencias de los latidos, confundiríamos los intervalos de inspirar y espirar… Y al primer fallo serio, se acabó.

Lo que parece claro es que la parte inconsciente del cerebro funciona mejor que la consciente. Es más exacta, más rigurosa y tenaz.

Pero apenas se habla de eso. Es más: cuando se alude al cerebro todo el mundo piensa sólo en su parte consciente.

Es verdad que sin consciencia, sin autopercepción, no seríamos nosotros. Pero desde el punto de vista de la eficacia y de la capacidad resolutiva, la consciencia está sobrevalorada.

Tuesday, April 15, 2008

Evolución / Involución

Suele decirse que Darwin es el autor de la teoría de la evolución. Pero, en rigor, no es así. Darwin rechazaba hablar de evolución y sólo empleaba el término selección natural.

La palabra evolución se asocia comúnmente a progreso o mejora. Y la selección natural no tiene nada que ver con eso.

La selección natural es simplemente un filtro que, en cada momento y en razón de las circunstancias ambientales, deja pasar los cambios favorables a la supervivencia.

La selección natural no está al servicio de la destreza, ni de la superación, ni de la inteligencia. No es una línea recta, sino que puede ser curva. Puede avanzar y retroceder.

Algunos mamíferos, después de un largo desarrollo en tierra firme, regresaron al mar: delfines, focas, ballenas, etc. Aquellas patas que -en términos evolutivos- tanto les costó desarrollar, volvieron a convertirse en aletas (o algo parecido) con motivo de su regreso al medio acuático. ¿Supuso esto un progreso, una mejora, un avance? ¿O más bien fue una regresión, una involución, un retroceso? Ni lo uno ni lo otro: se trató sólo de una adaptación, un nuevo cambio para sobrevivir.

Por lo mismo, el surgimiento de nuestra inteligencia no fue, en términos biológicos, un perfeccionamiento. Fue sólo un cambio adaptativo al servicio de la supervivencia.

Del mismo modo que hubo mamíferos que para sobrevivir perdieron las patas, no es descartable que, en determinadas circunstancias, otros mamíferos (nosotros, por ejemplo) podamos, para sobrevivir, perder la inteligencia.



Como todos los demás caracteres adquiridos por las especies, la inteligencia -nuestra inteligencia- también es reversible.

Monday, April 14, 2008

Hijos del corazón

1.

Los huevos de escorpión se desarrollan dentro de los conductos genitales de la madre. Una hembra puede alumbrar varias decenas de escorpiones de una sola vez, dependiendo de la especie. Al nacer, las crías sólo miden unos pocos milímetros, e inmediatamente se suben encima de su madre. Permanecerán allí hasta la primera muda, que tiene lugar entre la primera y la cuarta semana de vida. Mientras tanto, se alimentan de pequeños insectos que la madre atrapa para ellos y les va dando con sus patas.

Pero esto –supuestamente- no es amor, es mero instinto maternal.

2.

Los cocodrilos construyen nidos con vegetación y lodo o bien excavan pozos en la arena de las riberas de los ríos. Defienden los huevos ferozmente y, cuando nacen las crías, la madre las lleva dentro de su boca para protegerlas hasta que pueden valerse por sí mismas. En algunas variedades de cocodrilos, el cuidado de los huevos o de las crías es asumido por el macho de la pareja.

Pero todo esto -supuestamente- sigue sin ser amor, sigue siendo puro instinto.

3.

La loba, tras parir a las crías, las lame para limpiarles las membranas fetales, corta el cordón umbilical, lo trocea y empieza su etapa de lactancia. Durante las tres primeras semanas las crías son amamantadas por la hembra, pero al mes se van destetando y comienzan a ser alimentadas por el macho, que ingiere el alimento, lo regurgita y lo ofrece a los cachorros. A las cuatro semanas los lobeznos ya empiezan a abandonar la madriguera.

Pero esto tampoco es amor, es -supuestamente- un simple apego o querencia instintiva.

4.

La madre humana toma dulcemente a su bebé, se lo pone en el pecho, al acabar de mamar le limpia la cara, lo arrulla con sus brazos, le canta, le da golpecitos en la espalda para que eche el aire. A esa madre humana se le enciende la mirada al contemplar a su hijito. “-Mi vida, mi sol, mi tesoro”, exclama.

Y esta humana sublimación del instinto, esta sofisticada modalidad de la ternura, sí es -por fin- amor.

Thursday, April 10, 2008

Discordancias

¿Quién dice que los niños no son geniales? Nos habían enseñado que el pronombre sustituye al nombre, aunque a veces, por motivos enfáticos, aparecen uno junto al otro. Así, en “le comenté eso a Luis” le y a Luis son el mismo complemento indirecto. Por eso concuerdan. (En rigor, uno de los dos sobra.)

Pero en un libro sobre frases de niños encuentro esta genialidad. Un niño le dijo a su abuela: “-Mira, abuela, qué pasteles tan buenos te hemos comprado para mí”.

¿Cuál es el complemento indirecto: “te” (para ti) o “para mí”? Obviamente ambos: los pasteles comprados para la abuela eran, en realidad, para el niño (o al menos eso pensaba éste). De ahí la discordancia.

Dado que las reglas de la gramática no le dejaban expresar su idea, el niño inventó otras. Como debe ser.

Wednesday, April 09, 2008

Baldosa

Necesitas pedir perdón. Sabes que te sentirías mejor después de decir disculpa, lo siento. Y sin embargo hay una fuerza dentro que se opone. ¿Cómo se llama esa resistencia? Puesto que no tiene nombre, podríamos llamarla baldosa. Así sería más sencillo pisarla, cruzar por encima y decir perdona.

Tuesday, April 08, 2008

La muerte

Me gustan las librerías pero, más que las que apilan best sellers como si fueran ladrillos, me atraen las librerías de saldo: las que ofrecen libros viejos, baratos y descatalogados. En una de ellas encuentro La muerte, una recopilación de escritos y poemas de Juan Ramón Jiménez con la muerte como telón de fondo. Lo abro y encuentro palabras como éstas:

¿Qué le pasa a una música que deja de sonar; qué a una brisa que deja de acariciar; y qué a una luz que se apaga? ¿Qué males les suceden? ¿Les pasa mal alguno? Muerte, di, ¿y qué eres tú sino silencio, calma y sombra?

¡ Crearme, recrearme, vaciarme, hasta que el que se vaya muerto, de mí, un día a la tierra no sea yo. Burlar honradamente, plenamente, con voluntad abierta, el crimen, y dejarle este pelele negro de mi cuerpo, por mí !


¿Por qué este espanto de la muerte? ¿No morí ya niño, no morí adolescente, no morí joven?

¡ Hermana de la vida, hermana de mi amor: la vida; bella lo mismo que ella; pobre hermana, tan triste, sin nadie que te quiera !

…y hundirse, con la frente descompuesta, en el oscuro “nunca” hondo.


Madre que nos espera, como madre final, con un abrazo inmensamente abierto, que ha de cerrarse un día, breve y duro, en nuestra espalda para siempre.

¡ Adiós, adiós ¡ ¡ Qué grato el irse, cuando se queda uno en todo !

Creo que, después de leer estos versos, puedo ver la muerte con otros ojos. A través de las palabras de J.R. Jiménez la muerte despliega una inesperada belleza. Pero al mismo tiempo este libro es, como todo lo que nos conmueve, un canto a la vida. A esta vida sin la que no sabríamos qué significa emocionarse.

Monday, April 07, 2008

Instinto ético

Se titula El origen del hombre pero también podría llamarse El contenido del hombre. Darwin, una de las mentes científicas más lúcidas de la humanidad, no sólo explica en esta obra el surgimiento del hombre a partir de un mamífero velludo, con rabo y orejas puntiagudas, de hábitos probablemente arbóreos, sino que expone cómo se conformó la mente humana: esa extraña mezcla de instintos ancestrales y raciocinio inteligente.

En referencia al surgimiento del sentido moral (fundamento de la ética humana y de gran parte de los postulados religiosos), Darwin señala lo siguiente:

“El desarrollo de las cualidades morales… descansa en los instintos sociales… Los animales dotados de instintos sociales sienten deleite en la mutua compañía, se alertan unos a otros del peligro y se ayudan y defienden de muchas formas. Estos instintos no se extienden a todos los individuos de una misma especie, sino solamente a los de la misma tribu o comunidad. Como son en alto grado beneficiosos para la especie, es probable que se hayan adquirido por la selección natural…

Los animales sociales se hallan impelidos en parte por el deseo de prestar ayuda a los miembros de su comunidad en general… El hombre está impelido también por ese mismo deseo general de auxiliar a sus compañeros… El motivo que le impele a prestar ayuda está también muy modificado en el hombre; ya no consiste tan sólo en un ciego impulso instintivo, sino que se halla considerablemente influido por la idea de la alabanza o censura de sus semejantes. El aprecio de la alabanza o la reprobación, así como su concesión, resultan también de la empatía, sentimiento que, como vimos, es uno de los elementos más importantes de los instintos sociales. Aunque la empatía fue adquirida como instinto, se acrecienta considerablemente con el hábito y el ejercicio…

La naturaleza moral del hombre alcanzó en parte su grado presente por el progreso de sus facultades racionales, y consiguientemente de la verdadera opinión pública; pero sus empatías fueron haciéndose todavía más profundas y extensamente propagadas por los efectos del hábito, el ejemplo, la instrucción y la reflexión. No es improbable que después de larga práctica se hicieran hereditarias las tendencias virtuosas. En las razas más civilizadas la convicción de la existencia de una divinidad omnisciente ha ejercido poderoso influjo en el progreso de la moral…. Esto no obstante, el fundamento primitivo u originario del sentido moral descansa en los instintos sociales, incluyendo la empatía, los que sin duda alguna se alcanzaron en un principio, al igual que en los animales inferiores, merced a la selección natural”.

Así que ya sabemos de dónde viene nuestra ética: de la empatía (ponerse en lugar del otro). Los grupos entre cuyos miembros no hubiera empatía estaban abocados a extinguirse por su propia debilidad frente a aquéllos en que sí existiera empatía. De modo que esa tendencia empática constituye un instinto, surgido e instaurado ya en nuestros ancestros como especie social.

La ética humana es, originariamente, un instinto.

Sunday, April 06, 2008

Plaza de las batallas

En el centro de Jaén está la plaza de las Batallas. Viví allí muchos años. Se llama así por un monumento erigido para conmemorar dos batallas que tuvieron lugar en la provincia de Jaén y a escasos kilómetros una de otra: la de las Navas de Tolosa (entre cristianos y musulmanes almohades) y la de Bailén (entre españoles y franceses). Aunque ambos escenarios se hallan cerca, las dos batallas están muy separadas en el tiempo. La primera se libró en el año 1212. La segunda, en 1808. Entre una y otra pasaron 596 años. Casi 600.

Seis siglos de historia en que la humanidad no aprendió nada sustancial. 600 años perdidos.

En la ciudad de Jaén está la plaza de las Batallas, pero también podría llamarse plaza de la estulticia.

Friday, April 04, 2008

Sólo pedía ayuda

Ramón Sampedro quería morir. Muchos tetrapléjicos desean seguir viviendo, pero Ramón Sampedro, después de muchos años postrado en una cama y con su movilidad corporal casi anulada, quería morir.

La historia es bien sabida: A causa de sus propias limitaciones físicas Ramón Sampedro no podía poner fin a su existencia, necesitando para ello la ayuda de otra persona. Sin embargo, la ley amenazaba con la cárcel a quien le prestara esa colaboración.

Ramón Sampedro acudió a los tribunales, pero éstos se abstuvieron de resolver su solicitud apreciando defectos formales.

Finalmente Ramón Sampedro encontró a alguien dispuesto a proporcionarle la ayuda necesaria, desinteresadamente y exponiéndose a las consecuencias penales de su acción.

Quienes hacen las leyes no están dispuestos a fijar claramente el principio básico de que nadie debe ser conminado a vivir contra su voluntad.

No se sabe por qué, pero es así. El código penal español sigue castigando a quien coopere con la muerte de otro, aun cuando ello sea a petición expresa e inequívoca de quien experimenta padecimientos insufribles.

No debería ser así. Al menos eso creo.

Las leyes deben velar por que la decisión de cesar de vivir se tome siempre en condiciones de conciencia, madurez y libertad. Pero no se entiende en virtud de qué principio puede obligarse a seguir viviendo a quien no lo desea.

No cabe cuestionar que la vida deber ser objeto de la mayor protección. Pero, si el dueño (insisto: el dueño) de esa vida está en condiciones de tomar una decisión libre y consciente, entonces sólo a él (no al Estado ni a terceras personas) corresponde decidir si su existencia merece la pena o no ser vivida.

Y en caso de optar libremente por dejar de vivir, negar a esa persona la ayuda necesaria es, sencillamente, cruel.