Monday, December 31, 2007

La caja de los truenos

Tómese una base de extrema desigualdad social. Añádase masificación, un gran rencor acumulado y una generalizada sensación de impunidad. Por último, provéase de armas a los intervinientes. El cóctel explosivo está preparado.

Se trata de la fórmula infalible para hacer aflorar los demonios interiores. Para extraer lo peor de cada uno. Para sacar la parte más agresiva y cruel de los hombres.

Todos estos ingredientes se mezclaron trágicamente en España en el año 1936.

Sin duda no debía de ser fácil gestionar una sociedad tan desigual y, por tanto, tan proclive al conflicto. La caja de los truenos tenía una tapa muy frágil. Y así, la rebelión de una parte del ejército contra el régimen emanado de las urnas provocó que todos los factores de enfrentamiento social se tensaran al máximo.

Aunque no ha transcurrido demasiado tiempo, ahora nos resulta muy difícil entender cómo pudieron desencadenarse las atrocidades que nuestros padres o abuelos protagonizaron en España, en particular las matanzas y asesinatos de personas consideradas desafectas (sacerdotes, políticos, sindicalistas, propietarios agrícolas, periodistas, escritores, maestros...) en uno y otro bando.

Nos resulta casi incomprensible (pese a que sólo han pasado dos generaciones) porque generalmente ignoramos hasta dónde puede llegarse una vez abierta la caja de los truenos. Ésa que, por desgracia, anida en cada sociedad y también en cada corazón humano.

Sunday, December 30, 2007

El hombre delincuente

Cesare Lombroso fue un médico italiano aficionado a la Criminología. Obsesionado con la idea de que los delincuentes tienen una naturaleza que les predispone y aboca al crimen, elaboró su teoría del criminal nato en un libro que tituló, a las claras, L´ uomo delinquente (publicado en 1875).

Durante años estuvo analizando la complexión, la anatomía y los rasgos morfológicos de los delincuentes que podía examinar (algunos de ellos internados en el manicomio del que el propio Lombroso era director).

Su conclusión fue que la mayoría de los delincuentes presentaban signos anatómicos comunes y que, por tanto, eran criminales por naturaleza. Llegó a afirmar que comparten anomalías atávicas propias de los vertebrados inferiores, siendo una especie de salvajes resucitados por un error biológico.

Tras la muerte de Lombroso se han estudiado con métodos más modernos los signos morfológicos por él descritos, llegándose a una conclusión bien distinta: La mayoría de esos rasgos no son congénitos, sino que se trata de caracteres desarrollados después del nacimiento, y favorecidos precisamente por la malnutrición, el desamparo y el maltrato en la infancia.

De modo que los delincuentes estudiados por Lombroso no nacieron así, sino que se hicieron. Adquirieron esos estigmas físicos por las circunstancias o carencias de su vida familiar y social. No por causas biológicas, sino biográficas.

Las pruebas irrefutables que según Lombroso demostraban su tesis del criminal nato, en realidad venían a apoyar exactamente la tesis contraria. Pero él no lo sabía, o no quería saberlo.

Friday, December 28, 2007

En busca del prepucio perdido

Como todos los judíos de la época, Jesús fue circuncidado. Las preguntas sobre el destino del prepucio (piel que cubre el glande) de Jesús dieron lugar a la aparición de supuestas reliquias de dicho pellejo.

Algunos teólogos afirmaban que el prepucio ascendió al cielo al mismo tiempo que el resto del cuerpo de Jesús. Otros sostenían que este detalle no aparece en las Escrituras, y por tanto esa piel debía de seguir en la Tierra, al no resultar admisible que una parte corporal de Jesús pudiera corromperse.

El resultado es que son numerosos los templos en que todavía se conserva el supuesto prepucio de Jesús (nada diferente de lo que ocurre con otras reliquias, evidentemente falsas).

Todo este montaje en torno al Santo Prepucio pone de manifiesto hasta qué punto puede degradarse y adulterarse una doctrina por sus (supuestos) seguidores.

Acerca de Jesús sabemos lo suficiente para apreciar el sentido ético de sus enseñanzas. Aunque en los relatos evangélicos puedan existir sesgos o interpolaciones, lo que está claro es que el mensaje de Jesús nada tenía que ver con reliquias y prepucios.

Por eso es lícito preguntarse cómo reaccionaría Jesús al saber que sus prosélitos se plantean cuestiones tan absurdas e irrisorias como la búsqueda de su prepucio.

En general es ya un tópico afirmar que, si Jesús viera lo que sus continuadores han hecho con su doctrina, se moriría del susto. (Esto, por cierto, también se dice de Karl Marx, si pudiera contemplar todos los desmanes que los marxistas han hecho con sus postulados.)

Yo no creo que Jesús ni Marx se murieran del susto, pero sí creo que experimentarían una muy amarga mezcla de decepción y de rabia.

La casa del poeta

He visitado, en Granada, la casa de García Lorca. Se llama huerta de San Vicente y es el lugar donde el escritor pasaba los veranos, en compañía de su familia, hasta su asesinato en 1936. Aunque el entorno está cambiado, la casa se mantiene intacta. He visto la cama donde dormía, la mesa en la que escribía sus obras, incluso la cocina familiar. Para bien o para mal, no se muestra a los visitantes el cuarto de baño.

No negaré que me ha emocionado contemplar el sitio donde Lorca compuso algunos poemas que me deslumbran. Poemas como:

La aurora de Nueva York tiene / cuatro columnas de cieno...

O

Empieza el llanto de la guitarra. / Es inútil callarla. / Es imposible callarla...

Pero, al mismo tiempo, no sé qué relación puede haber entre aquellos versos y la materialidad de esa cama, esa mesa, esas sillas, esas paredes...

Entonces se me ocurre que aquellas creaciones tienen vida al margen de su autor, y que entre los poemas y su artífice no cabe buscar vinculación ni afinidad.

Y me pregunto también si no sería mejor que todas las creaciones fueran anónimas. Y que, al editarse una obra, en lugar del nombre del autor apareciera un rótulo diciendo Noimporta.


Wednesday, December 26, 2007

Cuando seamos historia

Posiblemente dentro de un siglo, los historiadores (si es que hay alguno) describirán nuestra época como un tiempo crítico, un momento decisivo y crucial en la historia de la humanidad. Se referirán a él como una encrucijada en que pudimos autodestruirnos, pero finalmente imperó la sensatez y no lo hicimos.

Si no sucede así, no habrá ningún historiador para narrarlo.

Parece claro que el que este tiempo que vivimos se recoja, o no, por la historia futura va a depender de nuestra capacidad para desfronterizar el mundo. O acabamos con las fronteras o las fronteras acaban con nosotros... y con la historia.

Después de este destierro

Mientras hacía las camas, mi madre cantaba la Salve. No la rezaba, la cantaba. Con la misma entonación decía las palabras alegres (vida, dulzura, esperanza nuestra) y las frases terribles (los desterrados, gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas).

Mientras ajustaba sábanas y sin variar de melodía (sí, sin cambio de ritmo) recitaba unas y otras palabras. Y a mí se me hacía raro.

Posaos

Río, nube, silla, rosa...

Y ahora posaos cada una en un sitio. Tú, en un flujo; tú, en vapor de agua; tú, en un mueble; tú en una flor...

Antediluvianos

La presencia de fósiles de almejas, caracolas y otros animales marinos en montañas y desiertos influyó probablemente en el surgimiento de leyendas sobre grandes diluvios e inundaciones; es decir, en la creencia de que durante un tiempo el agua cubrió esos territorios. Una de esas fabulaciones es el relato bíblico del diluvio universal.

Curiosamente, mucho tiempo después la historia de Noé sirvió para explicar el descubrimiento de restos de dinosaurios y el porqué de que esos animales ya no existieran. Se habrían extinguido, sencillamente, porque no cabían en el arca. Debido a su gran tamaño Noé no pudo salvarlos y perecieron ahogados.

Por muy ridículo o pueril que ahora nos resulte, lo cierto es que durante bastante tiempo a los saurios se les llamó animales antediluvianos, y así aparecieron nombrados, incluso, en libros científicos.

Cabe preguntarse cuál será, de entre todas nuestras actuales convicciones científicas, la que más mofa y rechifla provocará en el futuro, en ese porvenir en que los antediluvianos seremos nosotros.

Tuesday, December 25, 2007

Autodiseño

¿Quién inventó los ojos?
¿Quién inventó los dientes, las garras, las espinas...?
¿Quién inventó las patas, las alas, las aletas...?
¿Quién inventó los brazos, las pinzas del crustáceo, la trompa, los cuernos, los tentáculos...?
¿Quién inventó los árboles?
¿Quién inventó las flores, los frutos, las semillas...?
¿Quién inventó las branquias, los pulmones...?
¿Quién inventó el hígado, el cerebro, el corazón...?

Parece ser que nadie. No los inventó nadie. Por lo que se ve, se idearon y se diseñaron a sí mismos.

Marginados

Nadie viene a vernos desde el futuro. Nadie viene a vernos, tampoco, desde otros sistemas estelares. Puede que, aun disponiendo de tecnología para ello, no quieran saber nada de nosotros. En tal caso, sus razones tendrán.

Monday, December 24, 2007

No quiero / No puedo

Nos avergüenza reconocer que no somos capaces de algo (de levantar un peso, de recorrer una distancia, de dejar una adicción...) y decimos que no lo hacemos porque no queremos: -Podría hacerlo, pero es que no quiero.

Nos avergüenza reconocer que no estamos dispuestos a hacer algo (un esfuerzo, una renuncia, ayudar a los otros...) y decimos que no podemos: -Me gustaría hacerlo, pero es que no puedo.

Disfrazamos de irresolución la incapacidad, y disfrazamos de incapacidad la irresolución.

Ante los demás y ante nosotros mismos, nuestra endeblez (debilidad innata) y nuestra indolencia (debilidad adquirida) se excusan mutuamente.

Friday, December 21, 2007

Te resistes

Ellos creen que aún tú crees
en los reyes de enero
(compran furtivamente, escribís una carta,
el día de antes, por la tarde, vais a verlos pasar)
y tú con tus seis años
no quieres, te resistes
a arrancar su ilusión.


FELIZ NAVIDAD A TODOS

Thursday, December 20, 2007

¿Por qué lo hago?

¿Por qué esta ciudad?
¿Por qué esta bandera?
¿Por qué esta rutina?
¿Por qué este partido?
¿Por qué esta religión?
¿Por qué esta lucha?
¿Por qué este trajín?
¿Por qué esta forma de gastar el tiempo?...

¿Qué parte de nuestros actos son conscientes? ¿Qué parte de nuestras acciones hemos decidido? ¿Cuántas cosas hacemos sabiendo por qué?

Se aburrían

Se ve que la materia se aburría. Se aburrían el carbono, el oxígeno, el fósforo, el potasio… Y por hastío de ser inertes, se mezclaron. Para pasar juntos una temporada: unos años de vida buscando emociones.

Bien, de acuerdo: es respetable. Pero ¿por qué me han involucrado? ¿Por qué me han compuesto? ¿Por qué han tenido que convertirse en mí?

¿Acaso no merezco una explicación?

Wednesday, December 19, 2007

Translaciones

El diccionario define la “vergüenza ajena” como aquélla que se siente por lo que hacen o dicen otras personas. Hay también otra palabra, de origen incierto, para denominar esta percepción: “alipori”.

Sentir en nosotros mismos la vergüenza que surge de actos ajenos es una singular transferencia de sensaciones, una forma de ponerse en el lugar de otro, aunque no exactamente dentro de él: es posible que quien realice los actos que a nosotros nos sonrojan no sienta, él mismo, vergüenza.

Aunque no existen expresiones equivalentes (“ira ajena”, “enojo ajeno”), también a veces nos indignamos por la humillación o la injusticia que se inflige a otra persona, aun cuando quien la sufra la acepte con resignación. Incluso este aquietamiento ajeno ante la injuria puede generarnos rabia. Y eso que la cosa no iba con nosotros…

Pero hay una forma deleznable de translación, que es la “venganza ajena”. Consiste en descargar sobre otros (a menudo los más débiles o los que más nos aprecian) la furia generada por actos de terceras personas. Habría que acuñar esta expresión -“venganza ajena”- u otra similar, para nombrar esa actitud, quizá entendible pero también cobarde, de pagarla con los otros; de transferir a nuestro entorno o a nuestros subordinados el enfado provocado por los atropellos sufridos.

Hacer recaer sobre personas inocentes la cólera que sentimos por los agravios que otros nos irrogaron, en lugar de enfrentarnos directamente con quienes nos los produjeron, es probablemente la más triste forma de translación emocional.

¿Puede ser?

¿El universo piensa? ¿Puede ser que, en su conjunto, el universo (el universo-todo) no piense, y sin embargo una ínfima parte de él (por ejemplo, tú o yo) sí?

Monday, December 17, 2007

Verbos arbitrarios

Los niños que están aprendiendo a hablar no dicen “se ha roto el juguete”. Dicen “se ha rompido”.

Tampoco dicen “yo pondré” ni “yo quise”, sino “yo poneré” y “yo querí”.

Su lógica les lleva a aplicar nuestros esquemas sintácticos generales, de modo que los verbos irregulares son percibidos por ellos con gran desconcierto.

Es conocida la anécdota del niño que afirmó “andé y me cansé”, y al ser corregido por el maestro (“se dice anduve”), afirmó “anduve y me cansuve”.

Parece ser que en los albores del lenguaje cada verbo tenía sus propias formas para cada tiempo, pasándose posteriormente a una progresiva homogeneización de las formas.

Pero los verbos más usados y repetidos escaparon a esta regularización. Por inercia y pereza de los hablantes, siguieron conjugándose arbitrariamente. De ahí que ser, estar, saber, decir sean verbos irregulares.

De este modo, los niños no sólo tienen que interiorizar los esquemas sintácticos lógicos, sino también los retorcimientos y arbitrariedades de sus progenitores.

Al igual que en los demás ámbitos, les transmitimos estas contradicciones -como dice Serrat- “con la leche templada y en cada canción”. Y al final las aprenden.

Se cuenta que un niño le preguntó a otro: ¿Cómo se dice: no sabo o no sepo? Y el otro respondió: “Pues no ”.

Friday, December 14, 2007

Alectura

Durante casi toda su historia la humanidad fue ágrafa. La alfabetización sólo se ha generalizado en tiempos recientes. Todavía hoy, de los aproximadamente 6.000 millones de humanos que habitamos el planeta, la mayoría vive sin leer. Por desgracia, muchos no saben qué es leer, no lo han probado nunca. Así ni siquiera pueden echarlo de menos (lo que, en medio de todo, es un consuelo: de este modo no sienten esa carencia). Y obviamente tienen otras necesidades más perentorias.

Lo paradójico es que, a muchos de quienes sí lo hemos probado, nos resultaría ahora casi imposible vivir sin leer.

Borges decía que el paraíso terrenal podría ser un vergel, pero no un paraíso, porque a él le resultaba inconcebible un paraíso sin libros.

Si nos quedáramos sin libros o sin ojos, ¿encontraríamos algo que sustituyera a la dicha de leer?

Me pregunto cuánto aguantaría yo si se me privara de leer: cuánto tardaría en morir de alectura.

Wednesday, December 12, 2007

Lo normal

Conducimos por la derecha. Nos paramos cuando el semáforo está en rojo y continuamos la marcha cuando se pone verde. Y actuamos así porque nos parece lo normal.

Nadie, cuando hace eso, repara en las normas jurídicas, las leyes o reglamentos que obligan a circular por la derecha y regulan la señalización por semáforos.

Entregamos un papel (un billete de diez euros) al frutero y él a cambio nos da manzanas, peras… Y ni él ni nosotros pensamos en las normas jurídicas que hacen que ese papel tenga valor y permita comprar cosas. Simplemente es lo normal.

Tendemos a interiorizar las normas jurídicas de modo que terminan pareciéndonos reglas naturales de conducta. Acabamos asumiéndolas acríticamente, hasta el punto de que lo que disponen nos parece lo lógico, lo normal, lo natural.

El problema viene cuando esas normas recogen pautas denigrantes, ignominiosas.

También los sistemas políticos totalitarios tienen su propio entramado jurídico. Y así, la persecución racial en la Alemania nazi se instrumentó mediante normas jurídicas: ilegalización de partidos, leyes confiscatorias y discriminatorias, prohibición de matrimonios mixtos de judíos y arios…

La segregación racial en Suráfrica, el denominado apartheid, se articuló asimismo jurídicamente.

Y de igual modo ocurrió con la esclavitud. Allí donde ha existido, las normas jurídicas vigentes han regulado el derecho de propiedad de los dueños de esclavos, la compra y venta de éstos, la manumisión, etc.

Me pregunto cuántas personas, a lo largo de la historia, habrán considerado naturales estas prácticas aberrantes, sin llegar siquiera a cuestionarse su moralidad o su decencia, por el mero hecho de que eran legales y lícitas. Porque las normas jurídicas las admitían y las regulaban. Porque eran lo normal.

Resiliencia

Resiliencia es un término que proviene de la física y se refiere a la capacidad de un material de recobrar su forma original después de haber estado sometido a altas presiones.

Por analogía, empezó a usarse esta palabra para designar la facultad que permite a las personas, a pesar de atravesar situaciones adversas, salir no solamente a salvo (para eso ya existe el término “resistencia”), sino transformados por la experiencia vivida.

Por extraño que parezca, no todas las personas que vivieron la barbarie de los campos de concentración y el holocausto nazi enloquecieron. Muchos supervivientes lograron rehacer sus vidas.

Uno de ellos fue Boris Cyrulnik, quien sobrevivió a su internamiento en un campo de concentración (no así sus padres) y tras ello consiguió estudiar Psiquiatría. Fue uno de los investigadores del fenómeno (que estudió también en muchachos que habían sufrido maltrato infantil) y promotor de esta palabra: resiliencia.

Con todo, la mayor expresión de resiliencia no consiste en encajar la tragedia, asimilarla y escapar de la locura. Esto puede ser válido para quienes sufren accidentes o catástrofes naturales. Pero, para quienes han sido víctimas de acciones intencionalmente dañinas (crímenes, atentados, actos de sadismo…), la mayor expresión de resiliencia consiste en superar el rencor. En la habilidad de ponerse en el lado del agresor y entender su naturaleza: sus razones subjetivas, sus desequilibrios, sus carencias… En la capacidad de perdonar lo imperdonable.

Tuesday, December 11, 2007

Neuroimágenes

Las técnicas de neuroimagen muestran el cerebro en acción, las funciones cerebrales, pero no el contenido mental. Examinando con los aparatos de tomografía más sofisticados el interior de un cerebro, no puede saberse en qué está pensando la persona. A lo sumo podría atisbarse si está experimentando emociones placenteras o desagradables, o si está recibiendo un estímulo visual, auditivo o motoro. Pero poco más.

Al igual que las manos no cambian su composición celular según que se usen para manejar un bisturí o para empuñar un arma; al igual que la sintaxis francesa ha servido para escribir Le Petit Prince pero también para guillotinar gente..., unas mismas conexiones neuronales permiten producir pensamientos positivos o destructores, altruistas o dañinos.

La decisión de ejecutar unos u otros actos tampoco deja rastros neuronales diferenciados.

En nuestros cerebros no hay, al parecer, estructuras bioquímicas propias para el bien y para el mal.

¿Dónde, entonces, residen uno y otro?

Sunday, December 09, 2007

Con buen humor

De la persona que se muestra alegre decimos que está de buen humor. Y de quien está enfadado o irascible decimos que está malhumorado.

Detrás de estas expresiones (buen humor, mal humor), que continuamente empleamos sin reparar en su origen, hay una larga historia.

Humor, según el diccionario, es cada uno de los líquidos de un organismo vivo.

Aristóteles (siglo IV a. de C.) escribió que los tres humores del cuerpo son “la flema, la bilis negra y la bilis amarilla”.

Esta idea debió de tomarla de Hipócrates, el médico más famoso de la antigüedad, quien un siglo antes dejó escrito que “el cuerpo del hombre contiene sangre, mucosidad, bilis amarilla y bilis negra, y esa es su naturaleza, y a causa de ello tiene dolores y puede estar sano. Su salud es óptima cuando estos humores se encuentran en relación recíproca correcta, en lo que a su potencia y cantidad se refiere, así como a su relación. Los dolores aparecen cuando hay algo de más o de menos, o es segregado en el cuerpo sin estar mezclado con el conjunto”.

Galeno, otro reputado médico (siglos II-III d. de C.), abundó en esta creencia, añadiendo que en cada persona predomina desde el nacimiento uno de esos humores, condicionando su predisposición a unas u otras enfermedades.

La creencia en los humores del cuerpo permaneció viva durante muchos siglos, pasando al lenguaje popular. De aquí vienen las expresiones buen humor y mal humor en el sentido con que actualmente las empleamos. Así, la alegría y el enfado irían parejos al predominio de una u otra clase de líquido corporal.

Ahora nos reímos de las afirmaciones de esos autores, que nos parecen fantasías o desvaríos. Igual que, sin duda, en el futuro otros se reirán de nuestras convicciones, de nuestras certezas científicas, de nuestras seguridades.

Hay más textos médicos de Aristóteles que mueven a risa. Como éste: “La sangre se genera en el hígado, circula muy lentamente por los vasos transformándose en carne, pasa de las aurículas a los ventrículos a través de poros y llega a los pulmones. El aire equilibra allí los tres humores del cuerpo”.

Podemos reírnos de lo que creían quienes vivieron hace varios siglos, a condición de que asumamos que nuestras actuales certezas científicas también harán reír a quienes en el futuro las juzguen.

Constatar que, con el tiempo, las certezas se vuelven mentiras y las seguridades se tornan errores, es algo que merece tomarse a risa. O sea, con buen humor.

Thursday, December 06, 2007

Por inercia

Fuerza de la no-fuerza. Fuerza de la inercia (“incapacidad de los cuerpos para salir del estado de reposo, para cambiar las condiciones de su movimiento o para cesar en él”). Fuerza que nos lleva a dejarnos llevar. (Como tronco que se deja transportar por el río; como océanos que arrastra la rotación de la Tierra.) Dinamismo de lo estático. Actividad de lo pasivo. Voluntad de lo involuntario. Fuerza que nos fuerza a no resistir; a actuar sin actuar. Inercia.

¿De dónde viene, quién genera esa no-fuerza?

Wednesday, December 05, 2007

Lo normal

Veo una foto de la superficie de Marte. No sé si los colores son reales. Hay un cielo rojizo y un suelo marrón sembrado de rocas. Lo que impresiona no es lo que se ve, sino lo que se echa en falta. No hay ni un árbol, ni un arbusto, ni una brizna de hierba, ni siquiera musgo sobre las piedras. Ningún insecto, ningún gusano, ningún pájaro. Sólo el suelo, las rocas y la sombra de éstas.

No es muerte (lo que no ha estado vivo no puede estar muerto). Es un vacío de vida. Un mundo de luz, desolación y sombras.

Sin embargo, no cuesta trabajo imaginar una mariposa revoloteando en ese aire, o un conejo asomando por detrás de las piedras.

Pero no. Lo que realmente se ve es yermo e inhóspito. El reino del desierto, la unanimidad de lo inerte.

Eso, al parecer, es lo normal en el cosmos. Lo contrario es una anomalía.

Me pregunto si la Tierra será así alguna vez. Si dejará de ser la excepción que es ahora.

Qué se puede esperar

¿Qué se puede esperar de quienes durante millones de años tuvieron que luchar a vida o muerte contra otras especies?

¿Qué se puede esperar de quienes hubieron de disputar con los demás animales su derecho a una ración de alimento en la Tierra?

¿Qué se puede esperar de quienes escogieron una táctica basada en el cerebro (una inteligencia, un lenguaje, un actuar sobre el entorno con sus miembros prensiles), pero arrastran de por vida la agresividad de sus ancestros?

¿Qué se puede esperar de quienes ya no son reptiles ni gorilas, pero aún no han dejado de serlo?

¿Qué se puede esperar de nosotros?

Monday, December 03, 2007

Demotecnia

Las decisiones por las que una manada de ciervos o búfalos se traslada de un lado a otro se toman por mayoría. Igualmente, ninguna abeja ni ningún cisne deciden en solitario los movimientos que adopta el grupo.

En estas especies existe la capacidad de adivinar cuándo una mayoría decide partir. Mediante diversos gestos, ciertos miembros del grupo formulan su propuesta de desplazamiento, que seguidamente se somete a la consideración del resto de la manada.

El voto se expresa de diversas formas, como levantando las patas o moviendo la cabeza. En el caso de los cisnes, ningún miembro de la manada se desplaza hasta que aproximadamente el 60% del grupo ha tomado una decisión.

Estos animales sólo emprenden la marcha cuando han alcanzado un consenso mayoritario. No hay disidentes que amenacen con retirarse del grupo si no se siguen sus dictados, ni tampoco líderes que impongan su criterio por la fuerza.

Los zoólogos Roper y Conradt aplicaron modelos matemáticos para determinar las ventajas de esta forma de adoptar decisiones. Estos modelos establecieron que, cuando la mayoría decide, aumentan las posibilidades de supervivencia.

Es la denominada democracia animal.

Según esto, la democracia no es un hallazgo humano. Igual que no hemos inventado la territorialidad ni la competencia, tampoco hemos introducido la democracia.

Tendemos a fundamentar la democracia sobre presupuestos éticos, pero su justificación parece residir en meras razones utilitarias. En principio, la democracia viene a ser sólo una técnica para que las decisiones se acepten también por los miembros del grupo que están en desacuerdo.

Cada uno puede hallarse individualmente en contra de una decisión o una medida; pero si la elección ha sido hecha por la mayoría, entonces estamos dispuestos a aceptarla. La acatamos y cumplimos aunque sea a regañadientes. Así lo experimentamos con frecuencia en la vida política.

De este modo, la democracia se desprende de su marchamo moral y deja de ser garantía absoluta de bondad, de equilibrio o de justicia.

La democracia viene imponiéndose porque es útil y eficaz, ya que ahorra disensiones violentas y facilita la gestión de la estructura social. También, porque favorece que las decisiones que se adoptan sean las que concitan mayor grado de consenso. Pero, por sí sola, la democracia no garantiza nada más.

La existencia de Estados que, pese a contar con organización política democrática, han ejercido una acción imperialista o de despojo sobre otros pueblos y territorios (protectorado, colonialismo…) es evidente. También resulta indudable que varios Estados democráticos han apoyado dictaduras en otros países cuando éstas han servido a sus intereses geoestratégicos y económicos. Digamos que los ciudadanos de estas naciones desean la democracia para ellos, pero en cambio no parece importarles contribuir al mantenimiento de sistemas totalitarios en otras partes del mundo.

El hecho de que una decisión haya sido tomada democráticamente es indicio de que quienes la aprobaron la consideran deseable para ellos; pero no siempre lo es para quienes no participaron en su adopción.

La rapacidad, la explotación y el saqueo pueden ejercerse, también, democráticamente.

Cervantes señalaba que incluso entre los delincuentes han de regir unas reglas instauradas por ellos mismos (“Es tan buena la justicia, que es necesario que se use aun entre los mismos ladrones”). Sin estas normas no podrían actuar con una mínima eficacia, igual que en las organizaciones mafiosas existe una estructura política para elegir a sus jefes.

Aunque con carácter general la democracia es siempre preferible a la autocracia o el totalitarismo, no debemos olvidar que puede haber también una democracia mafiosa, un gangsterismo democrático.

Ruido

Inventamos preocupaciones. Nos obsesionamos por asuntos triviales y luego, cuando surge un problema realmente grave, nos damos cuenta de que nos preocupábamos por bagatelas.

Y a la inversa. Las personas que han de preocuparse por lo más vital (la subsistencia, la obtención de alimento…) creen que, una vez que consigan eso, no tendrán nada serio de que preocuparse. Y sin embargo no es así. Cuando han logrado lo básico, encuentran otros motivos de preocupación.

Quienes lo tienen todo se desviven porque otros tienen todavía más que ellos, o bien se fabrican sus propios enredos generadores de problemas.

Se ve que buscamos preocupaciones, que no queremos pasar sin turbación.

Preocuparse es ocuparse, mantener la mente llena, ocupada. Incluso mientras dormimos nuestro cerebro conserva su actividad en forma de sueños o pesadillas.

Es posible que nuestro pensamiento quiera estar permanentemente ocupado para no conceder tiempo ni espacio a otras preguntas: a las cuestiones profundas del sentido y el ser.

Si no nos preocupáramos siempre por algo, se haría un profundo silencio interior. Y es probable que, en ese caso, lo que oyéramos no nos gustase.

¿De qué huimos cuando nos refugiamos en las preocupaciones?