Es casi seguro que lo que más nos repugna, lo que más asco y repulsión nos produce, puede agradar a otros. Tal vez a alguien muy diferente a nosotros, tal vez a un ser de distinta especie.
¿Qué es, por ejemplo, lo que más nos repugna sensorialmente? Quizá los detritus orgánicos, las deyecciones fecales, la corrupción o descomposición cadavérica.
(Debido a sus efectos perniciosos para la salud, la evolución ha hecho que nos repela la visión o el olor de esas sustancias, para así disuadirnos de su contacto y, sobre todo, su ingestión.)
Y sin embargo, esas sustancias putrefactas son atrayentes para las moscas, para los buitres y para otras especies necrófagas o carroñeras (para las cuales no son perjudiciales, sino alimenticias).
Aunque nos sea imposible de entender, es probable que estos animales experimenten, al percibir u olfatear estas sustancias, una sensación muy parecida a la que nosotros experimentamos en presencia de un alimento apetitoso.
Como todo (o casi todo) lo demás, el gusto y el asco son subjetividades relativas, artificiosas y condicionadas.
Sí: decididamente lo que para unos es repugnante, nauseabundo y fétido, para otros puede ser apetecible.
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
4 comments:
Interesante pero un poco escatológico, no crees?
Gracias por tu comentario. En cuanto a lo que dices: sí, claro que es así: Escatológico para nosotros. Para otros, tal vez no.
Todo es relativo: la enfermedad del hombre es la salud de la bacteria.
Gracias, Anónimo. Lo que dices es una gran verdad. Está claro que, de la realidad, sólo tomamos en cada momento la parte que nos interesa o conviene. Y así, lo que es un mal para nosotros puede ser un bien para otros. Y viceversa.
Post a Comment