Monday, October 15, 2007

Una excepción

La conocida afirmación según la cual “los hombres no aprenden nunca de la historia” tiene, al menos, una cualificada excepción en el caso de la Unión Europea.

Los países europeos estuvieron enfrentándose, a lo largo de los siglos, en continuos conflictos bélicos, sumamente cruentos. Algunos (sólo algunos) ejemplos son la guerra de los Cien Años, las invasiones napoleónicas, la guerra franco-prusiana y, en el siglo XX, las dos guerras mundiales.

Como es bien sabido, la segunda guerra mundial terminó hace apenas seis décadas: en 1945. En un bando estuvieron (aparte de otros países) Francia e Inglaterra, y en el otro bando Alemania e Italia. Varios millones de personas murieron en esta guerra, y otros tantos fallecieron en la primera (concluida en 1918). Entre 1939 y 1945 muchas ciudades, como Londres o Berlín, resultaron bombardeadas y arrasadas por el ejército enemigo. París fue ocupada por los alemanes, y los franceses que se opusieron a la ocupación (los integrantes de “la Resistencia”) fueron torturados y fusilados. Muchas personas sufrieron heridas y mutilaciones de guerra. El odio, la rivalidad y el afán revanchista almacenados por los nacionales de unos y otros Estados debió ser muy intenso.

Sin embargo, esto no impidió que, pocos años después, surgieran las Comunidades Europeas, germen de la C.E.E. y de la Unión Europea (U.E.).

Es verdad que al principio no se pretendía tanto como una unión política. También es cierto que no todos los países europeos (ni siquiera todos los de Europa occidental) estuvieron en el origen del ideal europeísta. Pero el caso es que sus creadores fueron capaces, muy pocos años después de la segunda guerra mundial, de orillar sus rencores y, mirando hacia delante, crear una alianza transfronteriza (primero comercial, luego política) entre países que, pocos años antes, se habían destrozado mutuamente.

En nuestros días resultaría impensable un conflicto militar entre Francia, España e Inglaterra. Sin embargo, estos enfrentamientos armados fueron habituales en épocas relativamente recientes (por ejemplo, batalla de Trafalgar, a principios del siglo XIX).

Por una vez, después de la segunda guerra mundial (el más grave conflicto bélico que ha conocido la humanidad) algunos europeos aprendieron de la historia y entendieron que el perdón, la paz, la cooperación y la dilución de fronteras constituían el único camino posible. Lástima que no siempre sea así.

Actualmente la U.E. garantiza, de hecho, que los países europeos no volverán a enfrentarse entre sí en una guerra.

Por ello, cuando se afirma que la U.E. defiende a Europa de la competencia comercial de los Estados Unidos y Japón, no se dice toda la verdad. La realidad es que la U.E. defiende a Europa, sobre todo, de sí misma.

No comments: