Wednesday, October 10, 2007

Opio

La conocida afirmación de Marx según la cual la religión actúa como opio o “adormidera” de las clases desfavorecidas, alude al papel que la fe religiosa ha desempeñado al fomentar la aceptación de la desigualdad por quienes la sufrían.

La religión favorecía que los maltratados por el desigual reparto de la riqueza consintieran esa situación. Les hacía resignarse porque se les prometía un futuro intangible (un “más allá”, una vida después de la muerte) en que se les resarciría de sus privaciones. De ese modo, los explotados venían a aquietarse a su condición y se mostraban conformistas.

Eso es lo que Marx quería decir. Pero, aun aceptando la realidad de esta afirmación, lo cierto es que la fe religiosa ha desempeñado también una función consoladora respecto de otros dolores distintos de la injusticia social.

Me refiero al dolor en sentido estricto: dolor físico y dolor moral. El sufrimiento por la enfermedad propia o por la muerte de un ser querido.

Actualmente es raro que un niño muera, pero en el pasado la mortandad infantil era muy frecuente. Muchos padres y madres veían morir a sus hijos en plena infancia. Y es difícil imaginar un sufrimiento mayor. Pues bien, según sus creencias religiosas estos niños (siempre que estuvieran bautizados) iban derechos al cielo.

Por otro lado, en nuestros tiempos disponemos de medios analgésicos eficaces contra el dolor. Pero en el pasado había que padecer el dolor físico con toda su crudeza. Y la religión constituía, quizá, el único consuelo para estos enfermos.

Quienes sentían dolor se consolaban pensando que ese sufrimiento no era inútil, pues lo que estaban padeciendo “se les descontaría” del purgatorio. O sea: no importaba sufrir porque, de todos modos, tendrían que padecer dolor en la otra vida antes de ser acogidos en el cielo. Por ello, el dolor tenía razón de ser.

Puede parecer un modo pueril de consolarse, pero seguramente era lo único que entonces daba sentido al dolor. A un dolor físico que a menudo era largo, intenso e irreductible.

Para quienes tenían la religión como único consuelo respecto de la enfermedad y el sufrimiento, la fe constituía una experiencia paliativa y reconfortante. Era una especie de anestesia (“adormidera”), en una época en que no se conocían medios para combatir el dolor.

En aquellas circunstancias, privar a esas personas de su alivio religioso habría sido en extremo cruel.

4 comments:

indecible said...

De hecho la propia Iglesia en el rezo del Rosario dice "consuelo de los afligidos". Al menos eso recuerdo de cuando mi abuela recitaba las letanías.

Anonymous said...

Esto también se ve muy bien en la novela "San Manuel Bueno Mártir", de Unamuno.

saiz said...

Perdonad que no os haya contestado antes, pero no había visto hasta ahora vuestros comentarios.

Ambos me parecen muy oportunos.

En cuanto a la novela a que se refiere Aurora, la leí hace mucho tiempo, cuando estudiaba en el bachillerato (pues era lectura obligada). Recuerdo que me impresionó esa frase que dice el protagonista (sacerdote que no cree en una vida futura). Viene a ser (sin duda no es exactamente así porque no puedo recordarla literalmente, pero cito tal como lo recuerdo) "-¿Dice alguien que "la religión es el opio del pueblo"? Bien, pues dadle opio. Para que el pueblo sueñe, para que se embriague y escape así de los sinsabores de la vida...".

Sí, esta frase de la novela (que ya digo, no es literal) viene a expresar el papel que para mucha gente desempeña, dentro de su estructura psicológica, la vivencia religiosa).

Anonymous said...

La frase exacta es

"ya sé que uno de esos caudillos de la que llaman la revolución social ha dicho que la religión es el opio del pueblo. Opio. . ., opio. . . Opio, sí. Démosle opio, y que duerma y que sueñe."