Tuesday, October 16, 2007

Esclavos

Cuando yo tenía catorce años me impresionó vivamente ver el primer capítulo de una serie de TV llamada Raíces. Aunque quizá la serie no fuese especialmente buena, se me quedó grabada la historia que narra: un muchacho de raza negra es capturado por un grupo de europeos que han viajado para ello a África central y, junto con otros muchos africanos también presos, es encadenado y encerrado en un barco que lo traslada a los Estados Unidos. En el viaje muere la mayor parte de los africanos. Los que sobreviven son vendidos como esclavos, condenados a trabajar –ellos y sus descendientes- de por vida en plantaciones de algodón y a sufrir todo género de vejaciones.

Hace poco he leído un artículo según el cual la mayoría de los africanos llevados a América como esclavos no fueron en realidad capturados, sino vendidos a traficantes europeos por otros africanos: reyes o mandatarios, mercaderes, jefes de tribus aborígenes, etc.

O sea, que quienes desde el principio los condenaron a la esclavitud no fueron los europeos, sino otros africanos de su misma raza.

Esto, sin embargo, no cambia esencialmente las cosas. Lo que el fenómeno de la esclavitud revela no es la dicotomía negros/blancos (como si los primeros fuesen buenos, y los segundos malos). Creo que ninguna etnia, ni ningún pueblo, ni ningún grupo es de por sí más justo que los otros. En la época de la esclavitud los blancos estaban en el lugar de los explotadores porque sus circunstancias se lo habían permitido, y los negros estaban en la posición de los esclavos porque sus circunstancias lo impusieron.

No es que unos fuesen mejores que otros.

Del mismo modo, quienes históricamente han protagonizado revoluciones y reivindicado la justicia social han sido los oprimidos. Pero esto no significa que fuesen “mejores personas” que los opresores. Porque, si los opresores hubiesen estado en la posición de los explotados, habrían actuado como éstos. Y, si los oprimidos hubiesen estado en el lugar de los explotadores, se habrían opuesto a la revolución.

No es, por tanto, que unos sean mejores y otros peores; ni que unos sean consustancialmente justos y otros injustos. La cuestión trae causa directa de la naturaleza humana, que nos hace comportarnos egoístamente, a veces hasta límites escandalosos como en el caso de la esclavitud.

Sólo una minoría de personas, a lo largo de la historia, ha situado su anhelo de justicia social por encima de su posición particular. Sólo unos pocos han antepuesto su ideal solidario a sus propios intereses económicos.

1 comment:

Unknown said...

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