Monday, October 27, 2008

Como confesar un crimen

Hay que ser valientes para admitir los propios errores. Y más aún si esas equivocaciones las hemos defendido, en el pasado, con ahínco.

Hay que ser valientes para no enrocarse en el “de aquí no me muevo”.

Hay que ser valientes para aguantar el “ya te decíamos” y el “por fin has abrazado nuestra fe”.

Hay que ser valientes para encajar el “eres un inconstante”, “un renegado”.

Hay que ser valientes para anteponer la verdad al orgullo.

Hay que ser valientes para asumir que casi nadie comprende el valor de reconocer los propios errores.

En una carta a un amigo, Charles Darwin, que durante años había defendido tenazmente la inmutabilidad de las especies, escribía que admitir este error y pasar a defender lo contrario fue para él “como confesar un crimen”.

Darwin no era ningún criminal, pero reconocer y exhibir un error propio genera un rechazo parecido al de los delincuentes confesos: personas que, pese a su arrepentimiento, no dejan de haber sido delincuentes. Y que, además, lo reconocen.

(Pero no: el auténtico delito no es desdecirse. El delito de lesa honestidad es empecinarse.)

Aunque el proverbio afirme que “rectificar es de sabios”, debería más bien decir que “rectificar es de intrépidos”.

2 comments:

Anonymous said...

Mejor ser desdicho que desdichado.

saiz said...

¿Lo has leído en algún sitio o te lo has inventado? En todo caso es buenísimo.