Tuesday, June 03, 2008

Cuéntame un cuento

Lo relata José Antonio Marina, refiriéndose a una anécdota del novelista inglés Charles Dickens (1812-1870). Como otros muchos autores de su época, algunas de sus novelas se iban editando por capítulos en periódicos o folletines. Tras la publicación de un capítulo en que la protagonista quedaba en peligro de muerte, una multitud de personas aguardaba expectante en el muelle de Nueva York la llegada del barco que traía la nueva entrega. Embargado de la misma emoción que el público, el capitán se asomó a la borda y gritó: "¡ Nelly se ha salvado ! ¡ Nelly se ha salvado !".

Al hilo de ello me pregunto: ¿qué hace que nos atraigan tanto las historias de ficción? Narraciones de no-hechos que nunca pasaron, de no-vivencias de gente que nunca existió, ¿por qué nos gusta oírlas, leerlas, verlas en imágenes?

No es porque sean divertidas: muchas de esas historias ficticias son duras y tristes (como lo eran las novelas de Dickens). No es tampoco porque la realidad carezca de tramas: por desgracia la vida real está repleta de argumentos enrevesados.

Entonces, ¿por qué nos gustan las historias inventadas?

Quizá sea por mera atracción de lo imaginario y lo irreal, de esos mundos alternativos en los que viven otras personas y pasan otras cosas, igual que de niños nos gustaba oír (a sabiendas de que eran mentira, o precisamente por eso) los cuentos que nos contaban.

4 comments:

Anonymous said...

Para mi está muy claro que no solo de pan (real) vive el hombre, sino que también vivimos de pan imaginario.

saiz said...

Estoy de acuerdo, Aurora. No sólo necesitamos realidad: también necesitamos irrealidad, fantasía, sueños...

Gemma said...

"Entonces, ¿por qué nos gustan las historias inventadas?"
Pues porque nuestras vidas son igual de ficticias.

Saludos reales

saiz said...

Esa explicación quizá sea la más certera de todas: en el fondo no distinguimos entre realidad y ficción.