Monday, October 26, 2009

Cambiar el mundo

Lo mejor (para mí) de Internet es que permite leer textos escritos por gente anónima. Textos a los que, de no ser por la Red, nunca podría acceder. Seguramente son sencillos, carentes de toda pretenciosidad, pero a menudo me conmueven más que los de autores renombrados.

Tal es el caso de este breve relato que me envía Aurora. Está tomado de www.elsentidodelavida.net y se titula Cambiar el mundo”.

Entré por las puertas del supermercado. Pasé a un lado de las cajas y eché a caminar sobre el suelo brillante. Una viejecita trataba de meter una manzana en una bolsa de plástico. La manzana se deslizó sobre sus manos y cayó.

Cayó sobre el suelo a cámara lenta. Dio un pequeño bote y después un par de vueltas. Vi girar la manzana sobre sí misma, observé su piel reflejando el brillo de las luces del supermercado. Y antes de que se detuviera, me agaché y la recogí en mi mano.

Me levanté y la sujeté frente a la viejecita. Ella seguía luchando con la bolsa de plástico.

—No se abre —dijo forcejeando sin mirarme.

Unos segundos después lo consiguió. Fue entonces cuando levantó la vista y allí estaba yo, sujetando la manzana con una sonrisa en mi rostro.

Una sonrisa se dibujó en el suyo. Los músculos de su cara se tensaron lentamente y, por un momento, ella misma se convirtió en una sonrisa arrugada.

Y sus ojos...

En aquel momento supe que había cambiado el mundo.

Tuesday, October 13, 2009

Un puente

El reino de los sentimientos y el reino de la voluntad son dos recintos amurallados. Del mismo modo que nuestra voluntad no puede ordenar al corazón que pare de latir o a las uñas que dejen de crecer, tampoco puede dar órdenes en el ámbito de los sentimientos.

Aunque nuestra voluntad decida que algo que nos gusta deje de gustarnos, no por eso cambiarán nuestros gustos. Aunque nuestra voluntad decida creer en algo que nos resulta inverosímil, no por eso lo creeremos. Aunque nuestra voluntad decida amar a alguien, no por eso lo amaremos interiormente. Aunque la voluntad decida dejar de sentir inquina o rencor hacia alguien que nos ha causado un mal, no por eso dejaremos de sentirlos.

Creo, no obstante, que hay un puente entre ambos recintos. Un puente, al menos, entre la voluntad y el cese del rencor. Y ese puente es el deseo de comprender.

Quien ha sido víctima de un acto dañino puede esforzarse en comprender al autor del daño. Puede tomar la decisión de ponerse en su lugar. Puede tener la voluntad de entenderlo.

Puede -al menos- buscarlo, intentarlo.

No será fácil. Tratar de entender las razones, las motivaciones, las circunstancias de quien nos ha infligido un mal no es tarea sencilla.

Quien ha sido traicionado, quien ha sido víctima de un robo, quien ha sufrido un atentado terrorista…, normalmente experimentará odio o rencor hacia el autor de esos hechos. A menudo, también, deseo de venganza.

Y no es nada voluntario. Son sentimientos que surgen y habitan en su propio recinto, ése que la voluntad no controla.

Pero hay un puente, una estrecha y tortuosa pasarela que une ambos reinos: el de los sentimientos y el de la voluntad. Y ese puente, difícil pero a veces recorrible, es la voluntad de entender.