Tuesday, October 05, 2010

Sobre papel higiénico

Cuando mis hijas nacieron, yo no conocía ninguna canción de cuna. Lo único parecido a eso que me sabía eran las Nanas de la cebolla, de Miguel Hernández. Me las había aprendido de memoria, a los 14 años, en la versión musical que de ellas hizo Joan Manuel Serrat.

Aunque su letra es triste (las escribió Hernández cuando, estando en la cárcel, le informaron de que su mujer y su hijo apenas podían alimentarse de cebollas), a mis hijas les gustaba oírlas y se dormían con ellas.

Hoy leo en el periódico que, durante su estancia en la cárcel, Hernández no sólo compuso esas Nanas, sino que también escribió algunos cuentos para su hijo.

En El País de hoy (5-10-2010) viene una foto del texto, sobre papel higiénico (el único sitio que tenía donde escribir), del cuento El potro oscuro. Lo transcribo a continuación, con mi gratitud póstuma a Miguel Hernández, y lamentando no haber conocido antes este cuento para contárselo también, de pequeñas, a mis hijas.


EL POTRO OSCURO

Una vez había un potro oscuro. Su nombre era Potro Oscuro.

Siempre se llevaba a los niños y las niñas a la Gran Ciudad del Sueño.

Se los llevaba todas las noches.

Todos los niños y las niñas querían montar sobre el Potro Oscuro.

Una noche encontró a un niño. El niño le dijo:

-Llévame, caballo pequeño, a la Gran Ciudad del Sueño.

-¡Monta! -dijo el Potro Oscuro.

Montó el niño, y fueron galopando, galopando, galopando.

Pronto encontraron en el camino a una niña. La niña dijo:

-¡Llévame, caballo pequeño, a la Gran Ciudad del Sueño!

-Monta a mi lado -dijo el niño.

Montó la niña, y fueron galopando, galopando, galopando...



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¿Acaso no tiene que ser una maravilla, para un niño, dormirse oyendo este cuento?