Entre los planetas que El Principito visitó antes de llegar a la Tierra, había uno habitado por un rey. Era un rey que sólo mandaba cosas razonables, porque “si ordeno a un general que vuele de flor en flor como una mariposa, o que escriba una tragedia, o que se transforme en ave marina y si el general no ejecuta la orden recibida, ¿quién, él o yo, estaría en falta?… Hay que exigir a cada uno lo que cada uno puede hacer… La autoridad reposa, en primer término, sobre la razón”.
Y el rey concluía: “Si ordenas a tu pueblo que vaya a arrojarse al mar, hará una revolución”.
No se sabe de ningún rey que haya ordenado a la gente arrojarse al mar.
Pero sí ha habido reyes (o faraones, o gobernantes) que han dispuesto que miles de súbditos dediquen sus vidas a erigirles mausoleos gigantescos en forma de pirámide. O que edifiquen suntuosas catedrales mientras la gente se moría de hambre. O que quemen vivos, en una hoguera, a supuestos herejes. O que arriesguen sus vidas, en delirios bélicos, invadiendo países.
No eran, precisamente, órdenes razonables. Pero el pueblo cumplió lo que se le mandaba y -al menos entonces- no hizo la revolución.
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2 comments:
Se supone que obedecian por miedo y por ignorancia.
Probablemente es como dices.
Gracias, Aurora, por tu comentario.
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