Friday, May 11, 2007

UN CORAZÓN AL REVÉS (por Nuria Saiz)

Myrtle era una vieja que tenía el corazón al revés, por lo que presentaba una extraña particularidad. Si la hacían costillas, lloraba. Sólo rió de verdad con ganas cuando su viejo marido murió. Y ella, la pobre y adinerada Myrtle, vivía en una gran casa, con enormes ventanas que dejaban entrar la luz.

En cuanto salía a la calle y pisaba el suave césped, ¿qué encontraba?

-Niños alegres que la sonreían con ilusión mientras jugaban a sus inocentes juegos.

-Mujeres felices que la comentaban lo bien conservada que estaba para su edad.

-Hombres contentos que la ayudaban a cruzar la calle y a subir las escaleras.

Oh, sí, la vieja Myrtle tuvo una vida que todos habríamos deseado.

Pero en realidad era la persona más desdichada de toda Happytown: Cada sonrisa le sentaba como un escupitajo en la cara. Cada felicitación era como un insulto. Cada vez que le contaban un chiste, lloraba a mares. Cada caricia la sentía como una araña.

Y allí estaba la pobre Myrtle, en su iluminada mansión, asqueada de su vida, cuando ocurrió.

Era Nochebuena, una de las fechas del año que más odiaba. Sonó el timbre y abrió sin imaginar lo que encontraría detrás de la puerta: cinco jóvenes, sonrientes y ataviados con bellos vestidos, le dedicaron una canción angelical en la que le deseaban feliz Navidad, que le fuera bien en la vida y que viviera muchos años. También le recordaron lo mucho que la querían y lo buena y guapa que era.

Myrtle no pudo contener su rabia. Cogió su alegre cuchillo rosa y con él mató a los cinco jóvenes. Un sentimiento de orgullo la invadió.

Lo que pasó después fue muy rápido. Unos amables y gentiles policías la cogieron y la metieron en un bonito, sucio y oscuro vagón. Y a través de esos hermosos y oxidados barrotes vio cómo se alejaba de su horrible casa, de su horrible barrio, de sus horribles vecinos…, de su horrible vida.

Después de un rato, el vagón se paró enfrente de una puerta de hierro macizo. Se podían ver las ralladuras de las uñas de los que habían intentado escapar. "Esto es arte (pensó Myrtle al ver las marcas), no como todos esos horribles cuadros que hay en mi vieja casa, llenos de asquerosos hombres y mujeres, de esas horribles flores, de esos imbéciles animales, de esas irritantes sonrisas".

Y alegre fue su sorpresa cuando, escrito en la puerta, pudo leer “Manicomio Municipal de Happytown”.

Desde el principio le encantó el lugar. Con esas bellas paredes desconchadas. Con esas amigables cosas negras que se arrastraban por el suelo. Con esas decorativas manchas de quién-sabe-qué que daban gran sensación de pureza.

De vez en cuando, desde su confortable celda, podía escuchar los poéticos delirios de algún compañero.

Un buen día, algo que Myrtle comió hizo que enfermara de tuberculosis, y después de las dos semanas más felices de su vida se la encontraron muerta, con una sonrisa en los labios.

Actualmente disfruta de una alegre estancia en el infierno.

2 comments:

homer said...

GENIAL !!!!!!!!!!!!!!!

pcortesc1 said...

Notable, felicitaciones ¡¡¡¡